David Vázquez, Roger Fe y Núria Guasch. Educadores sociales y músicos (1)
El artículo que nos ocupa parte de una experiencia musical con el colectivo de las personas en situación de sin hogar, surgida espontáneamente en el año 2005 en el marco de una celebración en la Obra Social Santa Lluïsa de Marillac (situada en el barrio marítimo de la Barceloneta) y que actualmente sigue funcionando bajo el nombre de Los Ronderos, un grupo que este año ha realizado una treintena de actuaciones en la provincia de Barcelona.
Con el objetivo de hacer un análisis de los ingredientes característicos de la experiencia nombrada, el presente artículo se estructura en las siguientes partes: justificación; los infinitos beneficios de la música; quiénes son Los Ronderos; y finalmente un apartado de conclusiones que incluye aclaraciones a posibles controversias, así como una reivindicación de todas las disciplinas artístico-creativas, especialmente de la música, en la intervención social.
Al pensar en una experiencia relacionada con la intervención educativa en el ámbito de la exclusión social, indudablemente, nos (2) viene a la cabeza, antes que ninguna otra, la actuación musical que tuvo lugar hace 6 años por parte de un grupo de hombres residentes en la Obra Social Santa Lluïsa de Marillac con la excusa de amenizar la celebración de Carnaval, y que con el tiempo se ha convertido en un afianzado taller y grupo de música: Los Ronderos.
Las razones por las cuales pensamos en ésta por encima de otras son compartidas por los tres:
“Sin música, la vida sería un error”
(Friedrich Nietzche, 1844-1900)
“El arte de las musas”. Éste es el significado literal de la palabra música, procedente del griego clásico. Con el tiempo, sin embargo, las definiciones han evolucionado de maneras diferentes, cambiando según el momento y época histórica; lo que no ha variado nunca es la consideración de ésta cómo la máxima expresión artística de combinar sonidos y silencios con ritmos y armonías.
La música tiene una función catalizadora de la sensibilidad colectiva; a veces usada como válvula de escape, y otras como creación y clímax donde confluyen las emociones.
Está demostrado que la importancia y atención que los diferentes países prestan a la música repercute notoriamente en el nivel cultural, intelectual y artístico de sus ciudadanos. De ello, podemos extraer que también en las entidades educativas o de acción social, la música se demuestra indispensable para una mayor armonía y desarrollo personal de las personas atendidas.
Ya a principios de la historia, Pitágoras afirmó que la música ejerce un poder especial sobre el espíritu. Él fue la primera persona que comenzó a aplicar este arte como terapia complementaria para cuidar a personas enfermas, tanto física como psíquicamente.
A día de hoy, bebiendo de varias fuentes bibliográficas y de nuestra propia experiencia, podríamos notar que los principales beneficios de la música sobre el ser humano son:
Nos gusta hablar de música “con alma”. De música como expresión, como creación, como sensación, sin juzgar en exceso su calidad formal. Valorando no sólo, pero si por encima de todo lo demás, su alma. “Cuando conocí a Los Ronderos sentí que la música tomaba el valor y el significado que siempre le he buscado. No importaba tanto la forma, si sonaba mejor o peor, a tiempo o a destiempo, lo importante era el contenido: una música que sale del corazón, que conecta directamente con los sentimientos, que tiene alma (…) Se trata de música que sale del alma y llega al alma. Es un ciclo que se retroalimenta (…) no sólo la disfrutan los que la interpretan, sino también el público que la escucha, la ve y la capta con los cinco sentidos (…) porque la alegría no se desprende solamente de las melodías, sino también de los rostros de satisfacción, de los cuerpos y los corazones que se mueven con ritmo, del esfuerzo y la implicación que le pone cada uno”. (4)
En nuestra opinión, es una pena que en la actualidad la música en general haya pasado de ser una expresión del alma con fines terapéuticos –recordemos a Pitágoras–, a ser un negocio, un bien de consumo; además, controlado con demasiada frecuencia por alguien ajeno a éste mundo, con rigor 100% económico.
Con Los Ronderos queremos alejarnos de ésa concepción materialista de la música como mercancía. Y no sólo eso, sino que reivindicamos además todo lo contrario: arte, pasión, expresión, creación, gratuidad, profundidad y un largo etcétera.
Educar a través de la música, oímos a veces, a lo que contestamos: ¿no será que gracias a ella nos educamos nosotros?
Sólo entendiendo y compartiendo lo recogido hasta aquí, el lector podrá comprender en toda su globalidad el proyecto que os presentamos a continuación.
Los Ronderos nacen fruto de la casualidad, pero la casualidad, también hay que buscarla. Así, en Febrero de 2005, con la intención de amenizar una fiesta de carnaval en un centro de acogida para personas convalecientes sin recursos, los primeros Ronderos hacen acto de presencia. Se presentan en sociedad después de unos pocos pero intensos ensayos previos, dinamizados por el educador del centro.
Aquella experiencia engancha y motiva como pocas actividades anteriormente lo habían conseguido hacer. De esta manera, la experiencia del primer concierto consolida la actividad y la convierte en un taller semanal totalmente estable que a día de hoy todavía se mantiene.
Actualmente, el taller de música se conoce con el nombre de Los Ronderos y el grupo, por el que han pasado ya más de una veintena de miembros, se ha convertido en todo un referente en el barrio de La Barceloneta, donde no hay fiesta, aniversario o celebración popular a la que no sean invitados.
Sin prisa, sin pausa, sin pretensiones, con escasos pero básicos medios y con mucha dignidad, Los Ronderos nos hemos paseado por multitud de escenarios haciendo lo que más nos gusta; hacer disfrutar a los demás con nuestra canción, transmitir con nuestras melodías y nuestra voz y ver como la anciana incapacitada es capaz de sonreír o incluso levantarse de su silla de ruedas al ritmo de una canción popular.
