Itziar Rekalde Rodríguez, Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea, Donostia
Este trabajo pretende, una vez más por mi parte, poner en valor la labor educativa desplegada en los frentes republicanos durante la guerra civil en aras de difundir la cultura y erradicar el analfabetismo. Lo que se recoge en estas páginas se centra en algunas de las actividades educativo-culturales desarrolladas en los batallones vascos fieles al gobierno republicano. Como el lector podrá intuir, el desarrollo de lo que a continuación se expone está íntimamente imbricado en el transcurso de la historia de la guerra civil en el País Vasco y, por tanto, este trabajo constituye una pequeña muestra de quienes, qué y cómo desplegaron actividades educativo-culturales en el terreno de la educación social bajo unas coordenadas espacio-temporales, cuanto menos, singulares. El trabajo está fundamentado en fuentes históricas escritas (sobre todo documentos de la hemeroteca del Archivo Histórico Nacional -Sección Guerra Civil- Salamanca) (1) y fuentes orales de algunos de los protagonistas de la época (correspondencia mantenida con Milicianos de la Cultura -MC- a través del contacto facilitado por el programa de radio El club de la vida que, en enero de 1996, nos dejó un espacio en las hondas para informar de esta investigación y contactar con quienes habían desplegado en el seno de los batallones actividades formativas) (2). Rescatamos en estas páginas las voces que desvelan las acciones de aquellos locos que, en plena guerra, creyeron en la educación como arma de superación personal y de conquista de la libertad para el pueblo. De estos locos educadores tratan las siguientes páginas.
No nos ha de extrañar que cuando uno comienza a trabajar aspectos relacionados con las actividades educativo-culturales durante la guerra civil española, uno de los ámbitos que se le presentan más atractivos y sorprendentes son las actividades formativas desarrolladas en el frente. Nos cuesta creer que se luchara por cuestiones que no estuvieran estrechamente vinculadas a factores económicos, religiosos o raciales. Cierto es que el alzamiento no tuvo lugar por cuestiones directamente relacionadas con la cultura, pero el trasfondo ideológico que se deduce en cada uno de los dos bandos enfrentados nos revela un ideal de educación y sociedad acorde con su postura ideológica (Rekalde, 2009).
El querer abordar el tema de la educación en los frentes republicanos nos lleva irremisiblemente a fijar la mirada en las Milicias de la Cultura, que fue una de las realizaciones más espectaculares de la guerra, que le hacía al bando republicano defensor a ultranza de la cultura (Cobb, 1990) y, que según la definición de Manuel Aucejo Puig, MC de la IV Región aérea, compañía de Masa y Maniobras de Aviación:
“Las Milicias de la Cultura era un intento progresista de alfabetizar el alto índice de tropa, estimular la lectura-Bibliotecas, y en muchos casos preparar para ascensos de soldados a mandos superiores”.
Saturnino Rodríguez Perea, MC del 31 Batallón, 4ª compañía de Obras y Fortificaciones de Madrid, nos resume el transcurso de un día para un MC de la siguiente manera:
“Dormíamos como podíamos, unas veces sobre sacas de paja en el propio suelo otras en casas particulares, lavándonos y aseándonos en los ríos o en palanganas, desayunábamos parte del chusco con un tazón de malta de cebada, y a las 10 marchaba a la Escuela para dar clase a los niños del pueblo hasta las 12. Después recibir la correspondencia de los soldados y ordenarla para entregársela cuando llegaban, leyéndosela a muchos de ellos, luego comer el rancho y por la tarde preparar la clase para que a las 5, cuando llegaban los milicianos de fortificar darles las clases hasta el anochecer”.
En el contexto del País Vasco no podemos hablar de la incidencia de estos milicianos, sino de soldados que formados intelectualmente deciden, con el apoyo del comisario político del batallón, emprender acciones educativo-culturales caracterizadas por la urgencia, la asistematicidad, la precariedad de recursos y la espontaneidad, con el objetivo de erradicar el analfabetismo y expandir la cultura como parte del proyecto republicano.
A continuación realizamos un breve repaso de la figura de quien desarrolló las acciones educativas en los batallones vascos, nos detendremos después en las diferentes actividades utilizadas para educar a la tropa y, finalmente, pondremos la mirada en los espacios creados y utilizados para desarrollar esta labor.
Una Orden Circular de 15 de octubre de 1936 crea el Comisariado general de Guerra con una doble finalidad: por una parte, el ejercicio de un control político-social sobre soldados y fuerzas armadas en general y, por otra, la coordinación entre los mandos militares y masas combatientes.
El control político-social se conseguía a través del despliegue de actividades educativo-culturales de muy diferente naturaleza: impartición de clases de alfabetización y de cultura general, conferencias y charlas; creación de rincones de cultura, casas del soldado, fomento de la lectura de libros, revistas, y prensa en general, y la elaboración de los órganos de batallón. Todo ello, como se recogía asiduamente en la prensa, por el interés general del pueblo y no exclusivamente del partido. La educación de las personas adultas debía estar inspirada en:
“una enseñanza popular y antifascista, una enseñanza abierta a todos los hijos del pueblo, sean comunistas, socialistas, anarquistas, republicanos, o simplemente amantes de la libertad y de la dignidad de nuestra España” (Euzkadi Roja, 1937:3).
El sistema para articular la enseñanza de los adultos, debía compaginar las clases formales con los recursos educativos que suponían el cine y teatro, “que nos permitirán llegar hasta los rincones más oscuros de la inteligencia” (Euzkadi Roja, 1937:3). Este era el legado que debían recordar estos educadores a la hora de desarrollar su labor.
