Xavier Franch. Educador social. Coordinador del Centro Cívico El Coll (distrito de Gràcia, Barcelona)
Para plantear el contenido de este artículo, es necesario reflexionar sobre lo que entendemos por Animación Sociocultural en relación con la Educación Social. Me refiero a un aspecto sobre el que muchos autores ya han discutido: la ASC ¿es una metodología para la intervención social y cultural y, por tanto, el ámbito propio de una figura profesional propia (el animador/a sociocultural)? ¿O se trata de un ámbito que comparten distintas figuras, entre las que encontramos al educador social? No se trata de una discusión gratuita, ya que a efectos de la creación de la Diplomatura en Educación Social y fruto del trabajo interdisciplinar entre los diferentes agentes (jornadas de formación de los agentes socioculturales de 1988 en las “Cotxeres de Sants”, por ejemplo) se planteó un diseño curricular en el que se contemplaban tres vías formativas y de especialización: la educación especializada, la educación de adultos y la animación sociocultural.
Desde esta perspectiva, pensar que la Animación Sociocultural es un ámbito profesional propio de la Educación Social es correcto, pero también lo es el hecho de que la ES no tiene la exclusividad. El hecho de que paralelamente al proceso anteriormente citado, se iniciara un ciclo formativo profesional, primero de forma experimental con la reforma de la Formación Profesional -el módulo profesional de nivel 3 de Animación Sociocultural y que formaba a los técnicos en actividades socioculturales (TASOC)- y posteriormente con los actuales ciclos formativos de Grado Superior, hace que existan unos profesionales formados y especializados en esta metodología y que al igual que hacemos los educadores sociales, reclaman su espacio profesional. No quiero dejar de mencionar un amplio abanico de formaciones no regladas que se daban en diversas escuelas de formación como IMAE, Abast, Escola de l’Esplai, etc. Lo que llevó a que hubiera unas figuras, profesionales en muchos casos, previas a la creación de la diplomatura en Educación Social. Los primeros colegios profesionales, y concretamente el CEESC, conocen perfectamente este proceso, ya que trabajaron para la habilitación de muchos profesionales, formados mayoritariamente en dichas escuelas, con una dilatada experiencia como animadores en diversos campos.
Tal y como define Anna Calvo, profesora de Educación Social en la Universidad de les Illes Balears, la ASC es una estrategia educativa para la participación social (Calvo, 2002) y bajo este punto de vista que personalmente comparto, es lógico que sea un campo profesional de los educadores y las educadoras sociales.
En mi opinión este es un planteamiento correcto, pero convendría valorar si esto debe excluir el hecho de que otros profesionales sientan también como propio este campo y como tal lo reivindiquen. En las Jornadas sobre ASC, “Anima’t, Catalunya per l’ASC”, organizadas por el IES Ribot i Serra, celebradas en Sabadell, en marzo de 2006, el colectivo de profesionales del ciclo formativo de grado superior en ASC (FP) reivindicaban su espacio profesional y se vivió un cierto enfrentamiento con los educadores sociales en la competencia por dicho espacio de trabajo. Una confrontación estéril si se plantea como una lucha corporativista de unos contra otros. Creo que es importante empezar a trabajar de forma conjunta para la definición de funciones profesionales, la ubicación de las diversas figuras profesionales en las estructuras de los servicios y proyectos, las condiciones generales de trabajo de ambos colectivos y evitar, de esta forma, enfrentamientos absurdos por unos puestos de trabajo, partiendo de la idea de que todo el mundo tiene el derecho a trabajar y ejercer de aquello para lo que se ha formado.
He empezado haciendo esta reflexión para introducir mejor el tema que debo plantear en este artículo: los perfiles y las funciones de los animadores/oras en el libre mercado.
En el momento de reflexionar y preparar el discurso sobre el tema del artículo, encontré, según mi criterio, el primer problema conceptual: ¿deben diferenciarse los perfiles y las funciones de los profesionales atendiendo a su situación contractual? Dicho de otra forma, ¿varían las funciones y los perfiles profesionales de estar contratado directamente por la administración pública a estarlo por una empresa de servicios subcontratada por la propia administración? Creo que aquí ya tropezamos con algunas de las cuestiones que afectan al conjunto de profesionales que trabajamos en este campo.
Si por libre mercado entendemos los servicios ofrecidos por las empresas o entidades no vinculadas a la administración pública y que, mayoritariamente, desarrollen proyectos, servicios o programas de carácter público a través de los concursos públicos de adjudicación de servicios, probablemente nos hallemos en una situación paradójica. Las figuras profesionales y sus categorías laborales, sus funciones, así como determinados perfiles formativos, pueden ser muy distintos si quien contrata es directamente la administración, a través de los mecanismos propios de la función pública, o bien si el contrato viene determinado por las necesidades de las empresas en cuanto al personal que se debe contratar cuando gestionan un equipamiento o servicio adjudicado por la administración.
