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Quelle école pour quelle intégration?

Autoría:

Mohamed Chamseddine Habib Allah, Universidad de Murcia

Reseña de libro

TÍTULO Quelle école pour quelle intégration?
AUTORÍA Martine A. Pretceille
EDITORIAL Hachette Education (France), 96 páginas
AÑO 2017

 

Hablar de la integración escolar implica la responsabilidad de sondear títulos de libros de notables tiradas. A estos se suma la obra titulada “¿Qué escuela para qué integración?” que analiza los múltiples desafíos de la integración, a los que la escuela debe responder en una sociedad singular, laica -como la francesa- y desde una perspectiva abierta y original. En este libro que reseño, de la profesora y directora de grupo de investigación de la Universidad de París III Sorbonne Nouvelle y de la Universidad Laval en Quebec, Martine Pretceille, se profundiza en algunas recetas para la construcción de una escuela diversa y plural. La autora propone recapitular y centrar nuestra reflexión en el sentido de la integración en una sociedad plural, antes de mostrar cómo este pensamiento de pluralidad puede tener sentido en y para la escuela.

Para lograr tal propósito, la obra toma como punto de partida, la existencia de un amplio consenso que sostiene que cada escuela cuenta con sus propias heterogeneidades. Posteriormente, se manifiesta que no conviene caer en la simplificación de la escuela que queremos, depositando el interés en una perspectiva, tanto clásica de la escuela meramente multicultural, ni tampoco instalarse en las eternas definiciones de la diversidad cultural. Esto que ya aburre hasta la saciedad a los discentes, debería replantearse, hacia el modelo de la escuela que se pretende conseguir. Por tanto, es preciso señalar que el cambio que se necesita en la escuela, es mucho más profundo que la mera transmisión de conocimientos, para producir futuros ciudadanos más cualificados y mejor remunerados.

Desde esta premisa, la autora insiste en que la situación actual de cada escuela importa y la  particularidad de las mismas también. El discurso inicial de la obra, percibe que las características de cada Centro Educativo marcan las posibles recetas para afrontar la diversidad de estilos de capacidades, ritmos de aprendizaje, y de diversidad cultural de los discentes. Cobra el mismo interés la diversidad de formación inicial y permanente de los docentes, su movilidad, sus intereses, sus expectativas y sus preocupaciones. Otras variables mencionadas serían la diversidad de perfiles socioeconómicos y formativos de los progenitores, sus procedencias, su grado de implicación en la dinámica familiar, etc., sin olvidar la diversidad de recursos internos y externos de las escuelas, y de sus contextos sociales, etc. Estos condicionante presentan retos e implicaciones a los que deberíamos resolver.

Una vez se identifica y se contextualiza el tipo de escuela de la que disponemos, la autora manifiesta como paso previo, la unificación de valores fundados en principios tales como la coeducación, la interculturalidad, la igualdad, la justicia social y el reconocimiento de las diferencias individuales, siendo un imperativo clave, para aspirar a una escuela democrática. Sus directrices hacen hincapié en la importancia de la actitud -además de los conocimientos y de las aptitudes- de todos los agentes educativos implicados en dicha construcción. Es decir, “enamorarse de estos valores” para impulsar el grado de intencionalidad, y, por tanto, de éxito de las acciones y métodos de enseñanza-aprendizaje viables para afrontar condiciones adversas en los contextos escolares, que no pueden obviarse.

Otra de las consideraciones reflejadas en la obra, viene asociada a otros planteamientos de los límites y posibilidades de incluir los paradigmas interpretativos y reflexivos, sobre los recursos didácticos e interactivos esenciales, para implementar y articular a nivel curricular con la representación de la diversidad cultural. Al respecto, la autora sostiene que dichos recursos aportan un valor añadido, a la hora de fortalecer vínculos entre familias, discentes y docentes que armonicen el desarrollo de buenas prácticas educativas en espacios compartidos, con el fin de caminar en la misma dirección para alcanzar metas ideales, más allá de las habituales declaraciones de intenciones enraizadas en el pasado.

Asimismo, Martine Pretceille advierte que debemos recordar que educar en la inclusión y en la interculturalidad, no deberían limitarse únicamente a Centros Educativos con mayor presencia de culturas minoritarias, sino al conjunto del alumnado, teniendo en cuenta la acuciante urgencia de la construcción de una ciudadanía que funcione, y que convive de manera cívica en una sociedad cada vez más diversificada y multicultural. Del mismo modo, insiste en identificar las estrategias metodológicas que deberían servir para cambiar las actitudes hacia la diversidad cultural, y para examinar y transformar nuestros componentes culturales, en lugar de emplear dicha diversidad como escenario para establecer la marginación social y educativa.

A su entender, la convivencia ha de ser una “nueva identidad cultural”, siendo el diálogo, la reflexión crítica, la discusión, la negociación y el intercambio, los únicos cauces que nos aproximan a proporcionar nuevas oportunidades, con la finalidad de conocer otras miradas y otras perspectivas, que conduzcan a la comprensión mutua, que sume y no reste en el proceso de cohesión social. Adoptando una mirada crítica de lo anterior, es indispensable señalar que es de extrema necesidad desarrollar y entrenar competencias en sintonía con las características de cada escuela, poniendo el acento en la comunicación, en la empatía, en la motivación, en la inclusión, que puedan repercutir de manera positiva en la trasformación social y educativa.

Diríamos que la exploración de Martine Pretceille es canónica. En la misma, se visualiza también la responsabilidad ética que tiene la comunidad educativa de evitar la tendencia universalista en los contextos escolares, que obstaculiza la comunicación y agudiza la desorientación, ante la urgencia creada por la incorporación creciente de alumnado extranjero en las escuelas europeas. Este vacío de competencias necesarias del profesorado, para gestionar la convivencia entre la diversidad cultural y los distintos agentes educativos y sociales, ni transmite la cultura de pertenencia, ni facilita la comprensión e interpretación de los fenómenos sociales, tan imprescindibles como las habituales competencias organizativas e instrumentales del proceso de enseñanza-aprendizaje.
Con ánimo de síntesis, el lector encontrará una obra muy recomendable y de inusitado interés para el análisis y la comprensión de la combinación de dichos elementos esenciales, para la gestión del cuidado de la diversidad cultural. Asimismo, la presente aportación abre la posibilidad de realizar  investigaciones, que reflejen la influencia de los factores abordados, y que contribuirían a clarificar cuál debe ser la dirección que deben tomar las políticas educativas, para alcanzar la escuela inclusiva e intercultural tan necesaria y deseable en el siglo XXI.