Daniel Navalón Sesa, Educador Social. Cristina Gil Almenar. Psicóloga y Luisa Martín Del Campo. Trabajadora Social. Centro de Reeducación Mariano Ribera. Fundación Diagrama
Durante nuestra gestión de Centros de Ejecución de Medidas Judiciales, Fundación Diagrama aprecia un aumento en delitos por hechos relacionados con el maltrato familiar, lo que correlaciona con datos objetivos de diferentes instituciones públicas, habiendo incrementado el número de progenitores que interponen denuncias contra sus descendientes. Esto lleva a considerar la necesidad de investigar y desarrollar una intervención terapéutica específica para este tipo de menores y sus familias. La intervención que desarrollamos con este colectivo se lleva a cabo desde un abordaje multidisciplinar e integrado, siendo el papel del educador del centro, vital para intervenir junto a la psicóloga y la trabajadora social sobre los factores de riesgo.
No solo serán integrados en un programa específico de intervención los menores que se encuentren cumpliendo una medida judicial de internamiento derivada de maltrato familiar, sino también todos aquellos que hayan sido ingresados por otros delitos y que tras el pertinente estudio sociopsicológico, se detecte que presentan hacia sus figuras de referencia conductas propias de maltrato.
En nuestro quehacer diario gestionando Centros de Ejecución de Medidas Judiciales (1) apreciamos un aumento significativo de los adolescentes que son internados por hechos relacionados con la violencia filioparental, coincidiendo con los datos de la Fiscalía General del Estado.
Por ello, desde hace algunos años, de un modo pionero, se comienza a intervenir muy específicamente con estos menores. En el momento en que nos enfrentamos a crear un programa de intervención, para nosotros era muy importante aproximarnos teóricamente al fenómeno de un modo realista, y por ello decidimos partir desde una visión integradora y multidisciplinar, para progresivamente ir acercándonos a un abordaje exhaustivo e individualizado que nos facilitara el proceso terapéutico de los menores que presentan violencia intrafamiliar.
Dicha apuesta supone un reto para todos los profesionales que trabajamos en el Centro y especialmente para el educador social que es la figura que mantiene un contacto directo y continuado con los menores. Al analizar las características o perfil de estos menores y sus familias, surgen nuevas necesidades y tareas a llevar a cabo, lo que conlleva un trabajo totalmente coordinado y conjunto de todos los equipos educativos.
Diversos autores cuando se refieren a la Justicia Penal Juvenil lo hacen señalando que se trata de un modelo de justicia, especializado y constituido por el conjunto de normas, instituciones y programas diseñados para dar respuesta a la situación de las personas menores de edad, imputadas o encontradas responsables de haber cometido un delito.
Una nueva idea de la justicia se abre paso ante el fracaso de la justicia retributiva tradicional. Un concepto renovador que atiende a las causas y efectos del fenómeno del delito, tanto a la víctima como al culpable, en el contexto de una solución comunitaria basada en la asunción de responsabilidades personales. Se trata de la justicia restaurativa o reparadora, el modelo considerado más apropiado para el tratamiento de los adolescentes en conflicto con la ley.
A este tipo de justicia se le denomina de diversas maneras: justicia conciliadora, reparadora o restitutiva, pero existe consenso en preferir llamarla restaurativa o restauradora, principalmente porque busca, al fin y al cabo, restablecer el vínculo social quebrado por el acto trasgresor de la ley. Busca, pues, que el ofensor se haga responsable de las consecuencias de su acto, procurando que en el encuentro con la víctima haya una reconciliación basada en la restitución del daño y el perdón; y busca también que se restituya el vínculo social, procurando la reintegración del infractor en la comunidad, fortaleciendo así el sentimiento de seguridad quebrantado. Por tanto, no se limita sólo a la reparación material, sino que busca, sobre todo, la reparación simbólica. Esto es, la restauración de los lazos comunitarios, víctima-ofensor-comunidad.
La justicia restaurativa es altamente recomendada para la justicia juvenil, por las siguientes razones:
La normativa vigente en España referida a Justicia Juvenil la integra principalmente la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, de Responsabilidad Penal de los Menores , que cuenta para su desarrollo con un Reglamento aprobado por Real Decreto 1774/2004, de 30 de julio.
Dado que las competencias de ejecución de las medidas las tienen las Comunidades Autónomas, éstas desarrollan también funciones normativas en el ámbito de la creación, organización y gestión de los recursos precisos para llevarlas a cabo.
