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La enfermedad mental, una perspectiva de abordaje desde la educación social

Autoría:

Roc Masiques. Psicólogo del EAIA de Girona, ha trabajado también como educador en Centros de la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia de la Generalitat de Catalunya.

Resumen

Antes de poder hablar de enfermedad, o de enfermedad mental, sería oportuno que nos pusiéramos de acuerdo sobre cómo entendemos el concepto de salud. Según la OMS, es un estado de completo bienestar físico, psicológico y social, y no consiste sólo en la ausencia de enfermedad.

No podemos hablar de salud física y salud mental como dos entidades diferenciadas; partimos, por lo tanto, de un concepto integral de salud que incluye inseparablemente la parte biológica, psicológica y social en la persona.

 

Hace unos años se presentó en la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona un estudio que concluía que las personas extravertidas tendían a sufrir menos enfermedades que las introvertidas. Dicho esto, creemos que actualmente podemos afirmar que una persona que sufre algún tipo de trastorno psicológico o social es más vulnerable a enfermar.

Podemos concluir pues, que no hay ninguna enfermedad que no implique alteraciones a diferentes niveles; no obstante entendemos que si hay una mayor incidencia de alteraciones a nivel psicológico estamos hablando de una enfermedad mental y si no es así, y encontramos una sintomatología física, será una alteración a nivel biológico o psicosomático.

Concretando, cuando queremos hablar de salud mental, vemos que es un concepto difícil de definir por una cuestión clara, cada cultura posee un conjunto de características antropológicas en función de las cuales decide quién está loco y quién no lo está.

Un ejemplo: tal vez exista una tribu africana en la cual sea totalmente normal hacer una hoguera y ponerse a bailar a su alrededor en una suerte de baile para invocar a los antepasados. Si cualquiera de nosotros cuando lleguemos hoy a casa nos salimos a la terraza o al balcón a hacer lo mismo que este señor africano, tendremos auerte si no acabamos en la planta de Psiquiatría de cualquiera de nuestros Hospitales; pero el señor africano no está loco. Por tanto, observamos como los criterios de anormalidad son específicos de cada cultura.

¿Cuáles serían nuestros criterios?

Criterio subjetivo: es el mismo sujeto  quien marca lo que es normal o no.

I. Sentido propio: anormal será todo aquello que es vivido por el sujeto como anormal.

II. Petición de ayuda: cuando el sujeto pide ayuda profesional.

III. Alquedónico: la anormalidad la marca la presencia de dolor.

Criterios sociales: es la sociedad quien dice lo que es anormal.

Criterios legales: si existe incapacidad para distinguir entre lo bueno y lo malo.

Criterios clínicos: cuando se cumplen una serie de categorías.

Criterios estadísticos: la desviación de un individuo respecto a un grupo normativo.

Criterio de adaptación: es más sano quien tiene más calidad de vida.

Criterio médico: define la normalidad como a ausencia de enfermedad.

A partir de ahora nos centraremos en el criterio clínico para intentar diferenciar dos grandes grupos dentro de los trastornos psicológicos: la NEUROSIS y la PSICOSIS.

La neurosis

El grupo más numeroso de pacientes psicológicos son los neuróticos. Todos nosotros, en algún momento de nuestra vida, seguro que hemos sufrido alguno de los síntomas típicos de la neurosis: ansiedad, frustración, sentimientos de culpa… Esto es debido al hecho que las enfermedades mentales se sitúan en un continuum, es decir, deberíamos imaginar una línea recta en la cual en su extremo izquierdo se situaría la “normalidad” o punto 0; el punto 0,1 ya presentaría alguna característica que se podría incluir dentro de la neurosis, y correspondería a una persona con un bajo nivel de neurosis. Si nos fuésemos moviendo por encima de la línea, cada vez habría una acumulación más grande de síntomas neuróticos. Por lo tanto, no podemos hablar de sujetos neuróticos o no neuróticos, sino de personas con un alto grado de neuroticismo o con un bajo grado de neuroticismo.

