Gemma Cortijo Ruiz, Departamento de Teoría de la Educación, Universitat de València
TÍTULO | A la intemperie. Conversaciones desde la pedagogía de la alteridad |
AUTORÍA | Ortega Ruiz, P. y Romero Sánchez, E. |
EDITORIAL | Octaedro, Barcelona, 239 páginas |
AÑO | 2019 |
De la necesidad de responder al grito de la vulnerabilidad de las personas y de la preocupación por impulsar otro discurso educativo distinto al actual nace esta propuesta de carácter humanista. Se propone un nuevo paradigma educativo en el que se retoman los principios antropológicos (qué ser humano) y éticos (para qué se educa), en los últimos años, desanclados del mundo educativo. Una nueva forma de hacer educación, alejada de visiones racionalistas, abstractas o despreocupadas por la “circunstancia” en la que viven los educandos. A partir de esta primera premisa y del planteamiento filosófico de Emmanuel Levinas surge la pedagogía de la alteridad. Un modo de entender la educación “desde el otro y para el otro” (p.21). Este es el punto de partida de esta obra que trata de responder a la pregunta qué hombre se quiere promover y para qué sociedad invitando al lector a reflexionar sobre la tarea educativa en un momento histórico caracterizado por la incertidumbre y la vorágine de la información.
A la intemperie. Conversaciones desde la pedagogía de la alteridad, es una obra que refleja el pensamiento del profesor Pedro Ortega (jubilado) sobre este modelo de educación en conversación con el profesor Eduardo Romero, ambos miembros del Departamento de THE de la Universidad de Murcia (España). En ella, y a partir de una estructura dialógica dividida en tres partes: otoño, invierno y primavera, se abordan múltiples cuestiones pedagógicas. Pero, sin duda es el enfoque interdisciplinar el que consigue captar la atención del lector y reavivar el interés por la tesis levinasiana. La importancia de un cambio en el sentido de la educación inicia el diálogo otoñal, según palabras de Ortega, ahora enmarcado en un “proceso de tecnificación e industrialización en el que parece que el éxito educativo depende únicamente del conjunto de habilidades, conocimientos y competencias adquiridas por parte del alumnado” (p.35). Así es, como señala el profesor entrevistado, una de las principales causas del progresivo deterioro educativo junto con la desvinculación de la ética y la antropología del ámbito de la educación.
La conversación continua y, en la lectura se detecta una crítica al racionalismo kantiano. “¿Qué es lo que mueve a un individuo a comportarse éticamente?” (p.41). En el libro, se defiende que toda persona actúa en base a la razón, pero también a sus sentimientos. A pesar de que históricamente se ha insistido en la idea de que la educación es una actividad únicamente de carácter racional sobre la que se ha priorizado la formación de personas en conocimientos científicos y técnicos, la ética es la que finalmente, da sentido al comportamiento del ser humano. Sin embargo, la falta de espacio para hacer uso de ella en la educación ha agravado la situación educativa actual. “Las raíces de la cabeza están en el corazón” (p. 105) y por ello, no existe una disyuntiva entre razón y corazón porque estamos constituidos de ambos y, actuamos de acuerdo con ello.
A partir de aquí, se abordan múltiples asuntos de gran calado teórico y práctico. Entre ellos, se trata el fenómeno de la inmigración, analizando por qué se concibe como un problema y subrayando la necesidad de abordar esto desde la dimensión ética y no desde las bases que promueven la Aporofobia. En esta misma línea, se hace una crítica al actual modelo de educación intercultural centrado en conocer la cultura del extranjero, pero no en acogerlo como persona.
Esta obra insiste en la necesidad de no clasificar a la pedagogía de la alteridad como un discurso pedagógico más, sino de entenderla como un modo de pensar y de hacer educación. Con ella, los autores entienden que es la única herramienta de empoderamiento y transformación social capaz de arrojar luz al drama humano de la inmigración y, que cumple, además, con la función de denuncia y de resistencia ante cualquier situación de sufrimiento e injusticia.
