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Las misiones pedagógicas y el trabajo de calle en Zamora: Dos experiencias educativas a debate

Teaching missions and work at street level in Zamora: A debate on two educational experiences

Autoría:

Lorenzo Salamanca García, Educador socialJosé-Andrés Casquero Fernández, Historiador

Resumen

Se comparan aquí dos actuaciones relevantes en el ámbito de la educación no formal en Zamora: la Misión Pedagógica, que durante la II República visitó el pueblo de San Martín de Castañeda en 1934, y el trabajo de educación de calle desarrollado en la capital en nuestros días, extrayendo algunas conclusiones, de ambas experiencias, en clave pedagógica, que puedan ser útiles en el futuro.

Abstract

Two activities are compared here which are relevant in the field of non-formal education in Zamora: the Teaching Mission, which during the Second Republic visited the village of San Martín de Castañeda in 1934, and educational work at street level undertaken currently in the Capital, drawing some conclusions, from both experiences, in an educational way, which can be useful for the future.

Las Misiones Pedagógicas

La experiencia de las Misiones Pedagógicas es hoy valorada positivamente, a pesar de haber sido demonizada en parte por la sociedad de su época y el Franquismo. Lo que comenzase, en los primeros días de la II República, con el consenso de una minoría intelectual, se quebró durante el Bienio Radical-Cedista (1934-1935), tal y como Américo Castro dejó escrito en el diario madrileño El Sol el 30 de junio de 1935:

Por lo visto, llevar a campos y aldeas cultura, arte e ideas españolas es un pecado mortal. Todo se hace saltar con la dinamita del rencor y de la incapacidad: prefieren que España se acabe a que la salven ‘ellos´. (Castro, 1935, p.1)

El compromiso de su creador, Bartolomé de Cossío y sus entusiastas colaboradores para reducir la brecha del acceso a los bienes culturales existente entre la ciudad y el campo, pese a ser una experiencia efímera, consiguió su utópico objetivo: “enseñar divirtiendo” (Patronato…, 1934, p.13), propósito que se hizo realidad en las limpias sonrisas de los campesinos que pudieron disfrutar de sus actividades.

La idea de unas misiones ambulantes había sido esbozada tiempo atrás por Francisco Giner de los Ríos, al proponer al Ministerio de Fomento mejorar la enseñanza pública, formando a los maestros académica y moralmente, con el fin de rescatar la España abandonada, y mejorar la vida de los campesinos. La lucha contra el analfabetismo era una aspiración asimismo antigua, tanto como retribuir dignamente a los maestros rurales. Tras la proclamación de la II República se institucionalizaron con el objetivo de llevar el aliento del progreso a la abandonada España rural. Los ciudadanos del campo tenían los mismos derechos, y la escuela podía ser la mejor herramienta para la difusión de la cultura y educación ciudadana.

Obviamente el mundo rural, más allá del paisaje natural, nada tenía de idílico. En un contexto de grave crisis política y social, la España rural se llevaba la peor parte, ya que había quedado relegada de las transformaciones que se habían operado en las ciudades: luz, agua potable, alcantarillado, transporte público, comunicaciones… Su aislamiento era tal, que en un mismo país convivían dos estilos de vida distintos y distantes. A esto se unía el desprecio por la cultura campesina, por la vida tradicional. Recíprocamente en el campo había un ambiente hostil a la novedad, empezando por la escuela, que los padres no consideraban útil para sus hijos, predestinados a ser también labriegos. Incluso los propios maestros soñaban con un destino urbano. El mundo rural estaba asimismo alejado de cualquier compromiso cívico, al estar en manos del cura y del cacique lo que había qué hacer y votar.

Imagen 1.El teatro en Galende (Zamora). (Fuente: Patronato…, 1935, p.112 tri).