En cuanto a los profesionales que dependen orgánicamente de la administración, cabe destacar que su marco de referencia viene regulado por la función pública. En cuanto a los profesionales contratados por empresas de servicios, el documento base es el “Convenio del Ocio Educativo” de ámbito autonómico, en el caso de Catalunya. Sin embargo, en algunos casos, las empresas tienen acuerdos con sus trabajadores quienes pueden mejorar sus condiciones laborales respecto al convenio colectivo; figura legal existente en las relaciones laborales.
Huelga decir que, comparativamente, las condiciones laborales de los trabajadores de empresas y de los funcionarios o contratados como laborales por la administración se diferencian en muchos aspectos.
Dado que el motivo de este artículo es hablar de los perfiles y funciones de los profesionales, quede clara mi postura contraria a hacer diferencias en función de la contratación. Creo que las necesidades sociales que deben atender dichos profesionales son las mismas y por lo tanto no tiene sentido diferenciar sus funciones o perfiles, a no ser que se quieran maquillar determinados déficits, estructurales o económicos, recurriendo a la subcontratación económica de determinados servicios, normalmente con criterios poco claros en cuanto a las figuras y perfiles profesionales necesarios.
Ciertamente, existe mucha literatura sobre los animadores y animadoras socioculturales, sus perfiles, sus funciones; dicha literatura en general corresponde a los años ochenta y noventa, si bien es cierto que existen trabajos posteriores muy interesantes, por ejemplo La animación sociocultural, una estrategia educativa para la participación de Anna Calvo, en la que la autora hace una reflexión muy actual de la Animación Sociocultural desde la perspectiva de la Educación Social.
En cuanto a las funciones que deben desarrollar los animadores-educadores en la actualidad, según mi opinión se podrían dividir en estos ámbitos:
– Funciones de gestión: deben gestionar servicios, programas, equipamientos o proyectos socioculturales, tanto a nivel administrativo como de organización como, por ejemplo, tareas de coordinación de personal, diseño de la estructura administrativa del centro (inscripciones, matrículas, ocupación de espacios, registro de recursos…) diseño y redacción de informes, proyectos, memorias… Relación con las administraciones, gestión de los recursos materiales, humanos, seguimiento presupuestario, etc.
– Funciones de dinamización: es necesario apoyar a los grupos y colectivos presentes en el territorio en la realización de sus propuestas, tanto a nivel logístico, técnico, de asesoramiento sobre recursos, diseño de propuestas, financiación, etc.
Será conveniente diseñar, conjuntamente con otros servicios y entidades, proyectos, actividades y programas de tipo territorial y comunitario como el ciclo de festividades, determinados ciclos temáticos, etc. Asimismo será importante la promoción de nuevas iniciativas asociativas partiendo de la detección de centros de interés comunes en el barrio/territorio.
Dentro del mismo ámbito, encontraremos todas aquellas funciones que tienen que ver con la dinamización y apoyo a los nuevos creadores, la organización de actos de difusión artística, como exposiciones, conciertos, teatro y artes escénicas, fotografía y artes audiovisuales, la cesión y facilitación de espacios para ensayar, etc.
– Funciones relacionales: el educador-animador debe promover y crear un espacio constructivo de relaciones interpersonales de los distintos participantes, ya sean usuarios individuales o colectivos. Debe facilitar el encuentro, la comunicación entre grupos, el trabajo en equipo y la organización de actividades de carácter intergeneracional y comunitario. El animador debe promover dinámicas de cooperación con el diálogo como base, y la superación del conflicto y la convivencia como valores democráticos y como base del trabajo conjunto de dinamización social y cultural del territorio de referencia.
– La información y orientación: una función importante también del animador/a es la información y orientación a los usuarios, tanto a título personal como colectivo, sobre los recursos, servicios y propuestas que puedan ayudarlos en su crecimiento. Es conveniente tener un discurso y una visión global e integral del trabajo que se está realizando, no únicamente del propio equipo de educadores sino del resto de profesionales que intervienen en el territorio en cuestión.
Para hablar sobre cuáles han de ser los perfiles de los animadores-educadores hoy en día, me gustaría partir de una idea que defienden algunos autores como Anna Calvo (Calvo, 2002) entre otros y que en contraposición a la opinión de otros conocidos autores (Ander Egg, Quintana…) plantean que las habilidades de los animadores y animadoras no son innatas, sino que se adquieren tanto en el proceso formativo como en el desarrollo profesional. Lo que es cierto es que la predisposición de algunas personas frente a ciertas habilidades puede facilitar el trabajo, al igual que ocurre con otras profesiones u ocupaciones.
