Pep Rius Juanola. Animador sociocultural. Coordinador de Zona Jove, servicio del Consorcio del Barrio de la Mina.
En este artículo presento una de las actividades que hemos propuesto desde Zona Jove, un servicio del Consorcio del Barrio de la Mina gestionado por Lúdic 3.
Este escrito pretende reflexionar sobre el uso de las nuevas tecnologías en nuestro ámbito educativo y social. El punto de partida es la experiencia de una actividad realizada con un grupo de jóvenes del barrio de la Mina en el que la fotografía sirve y ha servido para aprender, reflexionar, comunicarse y conocerse.
He procurado abandonar la base teórica y centrarme en la praxis, ya que el trabajo diario es lo que nos guía frente a conceptos más abstractos como la “era de la información” o los propios debates en torno a las herramientas que nos ofrece el progreso de los avances tecnológicos.
La principal conclusión que propongo es potenciar el uso de las nuevas tecnologías, no sólo para el acceso a la información o como medio de comunicación, sino también como base para construir personas creativas y con espíritu crítico.
Desde finales del siglo pasado e inicios del siglo XXI, se han desarrollado numerosos debates, artículos y ensayos sobre las nuevas tecnologías y la era de la información. Algunos teóricos han aportado ideas francamente válidas. Otros han aportado una visión apocalíptica y poco útil. De todas maneras, considero que cualquier reflexión teórica y/o filosófica sobre cualquier aspecto de nuestra sociedad es interesante, pero lamentablemente muchos pensadores olvidan la realidad cotidiana y cualquiera de sus matices. De esta manera, creo que los profesionales que trabajamos en los diferentes proyectos somos los que debemos aplicar y crear los puentes entre las ideas teóricas y las diferentes realidades sociales.
Entiendo las nuevas tecnologías como herramientas para mejorar nuestra comunicación y acceso a la información. Pero el primer problema con el que nos encontramos es la desigualdad a la hora de acceder a ellas. Aunque la mayor parte de la masa social avanza hacia una globalización económica e informativa, todavía hay grupos cuya posibilidad de uso de estas herramientas es prácticamente nula o en los que se produce un desaprovechamiento del material por desconocimiento, lo que retrasa la evolución y la adaptación a los nuevos tiempos y a los nuevos lenguajes.
Podría escribir una reflexión a partir de muchos datos teóricos sobre las nuevas tecnologías, la era de la información relacionada con la labor pedagógica y social. Podría nombrar a autores como Castells, Forés o Andrés López, entre otros, que han aportado sus estudios para entender mejor esto que llamamos “era de la Información”. Pero me gustaría detenerme y reflexionar sobre el día a día en mi lugar de trabajo y la relación de los jóvenes que participan y nos acompañan en nuestros proyectos, de cómo se utilizan las nuevas tecnologías en este entorno cotidiano y qué provecho educativo sacamos de todo ello. Para entender el contexto en el que se desarrolla mi trabajo, me gustaría presentar el barrio y el servicio Zona Jove del Consorcio del Barrio de la Mina, gestionado por Lúdic 3.
El barrio de la Mina de Sant Adrià de Besòs está en un gran proceso de transformación urbanística y, en consecuencia, de transformación social. La geografía del barrio se está modificando a gran velocidad. Ahora, los míticos bloques de pisos gigantescos empiezan a convivir con apartamentos de lujo. La fachada al mar es la zona del Fòrum, reconvertida en puerto deportivo. El tranvía cruza el barrio de forma horizontal y ya están los raíles para que lo atraviese, también, de forma vertical. Evidentemente, todos estos cambios representan una mejora en la calidad de vida de esta área que aún convive con los habitantes de toda la vida. Aunque el barrio ha mejorado a nivel social, aún hace falta mucho trabajo, ya que hay un cierto recelo al cambio por parte del vecindario. Los antiguos hábitos de convivencia y de sistema de vida se van modificando de forma positiva, pero también empieza a aparecer un sentimiento de no reconocimiento del espacio y un espíritu de incertidumbre respecto a los cambios.
Por otro lado, muchos jóvenes no quieren sentirse ligados al barrio, dado el mal nombre histórico del lugar donde viven y nacieron. El colectivo continúa teniendo una baja autoestima.
El Consorcio del Barrio de la Mina ha puesto en marcha diferentes proyectos y servicios para mejorar la calidad de vida en el barrio y, también, para ayudar a las personas a adaptarse de forma positiva a los cambios urbanísticos, colaborando con entidades existentes en la zona y creando nuevas propuestas para trabajar con los diferentes segmentos de la comunidad.
Zona Jove es un proyecto de dinamización juvenil que se dirige al conjunto de jóvenes del barrio de entre 12 y 25 años, y ofrece un conjunto de actividades lúdico-culturales que posibilitan la máxima participación de este colectivo en el desarrollo social de la zona. La intención es crear actividades y potenciar iniciativas dirigidas a la mejora de su calidad de vida, enriqueciendo su tiempo libre y dando respuesta a sus propuestas y necesidades. El principal objetivo es provocar acciones sociales que generen conciencia colectiva y desarrollo comunitario, y que estimulen el crecimiento y la evolución personal.