Pese a tantos factores y perjuicios la experiencia de las misiones fue satisfactoria para promotores y destinatarios, de manera que las actividades que contemplaba su ambicioso proyecto, como dejar en los pueblos bibliotecas populares fijas y ambulantes, impartir conferencias, proyectar películas, escuchar audiciones de música o conciertos de coros y pequeñas orquestas, ver exposiciones de obras de arte, asistir a representaciones teatrales y de guiñol, impartir cursos de perfeccionamiento a maestros, en definitiva el fomento de la cultura y la educación ciudadana en general, pese a las dificultades para su ejecución (malos accesos, falta de infraestructuras, etc.), fueron un éxito y cumplieron el fin que B. Cossío se había propuesto: que los campesinos experimentasen el goce y las emociones estéticas, a partir de su máxima de trabajo: “el interés desinteresado de la visita”. (Patronato…, 1935, p.12)

Concebidas como sus predecesoras evangélicas, y tomando de ellas sus principios (enseñar al que no sabe, consolar al triste…) su ilusionante idea se hizo con ambición, aunque sin fines moralizantes ni ideológicos, de ahí que su proyecto comprometiese a intelectuales de toda laya: republicanos, anarquistas, católicos, comunistas, socialistas, los más escritores, poetas y artistas, además de una legión de jóvenes voluntarios con ganas de alentar un humanismo laico.

Sin embargo, la polarización que trajo la II República y el triunfo del pensamiento conservador, cuando no reaccionario, que supuso la Guerra Civil, terminó por considerarlas un instrumento al servicio de la propaganda ideológica, tachando a los misioneros de “verdaderos apóstoles del diablo” (Martin- Sánchez, 1940, p.117), singularmente por quienes veían perder el dominio de las conciencias. Obviamente, las Misiones Pedagógicas no se crearon para solucionar los muchos problemas del campesinado español, que la corta experiencia de la II República tampoco solucionó.

Las misiones pedagógicas en la provincia de Zamora

Aunque apartada, la provincia de Zamora estuvo en el mapa de las Misiones Pedagógicas desde sus inicios, visitando varios pueblos de Sanabria: Vega del Castillo, Hermisende, Castrelos, Ribadelago, San Martín de Castañeda, Porto, Mombuey, Galende, Asturianos, Vigo, Sotillo, Pedrazales y Puebla, territorio probablemente elegido por sus carencias respecto a otras comarcas; visitas en las que se proyectaron películas y se hicieron representaciones teatrales. Hasta 1934sabemos que se habían creado medio centenar de bibliotecas, repartidas por otras tantas localidades de la geografía provincial, y el llamado Museo Circulante, con reproducciones de obras del Museo del Prado, se llevó a Benavente y Toro.

Imagen 2. San Martín de Castañeda (Zamora).—La escuela antes de llegar la Misión. Al fondo, en la misma sala de clases, el dormitorio del maestro. En el primer término, los pupitres. (Patronato…, 1935, p.16, bis)

Pero sin duda la actividad más trascedente fue la llevada a cabo, entre el 5 y 15 de octubre de 1934, en el pueblo de San Martín de Castañeda, de la que conocemos los detalles por la memoria que el Patronato Nacional de Misiones Pedagógicas publicó en 1935. Esta sería la única misión de carácter pedagógico-social, en tanto en cuanto sus objetivos se ampliaron a algunas, pocas, mejoras materiales, toda vez que el noble fin de que los pueblos puedan leer y pensar, más para ello es necesario que se olviden… de que tienen hambre, lo cual era algo difícil de conseguir, ya que entre sus necesidades más apremiantes estaba precisamente comer, vestirse, lavarse y combatir el frío.

De su dirección, así como de la redacción de la memoria, se encargó el joven Alejandro Rodríguez Álvarez (Alejandro Casona), por aquel entonces inspector de primera enseñanza y responsable del Teatro de las Misiones. Le acompañaron los estudiantes Carlos Rivera (agricultura) Gregorio Somolinos (medicina), Luis Santabárbara (arquitectura), y los mecánicos Antonio de la Paz y Miguel González. Los testimonios de lo que allí vieron aún sobrecogen: 

