Eduardo Elosegui. Educador social especializado en participación. Artículo publicado en el número ocho de Quaderns d’Educació Social; monográfico sobre: “Educació Social i Treball amb la Comunitat: Compromís, responsabilitat i participació” [CEESC, Abril 2006].
Se me ha propuesto escribir algunas teorías desde la práctica entorno a un bucle de conceptos indisociables e interdependientes como son la educación social, lo comunitario y la participación; con las siguientes micro-reflexiones espero mostrar nítidamente algunos de los mimbres en los que se sustenta mi práctica profesional como educador social dedicado a esto de la participación.
Si tuviera que explicaros los orígenes de este texto tendría que mirar a mi proceso adolescente de búsqueda y rebeldía cuando fui reconociendo una comprometedora realidad y viví ciertos aprendizajes como relevantes y significativos, decidiéndome a participar activamente en la sociedad frente a lo que consideraba injusticias manifiestas. Recuerdo momentos concretos, pero hay elementos mucho más importantes que me condujeron por ellos: tuve la suerte de socializarme con unos valores éticos claros y, aunque con mil prejuicios, complejos y mitos, encontrando unos referentes firmes. Y, así: con otros, compartiendo y discrepando, dialogando, negociando proyectos… construyendo conjuntamente… fuimos aprehendiendo principios, valores, procedimientos-formas y hábitos de convivencia democrática. Bueno, no es tan fácil; también se daban conflictos, los hechos resultaban complejos y los desengaños no nos eran desconocidos… dosis de realidad que ayudaban a desarrollar un espíritu crítico y obligaban a auto-interrogarse sin trampas para reconocerse (no siempre) a salvo del torbellino.
Aunque lo diga/reconstruya así, no se trata de una historia lineal de imposible coherencia, en realidad he seleccionado para este resumen los que considero elementos clave de mi proceso de educación social… en su dimensión cívico-política, algo que fundamentalmente se ha desarrollado y se desarrolla desde la cotidianidad y por diversos agentes socioeducativos.
La Educación Social siempre ha llevado asociados unos principios que encuadro en lo que podría llamarse una ética rebelde, (1) en tanto que nuestra mirada se acerca a la del “Ángel de la Historia” que describe Walter Benjamin en su tesis número nueve de filosofía de la historia (2) basándose en el cuadro Angelus Novus de Paul Klee:
“En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irremediablemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso.”
Una mirada que ve y desvela que las ruinas sobre las que cabalga el ángel de la historia o del progreso (sobre las que se construye nuestro bienestar) no son naturaleza muerta, sino historia de unos seres humanos que claman justicia.
Una mirada contracorriente que desarrollamos comprometidos con las personas, su dignidad y derechos, en ese proceso por el cual se persigue que el individuo logre su emancipación como persona autónoma y autosuficiente en su relación con el entorno/medio y en su adaptación social.
Una mirada contracorriente que desarrollamos comprometidos también con una sociedad que, aunque mayoritariamente espectadora, es consciente de su necesaria mejora y más allá del asistencialismo caritativo o del activismo reivindicativo, nos encarga trabajar la corresponsabilidad con todos sus agentes para estar realmente conformada por personas libres e iguales (en condiciones de libertad, igualdad y equidad), sin excepciones que resultan norma de exclusión del progreso.
Como “ética político-profesional”, considero que se trata de principios y valores que no hemos de perder de vista a la hora de orientar nuestro saber ser y hacer.
Más allá del trabajo específico que, según el encargo, podemos desarrollar con personas, familias o grupos; nuestra práctica se conduce por claves sociales que también contemplan un ámbito denominado comunitario, normalmente identificado con los territorios de nuestras ciudades que se definen por su escala humana, pero que en realidad son espacios construidos como procesos sociales de encuentro, de conocimiento, reconocimiento en la alteridad, diálogo y debate, en definitiva, trabajo colectivo entorno a la convivencia y el espacio público; aunque en no pocas ocasiones los significados comunes e intereses compartidos son contrarios a la misma convivencia y la cosa pública.
En la presente publicación se desarrolla el marco teórico de nuestro trabajo en este ámbito y se presentan diversas prácticas que en el mismo se complementan transformando (más allá de su impacto concreto) realidades de supervivencia y exclusión hacia la organización y desarrollo social.
Nuestro trabajo de acompañamiento y apoyo a la organización y desarrollo social se concreta desde diferentes recursos comunitarios desempeñando roles variados y mediante diversas prácticas y herramientas, pudiendo señalarse como características la dinamización y construcción en cooperación, tejiendo redes de apoyo social.
Participación entendida como “tomar parte” puede ser cualquiera de las relaciones que establecemos (entendido bidireccionalmente) en todo lo anteriormente descrito; pero además actualmente es un término de moda, en boca de todos, que se emplea otorgándole diferentes significados, adquiriendo por tanto sentidos diversos.
Así que, ¿en qué se traduce esto de la participación? Como término complejo que es, para clarificar su significado y alcance real, deberíamos explicitar el grado de desarrollo de muchos otros elementos que contiene; como se muestra en el cuadro siguiente: (3)
Como veréis ya hemos ido poniendo en relación algunos de estos conceptos a lo largo del artículo y creo que más breve e ilustrativo que explicarlos será pensar su combinación, los grados de la participación, aplicada a la escalera de la participación infantil-juvenil que nos propone Roger Hart: (4)
Esto mismo se puede imaginar con todo tipo de agentes (personas en cualquiera de sus edades y situaciones, grupos, entidades, instituciones…) y en cualquier contexto porque, siendo lo relacional indisociable de la intervención social, la participación se puede y debe plantear como una metodología (5) esencial en esa concepción de la educación social que en sus peldaños más altos se identifica con la autonomía y corresponsabilidad.