Los comisarios políticos se convirtieron en miembros queridos y necesarios en el batallón a los que se les dedicaban poesías y otras manifestaciones literarias para elogiar su labor: “nuestra guerra no es una guerra normal, sino que debe ser considerada como una guerra social” (Eri, 1937:3).
La instrucción política debía recaer en un civil instruido y preparado ideológicamente que fuera capaz de cumplir con esta tarea:
“hombres civiles capaces de inspirar a los soldados del Ejército popular una confianza ciega y conducirlos hacia la victoria, son los comisarios políticos” (Eri, 1937:3).
Por esta razón se difunde que, “nuestros comisarios son los mejores cuadros de nuestras juventudes y de nuestro partido” (La Lucha de Clases, 1937:7).
Los Comisarios políticos debían ser: a) los mejores colaboradores de los cuadros de mando; b) los educadores de los milicianos; c) quienes mantuvieran encendido en los gudaris (soldados) el espíritu de la lucha antifascista, y d) quienes hicieran comprender a éstos sus obligaciones, en especial la enseñanza de la disciplina. Los Comisarios políticos tenían en sus manos un reto fundamental: instruir a los gudaris en el sentido de la disciplina para la guerra, es decir, crear en ellos la necesidad de una disciplina consciente. Asegurar, por medio de un trabajo constante, la observancia de la disciplina y la obediencia a los mandos, como elemento indispensable de toda acción organizada. Debían, además, asegurar y organizar la agitación y la propaganda entre el cuerpo del Ejército, entre la masa de la población civil más cercana al frente en que se operase, entre los prisioneros y las tropas del enemigo. Debían ser los primeros y los mejores auxiliares del comandante. Por ello debían estar al día de todas las cuestiones relacionadas con la vida de su tropa, en especial sobre las cuestiones educativas. Aquellos que observaran las maniobras del enemigo en su batallón; quienes pusieran especial interés en la relación y compenetración entre los mandos y la tropa; y quienes se presentaran ante los combatientes como modelo de disciplina y moral.
La figura del Comisario político (figura civil) levantó, en un principio, ciertas críticas por parte de los militares, dado que se pensaba que los mandos militares eran suficientes para todas las labores que tuvieran que ver con el frente. Sin embargo, la percepción de éstos fue cambiando a medida que la labor del comisariado repercutió en las conductas de los gudaris.
El siguiente artículo de prensa escrito por Berdasco (1937) en recuerdo del fallecido Comisario político Puertolas del batallón 106, recoge las acciones emprendidas por éste y su repercusión entre los gudaris:
“Era infatigable en la labor. Desde su nombramiento oficial, el batallón 106 notó un algo extraño en todo. Las comidas aparecían mejor compuestas, los dormitorios limpios, siempre aireados, y los colchones sacudidos; más orden en todo. Se vio más atención y comprensión para los enfermos; pero también más sujeción al camastro que a sus caprichos. Ordenes claras, concretas, aparecían. Ante ellas no se podía dudar. Labor cultural, conferencias, con diversos temas, con diversos conferenciantes, cine educativo y, sobre todo, el aparato de radio debidamente colocado para que todo el mundo lo oyera y escuchara las instructivas charlas del Frente de las Juventudes. ¡Cuántos consejos porque mejoráramos en nuestras costumbres; cuántos porque nos sintiéramos cada día más disciplinados y respetuosos con todo! El batallón cambiaba. Se transformaba en algo más compacto, cuya unión se basaba en una camaradería fraternal y se asentaba en el más elevado respeto. Y, a la par, cambiábamos nosotros. Nos sentíamos otros. Nuestro espíritu, bien trabajado, tenía otra comprensión de la guerra, de la disciplina de los mandos. Nos sentíamos más unidos a éstos” (Joven Guardia, 1937:5).
Fueron los años de la República en los que se llevó a cabo la evaluación de los valores democráticos vinculados a la cultura a través de las Misiones Pedagógicas, Universidades Populares, las primeras ferias del libro,… La República, cuyo principal mensaje se basaba en una cosmovisión culturalista, como señala Tuñón de Lara (1990), tuvo forzosamente que incrementar el número y las clases de medios de comunicación. De ahí que éstos se impregnen de un carácter social y de gran valor educativo: bibliotecas, conferencias, coloquios, teatro, radio, cine,… debían despertar el interés por ampliar el horizonte cultural y político de la población en general y, especialmente, de los soldados en el frente y retaguardia.
Había que educarse, auto-formarse en cualquier lugar, en cualquier momento, y aprovechando cualquier recurso que sirviera para enriquecer educativa y culturalmente al pueblo y prepararlo para el logro de la revolución. Veamos el desarrollo de algunas de estas actividades:
La alfabetización siendo una práctica social más, encontró en el frente un espacio en el que desarrollar su tarea. Siguiendo la tradición comenzada por las Misiones Pedagógicas en 1931 (Rekalde, 2002), la modalidad escolar dejaba paso a otros espacios educativos, a otros ámbitos de actuación más acordes con las circunstancias.
El porcentaje de analfabetismo en términos generales seguía siendo elevado, a pesar de los intentos republicanos de erradicarlo. Las Misiones Pedagógicas y con anterioridad la primera campaña nacional de alfabetización emprendida por el Estado durante los años de 1922 y 1923 tuvieron como objetivo la paulatina disminución de este fenómeno. En 1930, como señala Viñao (1990), la tasa neta de analfabetismo era del 32,4% del censo de la población, y en 1940 esta cifra disminuyó hasta un 23,1%. El analfabetismo era una lacra social que había que desincrustar de la piel de todos los ciudadanos fieles a la causa. Se luchaba, entre otras cuestiones, para lograr el acceso de todos y todas a la educación, con el fin de que los ciudadanos pudieran disfrutar de los beneficios que ésta reportaba. Era imprescindible la adquisición del saber, la ampliación del ámbito cultural de cada ciudadano, de cada combatiente, porque la cultura se consideraba; derecho humano y social, así como programa político. Tuñón de Lara (1990), por su parte, apunta a que la democracia sólo se podía asentar cuando el pueblo accediera a la cultura.
