Antonio Balsa, educador social. Zaragoza
El artículo presenta una rememoración realizada en primera persona por Bernard Gaudens, profesor de Educación Especializada en Pau, Francia, de sus contactos con la Educación Especializada y Social española desde los años 80. Bernard comparte sus recuerdos y sus reflexiones en una narración muy íntima y personal que nos ayuda a ubicar algunos de los procesos de construcción de le Educación Social de nuestro país, sobre todo en Navarra, País Vasco, Andalucía y Aragón.
Al saber que nuestra revista quería recuperar la historia de la profesión en el Estado español pensé que había alguien de no muy lejos, del otro lado de los Pirineos, que podía ilustrar con sus recuerdos y experiencia profesional el recorrido de la Educación Social, por haberla vivido no sólo como testigo de excepción, sino también en primera persona junto a algunos de sus reconocidos protagonistas. Por eso pedí hace unos días a Bernard Gaudens (antiguo Profesor de la Escuela de Educadores de Pau) que relatase sus experiencias y rememorase nuestro pasado, que también era el suyo, y como no podía ser de otra manera atendió gustoso y lúcido a esta solicitud, que hay que agradecerle al contar ya con 81 largos e intensos años de vida.
El trabajo y la amistad que me une a Bernard Gaudens desde hace más de 20 años, ha coincidido necesariamente con el discurrir, diferente y paralelo, en nuestros países, de la Educación Especializada, primero, y de la Educación Social, después. Pero nada mejor que sus propias palabras y recuerdos para revelar la intrahistoria de nuestra profesión, que ha sumado el esfuerzo y la reflexión sobre la práctica de multitud de personas anónimas o desconocidas y la ha hecho posible tal y como hoy la conocemos. Sirva esto para demostrar a todas ellas nuestro reconocimiento y tributo.
Antonio Balsa, educador social. Zaragoza
“Rememorando
Mi primer encuentro con los primeros y «novatos» educadores sociales de España fue un flechazo… que continúa hasta hoy.
Fue a principios de los 80. Yo era profesor-formador (tutor) en la Escuela de Educadores de Pau, en un curso adaptado «cours d’emploi», para personas de entre 25 y 55 años que hacían de educadores, pero sin diploma y sin el correspondiente salario.
Un día vi un cartel en la sala de profesores, invitando a todos los profesores para tener un encuentro el mismo día con unos españoles que buscaban a cualquier profesor dispuesto a dar una conferencia en un coloquio de «debut» o presentación de una formación para educadores en Navarra.
A las 5 de la tarde en el despacho del director, de todo el equipo, sólo dos acudimos a ver lo que pasaba. Y nos encontramos con tres muchachos de 25 años que se proponían iniciar esta formación y, para dar lustre a esta iniciativa, organizaban una reunión oficial y solemne en el Aula Magna del Hospital del Opus en Pamplona. Eran Jesús Domínguez, Jesús Cedazo y Juan Carlos Martínez Iturmendi: para mí fueron los 3 magos que me llevaban oro, incienso y mirra, es decir, una inesperada posibilidad de salir de la rutina de la Escuela, descubrir un nuevo mundo, el de la infancia con problemas en España que sólo conocía por «Tanguy. Historia de un niño de hoy», el libro de Michel del Castillo escrito en 1957, que hablaba del asilo “Toribio Durán” de Barcelona, que no era otra cosa que lo que era la «rééducation» en Francia hasta la ley de 1945; y además la aventura, que era lo que tanto me gustaba desde los 15 años (habiendo pasado 4 años en Italia y sobre todo 2 en Roma, donde, gracias a un maestro extraordinario, descubrí todo: filosofía, literatura, historia del Arte, arqueología, música, etc., etc.,..; y 5 años en Egipto, donde me aficioné definitivamente por todo lo que era «distinto»: lengua árabe, egiptología y costumbres de mucha gente, pues en mis clases, de 50 chavales, provenían de diez nacionalidades y religiones distintas).
