Lluís Salitges. Educador social. Director del Centre de Serveis a les Associacions – Torre Jussana, Direcció de Participació i Associacionisme, Ayuntamiento de Barcelona.
A partir de una introducción/aproximación a la idea de asociacionismo y al trabajo del educador en este tema, esbozaremos la idea principal de este artículo: el trabajo del educador con el asociacionismo con la formación para la participación ciudadana como instrumento de transformación y cambio social. También haremos un repaso al porqué de la necesidad de participar y a las características de los grupos/asociaciones o ciudadanos que llegan a los procesos de participación ciudadana.
Repasaremos diferentes técnicas de fomento de la participación y de formación, con la idea de que el educador social, también llamado animador sociocultural, ha de hacer posible, con su intervención, tanto en la acción educativa como en la organización de la acción formativa concreta que posibilita su intervención, que se dé el grado de educatividad en el medio como para integrar al individuo y permitir su participación, a la vez que ha de ayudar al ciudadano a abrirse a este medio para facilitar su integración crítica, y a efectos de facilitar que todo aquel que quiera participar pueda hacerlo.
a) Desde el punto de vista asociativo
Podríamos empezar haciendo un poco de historia ya que el fenómeno asociativo en Catalunya apareció mucho antes del siglo XX; como ejemplos tenemos los ateneos, las asociaciones obreras, las casas regionales o las asociaciones de vecinos. Tal como pone de manifiesto el preámbulo de la Ley 7/1997 de asociaciones, “el hecho asociativo catalán ha sido decisivo para la defensa y el crecimiento de la sociedad y la cultura catalanas y, de manera especial, durante las etapas más difíciles de nuestra historia como nación”.
Ya entrado el siglo XX, y a causa del grado de poder adquirido por el Estado en diferentes aspectos sociales, el asociacionismo toma aún más relevancia. El control por parte de los poderes públicos sobre actividades culturales o educativas, entre otras, hace que el ciudadano reclame su derecho de participación en actividades políticas, y una de las vías para llevarlo a cabo es el asociacionismo.
Hoy en día el derecho de asociación se considera un derecho fundamental de la persona, una vía de participación ciudadana en el gobierno de la misma sociedad, una expresión de la misma sociedad, una expresión del sistema democrático que gobierna nuestro país.
Estamos en una sociedad en la que está cada vez más difundida la idea de agruparse para llevar a cabo actividades de economía social (actividades de carácter benéfico, artístico, cultural, etc.) y no lucrativa. La finalidad es dar respuesta a intereses y demandas colectivas mediante la participación ciudadana y contribuir a una difusión de valores y principios, como también potenciar la integración social.
b) Y desde el punto de vista de los educadores, ¿cuándo empezamos a trabajar con las asociaciones?
Ahora debería empezar haciendo un pequeño repaso de la historia educativa más reciente, momento en que se empezó a oír hablar de trabajo comunitario, ya entrada la década de los 80, que se veía como una superación del trabajo estrictamente de casos, como una posibilidad de ir más allá y hacer un trabajo más elaborado. Y en este repaso recuerdo aquella paradoja que se daba cuando aquellos que veníamos del trabajo con niños pequeños, desde un punto de vista asistencial, nos encontrábamos de repente que teníamos que trabajar con algo llamado “entidades”. Así que pasamos de ser educadores especializados a ser educadores comunitarios y también, para según quién, éramos animadores socioculturales; este era el precio de la modernidad, del estar al día; cambiaba la militancia, ahora pasábamos a ser unos entusiastas del trabajo comunitario… De aquella época, y aún hoy, me quedó la percepción del trabajo comunitario como un proceso enriquecedor respecto al trabajo de casos, casi como facilitador de higiene mental de los trabajadores que lo llevaban a cabo.
Y fue una sorpresa, un descubrimiento; había otras formas de trabajar, otras maneras de acercarse a las necesidades sociales, otras maneras de hacer de educador… y de las herramientas con las que contábamos, trabajar la participación era una de las más importantes.
Según el artículo núm. 2 de la Ley catalana de asociaciones, éstas quedan definidas de la siguiente manera:
En las asociaciones, tres o más personas se unen de manera voluntaria, libre y solidaria para conseguir, sin ánimo de lucro, una finalidad común de interés general o particular, y para hacerlo se comprometen a poner en común sus conocimientos, actividades o recursos económicos, con carácter temporal o indefinido.
