María Victoria Villa Buitrón, Lima-Perú
El presente artículo busca desarrollar la importancia de la cultura de la calle y su influencia en la vida de los niños, niñas y adolescentes en situación de calle (NNASC), grupo poblacional que ha sido invisibilizado por diversos sectores. Es la calle el espacio escogido donde ellos y ellas se relacionan, pasan gran cantidad de horas y adquieren una serie de aprendizajes, es decir, adoptan un modo de vida. La cultura de la calle y el proceso de callejización son términos que se irán desarrollando en el texto y nos harán ingresar a este mundo que ha reemplazado a la familia y la escuela como espacios convencionales. La experiencia inicial como educadora de calle que se conjuga con el estudio del tema sustentan la importancia de este espacio en la vida de esta población, así lo relatan sus propias opiniones las cuales también son consideradas en el texto, es imprescindible la opinión de los protagonistas. Si bien existen espacios de intervención importantes, la calle nos demuestra de que hay una tarea pendiente, y que aquellos derechos respaldados nacional e internacionalmente se encuentran completamente vulnerados a través de las vivencias de los niños, niñas y adolescentes en situación de calle.
This paper seeks to develop the importance of street culture and its influence on the lives of street children and adolescents, this population group that has been made invisible by various sectors. The street is the chosen space where they interact, they spend large amounts of hours and acquire a series of learning, that is, they adopt a way of life. Street culture and the process of alleviation are terms that will be developed in the text and will allow us to enter this world that has replaced family and school as conventional spaces. The initial experience as a street educator that is combined with the study of the subject supports the importance of this space in the life of this population, as reported by her own opinions which are also considered in the text, the opinion of the protagonists is essential. Although there are important spaces for intervention, the street shows us that there is a pending task, and that those rights supported nationally and internationally are completely violated through the experiences of street children and adolescents.
Es necesario mencionar que en el Perú no existe la carrera de Educación Social dentro del campo universitario o profesional, considerando que lo más cercano a ella es la carrera de Trabajo Social el cual tiene dentro de su plan de estudios cursos de educación social y animación sociocultural. Sin embargo, la educación social ha sido ejercida en el Perú por diversos profesionales siempre orientado al trabajo con la población más desposeída o quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad, en este grupo se encuentran, las mujeres, adultos mayores, las niñas, niños y adolescentes
La formación difiere de la desarrollada en países como Francia y España donde la Educación social es una carrera en sí misma y requiere toda una formación académica de varios años. Sin embargo, desde la práctica nos acercan muchas coincidencias y es que la atención está orientada justamente a aquella población en situación de riesgo, además de ello es de especial interés el trabajo con las instituciones canalizadoras que hacen de redes de protección social para la atención de las necesidades detectadas (Salamanca, 2018). Esta mirada nos permite conocer la importancia de una formación especializada en el tema sobre todo en un país donde las problemáticas sociales van tomando nuevas formas y requiere una intervención que reeduque, que enseñe, pero sobre todo que sensibilice
En el Perú las primeras experiencias de educación social se han ido desarrollando desde diversas áreas del Estado, así como de los organismos no gubernamentales quienes desde su propia metodología se han convertido en un gran aporte frente a la problemática de la niñez en situación de calle. Una de estas experiencias es la desarrollada en el año 1989 por el Programa Niños de la Calle el cual a través de una metodología no tradicional y siempre en un marco de libertad buscaba la rehabilitación integral de los niños, así como su reinserción social. Este programa tenía varias sub etapas una de ellas era el trabajo en la calle donde se iniciaban los primeros contactos a través de actividades recreativas y de sensibilización, para una inserción voluntaria a una de las casas abiertas con las que contaba (Ordoñez, 1994).