Pero cuando, al final, Jesús Domínguez que hablaba francés por haber vivido en Francia hasta los 15 años, pidió que la conferencia (sobre la situación de la formación de los Educadores en Francia), se diera obligatoriamente en castellano, mi colega dijo: «Yo no sé español»; y yo seguí diciendo: «Yo tampoco, pero me gusta mucho la aventura» y acepté la invitación.
El tema lo conocía bastante bien, después de 7 años de aprendizaje «en el tajo», sin otra formación que dos licenciaturas en árabe clásico y en francés, y trabajando con chavales de los 6 a los 22 años, muchos de ellos árabes «hijos de Harkis», expulsados de Argelia cuando este país consiguió su independencia en 1962; también contaba con 10 años de trabajo en la Escuela y otras formaciones (media licenciatura de psicología, diploma universitario de «psycho-pédagogie nórmale et pathologique», y otras), y escribiendo artículos para revistas profesionales y muchos encuentros en toda Francia para preparar mi tesis «Archéologie et Idéologie de la Rééducation» (1974-8) a partir de las teorías de Michel Foucault. Tenía además una gran afición a mi trabajo de profesor-tutor, no sólo en la Escuela, sino también en los lugares de trabajo o de prácticas de mis tutorados, donde les veía trabajar y relacionarse con sus chavales.
Y de noche en mi casa (porque nunca mi trabajo en España fue reconocido por la dirección de la Escuela ni me dispensó de mis obligaciones en Pau, pero bueno…), estaba tan contento que escribí mi ponencia en francés; la profesora de español de mi hija Inés me la tradujo en un castellano aproximado y salí para Navarra un viernes por la tarde.
En Pamplona, mis reyes magos me recibieron en el Salón de Actos del Hospital del Opus, que me pareció un palacio. Y frente a unas cuantas personas que no conocía y no sabía si entendían bien mi tan mal español, expuse de memoria mi ponencia que fue escuchada en un silencio atento que me impresionó, con los aplausos finales habituales. Después empezaron las preguntas de los asistentes y ahí ni había preparado ni traducido tanto sus preguntas como mis respuestas. Pero los participantes eran tan receptivos de antemano que sólo a la última pregunta: “¿Tú qué harías por la educación social si fueras Presidente del Consejo?” no pude responder, sino con una broma que entusiasmó a los oyentes.
Y fue después cuando empezó mi flechazo. Me vi «embarcado» en un buen restaurante en un barrio de Pamplona por dos o tres decenas de veinticincoañeros con diversas licenciaturas y entusiasmados, y que me mimaban como si fuera un gran maestro y me recibieron como nunca otra vez, salvo en España. Una comida maravillosa (mariscos y pescados, mis platos preferidos,) en un ambiente más que amigable y festivo. No sabía si estaba soñando o viviendo realmente. Después de la comida, Gabriel, un abogado que había estudiado en la Universidad de Pau, nos llevó a un bar a beber cava. Nos echaron del bar a las 2 de la madrugada y mis nuevos amigos me llevaron a un bar «gay», según ellos decían, pero no vi nada de esto, para beber algo más y bailar en un espacio muy reducido. Y a las 4 me llevaron al hotel que me habían reservado. Era la primera vez en mi vida que me acosté tan tarde (o temprano). Las escuelas religiosas que había conocido hasta mis 33 años, mi trabajo de profesor-estudiante y mi vida familiar no me habían permitido hasta esa noche una transgresión tan extraña.
Así empezó mi «vida española», que se clausuró el año pasado cuando los amigos de Zaragoza y de Vitoria vinieron a Pau a festejar mis 80 años, y me invitaron a celebrar los 25 años del IRSE en Vitoria.
Después de aquel primer y maravilloso encuentro ha habido muchos otros, de gran placer y mucho aprendizaje, en Navarra y, más tarde, en las décadas siguientes, en Catalunya, Aragón, Euskadi y Andalucía.