Por tanto, nos encontramos con unos entes llamados asociaciones, que tienen objetivos de carácter social y la participación, como método de trabajo.
El concepto de inadaptación social sobre el que ha tratado tradicionalmente el trabajo del educador hablará de la falta de adecuación entre las características de una persona o grupo y su entorno y sus reglas, e implica la existencia de un marco de referencia en el cual hay dificultades para adaptarse entre un individuo concreto y un entorno, que dificulta la adaptación, con los conflictos que esto comporta.
Será necesario, pues, incidir sobre los dos para facilitar el proceso de integración de las experiencias vividas.
Cuando hablamos de participación ciudadana se hace difícil hablar de trastornos de inadaptación social, ya que de lo que deberíamos hablar podría ser:
A partir de estos conceptos introductorios esbozaremos un análisis del espacio, los colectivos con los que se produce la intervención educativa en participación ciudadana y la teoría y algunas técnicas que permiten desarrollarla.
Los mecanismos de participación pueden dirigirse tanto a grupos / asociaciones como a personas individuales. A los responsables de la participación nos gustaría motivar los dos tipos de participación, aún reconociendo que tan solo la primera ha tenido cierta importancia. Desde esta perspectiva, presentamos la valoración realizada sobre las asociaciones que protagonizan la participación y a las personas que las representan.
a) Al referirnos a las entidades en su globalidad puede haber la percepción de que:
b) En relación con los representantes de los diferentes grupos o asociaciones que participan, existe un cierto consenso al destacar dos aspectos que sería necesario modificar:
De estas dos características se nos podría desprender una crítica al papel que están jugando los responsables de las entidades que han de participar en los diferentes asuntos conjuntamente con la Administración, una crítica que pone de manifiesto tanto el sesgo en su capacidad de representación, como sus dificultades para entender y relacionarse con aquélla y la necesidad de promover la renovación de los cargos asociativos.
Aunque ésta es una opinión común, hay esperanzas. Así, se destaca que la capacidad de interlocución de los representantes de las entidades está mejorando y, a pesar de la aparente baja representatividad que tienen, se caracterizan por un conocimiento profundo del entorno. Y este es un factor a valorar. En definitiva, la primera impresión podría ofrecernos un panorama no demasiado encantador, mientras que comentarios más reflexionados podrían matizarlo bastante e invitar al optimismo.
c) O la dialéctica Administración / Asociaciones / Participación: el último punto es interesante en la medida en que nos podría explicar el modelo de participación que tienen en la cabeza los responsables públicos, y está en relación con la valoración del rol de las entidades como grupos de presión y como canalizadores de demandas ciudadanas. Normalmente se pondrá el énfasis en su papel de coproductoras de servicios; es decir, de colaboradoras más o menos privilegiadas de la Administración. Además, se trata de una colaboración a menudo limitada al ámbito de la prestación de servicios por delegación de la Administración y se va introduciendo, lentamente, la posibilidad de ir más allá y cómo trasladar la participación del ámbito de la gestión al de la política.
d) Restringir el fenómeno participativo a la co-gestión colaboradora tiene una fuerte influencia sobre los dos grandes interrogantes que planteábamos en este apartado: ¿quién participa y cómo lo hace?
Las entidades no comparten esta visión tan crítica de ellas mismas. Aunque hay visiones diferentes, muchas de las entidades comparten la perspectiva municipal que propugna una cambio parcial en su orientación, pasando de una actuación centrada exclusivamente en la reivindicación en otra que combina esta actividad con la colaboración. Por el contrario, no comparten las críticas dirigidas a la falta de representatividad y de preparación, aunque en muchas ocasiones sí constatan las dificultades para renovarse y encontrar recambios generacionales.
Aunque la mayor parte de la participación se realiza a través de las entidades, existen mecanismos para conducir la participación a título individual. La realidad en los diferentes distritos de la ciudad de Barcelona sobre el tema es relativamente heterogénea. En todos ellos existen espacios para la participación individual, aunque en la práctica ésta no se utiliza mucho. La razón principal para esta reducida participación individual recae en los pocos canales de información para el ciudadano no organizado y, como resultado, en la escasa información disponible sobre las posibilidades de este tipo de participación. En algunos casos, se observa cierta contradicción entre una participación más generalista y conducida a través de las entidades y la percepción que el ciudadano individual participa únicamente para defender intereses muy particulares que, en la práctica, lo que hacen es crear disfunciones (hacer perder el tiempo) en el funcionamiento de los mecanismos participativos.
