Marta Balló. Licenciada en Filosofía. Directora del Centre Cívic de Porqueres.
A menudo no sabemos hacia adónde vamos y son las circunstancias las que nos ayudan. En mi caso, tras una formación académica sin un futuro demasiado concreto me encontré con la oportunidad de dirigir un centro cívico. Evidentemente se trataba de una emergencia. Ni el ayuntamiento ni yo lo teníamos muy claro, la verdad sea dicha. Mi formación específica se reducía apenas a unas clases esporádicas sobre “gestión cultural”, concepto que me parecía de lo más atractivo sin saber muy bien de qué se trataba. Ahora mismo, después de una serie de postgrados, seminarios, y de una cierta práctica, todavía no me atrevo a definirlo bien. Pero no se puede pretender dominarlo todo rápidamente y, menos aún, confiar sólo en la parte teórica. Se pueden llegar a hacer grandes discursos y conferencias de cómo gestionar un centro cultural disponiendo de recursos económicos y humanos, pero difícilmente explicarán lo que puede suceder cuando no dispones ni de lo uno ni de lo otro. En demasiadas ocasiones los únicos recursos disponibles son el sentido común y la buena predisposición.
En estas condiciones sólo pude hacer una cosa: copiar. O, dicho más finamente, aprender de los demás. Dediqué los dos primeros años de gestión a visitar centros culturales, cívicos, sociales, juveniles y todo lugar que se le pareciera. A través de conversaciones y visitas fui adaptando o descartando, según me pareciera más o menos conveniente, a la realidad del Centre Cívic de Porqueres. Agradezco desde aquí a todos cuantos me atendieron y ayudaron.
El edificio era viejo, había sido un antiguo concesionario de coches y anteriormente una sala de fiestas. Dispone de unos 1.000 m2 divididos en dos plantas. En el sótano se instalaron los talleres y las aulas; en la planta baja, el bar y la sala polivalente. Es curioso comprobar cómo, a medida que va transcurriendo el tiempo y se van reformando y mejorando los espacios (ahora mismo estamos inmersos en una nueva fase de reformas que nos dotará de una sala de informática, un espacio juvenil, despachos y el bar en mejores condiciones) nos volvemos más exigentes en cuanto a la comodidad. Los mismos usuarios que antes se sentían muy cómodos en una especie de aula separada del pasillo por una cortina y sin calefacción, ahora, con paredes, puerta y calefacción, encuentran dificultades en otros aspectos menos relevantes.
Ciertamente, todos evolucionamos y nos volvemos más exigentes. En aquel momento asumí la dirección del centro cívico con una dotación de personal de una mujer de la limpieza y unos estudiantes a cargo del bar; con un sueldo nada espléndido pero, eso sí, con el apoyo y la energía de simpatizantes del proyecto. Es de esperar que el sector de la gestión cultural se vaya reconociendo y regularizando, con las ventajas y los inconvenientes que esto comporte. Como en todo, la burocratización conlleva cierta pérdida de autenticidad, de trabajar por amor al arte, de dejar que la intuición marque el siguiente paso aunque, asimismo, es bueno que se reconozca institucionalmente el trabajo hecho, el tiempo invertido y la dedicación.
El Centre Cívic de Porqueres empezó con cuatro o cinco talleres y algunas actividades. Inicialmente dediqué muchísimo tiempo a escuchar a la gente, a provocar sinergias con los sectores más alejados del centro y a investigar qué necesidades tenían, qué querían hacer, reflexionando primero para después proponer y valorar. Con una buena oferta de cursos y actividades invadí los espacios para que el mayor número de gente variada se acercara al centro, lo conociera, se relacionase en él e hiciera sugerencias. En fin, que lo asumieran como propio.
La organización interna ha cambiado las veces que ha sido necesario, esquivando burocracias y, aún hoy, se sigue rediseñando continuamente. Pero cada uno debe reconocer la posición desde donde se encuentre más cómodo y eficaz y, a falta de recursos administrativos, mi dedicación se dirigió a dotar de ambiente un centro cívico cuyo nombre implica de por sí “administración”; procurando potenciar todo tipo de actos, ni demasiado elitistas ni demasiado populares, con el máximo de calidad posible, y cuya intención no sólo sería que la gente asistiera a cerámica, gimnasia o a tomarse una cañas, para esto ya hay equipamientos específicos, sino a relacionarse, proponer y crear.
Las actividades deben sucederse con rapidez y variedad, pero la estrategia es lenta. Hay que tener los recursos a punto y, sobre todo, no forzar demasiado las situaciones. Se requieren muchas horas, que no son evidentes, de escuchar y observar. El contacto con la gente es vital. Por tanto, el dinamizador tiene que invertir mucho tiempo más allá de la actividad en sí, al que debe añadir el de convencer a políticos y técnicos sobre el valor de la actividad. Este puente, entre vecinos y administración, en el Centre Cívic de Porqueres se ha intentado solucionar a partir de la creación de una asociación formada por entidades y voluntarios que forma parte de la junta directiva del centro participando en su gestión. De momento estamos en fase de pruebas.
Porqueres es un municipio con mucha extensión de terreno y con núcleos urbanos disgregados. La política del Ayuntamiento durante estos últimos años ha sido fomentar una identidad de pueblo en un municipio donde no había gran sentido de pertenencia, donde no ha existido nunca un casino ni un ateneo, ni siquiera una plaza mayor que potenciara el hábito de encontrarse, de unir.
Este objetivo ha intentado asumirlo en parte el centro cívico. Procuramos que sea un lugar de unión de referencia, al igual que lo haría un casino de pueblo. Un espacio con un bar como punto neurálgico, centro social por excelencia desde tiempos inmemoriales, con actividades generadas a su alrededor. Estamos en la era de la comunicación, pero es difícil que la gente se comunique y, todavía más difícil, que participe. Ha habido actividades que no han funcionado bien, otras nos han sorprendido positivamente; algunas se han mantenido deficitarias durante mucho tiempo y al cabo de los años han dado sus frutos. En este oficio la paciencia es una buena virtud.
De todas maneras, quien crea que un centro de estas características no es vinculante, se equivoca. Como curiosidad, en los años que trabajo aquí, a través de actividades realizadas, han surgido como mínimo y que yo tenga conocimiento, dos sumillers, dos profesionales de las artes escénicas, muchas cuadrillas, convertidas algunas en asociaciones, y… varias parejas sentimentales (también alguna separación).
El centro cívico que pretendemos tener es un espacio en el que todas las áreas municipales tengan su lugar, aunque el suyo específico se encuentre en otro contexto, así como la representación de la oferta privada a la cual debemos complementarnos. Un centro cívico en el que convivan actividades medioambientales con gimnasia para personas mayores, la promoción económica con la formación conjunta para empresas y asociaciones, no tan distantes en organización, como refleja el Projecte Eines promovido conjuntamente con el Centre Cívic de Banyoles, los deportes, bienestar social…
Esto es, un centro cívico como dinamizador del pueblo, con toda la información sobre recursos socioculturales y deportivos del municipio, en un espacio cercano, próximo a todos.