Como comentaba, todos establecemos relaciones y formamos parte de redes de carácter comunitario y, activa, pasiva o inconscientemente, también de la más común de todas ellas relativa a la “polis” y la “res publica”, la gestión de aquello que afecta e interesa a la sociedad en su conjunto. A continuación me centraré en este tipo de participación comunitaria más directamente relacionada con lo que denominamos política.
Primeramente, el tomar parte en la gestión de la convivencia no es sólo cuestión de voluntad política y dinámicas sociales, que también, sino que antes que nada es un derecho. Así podemos hacer referencia a declaraciones tan importantes como la de los Derechos Humanos (1948) o la Convención de los Derechos del Niño (1989) o numerosas recomendaciones y cartas europeas, aunque la que hace de la participación un derecho ciudadano y obliga a los poderes públicos a facilitarla (6) es la misma Constitución, dando pie a un importante desarrollo legislativo sobre la materia.
Antes de continuar quiero aclarar que hablaré de la participación ciudadana como un término inclusivo porque, a pesar de que en la teoría no todos los habitantes de la ciudad somos ciudadanos por, a mi entender injustas, regulaciones de extranjería, en la práctica nunca nos hemos encontrado con que los responsables municipales traten de excluir a estos convecinos; al contrario, la lógica con que habitualmente se desarrollan estas políticas-prácticas son, como planteaba anteriormente, de construir desde los más diversos puntos de vista y conocimientos-experiencias; algo necesario para mejorar la calidad de vida de todas las personas.
Así, en las ciudades y al nivel institucional, su planteamiento contempla las relaciones de información, consulta y corresponsabilidad, y, al menos en la teoría, se orienta hacia la posibilidad de influir en la toma de decisiones, como formulación integral e integrada, que debería implicar:
Además, a la hora de planificar este “poder participar” habríamos de tener en cuenta momentos y herramientas que acerquen los procesos a las realidades de quienes, como nos recuerda la pirámide de Maslow, bastante tienen con tratar de satisfacer sus necesidades básicas; resultando imprescindible, además de este planteamiento metodológico de mirada amplia, un constante trabajo en red a nivel comunitario.
Unos últimos apuntes. Si nos quedamos en este punto, las instituciones, con todas sus contradicciones, tratarán de abrirse a la cultura relacional, acercaremos la voz de los colectivos que tenemos controlados y seguirán participando los pocos de siempre y como siempre… porque la mayoría pasamos…
Unas líneas más arriba ya mencionaba la tierra quemada, los factores son diversos pero considero fundamental mencionar el desprestigio de la política y la consiguiente desafección, que se entiende por demasiadas actitudes de las elites políticas como, por ejemplo, las malas prácticas y las destructivas tácticas de deslegitimación del adversario empleadas en las permanentes polémicas electoralistas.
Esto podría verse contrarrestado (además de con su corrección) si se visibilizase de igual modo (¡ay! los mass media) la realidad de responsabilidad pública cuando desarrollan el valor de la palabra, el diálogo posible, los acuerdos, la transformación de renuncias individuales-partidistas en un marco común regulado por normas, procesos e instituciones de convivencia. Educación por irradiación que se le llama y que además se podría fomentar activamente mediante diversos programas: de conocimiento y valoración de nuestras instituciones, de aprendizaje de procedimientos, de desarrollo de habilidades y hábitos… que aportase estímulos positivos a la ciudadanía hacia su implicación. (8)
Porque además de ser conscientes de nuestra responsabilidad en el ejercicio del músculo democrático de nuestra sociedad, como nos podrían recordar nuestros mayores, y además de querer y poder participar es imprescindible saber hacerlo. Desarrollar las competencias básicas, complementarias a la motivación inicial para tomar parte en los espacios y recursos de participación ciudadana.
La práctica de la participación, como proceso de aprendizaje que es, capacita y aporta gradualmente ese necesario “saber hacer”, desarrollando un sentido crítico y de la responsabilidad que predispone a la acción. Y es que la participación concebida como proceso, es un proceso educativo y transformador en sí misma: en la práctica, quien toma parte comparte la responsabilidad sobre la gestión de la ciudad, se informa, aporta sus conocimientos, debate con otros para llegar a acuerdos y compartir decisiones; también hace posible que comprenda el sentido de lo colectivo, el funcionamiento de los procesos de toma de decisiones y los valores de la democracia.
Lo dicho: participando…
(1) Véase CAMUS, A. El Hombre Rebelde (1951), en Obras 3, (Madrid: Alianza Editorial, 1996).
(2) BENJAMIN, W. “Tesis de filosofía de la historia”, en Discursos interrumpidos I, (Madrid: Taurus Ediciones, 1973).
(3) Kaleidos.red-Alguacil, J., Equipamientos municipales de proximidad. Plan Estratégico y de Participación, (Gijón: Ediciones Trea, 2003).
(4) HART, R.A. La participación de los niños: de la participación simbólica a la participación auténtica, (Santafé de Bogotá: UNICEF-Oficina Regional para América Latina y el Caribe, 1993).
(5) Véase PINDADO, F., REBOLLO, O., MARTÍ, J., Eines per a la participació ciudadana. Bases, mètodes i tècniques, (Barcelona: Centre per a la Participació Ciudadana de la Diputació de Barcelona, 2002).
(6) Artículo 9.2. de la Constitución: “Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”.
(7) Algunos autores la calificarían como asimétrica para clarificar que cada agente aporta a este diálogo de saberes desde su correspondiente rol.
(8) Véase CAMPS, V. Virtudes públicas. Madrid: Espasa-Calpe, 1990.