En cualquier caso, queda claro que la participación a título individual es menos frecuente, y aún encontrando algunos defensores, hay pocas iniciativas concretas para fomentarla. Esta constatación se agrava si se combina con la ya citada crítica al funcionamiento y la representatividad de las entidades, ya que entonces ni los mecanismos individuales ni los colectivos de representación de intereses funcionan adecuadamente.
La acción de participar es un proceso complejo que comporta, a veces, renuncias a las propias ideas, porque, por encima de todo, en el grupo se debe priorizar el interés colectivo que hace que una idea se acabe viviendo como propia cuando se ha gestado en un proceso participativo, cuando ha nacido de la deliberación y el debate; cuando ha existido contraste y finalmente un acuerdo por consenso.
“La experiencia se demuestra andando,” y si hablamos de participación ciudadana diremos que se puede definir como un proceso vivo, práctico, que tan solo se puede realizar y tirar hacia delante sintiendo, contribuyendo y formando parte de él. Es necesario que la participación sea un proceso transversal que forme parte de procesos de contacto, de relación y de interacción entre todos los agentes de la ciudad: los ciudadanos o vecinos, las asociaciones y las administraciones.
A participar también se debe aprender. Requiere una formación. ¿Cuál es la metodología?
Por tanto, la idea principal de este artículo, su hilo conductor, es la del trabajo del educador con las asociaciones, teniendo como herramienta la formación para la participación ciudadana como instrumento de transformación y cambio social.
El educador/a social no interviene únicamente sobre el individuo con dificultades, sino que también y, especialmente, lo hace sobre el entorno para crear espacios y vínculos que hagan posible la integración, y la creación de un proyecto cercano, en el sentido de proximidad a la persona, con capacidad de respuesta rápida a las necesidades de participación, sociales y culturales de los ciudadanos; éste sería el caso de la formación en participación ciudadana.
Cabe destacar que el trabajo del educador/a social es producir, en toda su globalidad, un entorno educativo.
A quién se dirige:
Grupos, colectivos, entidades, asociaciones, ciudadanos y administraciones que quieran escuchar la opinión de los demás y trabajar conjuntamente decisiones sobre cualquier aspecto de la vida social.
Condiciones básicas
Están formados por grupos de trabajo o debate, que combinan el trabajo individual y silencioso, con el trabajo grupal y de consenso. Son espacios dinámicos e intensos que se fundamentan en que las aportaciones de cada uno son importantes y tienen el mismo valor. Estas técnicas de trabajo favorecen la implicación de todo el mundo en el debate, de manera que queda garantizada la presencia de todas las voces en igualdad de oportunidades y de valor. Estos talleres permiten recoger las ideas y sugerencias de todo el mundo y, también, realizar un trabajo creativo de grupo, que se orienta hacia el consenso sobre prioridades, valores, alternativas, propuestas…
Consta de dos sesiones participativas. En la primera se realiza un diagnóstico del estado actual; se hace una evaluación del presente. Al cabo de un tiempo se realiza la segunda sesión para presentar propuestas y repensar el futuro. Producto del consenso, surgirán ideas y líneas estratégicas que habrá que calendarizar antes de aplicarlas.
En una sola jornada participativa se debería llegar a un consenso sobre los aspectos a conseguir o potenciar, así como los que hay que evitar. Se diseñarán unas líneas estratégicas de trabajo para llegar al objetivo de futuro que cada uno se proponga.
Así diremos que las técnicas participativas permiten:
A modo de conclusión: aunque la exposición de diferentes técnicas pueda parecer que la tarea de participación es muy pesada y difícil, debemos decir que la experiencia vivida demuestra que los resultados de los diferentes procesos de participación realizados, o la documentación recibida desde otros lugares, dice que estos son asumibles y adecuados, que difícilmente surgen propuestas fuera de lugar y que lo más importante es la madurez social que se genera y el romper con las dinámicas NIMBY (not in my backyard), Sí, pero aquí no, actualmente, y desgraciadamente, tan de moda.
Con su intervención, el educador social, también llamado animador/a sociocultural, tiene que posibilitar, tanto en la acción educativa como en la organización de la acción formativa concreta que posibilita su intervención, que se dé el grado de educadibilidad en el medio como para integrar al individuo y permitir su participación y, a su vez, ha de ayudar al ciudadano a abrirse a este medio para facilitar su integración crítica, y a efectos de facilitar que todo aquel que quiera participar, pueda hacerlo.