A continuación, en las conversaciones de invierno se recogen tres cuestiones clave que afectan a la acción educativa: en primer lugar, se realiza una crítica severa sobre la manifestación de la racionalidad tecnológica en el discurso pedagógico. En los últimos años, todo lo relacionado con la educación se ha visto reducido a criterios científicos hasta el punto de no considerar educativo todo aquello que no pueda ser evaluado en el proceso y en los resultados. Pero ¿Cómo cuantificamos el aprendizaje de los valores por parte del alumnado? ¿Y la influencia de la familia en dicho aprendizaje? Cuestiones que solo pueden ser respondidas si se contempla la perspectiva ética de cada persona y su circunstancia.
Seguidamente, se aborda el grave problema medioambiental y se destaca la importancia de actuar de acuerdo con una convicción ética, reforzando así la conciencia colectiva, buscando la justicia y defendiendo el biocentrismo. “La ética levinasiana apunta al núcleo mismo del problema medioambiental: el rostro necesitado del otro, <del huérfano y de la viuda>, es también el rostro de una naturaleza herida, maltratada que <pregunta por lo suyo>” (p.116). Atender desde una conducta ética la problemática medioambiental es, sin duda, una de las firmes convicciones del profesor Ortega.
Vivimos uno de los momentos más convulsos en la historia de la educación y, por ende, la respuesta sobre qué papel debe desempeñar la Universidad en la actualidad ocupa parte de este segundo capítulo. Formar ciudadanos comprometidos con un saber humanístico y con la capacidad para crear una cultura más humana y humanizadora al mismo tiempo, debe ser igual de prioritario que preparar futuros buenos profesionales. Sin embargo, la realidad es distinta, puesto que actualmente toda la atención la acapara el proceso de expedición de títulos universitarios. Una institución educativa de nivel superior no puede desprenderse de la dimensión ética, según el profesor entrevistado, así como tampoco debe ceñirse a cumplir con el código moral establecido en la sociedad y en la actividad universitaria.
Únicamente si la sociedad ejerce suficiente presión, en ese sentido, se producirá una reforma universitaria que dará paso al esperado cambio educativo. Por consiguiente, la Universidad debe apostar por una enseñanza desde y para el otro a partir de una relación ética distinta a la que actualmente se produce en la mayoría de los diferentes contextos socioeducativos.
Finalmente, en el diálogo primaveral, se recoge un fragmento del Evangelio conocido como la parábola del buen samaritano. A través de ella, se ahonda en las diferencias entre ética y moral. Mientras la moral tiene como referente el cumplimiento de las normas o leyes de una comunidad, la ética, tiene como referente al otro, sujeto histórico, en situación de vulnerabilidad lo que despierta la compasión en el prójimo. La compasión nace de la ética como condición indispensable para que se produzca una práctica educativa impregnada por la pedagogía de la alteridad, denominador común de las tres partes del libro.
La educación se presenta aquí como un proceso inacabado, sometido a constantes cambios y readaptaciones, entre otros motivos, por la necesidad de atender a la circunstancia concreta del educando, una circunstancia que se debe tener en cuenta para lograr una educación significativa. Pero no solo la educación se concibe como una tarea nunca acabada, sino también la vida humana, de ahí el título del libro. Del mismo modo, “El ser humano vive a la intemperie, desprotegido, obligado a crear su hábitat que le permita seguir existiendo como humano; que está de alguna manera, inacabado, no está establecido con firmeza” (p.200). Con esto, se pretende asentar la idea de que el ser humano es un ser vulnerable y precario. Y precisamente por esta condición, la educación nunca podrá facilitarle seguridades, sino brújulas con las que orientarse en el proceloso caminar de su vida humana.
En definitiva, el libro reseñado está creado para hacer pensar al lector. Está escrito con rigor de manera que constituye un testimonio elocuente capaz de embelesar al lector al mismo tiempo que lo embarca en una profunda reflexión sobre el quehacer educativo y sobre la propia existencia del ser humano. La búsqueda de una distinción entre lo moral y lo ético, encierra múltiples tesoros en esta obra como, por ejemplo, comprender que la dimensión ética constituye la única y verdadera respuesta ante el sufrimiento del otro. No obstante, gran parte del éxito de esta obra radica en la facilidad con la que los autores han plasmado sus conocimientos y experiencias a través de un estilo narrativo ameno, práctico y atractivo. Se necesita un cambio de perspectiva educativa, una que tenga como prioridad cultivar la humanidad y recuperar el ethos como eje vertebrador de la educación y este libro representa un gran avance y una valiosa aportación en esta tarea.