Desde el campo académico y por la diversidad de experiencias que empiezan a surgir se muestra mayor interés por conocer la dinámica desarrollada en el contexto de la calle, conocido por algunos como el espacio donde el profesional realiza una forma no convencional de atención, es así que se crean cursos, congresos, y mesas de trabajo (Pontificia Universidad Católica del Perú, 1996). Sin embargo, para otros estudiosos del tema este trabajo de sensibilización y orientación con los más desposeídos si bien tenía toda una estructura de intervención, no contaba con una metodología clara considerándose hasta ese entonces como un proceso que se iba construyendo desde la práctica.
Otra de las experiencias de educación social con niñas, niños y adolescentes en situación de calle, se desarrolla en el Servicio de Educadores de Calle del INABIF (Programa Familiar para el Bienestar Familiar) en el año 1991. Posteriormente el Servicio Educadores de Calle contaría con un mayor financiamiento que le permitiría constituirse como el denominado Programa Nacional Yachay, sin embargo, después de algunos años este sería absorbido y nuevamente se convertiría en un Servicio el cual desde el año 2017 sigue siendo parte del INABIF, institución parte del Ministerio de la Mujer y Poblaciones vulnerables, órgano rector en materia de infancia.
Es así, que comparto un estudio realizado desde mi experiencia laboral con niños, niñas y adolescentes en situación de calle (NNASC) el cual inicia en el año 2013 en el Servicio Educadores de Calle para cumplir la función de Educadora de Calle, pero, ¿Qué es ser un educador/a de calle? El educador /a de calle es el profesional de las ciencias sociales que tiene como ámbito de intervención la calle, lugar en donde se encuentra la población objetivo en este caso las niñas niños ya adolescentes en situación de calle, en ella se realizan los recorridos y el análisis de la situación que acontece. A partir de esta acción se busca promover el desarrollo de capacidades y habilidades que permitan al sujeto o grupo social la restitución de aquellos derechos que se han visto vulnerados.
Cabe mencionar que esta intervención se desarrolla dentro de una sociedad donde las niñas y niños que nacen en situación de pobreza tienen restringidos el ejercicio de sus derechos, socializan con el mundo de la calle, carecen de servicios básicos, se incorporan al trabajo y no cuentan el pleno disfrute del juego como derecho. (Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, 2012:25).
Para el trabajo de campo y la ubicación de los posibles usuarios el educador de calle tiene como estrategia metodológica: la educación no formal, es a partir de ella que empieza a desarrollar una serie de acciones que parten de las características y la necesidad de la población abordada en este caso las niñas, niños y adolescentes en situación de calle.
Dentro de las acciones que realiza el educador de calle tenemos: recorridos de zona que prioritariamente se realizaban en horario nocturno en los puntos más peligrosos de Lima, si bien era una práctica insegura era también necesaria. Esta actividad permitía que el profesional realice un estudio de la zona, para ubicar los puntos de mayor concentración de la población en situación de calle, podría ser un parque, alrededores de una playa o exteriores de un centro comercial, espacios donde ellas y ellos formaban sus propios guetos, es aquí donde se detectarían a los posibles usuarios.
Para llegar a ellos debíamos contar con una serie de insumos capaces de generar la confianza y e iniciar el desarrollo del vínculo, por ello realizábamos desde actividades deportivas, podíamos llevar una pelota y jugar fulbito en una loza deportiva cercana a su punto de concentración, o actividades artísticas donde llevábamos imágenes para colorear, dentro de estas acciones una de las que más convocaba y llamaba la atención de los mismos eran la realización de pulseritas o ligas de colores. Así también podíamos llevar algunos juegos de mesa capaces de entretenerlos por un momento mientras conocíamos un poco más de ellos (Ver figura núm. 1).
Posteriormente se programa una visita domiciliaria a fin de conocer las condiciones en las que se encuentra la familia y establecer también el contacto ella. Lograr el vínculo de cercanía con la niña, niño o adolescente (NNA) y su familia era contar un 50% de avance y constituía el punto de partida para el acompañamiento orientado a la restitución de derechos.