Durante el fin de semana de la Ascensión siguiente, mis primeros amigos me invitaron a dar un curso de “psicología social” a una veintena de jóvenes profesionales que ejercían ya como educadores. Es así como durante 4 mañanas, de 8 a 14 h., es decir en 24 horas (menos las pausas-café), presenté esta disciplina todavía poco conocida, incluso en Francia, y que en Pau me ocupaba durante 60 h. repartidas en 3 años. Este curso se hizo en los locales de la Plaza del Castillo, en Pamplona, y por iniciativa de la Fundación Bartolomé de Carranza.
Yo no sé si mis enseñanzas dejaron huella en sus espíritus, pero inversamente eso me dio la ocasión de hacer un nuevo descubrimiento, para mí extraordinario y fructuoso, al poder conocer lo que pasaba en Navarra. A las 14 h., después del curso, uno de los participantes me llevaba a almorzar al piso tutelado donde se ocupaba de 2 o 3 hermanos con la ayuda de una “educadora” (a menudo ex-religiosa), que hacía el papel de madre de familia(s).
Y es allí (como yo trataba de hacerlo en Francia con los estudiantes que estaban a mi cargo) donde descubrí de ”visu et auditu”, la vivencia cotidiana de estos nuevos educadores y sus relaciones con los jóvenes en aquellos “pisos”. Ningún escrito hubiera podido enseñarme tanto como esa experiencia compartida, lo que era concretamente entonces (años 81 y 82) la educación social en España, y regresé tras esos días completamente entusiasmado por la “ilusión” de estos profesionales, que contrastaba con la rutina que se había instalado ya en Francia en ese mismo tipo de trabajo.
Por tal motivo, con mucho gusto, volvía a Navarra tan a menudo como me invitaban. Jesús Domínguez me permitió descubrir el “piso” del que era responsable y que albergaba a una media docena de jóvenes “delincuentes” que eran enviados por el Juez de Menores o el secretario correspondiente. Y qué asombro al ver que, si Jesús acudía todos los días a trabajar con estos jóvenes, por el contrario, durante la noche ocupaban el apartamento sin ningún adulto responsable. En Francia eso hubiera sido impensable: sólo conocí una aislada y breve experiencia cerca de París y no prosperó.
Y fue además Jesús (que se convirtió en responsable de todo lo referente a la drogadicción) quien me llevó a conocer diversas instituciones que se ocupaban de esta problemática: una “clínica especializada” para adolescentes, con buenos resultados; después, diversos dispositivos del Proyecto Hombre,… algo que dio lugar a múltiples discusiones con los educadores franceses con quienes yo volví algún tiempo después. Asombrado también por el clima tan caluroso y familiar de Sin Fronteras y otros hogares.
Al mismo tiempo yo también veía a Juan Carlos Martínez Iturmendi en la elaboración progresiva, partiendo de una mini-formación, de lo que rápidamente se convertiría en su Escuela de Educadores, la única, junto a Flor de Mayo, que en ese momento verdaderamente merecía ser considerada como instituto de formación en trabajo socio-educativo. En el desarrollo de numerosos encuentros, en Francia y en España, Juan Carlos había adquirido un conocimiento preciso del modo de funcionamiento que nosotros habíamos puesto en práctica en los “Cours d’Emploi”, donde privilegiábamos la práctica que nos servía de base para las enseñanzas teóricas, en los trabajos escritos anuales que solicitábamos a los estudiantes y que nosotros supervisábamos, mes a mes, en la Escuela y en su lugar de trabajo, con ocasión de un ejercicio de “Reflexión sobre la práctica profesional” que, cada mes, se realizaba en común con la ayuda de una pareja, hombre/mujer, de formadores particularmente eficientes. Confieso que Juan Carlos me confirmó que ellos se habían inspirado mucho en nuestro ejemplo.
Así pues, pude hacer el seguimiento de la maduración de esta Escuela, al principio frente al Hotel de los Tres Reyes y después en González Tablas, donde comenzamos a organizar “intercambios” de estudiantes, de los que los franceses volvían encantados, habiendo descubierto en Navarra diversas experiencias educativas que les resultaban desconocidas y, sobre todo, por la acogida y la fraternidad de sus colegas españoles, que les sacaban de la “frilosité paloise” (frialdad de las tierras de Pau).
