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Los educadores y las educadoras sociales en el campo de las discapacidades. Funciones y tareas

Autoría:

Crescencia Pastor Vicente. Profesora del Departamento de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación (MIDE). Facultad de Pedagogía de la Universidad de Barcelona.

Introducción

Educadora

La figura profesional del educador y de la educadora social es especialmente importante en el campo de las discapacidades. Este ámbito es uno de los contemplados en el Real Decreto 1420/1991 en el que se establece el título de Diplomado en Educación Social (BOE del 10 de octubre de 1991), aunque frecuentemente, en los centros en los que se atiende a personas con discapacidades, la intervención educativa se lleve a cabo por personas que no tienen esta titulación. Determinar las funciones a desempeñar por un profesional de la educación social en este campo es una tarea compleja,  debido, sobre todo, a la diversidad de concepciones de la discapacidad; a la diversidad de demandas y necesidades de las personas con discapacidad así como a la diversidad de entornos y modelos organizativos distintos.

El educador y la educadora social, ante la diversidad y complejidad del campo de las discapacidades

Incidir en el papel del educador y de la educadora en el campo de las discapacidades nos obliga a relacionar éste con el ámbito de la educación especializada, contemplado en la Diplomatura de Educación Social. En el ámbito de la educación especializada, el educador y la educadora social basan su acción en la relación educativa que se da en diversas situaciones de la vida diaria (ocio, trabajo, etc.), pudiendo trabajar en contextos como: el barrio, la familia, instituciones específicas, que corresponden básicamente a la administración de Justicia y a la de Servicios Sociales… Como profesional de la educación, su trabajo está centrado en sujetos que por factores sociales, se ven limitados en su desarrollo personal y presentan dificultades de adaptación con el entorno, requiriendo por ello un soporte para integrarse en la red social.

DificultadEstas dificultades pueden ser debidas a desamparo social, toxicomanías, dificultades del sujeto para funcionar de manera normalizada por discapacidad, conductas tipificadas… La acción educativa en este ámbito está centrada en sujetos de todas las edades. Mediante la atención directa, el educador y la educadora social ayudan al sujeto en la obtención de recursos sociales, culturales, etc., exigidos socialmente, que le faciliten su inserción activa en la sociedad dentro del marco de desarrollo comunitario. Comunitariamente, su acción se centra en la sensibilización, transformación y formación de la comunidad desde una óptica crítica.

Abordar la definición de las funciones del educador y de la educadora social en el ámbito de las discapacidades es una tarea compleja, debido, entre otros factores, a las siguientes situaciones:

  1. La diversidad de concepciones de la discapacidad (médica, social, etc.). Las concepciones que se tienen de la discapacidad condicionan la relación educativa que se establece con la propia persona con discapacidad, así como los objetivos y modelos organizativos de las diferentes intervenciones en este campo. En la actualidad nos encontramos con diversas concepciones: desde una más obsoleta (médica) centrada principalmente en la incapacidad de la persona, donde los “otros” deciden por la persona con discapacidad;  hasta un modelo más crítico (social), en el que se propugna que la discapacidad es una construcción social y que la inadaptación de la sociedad es la que impide que la persona con discapacidad pueda desarrollarse y adaptarse al mundo social. Desde esta perspectiva se defiende la participación de la persona con discapacidad en todos aquellos aspectos que le conciernen. 
  2. La diversidad de demandas y necesidades de las personas con discapacidad debida a la variedad de tipologías de discapacidades (motrices, sensoriales –visuales, auditivas, multisensoriales-, psíquicas, orgánicas, psicótico-comportamentales…), que pueden darse de forma simultánea en algunos sujetos. 
  3. La diversidad de entornos (centros, servicios, proyectos…) que se configuran para atender a personas con discapacidades: laborales (centro especial de trabajo, empleo con soporte, servicios de integración laboral…), centros de atención diurna (centro ocupacional, SOI, centro de día…), vivienda (residencias, hogares-residencia, pisos de vida independiente…), formación (formación ocupacional adaptada…), ocio y tiempo libre; familia, comunidad. En cada uno de estos entornos existen diferencias considerables en los aspectos organizativos, que condicionan el ejercicio de roles o funciones distintos por parte de sus profesionales. Estas diferencias se deben principalmente, a la prácticamente inexistente regulación legal de este tipo de servicios. Además, se deben considerar otros entornos, en los que en un principio las acciones no se dirigen a la población de personas con discapacidad, tanto en el ámbito de la educación especializada  (medio abierto; animación sociocultural, educación de adultos…), en el que el educador y la educadora social pueden desarrollar su trabajo con personas con discapacidades, o bien pueden trabajar con la población en general para la modificación de actitudes hacia la discapacidad.