En cuanto a los perfiles formativos pueden ser, como hemos apreciado anteriormente, muy variados. Pese a existir desde hace unos años una formación específica (Diplomatura en Educación Social y/o CFGS en ASC), en la realidad de muchos proyectos y servicios encontramos una gran variedad de profesionales con formaciones muy diversas y que realizan tareas de animación sociocultural. Hay que destacar que en este sector, y a diferencia de la función pública, en algunos casos regulados desde un marco legal concreto -Ley de Servicios Sociales, por ejemplo- no hay una exigencia explícita de una titulación concreta (de educador social o grado superior en ASC, por ejemplo) para la contratación preferente de profesionales con dichas formaciones. Esto no excluye que en el capítulo de figuras salariales, aparezca tanto el animador/a sociocultural como el técnico de grado medio, relacionados con tareas específicas que han de quedar definidas en los contratos.
Creo que las empresas de libre mercado pueden valorar positivamente, junto a la formación, otros aspectos directamente vinculados con la trayectoria y el itinerario personal, como pueden ser la experiencia asociativa, de educador/a del tiempo libre, experiencia en determinados campos culturales o sociales muy concretos, conocimiento específico de las distintas franjas de edad (jóvenes, infancia o gente mayor…) o temáticas concretas en las que deberá trabajar, como cooperación, gestión cultural de equipamientos, programas especializados, etc. Otras habilidades, como la capacidad de comunicación y de escucha activa, creatividad, empatía y a menudo conocimientos de resolución de conflictos, son aptitudes que pueden enriquecer el currículum de los educadores-animadores a la hora de realizar sus tareas.
Sin embargo, la experiencia profesional previa es, a menudo, un elemento cualitativo con un peso específico muy importante en el momento de las contrataciones. En cuanto a figuras profesionales muy especializadas, podemos ver cómo el conocimiento técnico de algunas áreas, como las nuevas tecnologías, el mundo audiovisual (cine, vídeo, fotografía…) las artes plásticas, el teatro y las artes escénicas, la música en todos sus estilos, la organización de actividades de difusión cultural y artística, así como exposiciones, conciertos, espectáculos, actividades en la calle, ferias y muestras, etc. son un elemento muy valorado a la hora de buscar determinados perfiles profesionales en el campo de los servicios socioculturales. Dicho panorama puede variar en función del servicio o proyecto que se quiera dinamizar. Posiblemente, en el campo más social de nuestro trabajo, observaremos una mayor sensibilización hacia formaciones como la nuestra o similares.
En cualquier caso, formaciones como Psicología, Humanidades, Sociología, Pedagogía, Antropología, etc. (junto con otras formaciones) son habituales en muchos profesionales que desde hace tiempo realizan distintas tareas en proyectos como centros cívicos, casales juveniles, infantiles y ludotecas, gente mayor, programas específicos para mujeres u otros sectores, equipos de empresas de servicios educativos, culturales o sociales, etc. Como he comentado con anterioridad, el hecho de que finalmente se haya firmado un convenio colectivo de ámbito catalán, que aglutina las condiciones de todos los trabajadores/as del sector es, sin duda, un avance en la necesaria regulación de las condiciones laborales de los profesionales de dicho sector. Huelga decir que, al igual que todos los convenios laborales, incluye a todas las figuras profesionales en los diferentes servicios y que son complementarios a la coordinación y/o realización de actividades socioculturales y educativas. Me refiero a auxiliares, administrativos, informadores, técnicos de sala o servicios especializados, mantenimiento y, en algunos casos, cocineros, limpieza, conserjería, etc.
La existencia de este importante grupo de profesionales hace que sea totalmente imprescindible una visión global, integral y ante todo interdisciplinar, del trabajo que se realiza en este sector y que en el caso de los educadores sociales y los animadores socioculturales se concreta en una figura polivalente, pero con un perfil y unas funciones muy concretas. Dicho perfil debería relacionarse con las funciones de coordinación y dirección de servicios o proyectos, el diseño, planificación y programación de proyectos socioculturales y educativos, realización y ejecución de las programaciones, seguimiento y evaluación de las mismas, apoyo y coordinación con el entramado social de la zona, etc.
Esta figura requiere un perfil formativo y una capacitación profesional muy concretos, con una visión educativa muy clara. Personalmente creo que es en este ámbito donde los educadores sociales, al igual que los técnicos en Animación Sociocultural y otros profesionales, han de reclamar su espacio profesional.
CALVO, A. La animación sociocultural, una estrategia educativa para la participación. Madrid: Alianza Editorial, 2002.