Los batallones vascos lo intentaron a través de enseñar los rudimentos básicos a sus gudaris. Ejemplo de ello tenemos el caso del Batallón Leandro Carro del Partido Comunista de Euskadi quién solicitó a la Comisión de Enseñanza Elemental del Gobierno provisional de Euskadi, con fecha de 22 de marzo de 1937, una subvención económica para la apertura de una escuela en la que formar en la lectura, escritura y cálculo, aproximadamente, a 48 gudaris. En uno de los pasajes del escrito se señala lo siguiente:
“Que siendo el deseo unánime de todo este Batallón por su carácter comunista y por lo tanto amante del Progreso y de la Cultura, el que desaparezca del mismo la plaga del Analfabetismo; teniendo en el Batallón un Maestro Nacional de Sestao que tiene solicitado del Gobierno de Valencia el ingreso en las Milicias Culturales y teniendo por último, el local y mobiliario necesario para abrir una Escuela de Enseñanza primaria dentro de las horas que los deberes militares dejen libres a los analfabetos del Batallón (…)”. (3)
Otro caso similar es el de la escuela sostenida por el 2º Batallón Stalin de la Columna Meabe perteneciente a las Juventudes Socialistas Unificadas. El número de matriculados fue elevado, alrededor de 300 soldados.
Saturnino Rodríguez Perea (MC), busca una explicación a esta necesidad formativa, y nos relata el siguiente pasaje:
“En mi compañía eran 26 los analfabetos, que aunque nunca habían podido aprender a leer, ahora, a sus más de treinta años, es cuando deseaban poderlo hacer, para comunicarse con los suyos y alegrarse con las cartas que sus hijos les escribían.
Aunque tuvimos que empezar por la A, como su interés era extraordinario y algunos tenían una inteligencia natural asombrosa, el progreso era sorprendente. Otros, más zotes no había manera de hacerles comprender que la P con la A decía PA y no aprendían ni PAPA.
Todos sin excepción, me acogieron con afecto, confianza y respeto y cuando llegaba el cartero, me buscaban para que les leyese sus cartas, por lo que me fui convirtiendo en su confidente, animador y consejero.
Como alumno destacado, recuerdo a Federico, un albañil de Vallecas, de 40 años, que no dejaba la cartilla de la mano ni se le caía el lápiz de la oreja. Varias veces me buscaba para que le aclarase como se pronunciaba la C con H, la B con la R y otras dudas que se le presentaban.
El día 2 de septiembre, ¡Bien lo recuerdo!, después de llegar el cartero, los alumnos que habían recibido carta, vinieron por la Escuela a que se la leyera.
Federico que solía tener carta a diario de su casa, escrita por una hija de 12 años (porque la mujer tampoco sabía escribir) aquel día no llegó con el grupo.Cuando terminé de atender a todos, cerré la puerta de la escuela, marché para el Ayuntamiento, en cuyas dependencias teníamos instaladas las cocinas que es donde yo comía, junto con los oficiales de la Compañía, a pocos metros encontré a Federico, que emocionado y balbuciente me abrazó efusivamente y apretándome con todas sus fuerzas prorrumpió a llorar como un chiquillo. ¿Qué te pasa Federico? ¿Qué te ha ocurrido? ¿Por qué lloras? ¿En qué puedo ayudarte? Y con una emoción y una alegría, que aun al recordarlo y referirlo me emociona, me dijo: Gracias a ti, he podido leer hoy la primera carta de mi hija”.
Las conferencias pronunciadas por diferentes cargos dentro del batallón es muestra de una de las técnicas más utilizadas para hacer extensivos los contenidos básicos entre los soldados y a la vez, calar en lo más hondo del corazón al objeto de con-formar un ideario político-social en el seno de cada gudari.
La pronunciación de conferencias sobre temas militares y políticos, en principio, era tarea del Comisario político, aquellas otras charlas, en general, de temas más variados (naturaleza, historia, arte, cultura,…), no era tarea exclusiva de ningún miembro del batallón, su desarrollo dependía, más bien, de la capacidad y de la implicación que cada cual estableciera con las actividades conjuntas a desarrollar en la unidad. Un ejemplo de esto son las acciones del Comandante Jefe de la 8º Brigada de Infantería de la 3ª División, J. Egea, quien asumió la tarea de confeccionar, presentar y discutir delante de los soldados temas tan diversos como: la Depresión Moral, el Sacrificio y abnegación, la Educación Militar, la Subordinación, la Disciplina, el Patriotismo,…
Todos estos temas denotan una misma preocupación; la capacitación moral del soldado frente a la guerra. La disciplina y la subordinación, eran ejes fundamentales de la idónea dinámica militar. Sin disciplina en los batallones y, por tanto, sin la ejecución de los mandatos procedentes de los cargos superiores, era imposible mantener un orden militar. Los ciudadanos, ahora combatientes, tenían que ser conscientes de esta necesidad, debían hacer un gran sacrificio para acatar las órdenes de aquel que meses atrás era un igual, un civil más, pero que por su formación militar o intelectual se le consideraba capacitado para ser, ahora, superior en cargo a éste. La guerra, al mismo tiempo, traía asociada momentos de gran sufrimiento para los soldados y ello les sumía en períodos de depresión que hacían flaquear las fuerzas de los compañeros y debilitaban el poder del batallón en su conjunto. Era, por tanto, la globalidad de las dolencias psíquicas otro de los flancos a combatir.