La Organización Mundial de la Salud define la violencia como “toda acción u omisión intencional que, dirigida a una persona, tiende a causarle daño físico, psicológico, sexual o económico” (OMS, 2002). Concretamente, la violencia filioparental (VFP) se enmarca dentro de la llamada violencia intrafamiliar o doméstica, la cual alude a todas las formas de violencia que tienen lugar en las relaciones entre los miembros de una familia.
Es necesario subrayar que para definir una situación familiar como un caso de violencia doméstica, la relación de abuso debe ser crónica, permanente o periódica, (Corsi, 1994) y se entiende por relación de abuso aquella forma de interacción que, enmarcada en un contexto de desequilibrio de poder, incluye conductas de una de las partes que, por acción u omisión, ocasionan daño físico y/o psicológico a otro miembro de la relación.
En cuanto a la violencia como un fenómeno relacional; la antropóloga Françoise Heritier señala tres aspectos fundamentales: el desequilibrio de poder entre los protagonistas, la naturaleza abusiva de la relación y la implicación de un vínculo donde se da el abuso de poder. (Héritier, 1999).
La violencia filioparental propiamente, nos interesa definirla como el conjunto de conductas reiteradas de agresiones físicas (golpes, empujones, arrojar objetos), verbal (insultos repetidos, amenazas) o no verbal (gestos amenazadores, ruptura de objetos apreciados), dirigida a los padres o a los adultos que ocupan su lugar (Pereira, 2006). No se incluiría, pues en esta definición la violencia ocasional sin antecedentes previos y que no se repite. Prestando también atención a una definición anterior y que da cabida a numerosos tipos de conductas, es la de (Cottrell, 2001) que entiende el «maltrato parental» como cualquier acto de los hijos que provoque miedo en los padres y que tenga como objetivo hacer daño a éstos.
Desde Fundación Diagrama entendemos el estudio de la VFP como un fenómeno complejo, partimos de la visión ecológica de Cottrell y Monk (2004), que plantea la influencia de múltiples factores relacionados entre sí, reflejando por tanto, características del macrosistema, exosistema, microsistema y factores ontogénicos; relativos al ambiente socio- cultural, a los sistemas implicados a su alrededor, la dinámica familiar y factores individuales, respectivamente. Entendemos que todas las variables están en interacción de manera dinámica a lo largo del tiempo.
A nivel de macrosistema y exosistema, determinados aspectos sociales están influyendo en que se den cambios en las dinámicas familiares y en el equilibrio del poder de la familia. Citamos algunos de estos cambios a modo de ejemplo:
En cuanto al ámbito familiar, entendemos la VFP como un fenómeno relacional que resulta de la continua interacción entre los participantes, un intercambio comunicacional que no tiene principio ni fin y que se condiciona mutuamente (circularidad). En el curso de la interacción entre los diferentes miembros de la familia, los roles de víctima y agresor pueden intercambiarse (Perrone, 1997), mencionado en Pereira (2009).
Atendiendo al por qué se puede desarrollar la VFP, se pueden distinguir dos tipos, como señala Pereira (2009).
1) La VFP tradicional es la que se da en:
2) La “nueva” VFP está asociada a la búsqueda del “control” y del “poder” en la familia.
Dentro del contexto familiar también se han descrito una serie de dinámicas relacionales que favorecen la aparición y mantenimiento de VFP:
En interrelación con los factores sociales y familiares, se han señalado una serie de características individuales de la personalidad que aparecen con mayor frecuencia en los casos de VFP, en el perfil del agresor:
Según diversos autores, la VFP en cuanto al origen, se relaciona con diferentes características o estilos parentales y tipos de familia, en su mayoría disfuncionales:
En cuanto al tipo de familias, se ha hablado de familias “desligadas”. Las familias con VFP aparecen «desligadas», en el sentido de que apenas existe un sentimiento de pertenencia que aúna la familia, se da una excesiva individualidad y una acrecentada dificultad para compartir la vida afectiva (Ibabe y cols., 2007).
Por otro lado contrario a esto, estarían los padres que mantienen una relación excesivamente fusional (Pereira, 2009). Suele darse en familias monoparentales o familias nucleares en las que el padre permanece ausente, distante, frío o periférico. “Todos los adolescentes que agreden a sus padres han carecido de una oportunidad para experimentar el efecto de la separación” (Cirulnik, 2005). La violencia puede entenderse como un intento de distanciamiento.