A partir del análisis e interpretación de los textos legales y de diversas experiencias institucionales y de investigaciones revisadas, podemos realizar una aproximación a las funciones comunes que pueden realizar el educador y la educadora social en el ámbito de intervención con personas con discapacidades. Podemos desglosar estas funciones en tres niveles: funciones referidas a la intervención con el sujeto con discapacidad; funciones referidas al sujeto y al entorno; funciones referidas a la reflexión sobre la praxis educativa.

  1. AcompañarCon el sujeto. Básicamente, la función del educador y de la educadora social estaría centrada en el acompañamiento a la persona con discapacidad en su proceso de socialización para facilitarle el acceso a la cultura y la inclusión en la sociedad. Se planteará la intervención con la participación del sujeto, teniendo en cuenta su identidad, sus necesidades y sus demandas, así como las características, necesidades y demandas del entorno en el que está inmerso el sujeto, y de las relaciones mutuas que se establecen entre ellos. La intervención educativa planteada a partir del análisis de individuo-entorno se canaliza a través del proyecto educativo individualizado. El educador y la educadora social deben intervenir junto con el sujeto en las diferentes fases de elaboración, aplicación y evaluación de estos programas (análisis de necesidades, formulación de objetivos y contenidos, selección de actividades, materiales y estrategias metodológicas, evaluación, etc.), trabajando en estrecha colaboración con otros profesionales del equipo interdisciplinar (pedagogos, psicólogos, trabajadores sociales…) y aportando la perspectiva educativa a este equipo.
  2. MiradaCon el entorno del sujeto. Es imprescindible el trabajo con el entorno, en el que aparece la relación con otras instituciones (escuela, mundo laboral, familiar, administración ) y con la comunidad. Junto a la atención directa, se configura la función de información/sensibilización/formación de las distintas instancias sociales para posibilitar la normalización e integración social de las personas con discapacidad. Un aspecto importante es la sensibilización y el acompañamiento a la familia de la persona con discapacidad para facilitar el proceso de socialización del sujeto así como para que acepte “independizarse”, en este proceso de socialización e inclusión. También es imprescindible el trabajo de sensibilización y formación con la empresa ordinaria para facilitar la incorporación de la persona con discapacidad al mundo laboral, bien mediante la formación en la misma empresa, como en el caso del empleo con apoyo, o bien con la formación fuera de la empresa. Resulta de gran importancia el trabajo con la comunidad, ya que si ésta no modifica las actitudes hacia la discapacidad y se adapta a las necesidades de toda la población, difícilmente la persona con discapacidad podrá llegar a una inclusión plena.
  3. ReflexiónReflexión sobre la praxis educativa. Es importante que tanto por su quehacer individual como en equipo, el educador y la educadora social realicen un análisis/reflexión sobre su práctica profesional. Por ello nos parece importante la función investigadora del educador en este campo, mediante la investigación-acción. El análisis de su saber pero, sobre todo, de su saber ser y de su saber hacer, puede ser enriquecedor del crecimiento personal y profesional.

A modo de conclusión

MiradaComo queda contemplado, es importante el papel del educador y de la educadora social en el amplio, diverso y complejo campo de las discapacidades. Afianzar el papel educativo en la intervención con personas con discapacidad ayudaría a eliminar las prácticas asistencialistas, excluyentes y segregadoras que, aunque de manera sutil, cada vez son más frecuentes en este campo.