Si bien los conocimientos anteriores parecen desempeñar una función propedéutica a nivel individual como parte de un colectivo, otros cumplirán, más bien, una función de extensión cultural y de ampliación de horizontes. Era necesario, en primer lugar, que supieran de qué conocimientos constaba la educación militar, qué significaba cada uno de ellos y para qué se debían de desarrollar a través de conferencias y otros medios disponibles.
Será otro de los poderosos medios de difusión ideológica y de formación cultural que a partir del 18 de julio del 36 adquiere una importancia capital. Este tipo de prensa, fácil de confeccionar y más fácil aún de difundir tuvo acogida tanto en niños como en adultos, así como en muy diferentes colectivos laborales como en variopintos contextos.
El periódico mural debía servir para mostrar el sentir de la población, como instrumento reflector de los problemas de éstos, para destacar los hechos dignos de emulación, en líneas generales, para educar a la sociedad en los diversos problemas que le afectaban. Los periódicos murales no debían limitarse a ser colocados en la Casa de la Juventud o en la Secretaría de determinada organización, tenían que estar presentes allí donde se reuniera el pueblo. Por tanto, no se planteaba un único modelo, sino varios tipos de periódicos murales en función del lugar de confección y colocación, íntimamente ligado al colectivo al que se dirigía el contenido del mismo.
No exigía ninguna complicación a la hora de ser difundido. Bastaba con un simple tablón de anuncios en el que los artículos y las notas se fueran pegando, acompañadas de fotografías y dibujos que lo hicieran más atractivo.
De ahí que se hable de periódicos de Barriada, Fábricas y talleres, Masías y centros agrícolas, Casas de la Juventud, El periódico de las muchachas, Escuelas militares, hogares del soldado, frentes,… En este último tipo de periódico mural los contenidos que debían ser destacados eran los siguientes: plan sistematizado de divulgación técnica militar (¿Cuál es el manejo de las armas? y ¿Para qué saberlo? ¿Cómo es el Ejército Popular? y ¿Cómo era el viejo Ejército? ¿Cuál es el papel de los Comisarios Políticos?…); ejemplos de héroes y/o destacados soldados (¿Cuál ha sido su abnegada labor y sus muchos sacrificios?); importancia de la enseñanza militar (¿Cómo puede el soldado mejorar militarmente? y ¿Cómo instruirse políticamente?), era preciso que el soldado supiera en todo momento por qué y para qué estaba luchando y cuál era su papel en la contienda. Asimismo, se incluían artículos en relación a conductas de orden moral, cívico, higiénico… Como señala Tomás Bartroli Nogué, MC de la 27ª División del frente del centro:
“En el caso de periódicos murales colocados en plazas de pueblos, en paredes de edificios en que se alojaba la tropa, realmente se leían mucho. Por mi parte creo que puedo afirmar verídicamente que participé en darle atractivo artístico, y sí afirmo que no escribí nada de tipo partidístico”.
Estos periódicos debían tender en su orientación a ser instrumentos de crítica constructiva a la vez que de emulación para todos los soldados. Debían ser amenos e interesantes, pero sobre todo fruto del trabajo colectivo. Trabajo que reflejaba el día a día de la guerra, los avances y retrocesos, y sobre todo el punto de inflexión en donde invertir esfuerzos conjuntamente.
En su elaboración, además del Comisario político y/o el MC, en el caso de que la unidad dispusiera de uno, podía intervenir todo aquel que deseara participar con sus trabajos e ideas. Las peticiones de colaboración que asiduamente pedían los Comisarios políticos, se dirigían a los que, en principio, se pensaba que estaban mejor y más capacitados para ello: médicos, jefes, oficiales, milicianos más destacados, dibujantes y delineantes,… Además, como nos recuerda Saturnino Rodríguez Perea (MC) se asignaba un lugar especial a la colocación de las noticias de prensa que anunciaban la marcha favorable en los frentes republicanos…
En su confección se utilizaban dibujos, fotografías, grandes titulares, colores llamativos, que lo convertían en un atractivo reclamo a los ojos de los soldados. Así nos lo narra Manuel Aucejo Puig (MC):
“El Periódico mural fue iniciativa mía, un soldado de procedencia de la Marina de guerra, de quintas mayores, valenciano, dibujante tallista, ocupado en la industria del mueble, concerté con él, previo permiso del Comisario Gral., realizar un proyecto que consistió en tallar de madera un mural. De suficiente dimensión, la parte superior el emblema de Aviación que ocupaba todo el espacio y en su centro el emblema de Milicias. Nunca había recibido normas precisas de como se confeccionaba, más, mis lecturas y buena disposición todo salió a pedir de boca. Recortes de Diarios, noticias gráficas de revistas ilustradas, algún escrito mío -manuscrito- y algún otro -escasos- de colaboradores. Los temas a tratar eran los puntuales, la guerra, comentarios sobre sus causas, esperanzas sobre el porvenir, etc. La difusión era el área del Cuartel”.
En el periódico mural de batallón, las secciones podían ser: Política, artículos en torno a las razones de la guerra, sus características, disciplina, obediencia…; Militar o de guerra, artículos sobre el uso y el mantenimiento de las armas, nociones básicas de táctica militar…; Cultural, cuestiones sobre analfabetismo, campañas de erradicación del mismo, novedades respecto a los -hogares del soldado-, apertura de bibliotecas, fomento de la lectura, compra de periódicos y revistas, así como artículos incitando a la lectura de los órganos de batallón…; Local, noticias de la unidad; Internacional, noticias en relación a la posición y ayuda extranjera; Jocosa, chistes, tiras cómicas, historietas y Colaboración libre, artículos de opinión de los soldados.