Después de la visita en el campo, la visita domiciliaria y las primeras entrevistas se elabora un diagnóstico de la situación actual del NNA y su familia, ello permite que el educador de calle elabore un plan de intervención individual el cual se ira trabajando conjuntamente con ellos. Dentro de las actividades que podrían estar dentro del plan de trabajo son las consejerías los cual han de desarrollarse en el hogar y también en el mismo espacio de la calle, lugar donde fueron ubicados y donde frecuentan la mayor parte del tiempo.
Según la Guía de Intervención para la Atención de Niñas, Niños y Adolescentes en Situación de calle elaborada desde el INABIF toda la intervención se reduce a tres fases: “… (i)Vínculo y diagnóstico de la familia, (ii) desarrollo e intervención para la restitución y ejercicios de los derechos de los NNA y finalmente (iii), seguimiento y egreso al cumplir los logros del servicio” (2018:23).
Partiendo de esta premisa ingresaremos al mundo de la calle, acompañado de un marco teórico que sustenta la influencia de este contexto en la vida de los niños, niñas y adolescentes (NNA).
Pero hacer mención a la problemática de los niños, niñas y adolescentes en situación de calle se requiere un estudio más profundo de su concepto, orígenes y desarrollo actual en el contexto de la calle, por ello es importante el análisis histórico del mismo.
Para comprender y explicar la presencia de niños, niñas y adolescentes en situación de calle, no podemos ignorar los grandes cambios sociales generados por las migraciones internas del campo a la ciudad, y el proceso de urbanización, que transformaron el Perú. En efecto, después de la Segunda Guerra Mundial, empezó un gigantesco e indetenible proceso de migración campesina hacia las ciudades costeñas, sobre todo desde la sierra, y principalmente hacia Lima. Estas migraciones transformaron el rostro del Perú y de Lima, lo andinizaron, lo cholificaron (Zapata, 2016); y también dieron lugar al centralismo limeño, y a la existencia del Perú oficial, y al Perú no oficial, ambos paralelos y diferenciados.
La llamada “invasión” de los migrantes a las ciudades como Lima, dió lugar a una serie de problemas sociales, ambientales, de vivienda, empleo, y conflictos sociales dentro del espacio urbano, muy agudos y jamás imaginados, especialmente por la falta de espacios para albergar a las grandes masas desposeídas, que llegaron a la capital, en busca de mejores condiciones de vida de la que tenían en sus lugares de origen. De este modo, desde la década de los años 1940-1950, se produce el fenómeno social de las invasiones a los terrenos baldíos de la periferia de la ciudad, los que dan lugar al nacimiento de las llamadas barriadas, barrios marginales, pueblos jóvenes y asentamientos humanos.
Es en este contexto que a finales de los años 50, la sociedad limeña es testigo del surgimiento de un nuevo fenómeno social, es así que se observaron que en los alrededores del mercado mayorista “la parada” y avenida aviación[1] habían grupos de niños y adolescentes en estado de abandono, que dejaron sus hogares y sobrevivían robando frutas, de aquí surge la denominación de “pájaros fruteros”, ellos dormían en las instalaciones del mercado, en las calles, en el exterior de algún bar, restaurant incluso podían ser cobijados por las denominadas mamás postizas, o las meretrices.
A pesar de que esta problemática estaba presente desde ya varios años, y después de que el Perú ratifica la Convención por los Derechos del Niño se toma la decisión de actuar frente a ello y en los años 90 se crea el Programa Colibrí de la Policía Nacional del Perú, el cuál a través de charlas, capacitaciones, y trabajo con la familia buscaba protección, seguridad y apoyo, pero sobre todo que reduzcan o eliminen la situación de riesgo y calle en la que se encontraban.
A pesar de ello los pájaros fruteros aumentaron, migraron a otros puntos de la gran Lima, la problemática tomaba otro matiz y se tornaba más compleja, varios años después esta práctica se traslada al robo o hurto de las pertenencias a los transeúntes, además el consumo de drogas empezó a formar parte de su caracterización.