Mantenimiento del secreto de la VFP: después de iniciarse la dinámica de VFP el mantenerla en secreto ayuda a que se perpetúe en el tiempo. El secreto favorece el aislamiento social, que a su vez puede llegar a ser exigido por el hijo, creándose un círculo vicioso que potencia el agravamiento del problema (Pereira, 2009). Por otra parte, el hecho de denunciar suele suponer un estigma para el agresor o la víctima (al ponerse en cuestión su tarea educativa y admitir su propio fracaso).
Consolidación de la relación simétrica entre padre e hijo: en las situaciones de VFP, cuando el menor agrede al progenitor, entre ellos se da una relación simétrica con pautas igualitarias, donde cada uno reivindica su pertenencia a un mismo status de fuerza y de poder ambas personas se sienten con el mismo derecho de usar todos sus recursos legítimos e ilegítimos ante un conflicto, llegando a la violencia. Tal y como menciona Galatsoupoulou (2006), basándose en Reynaldo Perrone y Martine Nannini (1997).
Desde Fundación Diagrama, entendemos que aproximarnos al desarrollo del programa de VFP, siendo ésta un tipo de violencia intrafamiliar, debe ser inevitablemente desde una visión ecológica, circular y dinámica, lo que justifica el especial hincapié que hacemos en la intervención terapéutica con los padres y con el núcleo familiar en su conjunto.
Y todavía más importante consideramos a la familia como un poderoso agente de cambio ya que como un sistema, lo entendemos en su totalidad, no se puede comprender éste examinando sus partes individuales en aislamiento. Ya que la familia se ve afectada inevitablemente por cada unidad del sistema, de manera que lo que le ocurre a un miembro, repercute en los demás y viceversa.
Llevar a cabo una intervención estratégica que haga desaparecer los diferentes comportamientos de maltrato familiar o disminuir las conductas desafiantes y/o agresivas que algunos menores manifiestan hacia sus padres.
El programa incluye 5 modalidades de intervención:
La efectividad del programa radica en la simultaneidad de la intervención terapéutica con los menores y sus padres, por tanto una vez se inicia éste, todas las modalidades de intervención deben desarrollarse de modo coetáneo: las individuales con el menor, las sesiones con la pareja de padres, la escuela de padres, el grupo de menores y las sesiones conjuntas padres-hijo.
Principalmente los técnicos implicados son: psicólogo, trabajador social y equipo educativo (es necesario que todos los educadores participen activamente).
El psicólogo del Centro actúa coordinando la ejecución del programa y junto al trabajador social dirige el desarrollo de la Escuela de Padres. Además ambos dos se ocupan y distribuyen los diferentes temas trabajados en las sesiones con los padres y en las del núcleo familiar. Por otra parte, el educador junto al psicólogo lleva a cabo la Escuela de Hijos y también aborda diferentes aspectos en las sesiones individuales.
Por tanto, los educadores tienen un papel crucial en el presente programa puesto que transmiten y enseñan conocimientos teóricos, técnicas y actitudes a los padres y a los hijos. El educador es la principal figura de referencia para los menores, es la persona que está con ellos día tras día y a través del modelaje, la enseñanza, la transmisión de valores y otras muchas técnicas educativas les acompañan en su aprendizaje durante toda su estancia en el centro. Para desarrollar esta tarea tan complicada deben ser firmes, coherentes y constantes, siendo capaces de proporcionarles un feed-back continuo de información. Debiendo mostrar en todo instante la sensibilidad y madurez suficiente, para identificar y satisfacer apropiadamente las necesidades de los menores.
Es fundamental que la intención del educador con esta problemática sea:
Destacar que una característica diferencial que presentan los núcleos familiares con esta problemática es un extremo deterioro de las relaciones y de la comunicación que es muy negativa o incluso inexistente. En este sentido, no podemos perder de vista, los sentimientos con los que los miembros de la familia pueden llegar a nuestro contexto. Por una parte, el menor en un primer momento puede no asumir responsabilidad y mostrarse receloso, acusador, manifestando sentimientos de rabia y traición, por otra parte, los padres sienten miedo y culpa, lo que les lleva a continuas dudas y ambivalencia a la hora de decidir cómo actuar. Por tanto, como técnicos actuaremos como mediadores y nexos de unión, siendo conscientes de que nuestro objetivo es lograr unas bases adecuadas para restablecer una dinámica relacional positiva.