El servicio funciona como punto de entrada a las demandas de información que puedan necesitar los jóvenes para realizar sus propuestas. Por este motivo, se creó un punto de información en un instituto del barrio, el IES Fòrum 2004. Poco a poco, la iniciativa se ha ido ampliando y, actualmente, disponemos de dos puntos más, uno situado en el IES Manuel Vázquez Montalbán, ubicado al otro margen del río Besòs, y otro en la Escuela Túrbula, ambos con un elevado número de jóvenes de la Mina.
Actualmente, entre las actividades propuestas se encuentra el taller “Una mirada a la Mina”. El uso de la fotografía tanto tradicional como digital es la base técnica. Me explicaré mejor: el objetivo de este trabajo es que los jóvenes de entre 12 y 25 años fotografíen su barrio y den su opinión, acompañados en el proceso por dos psicólogas sociales y una fotógrafa. Lo más importante de todo es que los jóvenes reflexionen, a través de las imágenes, sobre su entorno y su realidad.
Me parece interesante que el uso de la fotografía sea una manera de despertar el espíritu crítico y reflexivo. El aprendizaje de las técnicas aplicadas a este arte se convierten en un puente para comunicarse y expresarse y, de alguna manera, es un proceso de autoconocimiento. Una de las anécdotas más interesantes e impactantes es que al inicio de esta actividad los chicos y chicas se mostraban muy tímidos con la cámara y sólo fotografiaban objetos y espacios en los que no había presencia humana. Poco a poco, los participantes comenzaron a dejarse ir fotografiando espacios donde había gente o fotografiándose a sí mismos y, en alguno de los casos, nos mostraban el interior de su casa (interpretado como un gesto de confianza hacia nosotros).
El tratamiento de las imágenes recogidas se hace con los programas de ordenador adecuados para este medio. Al principio se utilizaban cámaras de un solo uso, ya que era una especie de experiencia piloto. Este proceso duró ocho semanas. El funcionamiento era el siguiente: los chicos y chicas que participaban venían al parque del Besòs, y se les daban unas nociones sencillas de técnica fotográfica que pudieran aplicar durante la semana. Experimentaban con máquinas digitales y, posteriormente, ellos mismos trataban las imágenes en ordenadores portátiles; luego, se les proporcionaba una cámara desechable que nos tenían que devolver a la semana siguiente con fotografías de diferentes espacios del barrio previamente pactados como, por ejemplo, el propio parque del Besòs, la calle Venus, la zona donde se están construyendo las nuevas viviendas, etc.
Nuestra sorpresa ha sido la relación de responsabilidad que se ha establecido entre los jóvenes y la herramienta. A partir de este hecho, se mantendrá esta relación con cámaras digitales para continuar la labor que han estado haciendo hasta ahora. De todos modos, hemos llevado la actividad un poco más allá, convirtiendo a los jóvenes en pequeños reporteros gráficos de los acontecimientos que tienen lugar en el barrio.
Las primeras consecuencias positivas de este taller, aparte de aprender técnicas de fotografía y edición de imágenes, ha sido la publicación de un libro, Una mirada a la Mina, elaborado y editado por ellos mismos, una propuesta de exposición itinerante en la Facultad de Biología de la UB, la participación en el programa europeo Signs of the City y, próximamente, un intercambio fotográfico a través de Internet con otras ciudades.
Pero lo más interesante es el deseo de continuidad de los participantes y su implicación en nuevas propuestas dentro de la misma actividad. La creación del libro les ha animado a editar más. Estos libros son fruto de cubrir varios acontecimientos, como la fiesta organizada por el Día Internacional de los Derechos de los Niños o la Castañada, entre otros. La intención de los jóvenes reporteros es donar un ejemplar de cada uno de los libros el día de la inauguración de la biblioteca.
A modo de anécdota está la petición de unos uniformes que los identifiquen como jóvenes fotógrafos. Este detalle demuestra su necesidad de formar parte de un grupo.
Se han abierto dos frentes interesantes. Por un lado, diversos colectivos del barrio han mostrado su interés para que este grupo fotografíe su actividad; de esta manera, la demanda ya no sale sólo de ellos, sino que empieza a tener relevancia en el ámbito del barrio. Un grupo de mujeres que realizan, entre otras cosas, talleres de manualidades han pedido ser fotografiadas por estos jóvenes. Así, la actividad fomenta las relaciones intergeneracionales y, por tanto, el trabajo comunitario. Por otro lado, está el deseo de expansión de todo este material fuera de los límites de la Mina.
Volviendo a las reflexiones iniciales, creo que el uso de las nuevas tecnologías nos debería servir para acceder a la información, pero a la vez para despertar nuestro espíritu crítico. El aprendizaje no se limita a la adquisición de conocimientos, es necesario añadir la capacidad de saberlos utilizar. Esto implica otros valores como la creatividad, el compromiso, el razonamiento, etc. Este es el equilibrio y el gran reto que intentamos encontrar en nuestro proyecto.