Uno de los sucesos que en esa época llamo la atención de la sociedad limeña fue la muerte de un niño llamado Petiso, nacido en Ayacucho, quien llegó a Lima junto a su familia para forjarse un futuro mejor sin embargo este niño de apenas 7 años que trabajaba como lustrabotas y socializaba con gente de la zona, muere electrocutado en la plaza San Martín y son sus amigos quienes dan referencia de su apelativo. Al parecer un día antes habían robado los reflectores de una caja de luz donde Petiso decide cobijarse y finalmente muere electrocutado. Podía ser Petiso u otro niño en situación de calle, este era su modo de vida, no tener donde ir y el querer ahorrase unos cuantos soles que significaba la ganancia del día, era su prioridad.
Así Petiso como tantos niños y adolescentes habían hecho del vivir en las calles de la gran urbe limeña, su modo de vida, y es recién después de la tragedia de la muerte de “Petiso” que la prensa se interesa por visibilizar el drama que vivían los niños en situación de calle (Cosamalón, 2019), motivo por el cual el Alcalde de Lima Metropolitana, de aquella época el arquitecto, Eduardo Orrego Villacorta, crea la “Casa de los Petisos” el 17 de diciembre de 1985, para albergar a estos niños, niñas y adolescentes.
Como vemos la niñez y adolescencia en situación de calle no es una problemática nueva por el contrario y como se ha desarrollado líneas arriba este ha pasado por varias formas y matices propias de las problemáticas que sobre todo pertenecen al campo de lo social.
Antes de realizar un estudio del espacio es necesario conocer un poco más de sus principales protagonistas. La definición de NNASC ha tenido varias perspectivas, así se irán desarrollando y analizando algunas de ellas. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) conceptualizaba a esta población bajo dos vertientes una de ellas era la de los niños de la calle, y la otra era la de los niños en la calle, la primera hacía referencia a aquellos niños que están todo el tiempo fuera del hogar y no cuentan con soporte familiar, ellos han hecho de la calle su hogar; y los niños en la calle son aquellos que están la mayor parte del tiempo en la vía pública, existe algún tipo de soporte familiar y vuelven a su casa.
Voces para Latinoamérica (VPLat) [2] y Sinergia por la Infancia, en su investigación Perfil de Niños, Niñas y Adolescentes en Situación de Calle, describe a los menores en situación de calle de la siguiente manera:
Colectivo humano infanto-juvenil, que habiéndole debilitado o roto sus vínculos sociales y familiares ahora transita la mayor parte de su tiempo en la calle, haciendo de esta su hábitat y su submundo de socialización, todo ello dentro de un proceso progresivo e inadecuado a su personalización y estructura social. (VPLat, 2008:20).
A lo largo de los años se han considerado una serie de términos según los países o regiones en los que estos se desenvuelven, así por ejemplo el concepto norteamericano para referirse a la población en situación de calle es “Homeless”, en niños “children on street”, en Brasil “meninos da rua”.
Como se puede evidenciar a nivel de los diversos países las definiciones tienen diversas características, sin embargo, todos coinciden con el hecho de que el niño o, niña o adolescente ha hecho de la calle su espacio de socialización, permaneciendo durante determinadas horas del día.
Los conceptos tienen diversas formas de allí que se considere la siguiente conceptualización: los niños, niñas y adolescentes en situación de calle, son una población que a nivel familiar cuenta con vínculos débiles, además de un proceso gradual de transición respecto a las diversas situaciones de vivencia en calle; espacio donde desarrollan estrategias de supervivencia que comprometen gravemente el ejercicio de sus derechos, así esta población ha hecho de la calle su espacio o lugar de vida de manera parcial o total.
Cabe mencionar que para el planteamiento de su conceptualización y definición de políticas en favor de ellos es que resulta necesario diferenciar el grupo etario, incluso en la definición mencionada se diferencia el sexo, debido a que la intervención en cada caso sería diferente.