Fernández (1990) destaca que fueron alrededor de 500 los periódicos de campaña que se editaron durante la guerra, cuyos destinatarios eran exclusivamente los soldados. La prensa destinada a los combatientes tuvo un florecimiento masivo en la zona republicana donde muchas unidades militares sacaron a la luz su propio periódico. Fue este medio el que obtuvo mayor auge en los frentes vascos, conocido como Órgano de Batallón, (4) donde revistas, periódicos, semanarios, boletines fueron confeccionados por los gudaris en el seno de los batallones y que constituían un medio inmejorable de comunicación, de difusión política, a la vez que se erigían a modo de instrumentos educativo-culturales. El objetivo era, como se pone de manifiesto en la prensa vasca la educación del miliciano.
“En todo momento se han puesto de manifiesto las ansias culturales, las ansias de superación de nuestros milicianos. (…) Expresión práctica de ellas son los periódicos de batallón. Los batallones “Rosa Luxenburgo” y “Karl Liebneckt” son los que en este sentido han roto el fuego en Euzkadi con sus periódicos “Disciplina” y “Alerta”, respectivamente (…)” (Eri, 1937:11).
Estos órganos desempeñaban la función propiamente informativa, siendo el objetivo la puesta al día de todos los gudaris sobre el estado del batallón, las otras unidades, y la retaguardia. En estos se recogían impresiones sobre: a) servicios, tanto en el cuartel como en el frente, sirviendo en muchos momentos de orientación donde la visión de conjunto de los mandos no lo podía abarcar; b) importancia de la disciplina, obediencia a los mandos, y responsabilidad ante la contienda bélica; c) crónicas y sucesos; d) agenda cultural, donde se publicaban las actividades (charlas, conferencias, proyección de películas…) de ocio y, e) ideario del batallón, donde se publicaba la doctrina de la unidad. Todo gudari podía, como no, participar como redactor, con el objetivo de compartir sus impresiones e inquietudes con el resto de compañeros. Era un trabajo colectivo, fruto de todo aquel que tuviera la necesidad de comunicar a los demás sus preocupaciones, anhelos, intereses y malestares. No importaba la calidad de la aportación sino el esfuerzo de querer contribuir con ella al trabajo colectivo. El órgano del batallón Rosa Luxemburgo recoge lo siguiente:
“Camaradas, nuestro periódico se ha creado para recoger nuestras ideas, para reflejar nuestra intimidad, para difundir nuestra crítica demostrando nuestros defectos procurando corregirlos. Pero para que nuestro periódico tenga el carácter colectivo de periódico del Batallón es necesario, es imprescindible que aportéis al mismo vuestra colaboración; no temer escribir ni menos utilizar nuestro semanario para realizar vuestra crítica a todos nuestros actos, pues harto sabéis que la crítica que empleamos nosotros es la crítica que sirve para superarnos. ¡Camarada, préstanos tu colaboración!” (Disciplina, 1937:3).
Estos órganos irregulares en su aparición y de vida efímera, se consolidaron por medio de los Comisarios políticos. La difícil tarea de selección, confección y redacción de espacios permanentes recaía en la Comisión de Prensa quienes recogían las aportaciones a través de un buzón que solía colocarse en lugar estratégico con el fin de que todo gudari pudiera depositar ahí su obra, sugerencia o cualquier nota que deseara publicar en el periódico. A su vez, las células de Compañía tenían su delegado de prensa que, además de formar parte de la Comisión, su misión era la de informar a sus compañeros sobre cuestiones relativas a la confección del periódico, sobre el porqué de la selección de los artículos, así como encargarse de la recepción de la prensa de retaguardia y su distribución en la unidad. Era, en definitiva, una labor planificada y organizada, que preveía el riguroso cumplimiento del fin explícito trazado por el órgano de batallón: la máxima difusión del ideario político y una rápida recepción y asimilación de conductas para que fueran emuladas.
Destaquemos los nombres de aquellos órganos de los frentes vascos que aún pueden ser consultados (Rekalde, 2000): ¡Alerta!, Órgano del batallón Kart Liebknetch; Disciplina, Órgano del batallón Rosa Luxemburgo; Voz Miliciana, Órgano del batallón Amuategui; Combate, Órgano del batallón Tomás Meabe y la revista gráfica semanal de Euzko Gudarostea, denominada Gudari, que si bien no era expresión de una unidad sí que lo fue del órgano central de las Milicias Vascas. El objetivo explícito de todos ellos era su misión de propaganda entre los combatientes. Pero este objetivo aparente nos descubre otros encubiertos, como es el de la instrucción de los gudaris por sus camaradas. Son los artículos que se presentan a modo de instrucciones los que gozan de una mayor presencia en estos medios. Estos mensajes se manifiestan en formas diferentes y en temas, también, diversos, pero el trasfondo que en ellos reside es el del deber: cómo se debe ser, cómo se debe actuar… Por tanto, concretizan el ideal al que todo gudari ha de aspirar, para que por medio de un ejercicio de reflexión, éste se auto-evalúe y sepa hacia dónde dirigir sus pasos. También es cierto que, si bien cada órgano desvela la línea política del batallón, el ideal al que nos referimos es muy semejante en todos ellos. Son, además, expresión del sentir del gudari, artículos en los que se puede revivir y compartir el día a día de lo cotidiano en el frente. Por último, los artículos especializados pretenden in-formar sobre temas muy concretos a los gudaris, no establecen la dicotomía entre el deber ser y lo que es o se da en la realidad, sino que el contenido se presenta a modo de lección en la que la discusión no tiene cabida, lo que ahí se dice es y no puede ser de otra forma. Por tanto, desde una perspectiva educativa, cumplen una función genérica donde el objetivo es la formación integral del gudari.
