Enric Benavent. Educador social. Profesor en las EUTSES Pere Tarrés de la Universitat Ramon Llull.
El sentido del humor es una de las estrategias que más nos ayudan a vivir como humanos. De hecho, el humor es una característica específicamente humana. No hay humor en el mundo animal, no lo necesitan. Los animales al nacer ya tienen todo lo necesario para completar su ser. Los humanos, por el contrario, al nacer no tenemos casi nada de lo que nos hace falta para sentirnos plenamente realizados. Los humanos nos vamos haciendo, sin pausa, a partir de las opciones, de las decisiones, de las vivencias de cada día. Por eso cuando uno llega a la plena realización como ser humano es el día de su muerte.
Los humanos tenemos bien poco de natural, casi nada. Dejamos de ser naturaleza para convertirnos en cultura. De hecho, es gracias a eso que sobrevivimos. El envoltorio cultural es el que nos libera de la precariedad natural. Los humanos, con nuestra pobre y deficiente constitución física, hace siglos que habríamos desaparecido de la faz de la Tierra. La cultura es lo que nos permite liberarnos de la inmediatez de los instintos. Gracias a esta realidad tan especial, podemos mirarnos el entorno con distancia y sentirnos protagonistas de nuestra propia historia, poniendo en juego la individualidad, la particularidad de cada uno.
Los animales viven absolutamente atados a su entorno natural, funcionan gracias a sus desarrollados instintos. Los humanos tenemos unos instintos muy pobres, nuestras reacciones son lentas, tenemos que tomar distancia de lo inmediato para poder verlo claramente. Incluso los instintos más básicos que compartimos con el resto de seres vivos (la sexualidad, el hambre, la defensa de la propia vida) los hemos pasado por el cedazo de la cultura: hemos convertido el instinto sexual en erotismo, seducción; el hambre, en gastronomía, y la defensa de la propia vida, en estrategia militar.
El humor es una de las estrategias que la cultura pone a nuestro alcance con el fin de facilitarnos el trabajo de comprender la realidad. Mientras reímos estamos recreando el significado de la propia cultura: si somos capaces de reír, de tomarnos con humor una situación, es que podemos reelaborar su significado. La capacidad de reír es una capacidad cognitiva, es una manera de organizar y procesar la información que recibimos. Tal como afirmaba Bergson: “El humor está más dirigido al cerebro que a los sentimientos. Hay una cierta insensibilidad que acompaña a la risa. El peor enemigo de la risa es la emoción. Nos podemos reír de una persona que nos inspira piedad o afecto si por unos instantes hemos podido olvidar el afecto o la piedad. En una sociedad de inteligencias puras, quizás no se lloraría, pero se continuaría riendo.”
Hay una cierta tendencia a identificar el humor con la risa, es habitual verlo en escritos procedentes del ámbito anglosajón o norteamericano. Ciertamente la carcajada es una consecuencia del sentido del humor, y de la comicidad. Pero reducir el humor a la carcajada es una simplificación que resta gran parte de su potencial. Una persona puede tener mucho sentido del humor y eso no quiere decir que siempre nos tenga que provocar risa. Esta asociación ha perjudicado a muchos payasos y humoristas que han creído que, si no hacían reír, ya no cumplían su objetivo y, por lo tanto, han optado por hacer reír a toda costa, pervirtiendo, en muchos casos, el sentido del humor. Los buenos cómicos no sólo hacen reír, sino que hacen sonreír, hacen pensar, ayudan a mirar las cosas de otra manera, remueven algún sentimiento y, paradójicamente, un buen cómico (como Charles Chaplin) puede llegar a arrancar una lágrima de ternura.
El sentido del humor, tal como lo define Garanto, es un estado de ánimo más o menos persistente que capacita al individuo para que, tomando la distancia conveniente, pueda relativizar críticamente toda clase de experiencias afectivas que se polaricen, ya sea hacia situaciones eufóricas o bien depresivas. Estamos hablando, pues, de una manera de enfocar y de tomarse la vida, de un estado de ánimo que afecta a todo el mundo y que pide un cierto punto de madurez personal. El sentido del humor se agudiza y se purifica con los años. Por eso es muy adecuado plantearse una intervención con gente mayor que incorpore elementos propios del sentido del humor.