  • Las personas con un alto grado de neuroticismo se descompensan con facilidad en situaciones que son poco amenazadoras (p. ej.  Woody Allen).
  • Las personas con un bajo grado de neuroticismo sólo llegan a la clínica neurótica en situaciones muy traumáticas.

Rasgos de la personalidad neurótica

  • Alta conflictividad interna. 
  • Mal control de la vida afectiva. 
  • No tiene (ni puede tener) una buena imagen de si mismo; por lo tanto, normalmente se rechaza y no se acepta. 
  • Inseguridad y sentimientos de inferioridad. 
  • Vivencias de culpa y autopunición. 
  • La ansiedad se erige en el centro de su vida, la cual está marcada por una profunda sensación de frustración. 
  • La conflictividad se manifiesta en: 
  • La relación del sujeto con él mismo. 
  • La relación interpersonal, con un contacto inadecuado con los otros.

La psicosis

Según la OMS: Es un trastorno mental en el cual el deterioro de la función mental ha llegado a un grado tal que interfiere con la introspección y la capacidad para afrontar algunas demandas ordinarias de la vida o mantener un adecuado contacto con la realidad.

Síntomas comunes en las psicosis

  • delirios 
  • alucinaciones 
  • ruptura con la realidad

Diagnóstico diferencial entre neurosis y psicosis

Neurosis

  • El paciente presenta trastornos que pueden interferir incluso de forma grave en su vida cotidiana, pero mantiene una relación o interpreta la realidad según los criterios típicos de la sociedad en la que vive. 
  • Freud: “Los neuróticos no niegan la existencia de la realidad, sólo tratan de ignorarla”. 
  • El neurótico es consciente que está limitado por su enfermedad.

 Psicosis

  • Da una interpretación vivencial del mundo difícil de entender por el resto de los individuos que conviven con él. 
  • Establece relaciones significativamente diferentes a las habituales entre él y las otras personas y los objetos. Por este motivo se comporta de una manera rígida, insegura, unilateral y contradictoria. 
  • Los psicóticos la niegan e intentan substituirla por otra.
    En el psicótico no hay consciencia de enfermedad.

Tener una perspectiva amplia de las diversas modalidades de trastornos psicológicos que podremos encontrar en nuestro trabajo educativo con enfermos mentales tomará relevancia en la medida que nos permitirá orientar nuestra intervención de una manera más empática.

La especial configuración de la estructura de personalidad de las personas que atenderemos, así como su historia personal y sociofamiliar, determinarán la excepcionalidad de cada una de estas personas, y es justamente esta excepcionalidad la que debemos intentar entender para poder plantear con esmero nuestra intervención atendiendo cada una de estas singulares individualidades.

Es justamente esta excepcionalidad la que requerirá que al abordar los casos deban intervenir necesariamente profesionales de diferentes disciplinas (medicosanitaria, social, educativa, institucional-administrativa, etc.), por lo cual el trabajo multidisciplinario será algo imprescindible en el trabajo del educador en salud mental.

En el fondo, de lo que se trata es de entender a las personas que atendemos, no como enfermos de esta u otra patología, sino como personas que sufren una determinada enfermedad, pero a las cuales lo que les da su identidad no es la enfermedad sino su condición de persona. Una vez en un pasillo de una planta de Psiquiatría de un hospital, se me acercó un joven que se presentó diciéndome “…soy un esquizofrénico…”. Cuando le respondí “…eres una persona que sufre de esquizofrenia…” se le iluminó la cara, ya que estaba situando la enfermedad como algo que le afectaba pero que no era únicamente lo que le otorgaba su identidad.

Bibliografía

  • American Psychiatric Association. DSM-IV®. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona. MASSON, 1994.
  • HARRÉ, R. & LAMB, R. The dictionary of personality and social psychology. Oxford: Basil Blackwell, 1986.
  • MENZIES, I. El desenvolupament de la personalitat a les institucions. [S.l]: Col·legi Oficial de Psicòlegs de Catalunya, 1983.