Niños harapientos, pobres mujeres arruinadas de bocio, hombres sin edad agobiados y vencidos, hórridas viviendas sin luz y sin chimenea, techadas de cuelmo y negras de humo. Un pueblo hambriento en su mayor parte y comido de lacras; centenares de manos que piden limosna…. (Patronato…, 1935, p.15)

Ante la cruda realidad poco es lo que los llamados “heraldos de la cultura” podían ofrecer, pues como ya se dijo difícilmente se combate el hambre con canciones y poemas. Las Misiones ya habían estado antes en San Martín de Castañeda, entonces una aldea perdida en la montaña de unos 300 habitantes, de ahí que los misioneros llevasen un programa ya pensado. Su obra se centró en adecentar la escuela: sucia, vieja, obscura, con los cristales rotos, en donde vivía el desolado maestro – Antonio Muñoz – por no tener casa donde alojarse, ya que al pueblo no le preocupaba ni la escuela ni el maestro, resintiéndose por ello la asistencia de los chavales.

Imagen 3.Misión San Martín de Castañeda (Zamora). (Fuente: Patronato…, 1935, p.32 bis)

En esta segunda visita la Misión adecenta la escuela, limpiando puertas y ventanas, y dándole una mano de pintura, ayudados por el alcalde pedáneo, maestro, cura y algunos voluntarios.

Ponen en funcionamiento una cocina escolar, en principio atendida por la esposa del maestro, que dotan con cuarenta raciones diarias, y dejan en la escuela un moderno mobiliario, que incluye un gramófono, discos y reproducciones del Museo Circulante, un completo lote de material escolar formado por encerado, mapas, plastilina, lápices y tizas de colores, papeles, cartulinas, cuadernos, reglas, compás y cartabón, etc., y consiguen del diputado provincia de la zona, Pedro Bobo, que el maestro pueda alojarse en el preventorio antituberculoso.

Por último, y no menos importante para consolidar los logros conseguidos, constituyen la delegación del Patronato de Misiones en la zona, formada por Honorino Requejo, su entusiasta presidente, Antonio Muñoz Sastre (secretario), Antonio García Gómez, médico del distrito, los alcaldes de Galende y San Martín de Castañeda, señores Heliodoro Iglesias Rodríguez y Andrés López San Román, y el joven maestro de Ribadelago, J. Enríquez de la Rúa.

El trabajo de educación de calle en Zamora

La educación de calle es una metodología empleada desde la educación social y realizada, de manera preferente con adolescentes y jóvenes con indicadores de riesgo (absentismo, problemas de conducta y/o de integración socio-familiar, inicios en el consumo de drogas, etc.).

Imagen 4. Jugando al futbol, 2010 (Fuente: Archivo de imágenes de Construyendo mi futuro)

Por lo que a los-as chicos-as se refiere esta intervención se sitúa dentro del ámbito de la educación no formal, siendo por ello una intervención socioeducativa que vendría a completar la educación en la familia y en el centro escolar. De ahí la importancia de hacerse en estrecha coordinación con ambos. Su enfoque es totalmente preventivo, a fin de evitar la aparición de problemáticas de riesgo y/o mitigar las existentes.

El origen del trabajo de educación de calle en nuestro país se sitúa en las experiencias promovidas, en 1968, por el Movimiento Pioneros, impulsado por Julián Rezola, en el Barrio de Yagüe (La Rioja). Igualmente, en 1970, Toni Julià impulsa la apertura del Centro de Formación de Educadores Especializados de Barcelona (CFEEB). Ambos se habían formado en Francia y son considerados como los precursores de la educación de calle en España.

En la ciudad de Zamora la educación de calle echa a andar en el año 2002, en La Alberca, uno de los barrios de la periferia de la ciudad, donde el colectivo de adolescentes y jóvenes presentaba más carencias. A continuación se extenderá a otros barrios de la ciudad, conjugando una colaboración público-privada, en la que participan el programa de adolescentes y jóvenes “Construyendo mi futuro” del Ayuntamiento de Zamora y entidades del Tercer Sector como Centro Menesiano y Cruz Roja.

