Enric Lletjós Llambias, educador social y psicólogo. (1)
Demasiado a menudo hablamos de supervisión de equipos socioeducativos en momentos de tensión, en períodos complicados de la práctica socioeducativa, “acordándonos de Santa Bárbara cuando truena”. Pero me atrevería a decir que en general, siempre que hablamos de la supervisión, lo hacemos desde un posicionamiento intuitivo que nos lleva a pensar que la supervisión, sin saber demasiado bien cómo definirla, será una manera de mejorar nuestra práctica y nos ayudará a superar la tensión que genera esta misma práctica.
Este artículo pretende presentar un enfoque de la supervisión de equipos socioeducativos, a partir de mi experiencia y formación en la materia, con la finalidad de aportar elementos que permitan dar cuerpo conceptual a ese conocimiento intuitivo, así como poder establecer un diálogo crítico en relación al término.
Según Toni Julià (2), la supervisión seria “el espacio donde la palabra, en relación a las cuestiones relacionadas con el trabajo, puede fluir con total libertad”. El papel del supervisor sería pues el de estimular la reflexión en el equipo, así como permitir la expresión de las tensiones que genera el trabajo socioeducativo. De esta manera, y paralelamente, ir elaborando un lenguaje común en el equipo que permita una reflexión más comprensiva, eficiente, rigurosa, rica y económica, con la que conseguir la mejora de la acción educativa.
Quedan establecidos así, dos grandes ámbitos del trabajo profesional en los centros educativos: la parte técnica, relacionada con la tarea asignada al equipo y con la manera en qué se lleva a cabo; y la parte que tiene que ver con la relación vincular que se establece con el educando para facilitar su proceso de desarrollo.
Desde este punto de vista, la supervisión ha de suponer para el equipo un proceso de investigación, de profesionalización, de mejora continua, entendiendo que son los profesionales del equipo la base en esta construcción de un lenguaje común, de unos objetivos comunes, a partir del respeto y de un posicionamiento ético.
Los objetivos que debe perseguir la supervisión de un equipo socioeducativo, se tendrán que acordar con ese mismo equipo en el momento inicial de elaboración de la demanda que realiza al supervisor. Pero, según mi opinión, deberían ir encaminados hacia:
A mi entender la supervisión necesita un apoyo teórico basado en diferentes áreas de conocimiento. No es este el lugar para hacer una exposición en profundidad sobre el tema, pero creo que es interesante apuntar algunos paradigmas que considero casi imprescindibles para ejercer como supervisor.
Para concretar más, me gustaría dejar apuntados una serie de lo que podríamos llamar principios metodológicos, que derivarían de todo lo expuesto hasta el momento, con la intención de mostrar más elementos que nos ayuden a enmarcar esta visión de la práctica de la supervisión.
Llegar de esta manera a un estilo educativo donde se acoja desde el límite y se limite a partir del vínculo afectivo. Y, en todo momento potenciando el lenguaje como elemento simbólico y instrumento base del pensamiento, que permite poder aplazar el deseo, la contención emocional, el control de impulsos, el razonamiento lógico, el aprendizaje… el traspaso de los elementos básicos de la cultura. Todo esto favorecerá en el usuario la realización de los procesos de socialización y subjetivación, el acceso a lo social.
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(1)- Durante dieciocho años ha trabajado como educador social en un CRAE. Actualmente forma parte, como psicólogo forense, en el equipo de asesoramiento técnico penal de los juzgados de Lleida, trabajo que comparte con la docencia universitaria y la supervisión de equipos socioeducativos.
(2)- En artículo publicado en esta misma revista (en el núm. 12) sobre una entrevista llevada a cabo a Toni Julià sobre la supervisión de equipos socioeducativos, Enlace