Daniel Jover Torregrosa, autor de “empleo juvenil” y “Praxis de la esperanza”. Miembro de Promocions -Servicios avanzados para el desarrollo (1)
Introducción: “La inserción socio-laboral en la encrucijada”.
1. Conciliar el derecho “al” trabajo y el derecho “del” trabajo.
2. La mejor formación para el empleo es una buena educación para el cambio.
3. Inserción no solo en el mercado de trabajo sino en la sociedad.
4. Frente al empleo: ¿Innovar o resistir?
5. Potencial de innovación de los programas de formación-empleo: Lo que no se evalúa, se devalúa.
6. Derecho a la actividad, derecho al empleo.
Conclusiones: Lo que no se regenera, degenera.
Estamos a 18 de julio 2011: Crisis sistémica y financiera mundial; Unión Europea sin rumbo decidido ni proyecto social solidario; España: Casi cinco millones de desempleados, casi un 44% de paro juvenil. La pobreza y la exclusión social se ceban en los sectores más vulnerables de la población… ¿qué hacer desde la formación para el empleo y la educación?
Una aproximación al debate sobre las alternativas al paro de los colectivos más desfavorecidos -y en especial de los jóvenes- no puede soslayar tres grandes ejes de reflexión que a modo de conflictos vivos polarizan apasionadamente las propuestas actuales:
1) REDUCCIÓN DEL TIEMPO DE TRABAJO
2) ECONOMÍA PLURAL Y SOLIDARIA.
3) INGRESOS MÍNIMOS DE INSERCIÓN.
En función de donde se coloque el acento y se priorice unos aspectos sobre otros prevalecerán diferentes posiciones.
Estos tres elementos configuraban el Manifiesto Europeo por una Ciudadanía y Economía Plural – ”Un trabajo, una actividad y una Renta para todos” que ya se debatía a finales de los años 90 en diferentes foros y con el que se sigue identificando el autor de este artículo porque lo que no se regenera, degenera, como estamos observando.
En el presente escrito presentamos algunas reflexiones críticas a los modos de enfocar los programas de formación- inserción destacando su dimensión política y cultural apostando por un enfoque innovador y educativo que vaya más allá de la triste sociedad salarial desestructurada y el colapso del capitalismo global.
En este nivel hay una confrontación teórica con fuertes implicaciones prácticas. Se refiere a cuáles son los “costos” globales de hacer prevalecer el empleo como “prioridad de las prioridades”, a las condiciones de trabajo y a los derechos y responsabilidades en las relaciones laborales.
El “Derecho del trabajo y de la seguridad social” ha desarrollado todo un conjunto de normas que velan por garantizar condiciones de salud, higiene, cualificación, salarios, coberturas y prestaciones sociales a los trabajadores y trabajadoras. Muchas de ellas son conquistas sociales logradas con esfuerzos y sacrificios del movimiento obrero y las fuerzas progresistas.
Esta es una de las más conocidas contradicciones:
Un mal trabajo, un contrato temporal, una ocupación parcial, unas prácticas en empresa, etc., ciertamente pueden convertirse en la vía de acceso al mundo laboral para muchísimas personas. Demasiadas exigencias y purismos al principio pueden bloquear las formas de acceso y la predisposición de los empleadores.
Por otra parte hay que evitar que el “voluntarismo” de las partes (trabajador/a y empleador/a) -que son desiguales y con intereses contrapuestos- reduzca la obtención del puesto de trabajo a una mera transacción-negociación interindividual. Convirtiendo un derecho en una mercancía o un privilegio.
Sin embargo en épocas de escasez de empleo adquiere vigor aquello que “más vale algo que nada”.
¿Cuáles son los límites al empleo sin plenos derechos ni pleno respeto a todo el cúmulo de legislación laboral y social que se ha venido desarrollando en la Europa civilizada?
El trabajo proporciona -a quien lo tiene- sentido de pertenencia y utilidad, además de acceso a la renta y consumo vía salario. Pero sobre todo otorga confianza y seguridad frente al futuro y sus contingencias… Cuando se rompe la estabilidad y se generalizan las amenazas a la durabilidad del puesto de trabajo ¿Cómo se regula el miedo y la inquietud que ello conlleva?
