La necesidad de inversión social para la sostenibilidad está fuera de toda duda. Y que dentro de esa inversión social, la educación es uno de sus principales componentes, también. Tomar consciencia de las consecuencias de nuestra actuación sobre los equilibrios de la naturaleza (porque vivimos en un mundo no solamente interdependiente en lo social, económico y cultural, sino también en lo ambiental) y adoptar hábitos que aseguren la sostenibilidad del sistema y su capacidad de regeneración, deviene una cuestión nuclear. Y ello, superando la manifestación de un discurso sociopolítico de época, que coloca las responsabilidades en el ámbito personal, para contemplarlo como valor social central en nuestra responsabilidad y compromiso en los procesos de transmisión intergeneracional, desde nuestras propuestas socioeducativas, socioculturales e históricas y nuestra responsabilidad política.
Educación Ambiental y Educación Social conviven y comparten muchas veces, objetivos, espacios, población… Algunas y algunos piensan que son manifestaciones de lo mismo. Otras y otros no. Profundizar sobre estas relaciones, sobre sus especificidades, sus experiencias, etc… es lo que queremos posibilitar con este número, para que nos ayude a todas y todos a construir nuestro discurso.
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