Poco a poco descubrí una multitud de servicios para niños, adolescentes, jóvenes y adultos que presentaban todas las dificultades existentes: mentales, físicas (ASPACE), escolares, familiares, sociales,… que también pudieron conocer los grupos franceses que yo llevaba allí. Posteriormente tuve también numerosos encuentros para realizar diferentes actividades (intervenciones, cursos, programas…) con diversas Universidades: Pamplona, Zaragoza, San Sebastián,…
El apogeo de este decenio llegó con el “Primer Congreso Estatal del Educador Especializado: La educación: respuesta a las problemáticas sociales”, celebrado en Pamplona (Navarra), en Diciembre de 1987, que reunió a lo más granado de una profesión bien organizada entonces y bien establecida en el territorio. Allí participaron no sólo educadores y responsables venidos de diversas regiones, sino también reconocidos intervinientes de varios países. Fue ésta una gran celebración que, en mi opinión, rubricó el reconocimiento oficial de esta profesión que, poco tiempo después, cambió el “especializado”, demasiado francés e inadecuado, por “social” que respondía mejor a la tarea que se les asignaba en España.
Entusiasmado por lo que acababa de vivir allí, comencé a enviar artículos a revistas especializadas francesas, empezando por «Lien Social» de Toulouse, a cuyo director yo había encontrado en ese mismo Congreso. Así tendría al corriente a los profesionales franceses de los avances a paso de gigante que conseguían sus colegas del otro lado de los Pirineos, y esto desde el Congreso de Pamplona, hasta el de la AIEJI de Barcelona, pasando por los de Madrid y Murcia, a los que también asistí. En el número de Enero de 1992, titulaba así mi artículo en Lien Social: “Tras una existencia reciente inspirada en el modelo francés, los educadores españoles ¿no estarían en vías de crear el modelo europeo del año 2000?”. Y en una revista de Burdeos, en Diciembre del mismo año: “Los educadores españoles de cara a la puesta en marcha de la diplomatura de educación social”. En 1991, enviaba a una revista parisina un ambicioso (sin duda demasiado) artículo: “Ensayo comparado entre la historia de la reeducación en Francia y en España”.
Y fue en el Congreso Internacional de Infancia y Sociedad, en Madrid, donde para nutrir mis actividades francesas dirigidas a España (congresos, coloquios, intercambios,…), hice un llamamiento a los educadores españoles que conocieran el francés, al menos un poco, para venir a realizar algunas intervenciones en Pau y en su región. Y es así como tuve la suerte de conocer a Antonio Balsa y a Concepción Peralta, de Sevilla, para invitarles a venir a Francia, donde su aportación ha sido muy apreciada en cada ocasión.
También lo había hecho con César Muñoz, al que ya conocía y que me había recibido en San Feliu de Codines, donde con un grupo de adolescentes que incluía a sus hijos había desarrollado una actividad socio-educativa interesante (“volver la tortilla”… -he olvidado el título exacto-) que el Ministerio de Asuntos Sociales le pidió extender después por toda España.
Con Antonio, y después con Paco Raimundo, se establecieron múltiples lazos entre establecimientos franceses y sobre todo aragoneses, particularmente imaginativos. Fue así como se desarrolló durante varios años y gracias a Philippe Pontacq la colaboración e intercambio entre el Centro Saint Vincent de Paul de Pau y el Hogar San Francisco de Paula de Zaragoza. Diversos encuentros tuvieron también lugar con José Luis Laguna de ATADES de Huesca, que quería abrir un centro especializado en el Parque de Ordesa siguiendo el proyecto de su centro en Martillué (Huesca).
En Julio del 92, la APSAP (Prevención Especializada) de Pau, de la que yo era miembro del Consejo de Administración me encargó invitar a sus homólogos españoles (educadores de calle) al Primer Congreso Internacional de Prevención Especializada en Estrasburgo. Mis relaciones anteriores me permitieron conocer también a Paco Raimundo, compañero de Antonio, a Ricardo Sánchez de Lasarte, al que visité después en San Sebastián y Hondarribia (donde me dio la ocasión de organizar posteriormente, en su Sociedad Gastronómica, unas prácticas «de cocina educativa» para chefs y cocineros de establecimientos pirenaicos), y además a Lucía Sarabia, quien, tras Navarra y Aragón, me permitió descubrir las numerosas y originales actividades de su IRSE, de Álava, y otras instituciones.