En el mundo de la formación e inserción profesional también se ha reproducido este debate del mal menor o cómo hacer de la “necesidad virtud”. Un supuesto pragmatismo de la eficacia reduce todo el problema de la inserción a su dimensión formativa y esta a la mera transmisión de información y técnicas. Obsesionados por el objetivo de enseñar olvidan que su principal misión consiste en facilitar aprendizajes sólidos y significativos.
Hace veinte años los problemas de desempleo se asimilaban generalmente a “disfunciones” coyunturales del mercado de trabajo y a desajustes entre “oferta y demanda” de modo que eran los individuos los que tenían que prepararse y adaptarse a los requerimientos de la producción.
No se vislumbraba ni el cambio de era ni las metamorfosis del trabajo que acompañaban al advenimiento de la sociedad de la información.
Hoy parece que hay cambio de registro. La Unión europea reconoce que la fractura social y el paro masivo son intolerables y contradicen el espíritu en que se asienta la cohesión y la ciudadanía. No solo constituyen un factor de riesgo sino que también es un elemento perturbador que limita la competitividad y la prosperidad económica.
Ya no se designa tanto como problema del individuo sino problema de sociedad, de opción colectiva. Sobre todo cuando los límites ecológicos y sociales del crecimiento económico han sido sobrepasados y hay consenso para adoptar modelos de “desarrollo sostenible”, ”Desarrollo humano”, “economía plural y solidaria” etc., como otros paradigmas que reemplacen a los caducos centrados dogmáticamente en el “neoliberalismo”, la globalización del capital o la mundialización de los mercados.
Ciertamente hay que combatir las tendencias fatalistas que consideran el paso del paro a la exclusión social como inevitable. Hay que evitar considerar la inserción como la generalización de la asistencia social bajo nuevos modos. La cronificación de la dependencia no puede ser una condición normal en la existencia de determinados individuos con especiales dificultades, bajo la coartada ideológica de la irrelevancia social de amplias capas de la población.
No se puede romper la alianza estratégica que interrelaciona el sistema de educación-formación con el trabajo social-comunitario más genuino y confluyen “naturalmente“ en el ámbito de la inserción. Vinculada la inserción al dominio de la formación profesional y ocupacional no puede soslayar la dimensión social, cultural y educadora que tiene.
En estos últimos tiempos hemos observado todo tipo de medidas y programas que consideraban la función “inserción” como una mera prolongación o variante de la formación profesional. Se configuran alrededor de una lógica de ser “puente” hacia el empleo en el mercado de trabajo “realmente existente” que es el que le da la razón de ser.
El proyecto de formación-inserción busca abordar los problemas propios de una falta de adaptación de los “demandantes de empleo” a los nuevos requerimientos del mercado de trabajo y a las nuevas tecnologías productivas.
Desde esta visión adquieren un relieve fundamental los conceptos de “Empleabilidad”, “motivación”, “adquisición” de competencias relacionales y sociales, del tipo “orientación y búsqueda de empleo”, a menudo cayendo en la exaltación del “currículum” profesional “sin “vitae”.
Para el grupo de desempleados “normalizados” socialmente con cualificación suficiente esta estrategia puede dar resultados. Sin embargo para los que carecen de cualificación social, cultural y profesional apenas sirve. Aquí hay que priorizar el aprendizaje de conocimientos y habilidades socio-culturales y sobre todo educar la voluntad y la confianza en sí mismos.
Normalmente las propuestas de formación ensalzan prioritariamente la importancia de los contenidos y niveles técnicos. Cuanta más y mejor información se transmita mayor “capacitación” tendrán los alumnos/as.
Pero lo que, en definitiva, es “clave” para obtener trabajo no es solo la cualificación del “capital humano” y el “saber-hacer” sino el “capital relacional” y el “saber estar”.
La dimensión curricular y la obsesión por la supuesta eficacia ocupacional se han enseñoreado de los programas de formación-inserción. Sin embargo tenemos que reconocer que cada vez se da más el fenómeno de “disputa” por los pocos empleos disponibles. Y en un contexto de crisis estructural y cambio tecno-organizativo de la empresa adquieren un valor fundamental los aprendizajes-no escolarizables: Actitudes y modo de comportarse; capacidades de comunicación y de relación; posición familiar y redes sociales; trayectoria biográfica y profesional; las estrategias y opciones personales, etc.