Respecto a la metodología y las herramientas terapéuticas utilizadas, destacar que durante el desarrollo de la totalidad del programa (refiriéndonos a las cinco modalidades de intervención) hay un enfoque fundamental que sustenta nuestras actuaciones, se trata del cognitivo–conductual, adaptada a las características intrínsecas del CEMJ. Sin embargo, como ya hemos comentado los profesionales de Fundación Diagrama que trabajamos con este fenómeno, hemos valorado la importancia de ampliar nuestro enfoque disciplinal, en pro de una mayor eficiencia. Por ello, en la aplicación del programa y para trabajar algunos aspectos de modo especifico, se incluyen técnicas de intervención de otras perspectivas psicológicas (sistémica, psicodrama, Gestalt, etc.), persiguiendo dinamismo y flexibilidad, aunque siempre con un eje vertebrador y estructurado que dote de coherencia al trabajo del técnico.
Al ser tan amplia y global la temática que se va a abordar, tan solo podemos ejemplificar algunos de los objetivos que se perseguirán en dichas sesiones, en función del perfil más frecuente de los menores con VFP: impulsivos, egocéntricos, irresponsables, con dificultades para aceptar gratificaciones demoradas, inadecuadas habilidades para expresar sentimientos, preferencia de valores personales, rigidez cognitiva, Locus de Control Externo, dificultad para sentir remordimientos y culpa, escasa empatía, etc.
Por tanto, será el educador en última instancia quien operativizará los objetivos que considere oportunos:
Tal y como es lógico, para cada caso variará el contenido de la intervención, sin embargo, con una alta probabilidad éstos tendrán relación con las características familiares que hemos encontrado como más frecuentes en la VFP,: inconsistencia e incoherencia del sistema normopunitivo, alto nivel de frustración, contingencias desajustadas por evitar conflictos, utilización excesiva e inadecuada de refuerzos materiales, confusiones de roles, límites inadecuados de los subsistemas familiares, problemas de conyugalidad, deficiencias en la comunicación, patrones de comportamiento inadecuados en las familias de origen, mitos y creencias irracionales, exagerada necesidad de control, etc.
Presentamos a continuación algunos de los objetivos que el técnico podría operativizar, siempre relacionándolo con lo trabajado en el resto de modalidades de intervención, lo que favorecerá el repaso y consolidación de lo aprendido:
Los educadores vamos a actuar en cierto modo como nexos de unión (MEDIADORES), realizando una primera valoración de la dinámica familiar y orientando en el restablecimiento de los contactos (en nuestro caso llamadas, visitas, permisos), ya que generalmente las relaciones padre-hijos se encuentran muy deterioradas, dándose entre ellos un escaso o nulo contacto y en los casos en que sí interactúan, lo hacen a través de un estilo comunicacional muy negativo.
Es importante tener en cuenta que el menor al ingreso, a priori no suele reconocer su problema, se siente traicionado, receloso, presentando importantes alteraciones emocionales y los padres están asustados y se suelen sentir culpables, por ello, mediamos los contactos, ya que si no lo hacemos, suelen estar plagados de amenazas, chantajes (lógico en una dinámica tan viciada). Por ello, nosotros actuamos de unión entre ambos.
La evolución del caso va a depender, no solo de la adaptación del menor al nuevo entorno (normativa, relación con compañeros, educadores…) sino de la actitud que manifiesta sobre su conducta en casa y que es capaz de transmitir a sus padres. Durante los primeros momentos, esperamos que el menor sea capaz de reflexionar sobre distintos aspectos (expresión de culpa, aceptación de responsabilidad, deseo de contacto con la familia, etc.). Respecto a los padres, trabajamos sus resistencias y estudiamos porque se dan éstas (el síntoma es útil a la familia, preferencia por el funcionamiento conocido, bajas expectativas de cambio, evitar juicios del técnico, etc.).