La risa es una respuesta fisiológica que puede ser provocada por estímulos puramente físicos, como las cosquillas o la inhalación de óxido nitroso (gas hilarante), o como síntoma de algunas enfermedades como el Alzheimer o la esclerosis múltiple. Démonos cuenta de una paradoja: ¿cómo es posible que provoquen la misma reacción unas cosquillas que un refinado chiste sobre el Papa? En la carcajada se esconde algo misterioso, algo que liga la pura animalidad con lo más sublime de la condición humana. Según Plessner
podríamos decir que en la carcajada (y también en el llanto) descubrimos la difícil relación entre el cuerpo y el espíritu. Por una parte, cuando el hombre estalla de risa pierde el control de su cuerpo, pero por otra, conserva la intencionalidad; no es su cuerpo quien ríe (o llora), sino él mismo.
Sin embargo, lo que nos ocupa no es la risa reactiva, la risa como puro movimiento reflejo, sino la risa cómica. La experiencia de la comicidad es la que nos puede dar elementos interesantes a tener en cuenta en la intervención educativa. Tal como dice Baiget, utilizando elementos cómicos podemos ayudar a un cambio de actitud, a un desbloqueo, a dar una nueva visión del problema que puede ser muy beneficiosa en nuestra intervención. Todo eso sucede porque la comicidad es la capacidad que tenemos los humanos de mirar la vida de otra manera. La capacidad de captar la incongruencia, de ver orden en el desorden, de pensar con criterios divergentes, aceptar otras lógicas. La comicidad incluye la burrada y la tontería.
La experiencia cómica tiene su lógica, sus reglas, sus rituales. Es un ámbito de significación especial en el cual hay que entrar (eso es lo mismo que nos pasa cuando vamos al teatro: en un momento dado entramos en un ámbito de significación que tiene una lógica diferente de la realidad primordial, igual que cuando unos niños hacen juego simbólico). Una situación cómica fuera de su contexto normalmente no es adecuada. Por eso tenemos estrategias comunicativas que nos dan a entender que estamos en situación cómica o que no lo estamos. Es muy importante tener este aspecto en consideración cuando queremos utilizar el humor como estrategia de intervención.
Actualmente es fácil encontrar artículos y libros que hablan de los beneficios tanto físicos como psíquicos de la risa. De hecho, la evidencia de que cuando ríes te sientes mejor, tendría que ser suficiente para concluir que la risa es buena. Hay otros aspectos beneficiosos de la risa, como por ejemplo:
El sentido del humor, sin embargo, no se acaba con la risa, sino que es un marco mucho más amplio, una manera de tomarse la vida. Tener sentido del humor o practicarlo no es equivalente a estar siempre riendo. Quien está acostumbrado a tomarse la vida con humor, seguro que ríe, pero también sonríe, disfruta de la perplejidad, mira la vida con otros ojos; es capaz de relativizar, de ver a las personas con más ternura, de afrontar los problemas con paciencia y esperanza…
El humor es terapéutico, ya que no es un mecanismo de huida sino de integración de la realidad. Victor Frankl lo explica así: “los intentos por desarrollar el sentido del humor y ver las cosas con una luz humorística son una especie de truco que aprendimos mientras dominábamos el arte de vivir, porque incluso en un campo de concentración es posible practicar el arte de vivir, aunque el sufrimiento sea omnipresente”.
El sentido del humor es una manera de tomar perspectiva con respecto a las cosas. Igual que el pintor necesita separarse del cuadro que está pintando porque la proximidad no le permite ver bien, tomar perspectiva ante la realidad nos ayuda a verla de otra manera. Tiene sentido del humor quien es capaz de salir de uno mismo, mirarse desde fuera, que es desde donde nos ven los demás, y sonreír con bondad, vea lo que vea. Esta capacidad la tenemos más desarrollada cuanto mayores somos. Las personas mayores demuestran muy a menudo esta capacidad de mirar los problemas con la distancia que dan los años. Es con la gente mayor con quien podemos utilizarla más.
El humor también ayuda a reducir el estrés, a estabilizar el estado de ánimo; favorece la comunicación; inspira la creatividad; ayuda a mantener la esperanza… “El sentido del humor tiene una función reparadora. Alivia la tensión emocional, descarga la inseguridad, el miedo y la ansiedad que reprimimos en el inconsciente. El humor nos permite tratar con ingenio situaciones iracundas y lidiar con ironía nuestros fracasos. Incluso el humor negro es saludable. Actúa de purgante psicológico que nos libera temporalmente de complejos, de obsesiones y de tendencias destructivas.”