No se puede “ningunear” a la educación y a la formación la función que tiene en el ámbito de la responsabilidad, toma de decisiones, asumir riesgos, los valores y símbolos: en su contribución al “aprender a ser mejor persona”
En el actual contexto económico y productivo las personas requeridas por el mercado de trabajo han de tener una mentalidad prospectiva, creativa, flexible, con capacidad de iniciativa y trabajo en grupo. Estos valores no se educan espontáneamente. Se deben estimular desde todas las instancias educativas y culturales del entorno. Pero también la empresa debe adaptarse a esos cambios y convertirse en una verdadera organización “cualificante” y educadora sometida a la cultura de la calidad total que pone en el centro las personas.
Afortunadamente esta genealogía híbrida del concepto “inserción” ha evitado que sea patrimonializada en exclusiva por ningún interés corporativista o profesionalizante.
Y permite que acoja en su magnífica polisemia experiencias prácticas y formulaciones teóricas plurales que ponen en el centro de sus proyectos las personas concretas con sus necesidades y esperanzas.
Por eso son necesarios los “planes conjuntos”, la visión general. Salir de la tiranía tecnicista del “cómo hacer” sin rebajar los planteamientos y el sentido de “qué hacer”. Conscientes de los cambios profundos y de la envergadura de los desafíos muchos promotores y agentes han impulsado formas organizativas mixtas, basadas en el trabajo cooperativo y en red, fomentando culturas que generan actividad, iniciativa y solidaridad. Esos dispositivos priorizan un objetivo común: ayudar a madurar y desarrollarse social y profesionalmente a todos los participantes por encima de las dificultades y problemas burocráticos-administrativos.
Es muy importante no contribuir involuntariamente -a través de los programas de formación-inserción- a legitimar la dualización social, consolidando situaciones de precariedad o fomentando la irregularidad en cuanto a derechos socio-laborales.
La inserción no se puede agotar en la obtención del puesto de trabajo. Implica un ejercicio consciente de ciudadanía y democratización continua de las relaciones laborales y de la vida social.
En la lucha contra la exclusión prevalece el objetivo de recuperar oportunidades y “abrir” huecos en el mercado de trabajo, aunque esté saturado. El paradigma empleo productivo asalariado para todos a pleno tiempo continúa vigente para muchos planificadores y gestores de programas, con lo cual se multiplican y fragmentan múltiples medidas en torno al objetivo de “Inserción”. El Modelo laboral convencional se reproduce en los sistemas de formación-empleo. Presionados por los objetivos a corto plazo a menudo se evita planificar el medio-largo plazo o los impactos en otras esferas de la vida.
¿Cuál es el sentido y el proyecto global que los sostiene?
La inserción participa intensamente del imaginario de la integración salarial como la fórmula perfecta por excelencia.
Podemos tener la impresión que en torno a la inserción se ha configurado un mosaico inmenso y diverso de prácticas contradictorias. Campo de múltiples respuestas a una cuestión de fondo que no se ha formulado. Puede ser que tras el activismo y la obsesión por la supuesta “eficacia” de la formación e inserción laboral se pretenda ofrecer múltiples respuestas a una pregunta que no se ha explicitado:
LA OCULTACIÓN DE LA DIMENSIÓN POLÍTICO-CULTURAL DE LA INSERCIÓN.
Cómo construir nuevos vínculos sociales y nueva ciudadanía en una sociedad en la que EL GRAN FACTOR INTEGRADOR -trabajo-, está en declive aunque permanece intacto como valor central y todos sus efectos sobre la cultura del trabajo.
¿Cómo volver a pensar la refundación de los vínculos sociales en el S. XXI, sin que tengan como única y exclusiva referencia el mundo laboral del S.XX?
Muchas de las iniciativas y proyectos alternativos buscan ayudar a personas concretas que han quedado excluidas de los sistemas reglados.
Pretenden que encuentren su camino en la vida laboral y personal. Para ello buscan fórmulas de intervención más integrales, con implicación de varios agentes, con objetivos consensuados y compartidos, con capacidad decisoria real por parte de los formadores y de los participantes, conectados con la realidad social inmediata.
Sin embargo suele ocurrir que estos proyectos son demasiado pequeños y frágiles.