Debería mencionar también a docenas de profesionales de los que pude admirar sobre el terreno sus prácticas educativas: Pilar y Loren del IRSE, Ángel Gari de Zaragoza, José Carlos Sabin de Madrid, Elena Sotelo y Ramón del SIIS de San Sebastián, y tantos otros…
El 12 de Octubre de 1992 (la fecha no fue elegida al azar), viendo que la Escuela de Pau se desinteresaba cada vez más de mis amigos, decidí crear una Asociación para poder continuar respondiendo a las demandas de los colegas españoles, decididamente más curiosos e inventivos que los franceses: y surgió la AFIDESC, cuyo acrónimo se podía leer igual de bien en francés (Association Franco-Ibérique d’Échanges Socio-Culturels) como en español, cambiando “Échanges” por “Encuentros”. Oficialmente nombré a Antonio “Vicepresidente” para la versión francesa y “Presidente” para la versión española. Me vi agradablemente sorprendido al comprobar que muchos antiguos alumnos de mi Escuela, convertidos entonces en Directores, me propusieron entrar en esta asociación y trabajar en ella. (1)
De esta manera me vi libre para proseguir y, sobre todo a partir de mi jubilación en el año 1993, extender las relaciones profesionales y amistosas entre nuestros dos países: Coloquios (Lourdes, Pau, Roncevaux, Hossegor, Biarritz, Valencia, Málaga y región, con la ANDESI –Asociación de Directores de Establecimientos Sociales- …), intercambios (los últimos entre los Centros Cívicos de Vitoria y las MJC (Casas de Juventud y Cultura) de Pau, y, sobre todo, “stages” de formación continua remunerados en Francia por los empleadores y financiados por los Fondos Europeos (Pobreza 2), además del Ayuntamiento de Pau (André Labarrère y Mme. Chiros) y del Consejo General de los Pirineos-Atlánticos (Dr. Costedoat).
Se abordaron todos los grandes temas de preocupación del momento: delincuencia, toxicomanías, escolarización, acción social, mediación,…. Aunque para relatar los dos decenios que siguieron me haría falta toda una obra y sólo serviría para explorar la ingente documentación almacenada y utilizar los 26 Boletines Informativos bilingües que redactaba 3 veces al año y enviaba a los asociados franceses y a los colaboradores españoles, para rendir cuentas de las actividades de la Asociación e informar a los primeros de los avances y desarrollos que se estaban dando en España: en particular los relacionados con la formación universitaria de la educación social y los Colegios Profesionales de Educadoras y Educadores Sociales de cada comunidad autónoma, en cuya creación Antonio tuvo una participación muy activa.
Las celebraciones organizadas por mis buenos y afectuosos amigos españoles el año pasado han sido para mí el mejor final que podía esperar de mis actividades profesionales. Y lejos de pensar que yo he podido aportar aunque sea un poco al dinamismo socioeducativo español, tengo, al contrario, el sentimiento profundo de que son los educadores españoles quienes, desde principios de los años 80, han pasado de la edad media franquista directamente al siglo XXI en cuanto a la atención a la infancia y adolescencia en dificultad, y me han instruido y ayudado a guardar un entusiasmo que ha sido el mío desde mi juventud para este trabajo fabuloso de la Educación y la “Rééducation”.
Expreso así mi agradecimiento y me excuso con los que no he podido mencionar en estas escuetas páginas escritas a vuela pluma y sin ninguna pretensión, salvo la de responder a la amistosa demanda que me transmitió mi querido amigo Antonio Balsa”.
1.- Enlace a algunos artículos y documentos relacionados con AFIDESC:
http://www.eduso.net/res/pdf/17/afidesc.pdf