La jubilación y el envejecimiento, en tanto que estadios de la última parte de la vida, son generadores de abatimiento y pesimismo por parte de la persona que siente que la vida se le está agotando. Aunque la jubilación laboral se ve venir con mucha antelación y, a menudo, la persona que trabaja se siente impaciente por llegar a ella, lo cierto es que cuando llega muchas veces se produce un trauma que va ligado a la sensación de no sentirse útil para el trabajo. Adaptarse a la jubilación no siempre es una cosa fácil.
Tomarse la jubilación con humor empieza por librarse de las creencias asociadas que conlleva. Durante la intervención con personas jubiladas podemos plantear el objetivo de que pasen de tener sentimientos negativos a sentimientos positivos hacia su jubilación, como por ejemplo:
Podemos pensar en actividades como las siguientes:
Trabajar a partir de los recuerdos haciéndolos presentes, actualizándolos, es una buena manera de mirar la vida con ojos diferentes. La reminiscencia, a parte de activar capacidades cognitivas, emocionales y de praxis,permite hacer actividades que generan conversación, que permiten compartir experiencias, y eso ya es una manera de mirar la vida con otros ojos. La vida de una persona mayor da muchas oportunidades de trabajar de una manera enriquecedora a partir de los recuerdos.
Podemos pensar en un grupo de conversación, en el que se plantea un tema común a todos los asistentes, como por ejemplo recordar cómo era la escuela a la que iban de pequeños. Las experiencias de diversas personas sobre su experiencia escolar nos pueden llevar a ver muchas diferencias sobre una base común y similar. Podemos encontrar experiencias tristes de tratos severos y, al mismo tiempo, experiencias divertidas de fechorías y cosas de niños que seguro que nos harán reír.
Seguidamente, veremos algunas de las actividades que podemos plantear.
Más elementos relacionados con la escuela que son susceptibles de hacer una representación o una caricatura: los uniformes, los deberes, cuando se acaba la escuela, lo que más me gustó de la escuela, lo más útil que aprendí…
Podemos pensar en otros temas de conversación que pueden generar momentos de recuerdos divertidos: cómo era el trabajo, la vida en el hogar, su primer coche, la vida en la calle cuando eran niños; como vivieron la aparición del teléfono, de la radio, de la televisión… Recordar poemas y recitarlos, o recordar canciones y cantarlas… Recordar sentimientos: el primer amor, el primer beso, el primer hijo… Recrearse en los detalles de aquellas vivencias: el entorno físico, los vestidos, las costumbres…
Todos estos recuerdos y vivencias no sólo podemos expresarlos con la palabra; es decir, del tema que hemos recordado podemos hacer una historieta, un poema, una exposición, una breve representación teatral… Estas actividades fácilmente arrancarán sonrisas y carcajadas y en algunas ocasiones ayudarán a reconciliarse con algunos aspectos del pasado.
Una buena carcajada nos oxigena, nos mantiene en forma física y mental; alimenta en nosotros una perspectiva jovial, tolerante y alejada de las inevitables cosas sin sentido y frustraciones del día a día. La gran virtud del humor es que alegra la vida y, probablemente, también la prolonga. A la larga, los pequeños placeres y alegrías nos mantienen más contentos que cualquier éxito impresionante que nos da un impulso temporal.
En palabras del poeta libanés Khalil Gibran, en el rocío de las cosas pequeñas, el corazón encuentra su alborada y se refresca.
(1) BERGSON, H. (1986). La risa. Madrid: Espasa Calpe (p. 15).
(2) GARANTO, J. (1983). Psicología del humor. Barcelona: Herder (p. 62).
(3) PLESSNER, H. (1960). La risa y el llanto. Madrid: Revista de Occidente.
(4) BAIGET, J. (2003). “El somriure educatiu”, Quaderns d’Educació Social. CEESC (p. 239-245).
(5) FRANKL, V. (1991). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Editorial Herder (p. 51).
(6) ESTRADÉ, M. (1987). “Sobre l’humor, amb humor”. QVC, núm. 137. Barcelona: Publicacions de l’Abadia de Montserrat.
(7) ROJAS MARCOS, L. Aprendre a viure. Barcelona: Fundació La Caixa.
(8) Ver el artículo de Miquel Moré i Carme Laín en este mismo número.
(9) OSBORN, C. (1999). The reminiscence handbook. Londres: Age Exchange.
(10) Age Exchange. The Reminiscence Centre. http://www.age-exchange.org.uk
(11) ROJAS MARCOS, L. (1999). Aprendre a viure. Barcelona: Fundació La Caixa.