Los programas y espacios de inserción tienen fecha de caducidad incorporada. A menudo revientan. Su tiempo es fragmentado y no permite que se proyecten, las relaciones sociales son temporales y débiles. Los equipos técnicos y cuadros gestores e institucionales de la inserción suelen ser múltiples, sucesivos y heterogéneos. Solo posibilitan experiencias parciales y provisionales.
La falta de continuidad y consolidación de los cuadros institucionales apenas genera seguridad y confianza. Ni los propios técnicos son capaces de transmitir energía ni entusiasmo a los participantes porque son conscientes de la falta de convicción y continuidad de los proyectos. Todo se desmorona con la finalización de los contratos de inserción. A pesar que la transferencia de lo aprendido en y por los proyectos piloto a los sistemas ordinarios constituyen un objetivo de muchas de las iniciativas comunitarias apenas se obtienen resultados.
El conjunto de iniciativas y programas unificados bajo la égida de “Tratamiento social y formativo del paro” provoca una paradoja:
A pesar que en todos ellos ocupa un puesto central la innovación en la manera de concebir, realizar y evaluar las acciones combinadas de información-formación y orientación. Lo cierto es que hay una utilización del tiempo ocupado solo en formación sin acciones productivas o de conexión con actividades económicas. Muy a menudo lo realizado no coincide con lo programado y lo deseable no es lo posible.
Se concebían inicialmente como procesos de transición al mercado de trabajo o estructuras de cualificación profesional de los individuos, procedentes de colectivos de desempleados, amenazados por la exclusión.
Esta lógica de inserción se detiene cuando no abundan los puestos de trabajo adecuados para la tipología de usuarios/as que trabamos.
En la medida que no se da animación socio-económica ni el mercado de trabajo absorbe ni regulariza a esos colectivos… la inserción puede acabar significando la ocupación de puestos de trabajo transitorios, haciendo actividades descualificadas. Uno de los efectos de esta dinámica es que acaban generando sub-mercados de carácter secundario tutelados y sin plenos derechos socio-laborales.
No es bueno contraponer los sistemas educativos-formativos a los “proyectos de “formación-inserción “porque lo cierto que nadie tiene el monopolio de la innovación ni de la calidad. Podemos encontrar experiencias “piloto” totalmente burocratizadas y rutinarias que a penas son capaces de proporcionar un barniz cualificante bajo la concepción “tecno-milagrera” de la “formación” cura-lo- todo. Y programas ordinarios de educación y formación con resultados extraordinarios porque no se han alejado ni de la realidad social ni de los intereses y necesidades de los participantes.
Vemos como la falta de ideas y de perspectivas emancipatorias se compensa con nuevas palabras “fetiche”. Si en el horizonte lúgubre de la sociedad del desempleo no se vislumbran mejores oportunidades de inserción se produce una búsqueda insaciable de “nombres”. Como si al evocar los nombres emergieran otra realidad deseada.
Sabido es que los nombres no hacen la cosa. Y sin embargo el “nominalismo” es una de las características propias de las políticas de empleo.
Algo parecido ocurre con el término “Nuevos Yacimientos de Empleo”. Las connotaciones mineras hacen evocar el campo semántico: Filón, veta, gravas, residuos, mineral precioso, ganga, procesos de extracción: A cielo abierto, galerías subterráneas,… peligros de derrumbe… etc. Evocaciones que llenan de cromatismo metafórico este apasionante debate.
“Antiguos oficios: nuevas profesiones”.
A menudo tras el ampuloso nombre de “Nuevos Servicios de Proximidad” se esconden variantes “postmodernas” de los viejos oficios de la neo-domesticidad o trabajos de servidumbre. Los que tienen todo el “tiempo” sobrante prestan servicios para cuidar-limpiar y atender las necesidades de otros provocadas por su “falta de tiempo”.
En Francia hay abierto un debate muy interesante sobre cómo hacer “solvente” determinados servicios y co-financiar parte del costo con el objetivo que emerja de la “economía negra-sumergida” dignificando determinadas tareas. ¿Sirve el modelo “mercado” para mercantilizar esas actividades propias de la esfera de la reproducción y lo doméstico?
Otra estrategia de inserción es la que está basada en la lógica de creación directa de actividades económicas. También surge del corazón del trabajo social en Francia.