En la prensa nacionalista vasca se destaca de forma singular el certamen poético VIII Día de la Poesía Vasca, organizado por Euzko-Gudarostea, el día 30 de mayo de 1937 en Bilbao, en honor y memoria de José de Ariztimuño Aitzol, (5) primer organizador de este acto:
“Durante siete años consecutivos se han celebrado los Días de la Poesía Vasca. La cultura y dinamismo de Aitzol fueron la causa del resurgimiento lírico de Euzkadi. En la mente del ilustre escritor estaba la celebración del VIII Día de la Poesía Vasca, en Bilbao, en honor a Sabino de Arana Goiri. Una trágica guerra ha asolado nuestra tierra y el alma, promotor y vida de estos concursos yace en su amada Gipuzkoa. Esta circunstancia dolorosa, unido al vivo deseo de continuar, aún en el fragor de la lucha, cultivando nuestra cultura, ha movido a Eusko-Gudarostea, a las letras vascas, a organizar la fiesta de la Poesía Vasca. La guerra, con sus dolores y penalidades, no debe interrumpir nuestra continuidad como pueblo y queremos los gudaris que este acto sea en memoria del sacerdote bueno, sabio escritor y excelso patriota, don José de Ariztimuño Aitzol” (Gudari, 1937:17).
Eran tres las modalidades en las que se podía participar: en primer lugar, con una poesía de cualquier género literario y asunto libre; en segundo lugar, con un pequeño poema de carácter épico sobre hechos históricos, legendarios o de personajes vascos (se prefería que versase sobre la gesta del pueblo vasco en la contienda bélica y se indicaba, además, que fuesen fácilmente adaptables a las melodías de los bertsolaris para que pudieran ser cantados). Por último, los denominados Bertso berrijak, poesías de corte popular, de fácil comprensión y de temáticas acordes con la guerra. En esta tercera clasificación se deseaba dar entrada a los bertsolaris y la finalidad no era otra que recopilar una gran variedad de poesías populares que inmortalizasen la figura del gudari.
Por lo que respecta al movimiento libertario, destaquemos la celebración de los concursos de cuentos entre los gudaris de los batallones cenetistas: Isaac Puente, Sacco y Vanzetti, Bakunin, Celta, Malatesta, Durruti, Manuel Andrés (Ingenieros) que pretendía movilizar “(…) el espíritu de la gente hacia la creación literaria y hacia el pensamiento sociológico” (Chiapuso, 1978:64).
En cuanto a la participación de gudaris en el concurso convocado por la revista ERI, bajo el título Cuentos Antifascistas (Rekalde, 2007) destaquemos los nombres de: Pablo Gimeno Garín (Columna Meabe), con el lema “Argiazte Gorria”, que en su cuento escrito en euskara, narra la vida del nekazari (agricultor), de sus angustias, miserias y penalidades; José Luis Salanova (Batallón Zabalbide), con el lema “Disciplina es victoria” y bajo el título “Remordimientos”, su cuento narra los últimos días de la vida de un general rebelde prisionero de los remordimientos que le produjeron la muerte de su hija y la del compañero de ésta, soldado del ejército republicano. El cuento de Ramón Amilibia (Intendencia Militar de Eibar), con el lema “Sacrificio” y bajo el título “Josetxo el rojillo”, nos relata la vida de un arrantzale (marinero) antes de incorporarse al ejército republicano. El cuento está narrado en tercera persona y, es su hijo, Josetxo, el protagonista del mismo, comienza con el siguiente párrafo:
“Josetxo se llama el niño. Todo el mundo le conocía en el pintoresco barrio de pescadores.
Cuando, al atardecer, las lanchas motoras arribaban al puerto, cogido en los brazos amorosos de su amatxo, cruzaba el bullicio de risas, cantos y voces. Su pelo rubio, ensortijado, lo erizaba el viento; la sonrisa animaba su rostro y su puño infantil, fuertemente cerrado, se levantaba en alto. Saludaba a su padre con el saludo proletario que le había enseñado. Por algo le llamaba él, con ternura, arrebujándole en su pecho hercúleo: ¡Mi rojillo!”. (6)
Concurso que movilizó la participación en el frente y retaguardia y que el fallo no tuvo lugar debido a la caída de Bilbao en Junio de 1937 (Rekalde, 2000).
Aunque no son las características del medio en sí lo que nos interesa destacar (aunque se deban tener en cuenta) ni tampoco, el programa que pudieran escuchar los gudaris en el frente (aunque su contenido pudiera interesarnos), sino la importancia de la actividad misma, es decir, el espacio de intercambio que se generó alrededor del aparato radiofónico. Supuso, en sí, una actividad cultural que se ha de valorar dentro del batallón.
El aparato de radio fue un instrumento más que permitió reunir a los gudaris a su alrededor, y tomar contacto con la información diaria, acercándose a la vida en retaguardia y a la de otros frentes. Se convirtió en un instrumento que propició el diálogo, el intercambio de impresiones y la hermandad entre los gudaris.