Sea como niños de la calle, en la calle o en situación de calle esta problemática solo ha tomado diversas formas de expresión durante el pasar de los años; sin embargo, aquello que no pasara, es su propia existencia, pues ellos y ellas se encuentran en la calle, en ese espacio escogido, construido para su despliegue y en el que dan rienda suelta a sus actividades de sobrevivencia, actividades lúdicas y hasta actividades económicas; es decir la calle se convierte en su ámbito de socialización el cual se mezcla con la intrepidez, el asumir riesgos, enamorarse y ejercer su sexualidad en condiciones de vulnerabilidad.
No perdamos de vista que la calle es el espacio público donde “toda persona tiene derecho a estar y circular libremente” (Takano y Tokeshi, 2007:17); sin embargo, la estructura y su dinámica se vienen convirtiendo en zonas de peligro que no acogen a la persona y por el contrario la colocan en situación de vulnerabilidad, sea porque puedes ser víctima de un robo, accidente de tránsito o situación de violencia.
La calle presenta diversas funciones: brinda una estructura para varias formas de transporte, tanto para los peatones como para los vehículos; también da un sentido de lugar, pues constituye un espacio donde las personas interactúan y desarrollan un sentido de pertenencia. Pero el concepto de la calle va más allá de un tema de infraestructura, pues tiene que ver también con las relaciones que se van desarrollando entre las personas. Este espacio, su cuidado y el libre tránsito les corresponde a todos; sin embargo, en ella se cuentan también con bienes privados, que se han instalado para promover el consumo y/o brindar algún tipo de servicio.
Sin embargo, para los niños, niñas y adolescentes es mucho más que este mero concepto social, pues se apropian de un espacio donde permanecen la mayor parte del día, socializan y van adquiriendo un modo de vida diferente a la de un niño que vive con su familia (Bazán, 2009), es en este lugar donde se van constituyendo vínculos muy fuertes con los otros grupos que son parte de esa dinámica, sea para aprender nuevas formas de sobrevivencia, para conseguir un consejo de aquello que le generaría más ingreso o hasta para entablar nuevas relaciones amicales o amorosas. Incluso en algún momento esta etapa de situación de calle podría verse marcada por un suceso que puede marcar su vida como la muerte de algún compañero o referente, lo que puede tener algún impacto que profundice esa situación de calle o lograr alguna mejora que le permita alejarse de ello.
Sin embargo, la mirada que por muchos años se ha tenido respecto a la presencia de esta población en este espacio, es que los niños, niñas y adolescentes en situación de calle dañan el panorama, el paisaje, porque provocarían cierto temor y darían una dosis de peligrosidad a la zona, de estas ideas es que surge la denominada “limpieza social”, liderada por algunas autoridades quienes buscan de manera punitiva erradicar su presencia. La limpieza social tiene sus raíces en la colonización, donde el sentido de superioridad buscaba civilizar a la población indígena y negra. Las prácticas de la comunidad son subestimadas y los niños, con quienes compartían tareas dentro de su comunidad, pasarían a ser explotados, más aún cuando se empezaba a seleccionar a las personas por su color de piel, solo los de sangre pura, o considerados de sangre no contaminada, podían tener privilegios. De la discriminación y humillación se da paso a la compasión, por lo que se empiezan a crear las casas de corrección. Se consideraba que los niños pobres, huérfanos o infractores, tenían una tendencia a la criminalidad, herencia de sus descendientes; es así que la práctica de la limpieza social, según se realizaba era para salvar al niño (Liebel, 2017:32).
Ellos y ellas se encuentran en situación de calle, y se hace uso de esta terminología para poder conceptualizar esta problemática y considerar que, si son solo de la calle, es perpetuarlos en este espacio, mientras que considerarlos en situación de calle le da una connotación de temporalidad, es decir, se cuenta con las posibilidades de dejar esa situación.