Imagen 5. Realizando un mural, 2014. (Fuente: Archivo de imágenes de Construyendo mi futuro)

Todos juntos integran el programa municipal de educación de calle, que ya ha cumplido 20 años de trabajo continuado en la ciudad y con el que se ha llegado a casi un millar de jóvenes. Este trabajo cuenta con apoyo económico del Ayuntamiento de Zamora, y se viene manteniendo con independencia del grupo político que lo gobierne, asegurando así su estabilidad. Con el fin de hacer más eficaz esta praxis, existe una mesa de coordinación de educación de calle en la que se planifica y revisa la ejecución de actividades conjuntas, que van más allá del trabajo diario de cada una de los proyectos específicos.. La experiencia demuestra que este trabajo conjunto supone un aporte significativo para el conocimiento mutuo y la mejora de la convivencia entre los chicos y chicas participantes de los distintos barrios de la ciudad.

Dentro de este trabajo conjunto se vienen realizando distintas actividades, tratando de responder siempre al interés de los chicos y chicas participantes, lo que, sin duda, contribuye a reforzar su motivación. En la actualidad se realizan los siguientes talleres y/o actividades conjuntas:

  • De teatro: representando en el Teatro Principal, a final de curso, la obra ensayada (Educación de Calle, 2015).
  • De arte urbano: Decorando mobiliario urbano: bancos, cajas de luz, escaleras, realizando esculturas con DM o mejorando la imagen de algún barrio como sucediera con el de Carrascal (Educación de Calle, 2017).
  • De poesía urbana: Crean una canción de rap que finalmente graban y sobre la que hacen un videoclip (Educación de Calle, 2014).
  • De baile urbano (hip-hop, Funky, etc.).
  • Campeonato de futbol sala, con otros recursos sociales de la ciudad (Centro de Apoyo al Menor, Proyecto Hombre, FEAFES, etc.).El resultado final es muy motivador para los participantes, al tiempo que supone una apertura a la diversidad de la ciudad de Zamora, superando estereotipos.

El objetivo fundamental del trabajo de educación de calle en la ciudad de Zamora ha sido siempre tratar de ayudar a adolescentes y jóvenes (entre los 12 y los 18 años) en su desarrollo personal (ofreciéndoles herramientas educativas para la adquisición de habilidades sociales), estimular su participación en recursos comunitarios ( para el tiempo libre, deportivos, culturales, etc.), favoreciendo una integración social adecuada, y ayudarles a corregir conductas de riesgo (absentismo escolar, problemas de inadaptación, inicios en consumos de drogas, etc.). Cada proyecto suele contar con un educador y una educadora, que intervienen desde una relación educativa, sustentada en el vínculo y la confianza, con grupos de adolescentes y jóvenes: El grupo de iguales se convierte en un espejo que va a facilitar dicho trabajo personal.

Imagen 6. Decorando camisetas, 2016. (Fuente: Archivo de imágenes de Construyendo mi futuro)

Zamora ha sido referente nacional de este trabajo, tal como se puso de manifiesto en el I Congreso Nacional de Educación de Calle, celebrado en la ciudad en 2018. Su actuación continuada ha permitido que el trabajo de educación de calle en la ciudad cumpliese en 2022 veinte años. El análisis del camino recorrido demuestra que si, por ejemplo, en las décadas de los 80 y 90 hubieran existido actuaciones educativas semejantes, problemáticas como la drogodependencia, con la consecuencia trágica de las muertes asociadas por su consumo, sin duda alguna se hubieran podido reducir. Proyecto Hombre y otras asociaciones de lucha contra la drogadicción, estimaban que en España morían cada año, en esas épocas, entre 700 y 800 personas por sobredosis de heroína, en su mayoría jóvenes, drama que resumía la elocuente frase “la heroína mató más jóvenes que cualquier guerra”. (Hernández, 2012).

