Luis Barba Sogo, Orientador en el Instituto de Educación Secundaria –IES- “La Vaguada” de Zamora. Lorenzo Salamanca García, Educador social en el Ayuntamiento de Zamora
En este trabajo se expone la reflexión de dos profesionales de la educación en la ciudad de Zamora. Cada uno trabaja en un contexto educativo distinto (uno como orientador en un Instituto y el otro como educador de calle en medio abierto), pero uno y otro mantiene la convicción de que es necesario un trabajo coordinado entre ambos enfoques educativos, pensando sobre todo en aquellos chicos que fracasan escolar y socialmente debido a necesidades de diversa índole. Desde nuestra experiencia analizamos cómo se realiza en la actualidad este trabajo colaborativo y proponemos mejoras, convencidos de que este es un camino por el que debemos adentrarnos cada vez más los diversos agentes educativos -más allá de afinidades personales- y que las distintas administraciones deberían favorecer.
In this work, the reflection of two professionals of education from Zamora is exposed. While working on a different educative context (one as a school counselor in a high school and the other in an open environment), both uphold the need of a coordinated work between both educative approaches, thinking mainly in those infants who fail academically and socially due to different needs. From our experience we analyze how this collaborative work is made at the moment and we propose upgrades to it, convinced that this is a path where the different education agents should get more involved (beyond any personal affinities) and where the different administration groups should bring more resources to.
Hoy en día los servicios sociales se han extendido por todo el territorio y todo ayuntamiento importante cuenta con ellos. La infancia se protege desde las instituciones y, con este fin, buen número de profesionales despliegan su actividad. Desde los servicios de salud, en general, y de salud mental, en particular, se atiende específicamente la etapa infanto-juvenil. Sin duda, todos ellos constituyen un avances significativos, si lo comparamos con épocas anteriores. Sin embargo, esta expansión del bienestar y la protección no siempre ha ido pareja con un trabajo en red efectivo y coordinado entre los profesionales que trabajan con jóvenes menores de 18 años. Además, hoy en día siguen existiendo gran número de situaciones que desbordan la capacidad de respuesta de los dispositivos convencionales a los que pueden recurrir los profesionales (de servicios sociales, educativos, sanitarios o comunitarios) que trabajan con ellos-as. Y esta situación paradójica, de no corregirse, puede contribuir al cansancio o desgana de los agentes educativos (Etxeberria, 2017).
El presente trabajo se detendrá en la importancia de abordar la tarea educativa desde un marco más global y complementario que integre a los profesionales de la enseñanza formal y a los profesionales de la enseñanza no formal, sin dejar de lado a las familias. Y ello viene justificado porque cuando dicho abordaje se lleva a cabo se minimizan los riesgos de fracaso escolar y se posibilita una integración social satisfactoria. No hay que olvidar que los-as chicos-as con los-as que se pretende intervenir son con frecuencia los-as mismos-as, que van y vienen, transitando por la escuela y otros recursos educativos de la comunidad, algo sobre lo que convendría reflexionar al considerar a chicos-as en situación de desventaja con indicadores de riesgo. No obstante, este encuentro entre escuela y comunidad no debe sustentarse tanto sobre déficits o carencias a corregir, sino, sobre todo, en un enfoque de derechos que consideré las potencialidades de cada persona para construir una sociedad mejor.
Metodológicamente para realizar este trabajo los autores del mismo han llevado a cabo un análisis de su trabajo, desde la experiencia de más de 20 años trabajando en lo mismo en la ciudad de Zamora y considerando diversos estudios sobre las necesidades educativas de la infancia en nuestro país. Al tiempo, se han recogido opiniones de otros profesionales de sus entornos educativos próximos (del ámbito formal y no formal), así como de los propios chicos y de sus familias, con el fin de elaborar un análisis certero. Y todo ello, se ha realizado asumiendo la afirmación de J. A. Marina de que “educa la tribu entera”, es decir: se hace necesario hablar mejor de “entornos educativos” (y no de escuela solo) si queremos afrontar algunos retos como el fracaso escolar, la violencia, el consumo de drogas, las discriminaciones de género y otras muchas conductas de riesgo entre los adolescentes (Marina, 2017).
Finalmente, se extraerán algunas conclusiones que puedan ser útiles para intensificar este trabajo conjunto entre diferentes contextos educativos dentro de un mismo territorio.
