Cosme Sánchez Alber, técnico en intervención social
TÍTULO | VIOLENCIAS Y DESAMPAROS. Una práctica colaborativa entre salud mental y educación |
AUTORÍA | S. Brignoni, G. Esebbag y A. Grisales |
EDITORIAL | Ned ediciones, Barcelona, 224 p. |
AÑO | 2022 |
Esta investigación tiene un valor especial, relata y sistematiza el trabajo de la Fundación Nou Barris (Barcelona) acompañando a la infancia y adolescencia en los CRAEs (Centros Residenciales de Acción Educativa del sistema de protección a la infancia en Catalunya) en una colaboración entre salud mental, servicios sociales y educación, desde sus inicios en 1997. Se trata de una práctica que articula diferentes saberes y disciplinas (salud mental, educación, servicios sociales) y que permite pensar modos originales de sostener la conversación tanto en la red de profesionales, disciplinas y servicios como con cada adolescente.
Las múltiples viñetas y ejemplos de la práctica que vertebran el texto permiten profundizar en la complejidad y el hacer cotidiano de estos profesionales que en su intento por acompañar estas vidas son capaces de inventar con cada niño soluciones singulares que anuden síntoma y lazo social. Tomar la referencia del síntoma en su dimensión de respuesta subjetiva permite abrir la pregunta sobre el sujeto, aquello que no entendemos de entrada pero que no obstante anima a su esclarecimiento y a su interpretación. Un trabajo de elucidación constante sobre cada caso.
Para investigar es necesario un deseo y un impulso por transmitir lo que uno hace, también una disciplina de trabajo. Se trata de un trabajo que anticipa las dificultades para pensar e investigar desde nuestras prácticas, ¡no hay tiempo! un tiempo necesario para inscribir en el Otro lo que uno hace y contribuir a promover una conversación plural y una cultura de trabajo colaborativo. ¿Dónde están nuestras investigaciones? Aquellas que rompan con la lógica de los destinos prefijados.
Investigar desde nuestra práctica es necesario, poner a trabajar las preguntas que tenemos resulta fundamental porque va en contra de las rutinas que nos aspiran en lo cotidiano de nuestras prácticas y que la propia práctica produce. ¿Qué es la rutina? Rutina es poner siempre el mismo significado a cualquier cosa que uno se encuentra (Lacan). Esta investigación propone dislocar el significante de sus efectos de significado. En consecuencia, se trata de generar espacios donde podamos poner en cuestión esa rutina, contradecirla para poder construir nuevos significados. Por todo ello, se trata de un trabajo que cobra un especial interés en el ámbito de lo académico y, en particular, en el campo de la Educación Social como figura privilegiada en el encuentro con estos jóvenes.
Nada de lo que pasa en la infancia y en la adolescencia es conclusivo ni concluyente, como señala Susana Brignoni. Esa amplitud para mirar a los sujetos que atendemos les ofrece una posibilidad, abre una puerta. Para poder trabajar con adolescentes hay que dejarse incomodar (Lacadee). Sostener la incertidumbre es de una profunda incomodidad para los profesionales que atienden a estos jóvenes. Hay una parte de nuestro trabajo en la que siempre vamos a estar incómodos, esa es la buena orientación; aprender a soportar la incertidumbre.
Hay algo que hay que desorientar en las formas en las que vienen marcados los chicos, hay que poder introducir una pregunta, algo que les haga enigma. Dar otra oportunidad es dar la posibilidad de encontrar otras preguntas, a veces inesperadas, y otras respuestas que permitan a cada uno cambiar de lugar. Y el cambio de lugar lo propicia el Otro de referencia y para ello es necesario crear lugares donde los profesionales puedan encontrarse y conversar entre ellos, tener reuniones donde la palabra circule y donde podamos cuestionar las certezas con las que acogemos a estos chicos. A los chicos se los acoge con certezas (Brignoni).
En el libro se aborda, a su vez, la dimensión y las interpretaciones posibles sobre el sentido y el acontecimiento de la violencia, cuestión que nos interesa a todos esclarecer; educadores, trabajadores sociales y clínicos que en el encuentro con estos jóvenes se ven confrontados a situaciones críticas. ¿Qué tratamiento podemos dar a los fenómenos de violencia? Una primera indicación es no mostrarse excesivamente interesado por estos fenómenos, al menos de entrada, solo así se abre la vía de la subjetivación y la sintomatización.
Tenemos los fenómenos violentos pero luego hay que ver si hay una capacidad de subjetivar algo de estos fenómenos por los que uno está habitado o invadido. La posibilidad de subjetivar quiere decir que el profesional pueda explorar si hay la posibilidad de decir si uno está concernido por esa violencia, ya que muchas veces eso no es posible, en ocasiones aparece el fenómeno violento y el sujeto no tiene nada que ver con eso. Si la cosa avanza, pasamos a la sintomatización, eso quiere decir que además de sentirse concernido por eso, el sujeto se hace una pregunta y la quiere poner a trabajar. A veces, llegamos hasta la pregunta y eso es suficiente porque la pregunta es ya un modo de detener los actos, otras veces se puede ir un poco más allá. Ya sabemos que en la adolescencia tampoco hay que pasarse, tenemos que apuntar a no retenerlos, así se les da la posibilidad de que otro día puedan volver.