Siguiendo con el ejemplo de la drogodependencia (aunque el trabajo de prevención no se reduce a ella) numerosos expertos nos dicen que hoy siguen existiendo retos respecto al consumo de cannabis, alcohol y a otras dependencias sin sustancias (internet, móvil, videojuegos, etc.). Si bien la gravedad no es tan dramática como la vivida en el pasado, la experiencia demuestra que estas adicciones suelen ser transversales a otras problemáticas personales en los adolescentes y jóvenes (de alimentación, depresión, salud sexual, violencia, machismo, etc.) lo que evidencia la importancia del trabajo de educación de calle con jóvenes en situaciones de desventaja o riesgo, desde un enfoque preventivo global.

En los últimos años Cruz Roja y Menesianos han empezado a trabajar también desde esta metodología, con la colaboración de la Diputación Provincial, en núcleos rurales importantes de la provincia: Villalpando, Fuentesaúco, Fermoselle y Benavente. Con esta praxis se supera la idea de reducir la educación de calle a la ciudad, toda vez que la mejora de las comunicaciones y los avances tecnológicos, han reducido las diferencias entre los adolescentes y jóvenes del mundo rural y urbano, hasta el punto de que unos y otros (hablando de indicadores de riesgo) pueden llegar a presentar problemáticas muy parecidas.

Igualmente, desde el Centro de Acogida para indomiciliados, que Cáritas mantiene en la ciudad de Zamora, se viene implementando esta metodología a través de la figura de un educador de calle, que trata de realizar este trabajo más enfocado a personas adultas sin domicilio, de acuerdo con el perfil de las personas acogidas. En este caso el educador se pone en contacto con aquellas personas que hacen “vida de calle” o ejercen la mendicidad. Esto constituye un avance importante (junto al ya señalado respecto al mundo rural) en el trabajo de educación de calle, que en sus orígenes iba más dirigido a adolescentes y jóvenes en situaciones de riesgo y/o de exclusión social de la ciudad.

De lo dicho hasta ahora podemos concluir que la educación de calle viene a ser el último eslabón de la cadena de la asistencia educativa y social con personas en situaciones de vulnerabilidad y/o en riesgo de exclusión, tratando de llegar allí donde otras instituciones han fallado o no cubren adecuadamente. Y si tuviéramos que definirla con dos palabras estas serían: Prevención e Integración.

Semejanzas y diferencias

Al comparar ambas experiencias se observa una primera afinidad, como querer paliar situaciones injustas, aunque de origen distinto. Si en el caso de las Misiones Pedagógicas su fin era corregir la brecha cultural entre el mundo rural y el urbano – una empresa titánica, que hubiera necesitado de décadas y que obviamente el efímero paso de los misioneros no podía solucionar -, los más pragmáticos de la educación de calle persiguen un objetivo menos ambicioso, pero no por ello menos complejo, como es favorecer la integración social de adolescentes y jóvenes con problemas de fracaso escolar, inadaptación, desmotivación, etc., mediante herramientas educativas que permitan la adquisición de habilidades sociales con las que afrontar un desarrollo personal satisfactorio. Ambas experiencias se desarrollaron y desarrollan en contextos socioculturales, no solo distantes, sino también distintos, aunque el abandono, tanto de la sociedad rural en los años treinta, como al que están abocados hoy algunos adolescentes y jóvenes son equiparables: muchos autores hablan para describir situaciones así de “maltrato institucional”. Si entonces era el hambre, la higiene, la educación… hoy es la desmotivación, que tantas veces conlleva inadaptación y fracaso. Efectivamente, como ya se dijo, los objetivos de las Misiones Pedagógicas no contemplaban la redención social del mundo campesino, aunque el caso zamorano constituya una minúscula excepción. Por el contrario, la finalidad de la educación de calle es claramente social, ya que si se acompaña educativamente a esos adolescentes y jóvenes ahora, la sociedad en la que desarrollen su vida mañana será más inclusiva, en todos los aspectos.

Otro punto que comparten ambas experiencias es la educación como vehículo para conseguir sus fines, sea esta formal o no, y el que ambas tienen por escenario la calle. Si en los años treinta del pasado siglo la escuela en el mundo rural no era valorada por la familias como un instrumento de mejora social, la educación de calle pretende hoy ofrecer a a adolescentes y jóvenes en desventaja herramientas que les sean útiles para evitar en lo posible el abandono escolar temprano y otros riesgos que puedan aparecer.