El uso de los altavoces fue también un recurso muy utilizado en el frente. El objetivo era que los mensajes pudieran oírse tanto en las trincheras republicanas como en las del enemigo, y que el mensaje les invocara a la reflexión para que aquellos que estaban en el bando contrario pudieran pasarse al republicano. No era un simple cambio de trinchera, sin motivo, sino por medio del convencimiento que dispensaban las enseñanzas emitidas a través de los altavoces.
Las alocuciones solían estar a cargo del Comisario político o de cualquiera de los milicianos que estuvieran en ese momento en el parapeto. Se utilizaban frases cargadas de sentido que tuvieran el poder de hacer pensar al adversario sobre su situación y, sobre la posibilidad de cambio, de mejora en todos los sentidos.
Las proyecciones de películas en los Hogares de los Soldados, fue un medio instructivo que se utilizó para desplegar las enseñanzas ideológicas de los respectivos partidos.
Si bien las sesiones cinematográficas eran momentos de asueto y descanso voluntario, así como de instrucción involuntaria para los gudaris en el frente, estas mismas sesiones seguían celebrándose cuando éste estaba en retaguardia. Veladas expresamente organizadas para él, en las que la proyección cinematográfica era la actividad central de la noche.
Fue el Partido Comunista de Euskadi un incansable organizador de estas funciones populares. Se organizaban en los locales de Radio Centro, en honor de los gudaris, y en el improvisado Cinema proletario de Recalde, proyectándose películas, por lo general, soviéticas: Los marinos de Cronstadt, La Patria os Llama, Honduras de infierno…
Las proyecciones cinematográficas tenían cabida, también, en los hospitales de sangre, al objeto de que los gudaris heridos, pudieran instruirse por este medio al igual que sus compañeros en vanguardia y retaguardia.
Sin duda alguna durante esta coyuntura se continuó, en función de las circunstancias, con el proyecto cultural iniciado por la República (Tuñón de Lara, 1990); en el que no sólo se recogían las acciones de educación formal y no formal, sino también, a los medios de comunicación escritos (prensa, libros, carteles…), radio, cine, teatro,… lo que englobamos bajo la concepción de educar a través de estrategias informales a la sociedad en general y, particularmente, a las tropas.
Si bien ha quedado reflejado que las actividades socio-culturales que se desarrollaban en el frente eran síntoma del afán y necesidad de los gudaris por ampliar su bagaje cultural, no es menos cierto que era imprescindible hallar un espacio, un lugar en donde desarrollar sistemáticamente estas actividades, o aquellas otras que podían surgir espontáneamente: ateneos, casas del soldado, clubs, escuelas…, son diferentes los nombres que reciben estos espacios, cuya finalidad era la de ofrecer un lugar al combatiente en el que pudiera descansar al mismo tiempo que ensanchar sus conocimientos y adquirir una más sólida formación. El objetivo último era el cultivo intelectual de sí mismo:
“Se trata en verdad, de un local, que, montado en plena línea de fuego lleve a los milicianos un momento de descanso y fiesta espiritual, que compense las duras faenas de la campaña. Se ofrece en él las diversiones y el recogimiento propicio a todos los gustos y temperamentos, (…), Escuela de hombres del mañana, lugar de unión de toda la juventud antifascista, aposento de la cordialidad y la fe en el porvenir de nuestra generación, simboliza para nosotros este nuevo domicilio social. Por ello esperamos que los milicianos del Amuategui, sin excepción, harán de él su lugar predilecto y en amigables charlas educativas y en el ambiente fraternal de las horas de descanso, estrecharán aun más sus vínculos cordiales, y formarán un cuerpo único, disciplinado y consciente, que honre el simbólico nombre de la casa” (Voz Miliciana, 1936:2).
En estos centros de reposo a la vez que de estudio y esparcimiento, los militantes con cierto grado de instrucción debían formar parte como voluntarios en labores educativas organizadas para ayudar en tareas de enseñanza hacia sus compañeros de filas.
El gudari analfabeto debía ver en su educador-compañero a una persona que estaba sacrificando su tiempo de ocio en beneficio de la cultura del pueblo, esta generosa acción servía, según se reconoce en la prensa socialista, de ejemplo inmejorable para que todos comprendieran el verdadero significado de la guerra y del socialismo; la cultura y el bienestar social para todo el pueblo:
“Tarea de la juventud, pues, es el desarrollo y la intensificación en el Ejército los Hogares del Soldado, como un sentido ampliamente educativo” (La Lucha de Clases, 1937:5).
Los gudaris pasaban demasiado tiempo deambulando por las calles del municipio más cercano al frente. Los Comisarios políticos, en particular, y los partidos, como fuerza de conjunto en su totalidad, no siempre actuaban con la diligencia que debían al intentar ocupar los momentos de ocio de éstos:
“Es lamentable la situación a que se ven reducidos los milicianos en plaza, sin otro medio de distracción y esparcimiento en sus ratos de ocio que el estúpido deambular callejero o el embrutecedor refugio de la taberna. Para evitar esta situación la Casa del Miliciano se presenta como lugar de acogimiento, esparcimiento y aprendizaje” (La Lucha de Clases, 1937:3).
La labor del Comisario político debía ser constante y diaria para poder crear en todos los cuarteles salones culturales, hogares del soldado, rincones rojos…
“El nombre no importa: importa la misión pedagógica que tienen que cumplir. Salones que sean escuela para los analfabetos que abundan en los batallones, porque la burguesía, temerosa de la rebeldía del proletariado, lo sumió en la incultura. Salones donde, con charlas y conferencias, se capacite cultural, técnica y políticamente al miliciano para la labor ingente del futuro. Salones impregnados de camaradería, del ambiente familiar de esta gran familia proletaria que ha creado la guerra” (Euzkadi Roja, 1937:1-2).