Hay pues un horizonte, un futuro posible. No se trata de venderle a nadie la moto de la felicidad, se trata de que hay algo inquietante y desasosegante para cada adolescente, se trata de que cuando te separaron de tu familia hay algo que se rompió, eso es verdad, y lo que tenemos que ver es de que manera nosotros damos la posibilidad de que eso que se rompió pueda ponerse a trabajar para que sea del orden de una separación y no de una ruptura. Conviene saber que las marcas de la violencia nunca se reproducen de manera automática, es decir, según la lógica del aprendizaje.
Durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial se crearon en las afueras de Londres los centros para poner a salvo a los niños, de los que Winnicott era el supervisor. Establece tres tiempos en el encuentro con estos jóvenes: Un primer tiempo en el cual “no hay niño”, todos los educadores están encantados porque la niña se porta muy bien, el centro era lo que estaba esperando, en realidad lo que la niña hace es calcular sobre el Otro al que no conoce y ser prudente.
En un segundo tiempo comienza la cuestión de lo que la niña o el niño trae, es cuando a veces uno se encuentra con que los chicos reproducen tal cual aquello de lo que los han separado. Los autores plantean la hipótesis de que lo que se pone en juego cuando se produce una separación es algo del orden del desamparo subjetivo. ¿Qué es el desamparo subjetivo? Que uno está habitado por la pulsión y que necesita Otro que le ayude a regularla porque si no, no sabe qué hacer con su cuerpo. Entonces, muchas veces los chicos reproducen lo que traen porque es mucho más angustiante quedarse sin saber qué hacer, sin respuestas y se recurre al auxilio de las respuestas pre-establecidas. Una cosa es que una joven reproduzca lo que trae (en este caso, la violencia) y otra muy distinta que eso sea lo que la va a definir para esos profesionales. En este segundo tiempo se juega, para algunos de estos jóvenes, un momento crucial, y para el que cada uno necesita su propio tiempo, la posibilidad que tienen es la de poder establecer otra ligadura con aquellos profesionales que les planteen las cuestiones de otra forma, es decir, de forma que puedan responder de otra manera, no convocándolos a responder de la misma manera, no esperándolos en el mismo lugar, es decir, desorientándolos.
Apuntamos a romper esa respuesta pre-establecida, y eso va a depender mucho del otro con el que te encuentres, es decir, de los equipos y agentes que los esperan en el centro. Es por esto que muchas veces los chicos convocan a los educadores al mismo lugar del que vienen y los educadores acaban respondiendo de la misma manera que el Otro familiar, y por eso el trabajo con estos profesionales es justamente que vean eso, que vean que algunos de estos jóvenes los están convocando a un lugar del que justamente no tienen que responder, y que la única posibilidad de que esta chica no responda con la violencia (en la que fue “educada”) es que se encuentre con que hay un Otro que le responde en otra dirección, es ahí donde eso se rompe. Es por esto que si nosotros respondemos en la dirección en la que el chico nos convoca lo dejamos fijado y será muy difícil salirse de ahí, si en cambio no nos enganchamos con ese modo de respuesta automatizada (y lo sorprendemos) podrá llegar un tiempo tres, donde aparecerán una multiplicidad de respuestas, es a eso a lo que apuntamos; lo llamamos “antidestino”.
Ir contra el destino es una de las tesis que proponen los autores de este trabajo, ir contra el destino es contrario a la lógica de la prevención que ya pre-dice los lugares a los que cada uno de nosotros somos asignados en función de una evaluación estadística causa-consecuencia del tipo “padres violentos engendran niños violentos”. Sin embargo, hay una posición política muy definida en este libro, más allá de las cuestiones epistemológicas y técnicas de ciencias sociales en el trabajo social, educativo o clínico, esta cuestión de la toma de partido político orienta todo el trabajo de investigación de los autores del texto. Los profesionales tenemos que renunciar a muchas cosas para poder trabajar con las personas, sin embargo es rutina que las renuncias siempre las pensemos del lado del “usuario”, cuando en realidad hay algo de la renuncia que tiene que estar de nuestro lado, por ejemplo, renunciar a saber qué es lo que a los chicos les pasa.
Justamente el campo de la salud mental está lleno de certezas que se producen desde instancias políticas y sanitarias, renunciar a saber qué les pasa a los sujetos con los que trabajamos exige un esfuerzo considerable. Renunciar a saber lo que al otro le pasa es fundamental como posición ética de los profesionales porque es la única manera de que el otro pueda encontrarse con un lugar vacío para poder decir algo, es decir, que el lugar no esté lleno de las certezas del profesional que lo atiende. Las marcas de la violencia no conforman un destino, es de esto de lo que hay que protegerse.
Lo importante es que puedan quedar algunas marcas de nuestra acción y también algunas marcas del deseo que a nosotros como profesionales nos empuja a estar allí. Es importante apuntar, como dicen los autores, que hay una ética decidida por hacer hablar lo que no habla, por poner a trabajar lo que está fijado, una ética del antidestino (Violeta Núñez) y tenemos la convicción, tal vez un poco delirante, de que eso en algún lugar queda, y que eso va a volver.