Los actores de una y otra experiencia comparten también un objetivo que podríamos considerar noble: trabajar con los abandonados de la sociedad o con aquellos más propensos a caer en situaciones de exclusión. Si en las Misiones Pedagógicas militaron muchos intelectuales y voluntarios atraídos por el ideal que suponía llevar la cultura al mundo rural y hacerlo divirtiendo, los profesionales de la educación de calle (sobre todo, educadores sociales), se proponen atender a un sector de la sociedad (principalmente adolescentes y jóvenes, aunque no solo, como ya se ha indicado), que presenta carencias de diversa índole (escolares, de integración, etc.), proporcionándoles habilidades sociales que mejoren su autoestima y les sean útiles en un contexto del que, a menudo, no se sienten parte. Más difícil es hacer futuribles sobre el resultado de las misiones pedagógicas de no haber frustrado la Guerra Civil su experiencia, mientras que en el caso de la educación de calle sus logros se pueden evaluar (al menos cualitativamente). El trabajo socioeducativo con adolescentes y jóvenes, que están construyendo su proyecto personal de vida, no siempre es fácil: Entraña mucha planificación y ajustes, dada la etapa de desarrollo que suponen esas edades y mucho más complicado si las circunstancias personales, sociales y familiares no son del todo favorables. Sin embargo, el trabajo a lo largo de todos estos años en la ciudad de Zamora ha puesto de manifiesto que chicos y chicas, con los que se comenzó a trabajar en su adolescencia, hoy ya adultos, muchos han pasado a ser referentes y/o mediadores para otros con los que se inicia este trabajo, y ello, sin duda, es un estímulo. El trabajo de años pretéritos no fue en vano y ellos mismos lo agracen en diversos encuentros ocasionales con los educadores, que continúan en la actualidad esta intervención en la ciudad.

Conclusiones

Del análisis de ambas experiencias entendemos que la educación, en cualquiera de sus manifestaciones, tiene que ser un instrumento de liberación, tal como defendía Paulo Freire, y no de adoctrinamiento, algo que además no tendría que estar reñido con la diversión de los destinatarios. La opción por los excluidos o en desventaja social debería ser siempre una prioridad educativa. Zamora es una provincia de la periferia, o si se prefiere uno de los paradigmas de lo que se ha dado en llamar la “España vaciada”. La marginalidad de antaño y la de hogaño fue y ha sido un estímulo para alentar experiencias que ayuden a vencer el desánimo e innovar educativamente. Y aquí hay que apelar a la responsabilidad y obligación de las administraciones para corregir situaciones de pobreza, exclusión o riesgo social, y evitar que se cronifiquen; así como recabar al apoyo y colaboración de la sociedad y las organizaciones del llamado “tercer sector”. Consideramos que este modelo de colaboración público-privado es hoy el más eficaz para el desarrollo de prácticas educativas. Por último, junto a la promoción e integración no se puede obviar todo lo relacionado con la defensa de la dignidad de las personas, y consiguientemente la denuncia de lo que pueda atentar contra la misma. En definitiva, la praxis educativa no puede ser neutral, ya que su ejercicio conlleva un código deontológico en el que la defensa de la dignidad de las personas con las que se trabaja deberá ser algo esencial, y por ello debe llevar asociado el ejercicio de la denuncia de todo lo que suponga atentar contra esa dignidad, y rechazar por tanto el maltrato institucional que ha suprimido servicios básicos (escuelas, consultorios médicos, oficinas bancarias, etc.), que mantiene una brecha tecnológica, de género, laboral u otras, para evitar situaciones de exclusión.

Bibliografía y otras referencias consultada

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Para contactar

Lorenzo Salamanca, email: salorga13@yahoo.es

José Andrés Casquero, email: jandrescasquero@gmail.com

Fecha de recepción del artículo: 28/03/2023
Fecha de aceptación del artículo: 25/05/2023