La música, como hemos fundamentado teóricamente en el segundo apartado, es una potente herramienta para trabajar muchos aspectos o ámbitos de la persona. En el caso específico que nos ocupa y teniendo en cuenta el título que le hemos dado al artículo, queremos resaltar como incide o como se vehicula, en el proyecto concreto de Los Ronderos -y por extensión a otros formatos similares que empiezan a funcionar– con la inclusión social.
Distinguiremos dos niveles de inclusión: por un lado la que se produce internamente, dentro del mismo grupo o Centro, y por otro, la que tiene lugar más amplia y globalmente, en el sí del conjunto de la sociedad.
Empezando por el primer nivel o, lo que es lo mismo, a pequeña escala, encontramos que la inclusión se da a través los siguientes aspectos:
Trasladándonos ahora al nivel más amplio, al referido a la inclusión social en el conjunto de la sociedad, encontramos que el proyecto de Los Ronderos:
Así como en los puntos anteriores hablábamos exclusivamente de los beneficios en términos de inclusión, aquí queremos añadir otras características o finalidades que identificamos en el taller y actuaciones que engloban el proyecto de Los Ronderos:
Por un lado, consideramos conveniente en este apartado, explicitar algo que a veces resulta ser un punto confuso cuando se habla del proyecto de Los Ronderos con otros profesionales del ámbito o con cualquier persona que tenga curiosidad por el mismo. De manera que se quieren aclarar aquí las posibles controversias, confusiones o ambigüedades que pudieran darse tras la lectura de éste artículo.
Nos estamos refiriendo a aspectos como la calidad musical, la cual no puede quedar eclipsada por el mero hecho de que existe una problemática de base, en el sentido de que la mayoría de los componentes de Los Ronderos han vivido o viven situaciones de sinhogarismo. Alguien podría pensar que esta circunstancia exime al proyecto de ofrecer el máximo de lo que se puede ofrecer. Y de ninguna manera es así. Hasta diríamos que precisamente por esas circunstancias es más importante, si cabe, ofrecer al público un “espectáculo” con toda su dignidad y con todo su esplendor –lo cual no quiere decir, sin tener en cuenta las limitaciones con las que, evidentemente, nos encontramos–. Sólo de esta manera se puede añadir el mensaje sensibilizador y que visibiliza la problemática común que llevó a los miembros del grupo a encontrarse un día en un Centro de acogida para personas en situación de exclusión social.
En primera instancia estamos hablando de música. Y en segunda, de la particularidad del contexto en el que nace y se desarrolla; no al revés.
Aclarado lo anterior, por otra parte, queremos aprovechar este espacio para reivindicar la importancia de las disciplinas artísticas en la intervención social.
Con demasiada frecuencia, priorizamos en el conjunto de actividades, la parte pasiva por encima de la creativa. Muchos de los talleres que se realizan en el ámbito de la exclusión social se basan en la fórmula de la “terapia ocupacional”, en un proceso de “aprendizaje” basado en la repetición, cuando tiene mucho más valor un aprendizaje que surge de la propia experiencia, del hecho de vivirla, de manera que se puede interiorizar como propia. Es algo que surge de uno mismo, propiciando, claro está, el contexto adecuado para que eso ocurra.
Si nos remitimos al segundo apartado del artículo que nos ocupa, uno puede ver que está más que contrastado que la música tiene la capacidad de influir al ser humano en todos los niveles: psicológico, social, espiritual, intelectual, biológico y fisiológico.
Por último, consideramos relevante hacer referencia a la importancia de la implicación del propio educador/a para que la actividad o taller salga adelante. Si la persona que lleva la batuta se lo cree, es más que probable que la orquesta suene; es decir, el profesional tiene que estar impregnado de motivación (para ir graduándola en sí mismo y para transmitirla) y tiene que creer en la música como herramienta educativa. Sólo de ésta manera sonaran, como ocurre en Los Ronderos, melodías cargadas de efectos positivos y emociones.
Borrego, Esther. Educar al viure. Prueba de síntesis de la asignatura de Pedagogía Social (Grado de Educación Social). UOC, 2010.
Borrego, Esther. L’home com a ser projecte. UOC, 2010.
Soto, Gabriela. Incidencias de la música en los procesos cerebrales. Pauta. Vol. 23 Núm. 92 (2004), p.75 – p.97.
Trías, Eugenio. El canto de las sirenas. Argumentos musicales. Barcelona: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2007.
1.- David Vázquez es Educador social y coordinador del CEL (Centre d’Estada Limitada) en la Obra Social Santa Lluïsa de Marillac – Compañía Hijas de la Caridad. Psicopedagogo, Tutor del Grado de Educación Social en la UOC, guitarrista y cantante. Roger Fe es Educador social en el Centre d’Acollida Assís, técnico de sonido, bajista y guitarrista. Núria Guasch. Educadora social en Llar de Pau – Compañía Hijas de la Caridad está cursando Antropología Social y Cultural y es violinista y cantante.
2.- Hemos estado debatiendo la persona verbal que utilizaríamos a lo largo del artículo, contraponiendo las opciones de la tercera y la primera persona. Finalmente nos hemos decantado por ésta última, porque sentimos la necesidad de hacerlo así, incluyéndonos en la experiencia que vamos a narrar y analizar.
3.-Desde los estudios musicales reglados, a la improvisación o la música letrada con mensajes reivindicativos. Desde julio de 2010, los tres autores del artículo comparten, junto con Toni Bonastre, un proyecto musical llamado Lo petit Comitè.
4.- Guasch, Núria. “El poder transformador de la música”, Full informatiu Assís, núm. 20 (2010).