El libro A la Franca…Buscando un paradigma sobre niños y adolescentes de la calle (AECI-CESAL-Hogar de Cristo, 1998), resultado de un estudio realizado a la población en situación de calle, concluye la estructura de la cultura de la calle pasa por tres niveles, los cuales se relacionan entre sí. El primero es el nivel simbólico de la calle, donde el adolescente se identifica con ella, e incluso la apariencia física; el modo de vestir, y el lenguaje que suele ser creado y sostenido por ellos. En el nivel relacional de la calle vemos que un elemento transversal y común es la violencia dentro y fuera del grupo formado. Desde afuera es reforzado por el nivel simbólico, por lo que ellos representan y constituyen para las otras personas, debido a que estos grupos son considerados también como peligrosos. Por último, se tiene el nivel de estrategias de sobrevivencia, como el comercio ambulatorio, mendicidad, uso de drogas e incluso robo.
Cada uno de estos niveles intentan explicar las razones sociales por las cuales hay una conexión con la calle y que le permite ser parte de ella, con todos los riesgos que implican.
Sabemos que la socialización es el proceso por el cual la persona interioriza creencias, actitudes, normas de comportamiento; pero en la población en situación de calle, el proceso de socialización se desarrolla en el contexto de la calle y a ello se denomina proceso de callejización. Son los niños o adolescentes los que van a facilitar la inserción del niño nuevo con el grupo en este espacio, que en poco tiempo tendrá la ropa más gastada y sucia, además de haber probado sus primeras bolsas de terokal.
Además de la pobreza, cabe mencionar a la violencia, la deserción escolar, la discriminación , etc. que desde hace varios años son parte del panorama de la infancia y cuya cotidianidad la vuelve natural e insignificante; sin embargo, son estas mismas problemáticas mencionadas que se convierten en los factores para dar inicio al proceso de callejización esto es la salida a las calles, y la búsqueda a un grupo de pertenencia, cuya característica es compartir historias de vida similares y cuyo presente a pesar de ser visto como peligroso, poco o nada importa cuando lo primero es integrar el grupo. El contacto, las interacciones, lo atractivo de la calle, las fugas anteriores de casa que le dan una experiencia previa, el haber sido víctima de maltrato o negligencia y el poco soporte social, facilitan la inserción al grupo y la identificación con la población existente.
Pero este proceso de callejización ha de ser entendido según Tenorio (2010) como aquel proceso donde un niño se va identificando con la calle, a la vez que siendo parte de un proceso de exclusión, perdiendo las redes de protección más próximas que son la familia y la escuela, acompañado de una degradación social y emocional.
Pérez (2003:10) hacía mención a la denominada carrera de los niños de la calle haciendo referencia a todo el proceso que sigue un niño o niña en situación de calle cuya primera etapa está caracterizada por la búsqueda de la aceptación del grupo en donde el nuevo deberá cumplir con determinadas acciones que le permitirán “ser parte de”. En otra etapa se da inicio al desarrollo otras actividades como la mendicidad o hasta el desarrollo de pequeños hurtos. Están un paso más adelante aquellos que ya tienen varios años de experiencia y claro está que tienen una posición mayor en el grupo y con quienes hay un tipo de intervención mucho más compleja.
Pero este proceso de callejización también ha sido estudiado desde una mirada orientada al nivel deterioro del niño o adolescente, así según VPLat (2012) parte desde las salidas de los niños y adolescentes a las calles donde se inicia la dinámica para el proceso de callejización:
Ahora se considera una fase pertenencia y cronificación que se da en quienes tienen una estancia aproximadamente de 9 años en situación de calle y se da un proceso de despersonalización con consecuente marginación y exclusión social, y que está orientada sobre todo a población juvenil, esto es mayores de 18 años.