Esta es una reacción por paliar la escasez de empleos aptos para los desempleados procedentes del mundo de la exclusión.
Toda la constelación de iniciativas y movimientos: Empresas de Inserción, Asociaciones intermediarias, “Regis des quartier” Centros de Entrenamiento y adaptación a la Vida activa, etc., a pesar de sus diferencias y peculiaridades convergen en dos metas:
La educación de la esperanza nos permite hacer emerger lo nuevo protegiéndonos de los monstruos. Porque la historia ha sido testimonio de los efectos perversos desarrollados por determinadas ideologías liberadoras que al pretender combatir unas injusticias determinadas provocaban otras peores. Las ideas cuando se generalizan, masifican y dogmatizan ahogando la libertad y los derechos humanos se convierten en lo contrario de lo que pretenden. Sabemos que no hay ideas emancipadoras si no se fundamentan en libertad, democracia real, transparencia; sin sentimientos de humanidad ni fraternidad. Hay que aprender las lecciones del pasado y de las experiencias desarrolladas en la práctica.
La potencialidad creativa para innovar y construir alternativas en la Formación y el Empleo solo será realidad desde la educación si sabemos tener referencias éticas y desarrollar esa otra manera de ser en el mundo que ya está aquí. Al fin y al cabo la utopía que es “eutopía” no es una quimera sino el buen lugar donde pueden habitar todas las causas justas posibles que se realizan en el ámbito de otro Paradigma alternativo de producción, distribución, financiación: cooperativismos, redes de intercambios, comercio justo, finanzas éticas, economía social y solidaria: todo ese mosaico diverso y heterogéneo de viejas y nuevas formulas de emprendeduría social y cooperativa.
Crisálida es el proceso de metamorfosis por el cual el gusano se encierra en su propio capullo hasta transformarse en mariposa. Con esta metáfora significativa, la crisis representa la oportunidad de un proceso crítico, de depuración y mutación de lo esencial; sólo queda lo verdadero; lo accesorio y accidental, sin sustentación, cae. Tal vez de la situación de crisis sistémica y global podamos reflexionar para que se transforme el sistema y depure los excesos…y emerja transformada otra realidad diferente. La crisis tendría, por tanto, una función purificadora, abriendo espacio para otra oportunidad de producción y de consumo, transformando de raíz determinados valores y presupuestos ideológicos que sustentan el capitalismo financiero global y produciendo una mutación de la cultura y organización vigente del trabajo, la economía y el mercado. Porque la manera de producir y consumir configura la identidad personal y la cultura de tal modo que esa mentalidad dominante convierte las necesidades humanas en deseos y apetencias ilimitadas en una espiral infernal mercantilizadora: todo nuestro tiempo al servicio de la producción para poder consumir configurando los mundos de la negación y el dolor que están inventados por la necedad y la avaricia sometidos al imperio del utilitarismo coyunturalista ciego a las consecuencias.
Bien sabemos por la historia que dos instrumentos que utiliza el poder para ejercer su dominio son la fuerza y la violencia pero a menudo son encubiertas por la mentira y la manipulación que adquiere dimensiones inéditas en nuestra época. Apostemos por la síntesis integrativa de educar, trabajar y emprender en el marco de la economía social y solidaria.
Marcuse, H. “El hombre unidimensional: ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada”. Barcelona: Ed. Ariel, 2005.
Naredo, J.M. “Luces en el laberinto”. Ed. Libros de la catarata, 2009.
Fernández Duran, R. “La Quiebra del capitalismo global”. Ed. Virus, 2010.
Gorz, A. “Misères du présent, richesse du possible”. Ed. Galilée, 1997 (edición en castellano: “Miseria del presente, riqueza de lo posible”. Ed. Paidós, 1998).
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Viveret, P. y Morin, E. “Comment vivre en temps de crisis”. París: Ed Bayard, 2010. (Edición española. Ed. Icaria, en prensa)
Lledó, E. “Elogio de la infelicidad”. Valladolid: Ed Cuatro.
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Robin, J. et Baranski, L. “L´urgent de la metamorphose”. Ed. In libro veritas. 2008.
Zambrano, M. “Los bienaventurados”. Ed. Siruela, 1979.
(1)- PROMOCIONS -Servicios avanzados para el desarrollo www.promocions.com