Es fundamental en la intervención con el núcleo familiar (modalidad de sesiones conjuntas) hacer hincapié en la preparación de las salidas programadas con la familia, favoreciendo un proceso de negociación para que finalmente se establezca de modo conjunto un contrato conductual en el que queda reflejado el desarrollo del fin de semana y orientaciones a seguir en pro de la intervención terapéutica. Es cierto, que se establece un contrato conductual con todos los menores de un CEMJ que tengan permisos al domicilio familiar, pero en el caso de los integrados en el programa, dicho contrato es mucho más detallado y operativo, ya que se han ido estipulando a lo largo de diversas sesiones las conductas concretas a realizar por todos los miembros en el domicilio (incluido intercambios relacionales, tiempo compartido, actividades que fomenten el vinculo) y las consecuencias de incumplirlo. Tras el permiso son muy importantes los contactos telefónicos con los padres y con el menor, trabajándose detalles que nos parezcan significativos en la próxima sesión.
Tener en cuenta el peligro de las alianzas, es muy importante que tanto los padres como el menor, perciban nuestra neutralidad, una manera muy útil, es aprovechar las sesiones conjuntas para fomentar en la medida de lo posible una comunicación circular, que sean ellos mismos quienes se digan las cosas, de ese modo evitamos que siempre nos utilicen como un comodín.
También es muy importante trabajar las recaídas, esto suele crear cierta reticencia en algunos técnicos porque en ocasiones parece que es anticipar un hecho negativo y temido, pero desde nuestra experiencia hemos comprobado que es más efectivo ser proactivo, normalizar dicho acontecimiento, proporcionar herramientas que den seguridad en cómo actuar y favorecer que sí aparece la recaída se lleve a cabo una valoración realista y no derrotista de lo sucedido, ya que esta última supondría un retroceso considerable en la intervención.
Existe en el ámbito profesional numerosas voces disidentes en la manera de afrontar la violencia filioparental (VFP), algunos se preguntan si realmente es positivo que esta problemática entre en la vía judicial por lo que puede suponer:
Sin embargo, desde nuestra experiencia día a día en el CEMJ, hemos podido comprobar durante años, que a pesar de que estos menores presenten en su perfil ciertas peculiaridades que les diferencian del resto de internos, abordando la violencia filioparental de un modo multidisciplinar e integrado, se logra una alta efectividad y un pronóstico favorable en la erradicación de los diferentes comportamientos de maltrato que dirigían a sus ascendentes. Lo que nos lleva a poner el foco de atención en los aspectos positivos de éste ámbito judicial, como son:
Barudy, J. (1998). El dolor invisible de la infancia. Una lectura ecosistémica del maltrato infantil. Barcelona: Paidós de Terapia Familiar.
Calvete, E.; Orue, I.; y Sampedro, R.(2009). Violencia filio-parental en la adolescencia: Rasgos contextuales y personales. Universidad de Deusto. Manuscrito enviado a publicación.
Cyrulnik, B. (2005). El amor que nos une. Barcelona: Gedisa.
Galatsopoulou, E. (2006). El maltrato de menores a sus ascendientes: entre la denuncia y la intervención. Jornadas europeas sobre violencia juvenil. Organizadas por la Diputación de Alicante, pp. 1-9.
Ibabe, I.; Jauregizar, J.; Díaz, O. (2007). Violencia filio-parental: conductas violentas de jóvenes hacia sus padres. Vitoria-Gasteiz: Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco.
Linares, J. L. (2006). Las formas del abuso. Barcelona: Paidós.
Pereira, R, Pérez, T. (2006). “Violencia filio-parental, un fenómeno emergente”. En Revista Mosaico, núm. 36, pp. 7-8.
Pereira, R. y Bertino, L. (2009) “Una comprensión ecológica de la violencia filio-parental”. En Revista Redes, núm. 21, pp. 69 a 90.
Pérez, T. y Pereira, R. (2006). “Violencia filio-parental: revisión de la bibliografía”. En Revista Mosaico, núm. 36, pp.10-17.
Perrone R. y Nannini M. (1997). Violencia y abusos sexuales en la familia. Un abordaje sistémico y comunicacional. Barcelona: Paidós de Terapia Familiar.
Romero, F.; Melero, A.; Cánovas, C. y Antolín, M. (2005). La violencia de los jóvenes en la familia: Una aproximación a los menores denunciados por sus padres. Documentos de Trabajo. Barcelona: Centro de Estudios Jurídicos del Departamento de Justicia de la Generalitat de Cataluña.
Urra Portillo, J. (1994). “Violencia de los hijos hacia sus padres”. En Papeles del psicólogo, núm. 59. Disponible en web Enlace
1.- En adelante CEMJ.