La permanencia prolongada determinaría hábitos, y la construcción de una visión de la sociedad que puede ser buena o mala, en ese sentido Benavente (2017) recoge dos percepciones desde los mismos niños, niñas y adolescentes respecto a lo que es la calle, una donde esta es percibida como aspecto negativo por la delincuencia, la violencia y pandillaje que se desarrolla en este contexto, y la otra mirada de la calle donde se resaltan aspectos positivos debido a que en este espacio se puede generar algún tipo de ingreso económico, además de estar con sus amigos, sentir libertad, y distraerse.
En un estudio realizado con adolescentes en situación de calle en el año 2019 se logró evidenciar que los NNASC reconocen varios aspectos negativos que influyen en la percepción que se tiene de la sociedad, así como de su propia vida; sin embargo, rescatan aquello que se ha ido desarrollando en este contexto y que paradójicamente no encontraron en casa o en otro espacio: allí se menciona la amistad como un valor importante. Por ejemplo, en temas vinculados al gusto o atracción que sienten por alguien, prefieren recibir consejos vinculados al amor de parte de aquellos amigos con los que socializan en el contexto de la calle.
Incluso las preferencias se relacionan con la proximidad durante un espacio y tiempo determinado como las horas del día estando juntos, así como las similitudes que existen, esto es si salen a trabajar, carrear o consumen alguna sustancia juntos. Ello nos permite evidenciar las posibilidades que existen de que en un futuro esta relación culmine en la constitución de una familia, cuyos patrones de vida suelen transmitirse de generación en generación, son modos de vida aprendidos y que han sido asimilados de tal forma que es lo más inmediato, han crecido bajo estas prácticas y son aprendidas también por sus hijos e hijas, quienes siendo aún bebes acompañan a sus padres en estas labores, es así que este el círculo de la situación de calle se mantiene a pesar de los años.
Con las afirmaciones de sus protagonistas respecto a la libertad, el encuentro con sus pares, que incluyen a su vez la ausencia normas no necesariamente podemos afirmar que la calle sea del todo un lugar agradable sin embargo entre el hogar y la calle, estos elementos se convierten en motivaciones para elegir la segunda opción (Pojomovsky,2008). Ahora, se ha mencionado que los problemas que se originan en la familia son los causantes de que el NNA ingrese al ámbito callejero, por lo que a estas familias se las llama familias expulsoras, las cuales están caracterizadas por su situación de pobreza, presencia de violencia familiar y relaciones disfuncionales entre los miembros de la familia donde no existen figuras de afecto y autoridad ni las denominadas vitaminas psicológicas: amor, afecto y ternura (Caravedo, 1968). Sin embargo, sabemos que la problemática va más allá de ello y requiere una mirada estructural con una intervención holística que cuente con la capacidad de intervenir sobre los elementos causantes de la problemática, de lo contrario seguirán pasando los años y la problemática solo ira adquiriendo nuevas formas, pero seguirá existiendo. Para varios autores la pobreza y la violencia familiar son factores determinantes en el proceso de callejización, considerándose que la disyuntiva se encuentra en reconocer y concluir si es una pobreza con o sin maltrato. A continuación, el análisis de algunas posturas:
Mariana Benavente (2017), refiere que existen dos motivaciones para que los niños, niñas y adolescentes hagan ese traspaso a la calle, concluyendo que existe un porcentaje mayor en el que la motivación es económica, dividiéndolos a su vez en dos subgrupos, aquellos que salen a trabajar a las calles porque sus padres los llevaron y están acompañados de ellos y aquellos que trabajan solos en la calle para cubrir sus propias necesidades o la de sus familias. En un porcentaje menor pero significativo se encuentran aquellos que están en la calle por una motivación de escape, prefiriendo este espacio antes que el familiar y educativo.
Por otro lado, Jaramillo (2002) no niega la influencia de estos dos factores (economía y violencia) para la presencia de los niños en la calle, pero solo ello no le daría una explicación a esta problemática que existe en un contexto difícil, y complejo que día a día va tomado nuevas formas de violencia.