En estos centros y durante las horas de asueto, el gudari debía disciplinar su espíritu, conociendo el ideal y elevando su nivel cultural, haciendo que el ejército popular fuera un verdadero ejército educado.
Al mismo tiempo, estos centros culturales servían de nexo entre el pueblo y los gudaris, al convertirse en un espacio abierto al que poder acudir para consultar libros del fondo de la biblioteca, escuchar conferencias y asistir a veladas culturales de cine, teatro, poesía, y música:
“Han partido de todos nosotros, y hasta de los mismos soldados, ya que se aburrían en la inacción, y así, al mismo tiempo que se distraen, aprenden cosas de suma utilidad. Ahora estamos preparando una conferencia científica a cuenta de los gases asfixiantes. Queremos evitar que el cuartel sea lo que fue anteriormente. Aquel ambiente de presidio lo estamos sustituyendo en nuestro cuartel por una amable Casa del Soldado, donde las distracciones honestas y culturales vayan desterrando el morbo egoísta que deja la lucha como sedimento amargo” (Joven Guardia, 1937:4).
La idea de la extensión educativa y elevación cultural del pueblo debía avanzar más allá de la retaguardia; debía impregnar el espacio en el que se estaba luchando por lo que representaba la República, para muchos, la cultura y de su mano la Libertad.
El proyecto republicano sobrepasó los límites tradicionales de educación y se lanzó a una campaña cultural en el frente de la que encontramos su esencia en acciones aisladas y esporádicas en los batallones vascos. Se convierte, por tanto, el frente en espacio a abonar de acciones educativas hacia los gudaris convertidos por momentos en alumnos.
Los artífices de esta cruzada socio-cultural y del desarrollo diario de la dinamización cultural de los frentes vascos viene de la mano de los Comisarios políticos quienes, bajo el afán de acercar a los gudaris del batallón a las ideas del partido, emprenden acciones formativas tales como las actividades de extensión cultural (charlas, conferencias) y clases de alfabetización, así como re-inventando medios y apoyos educativos fuera de la órbita tradicional de la enseñanza; unos creados por ellos (órganos de batallón, periódicos murales…), y otros utilizados como soportes educativos (radio, cine…). Todo ello en un entorno aparentemente nada proclive al aprendizaje pero que, sin embargo, su hostilidad no les impidió diseñar espacios y buscar tiempos para educar a la tropa.
Las acciones emprendidas por los comisarios políticos y los voluntarios que apoyaban su labor en el terreno de la educación social en el frente, desvela el afán por extender y hacer llegar la cultura, en su sentido más amplio, a toda la sociedad y, en concreto, a quienes estaban arriesgando su vida; a los gudaris.
El saber y la guerra; el libro y el fusil; las armas y las letras; la cultura y la destrucción, se combinaron de tal forma que en aquel contexto espacio-temporal adquirió sentido su fusión: el gudari debía ser un sujeto culto, un individuo que pudiera dar cuenta de los porqués de su lucha, que no tuviera duda de su actuación dado que ésta estaba avalada por la razón y la justicia social. Los sólidos argumentos de su acción en el frente, le conferían la seguridad que todo soldado requiere al enfrentarse al enemigo, seguridad de estar actuando correctamente, respaldado por el conocimiento de lo que uno desea para el futuro. Futuro que se creía estar construyendo desde un presente en guerra.
No quiero terminar este trabajo sin dar las gracias a todos aquellos que en enero de 1996 escucharon mi mensaje en radio nacional y no dudaron en ponerse en contacto conmigo. Mi más sincero agradecimiento a los Milicianos de la Cultura Tomás Leas, Manuel Aucejo; Francisco Juan Sebastia, Saturnino Rodríguez, Tomás Bartroli y José Segura, y a todos aquellos que me escribieron para compartir conmigo sus vivencias de guerra. Ellos nos demuestran que la educación en el terreno de lo social no se ha caracterizado nunca por combatir y librar retos fáciles, sino por desarrollarse en contextos y circunstancias adversas y no siempre favorables para el trabajo del educador.
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Voz Miliciana, 31 de diciembre de 1936, nº 2, p. 2 (A.H.N.S.G.C.S. Hemeroteca, Rev. 151).
1.- Quien lea este artículo debe saber que los periódicos y revistas de la época no recogían los datos que en la actualidad se referencian, como puede ser la autoría o el título del artículo. Queriendo ser fieles a la documentación, se recogen los datos que realmente aparecen y que, sin duda, nos facilitan el acceso a la fuente en la hemeroteca de referencia.
2.- Al objeto de subrayar la identidad de los protagonistas de esta historia, señalamos en el texto el nombre y los apellidos de quienes han puesto palabras sentidas a las acciones socio-educativas descritas en este trabajo.
3.- Archivo Histórico Nacional -Sección Guerra Civil- Salamanca (A.H.N.S.G.C.S.). Político-Social, Madrid, Carp. 176, Leg. 1568/Doc.202.
4.- La denominación de Órgano al referirse a estas publicaciones, proviene de la concepción en forma figurativa del término y con el significado de aquel medio o conducto que pone en comunicación dos cosas. En este caso entendemos que la publicación pone en contacto al gudari con el entorno, la política, la educación y la cultura.
5.- José de Ariztimuño fue el Director de la Revista de Cultura Vasca, Yakintza, editada por la Diputación Provincial (Sociedad de Estudios Vascos) en San Sebastián, de carácter bimensual que surge en enero de 1933 y que editará su último número en vísperas del inicio de la guerra.
6.- A.H.N.S.G.C.S. Político-Social, Santander, Serie L/ Carp. 290.