No existe una causa especifica de cómo es que se origina la salida de los niños a la calle, denominados también hijos de la pobreza existente, de la indigencia y claro está de las familias con lazos afectivos frágiles y donde la violencia en todas sus formas, esto es física, psicológica y hasta por omisión están presentes.
Referencias Bibliográficas
AECI – CESAL – Hogar de Cristo. (1998).A la franca… Buscando un nuevo paradigma sobre Niños y Adolescentes de la Calle. Lima.
Bazán, J. E. (2009). Modo de vida de la infancia. Lima: Save the Children Canadá.
Benavente, M. (2017) Los Niños de la Calle. Ambiente, valores y percepción del futuro de los niños, niñas y adolescentes en situación de calle y en proceso de rehabilitación social en la provincia de Lima. Lima, Perú: Vox Populi Consultoría
Caravedo, B. (1968). Psiquiatría y familia. Lima: Consejo Nacional de Menores.
Cosamalón, J. (2019). El Apocalipsis a la vuelta de la esquina. Lima, la crisis y sus supervivientes (1980-2000). Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú.
Jaramillo, E. (2015). Niños, Niñas y Adolescentes en situación de calle. Actores Sociales en la vida social de Lima Metropolitana: 1990-2010. Lima, Perú: Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Liebel, M. (2017). Infancias Latinoamericanas: civilización racista y limpieza social. Sociedad e infancias, 1, 19-38.
Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. (2012). Plan Nacional de Acción por la Infancia y Adolescencia 2012-2021. Lima: MIMP.
Programa Integral Nacional para el Bienestar Familiar. (2018). Guía de Intervención para la atención de niñas, niños y adolescentes en situación de calle. Lima, Perú.
Nieto, Carlos J., Koller, Silvia H. (2015). Definiciones de Habitante de Calle y de Niño, Niña y Adolescente en Situación de Calle: Diferencias y Yuxtaposiciones. Acta de Investigación Psicológica. Vol. 5, 3, 2162-2181. Recuperado el 4 de mayo del 2020 Disponible en línea: Enlace
Ordoñez, D. (1994). Metodología de piraña a delfín. Lima, Perú: Litográfica
Pérez, J. (2003). Infancia Callejera: Apuntes para reflexionar el fenómeno. Revista española de educación comparada, 9, 1-30
Pojomovski, J. (2008). Cruzar la calle: niñez y adolescencia en la ciudad. Buenos Aires: Espacio Editorial.
Pontificia Universidad Católica del Perú. (1996). Lineamientos para una metodología de intervención con niño y adolescentes de la Calle. Lima, Perú.
Salamanca, L. (2108). Estudio comparado de la educación de calle en Francia y España. Revista Española de Educación Comparada, 31 (enero-junio 2018), 194-222. Disponible en línea: Enlace
Tenorio, R. (2010). Niños, calles y cotidianidades. Quito: El Conejo
Takano, G. y Tokeshi J. (2007). Espacio Público en la ciudad Popular: Reflexiones y experiencias desde el sur. Lima, Perú: Sinco Editores.
Voces para Latinoamérica, VPLat. (2008). Perfil de Niños-as y Adolescentes en Situación de Calle. Lima, Perú.
Zapata, A. (2016). La desigualdad peruana y el cangrejo. En: Aragón. J. (ed.) Participación, competencia y representación política. Contribuciones para el debate. Lima: IEP, JNE.
María Villa. Email: mariavillabuitron05@gmail.com
[1] Estas avenidas se encuentran en el distrito limeño de La Victoria, lugar caracterizado por el comercio ambulatorio que genera la aglomeración de personas.
[2] Voces para Latinoamérica (VPLat)es una asociación de Cooperación Internacional con sede en España que trabaja sobre aquellas consecuencias vinculadas a la exclusión social a partir del impacto de las políticas neoliberales. Esta asociación pone énfasis en toda consecuencia que deriva en la afectación a los niños, niñas y adolescentes en situación de calle.