Se analizan en este apartado datos referidos a colectivos o situaciones en los que la integración escolar es más difícil. Interesa detenernos en ellos, no solo por lo que reflejan de cara a los centros escolares, sino porque ayudan a entender una realidad más amplia: en la mayoría de las ocasiones, fracasar o abandonar los estudios deja una cicatriz de por vida para el joven (Fernández, Mena y Riviere, 2010), que determina seriamente su integración social.
a) Respecto al colectivo gitano, estudios de la propia Fundación Secretariado Gitano (Fundación Secretariado Gitano, 2013) evidencian los escasos logros en asistencia continuada, respecto a la finalización de los estudios obligatorios y al acceso a la educación secundaria post-obligatoria y superior. Algunos datos relevantes son:
En relación a los factores familiares que influyen en la situación educativa del alumnado gitano se deduce que a mayor índice socioeconómico-cultural de los padres, mejoran las expectativas de sus hijos respecto a la educación y se reducen las posibilidades de abandono.
Respecto a La gran brecha educativa que presenta el alumnado gitano hay expertos que añaden, a modo de crítica, que los diversos programas de compensación no recuperan este retraso en el aprendizaje, lo que cierra aún más sus posibilidades educativas (Parra, Álvarez-Roldan y Gamella, 2017).
Por otro lado, aunque en los últimos años el discurso inclusivo está muy presente entre los docentes, sin embargo, la segregación aparece cada vez más consolidada (algo que afecta especialmente a minorías étnicas como el pueblo gitano), encontrándonos con una concentración de grupos socialmente homogéneos, tanto en los estratos altos de la estructura social como en los más bajos, favoreciendo la existencia tanto de centros elitistas como de centros guetizados (Rubia, 2017): por ejemplo, Castilla y León cuenta actualmente con 22 centros educativos que se caracterizan por contar con un alumnado formado exclusivamente por escolares de etnia gitana (stecyl, 12 de mayo de 2018).
b) En relación al ámbito de infancia-adolescencia y diversidad funcional, indicar que se ha dado una evolución notable al introducir en el marco legislativo todo lo relacionado con la accesibilidad universal y la inclusión educativa. Sin embargo, reflexionando al respecto desde la praxis, hay que decir que la inclusión no se agota en la inscripción de los-as niños-as con diversidad funcional en los centros escolares ordinarios, sino que es preciso que se garanticen unas condiciones para que esta sea posible: recursos humanos suficientes, organización escolar flexible, metodologías que permitan que currículo se adecúe a todo el alumnado (personalización del aprendizaje), medidas sociales (escuela abierta y participativa), etc. Es cierto que una rampa supera a un escalón ya que puede ser utilizada por personas que se desplazan de diferentes formas, pero ¿cuántas “rampas” se han construido para que en nuestras escuelas, institutos, calles, etc. puedan convivir las personas con sus diferencias, sin ser homogeneizadas ni estigmatizadas, pudiendo aprender, participar y ser reconocidas, al margen de sus diferencias biológicas, culturales, económicas, sociales, de género, etc.? En este sentido un reciente informe del Comité de Derechos de las Personas con Diversidad Funcional de la ONU, manifiesta “preocupación” sobre la inclusión de chicos-as con diversidad funcional en centros escolares convencionales en España (Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas, 2017), algo que se sustenta en los siguientes aspectos:
c) Otro aspecto importante a considerar en el trabajo educativo con los-as chicos-as es su relación con el consumo de alcohol y otras drogas, dadas las consecuencias que el consumo de estas sustancias pueden tener en su vida y desarrollo. Teniendo en cuenta estudios al respecto (Ministerio de Sanidad y Consumo, 2018), resaltamos lo siguiente:
d) Otro indicador a considerar podría ser el de la Tasa de Abandono Educativo Temprano (AET),1 que analizan distintos informes (Pérez y Valero, 2013; CCOO, 2018):
Entre las causas que propician el abandono escolar temprano estarían: La falta de coordinación docente y el trabajo en equipo del profesorado, la ausencia de tutorización efectiva y personalizada, el desinterés y desmotivación por parte del alumno, el uso de metodologías inadecuadas en los centros educativos, la falta de apoyo y compromiso familiar y un currículum alejado de los intereses de los alumnos.
La experiencia nos demuestra que varios de los indicadores expuestos suelen interactuar en la vida de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes menores de 18 años con más dificultades, ya sea en contextos formales o no formales (Espada, Méndez, Griffin y Botvin, 2003; Villanueva, 2018), con el riesgo de cronificarse situaciones de exclusión ya desde la infancia. Así, por ejemplo, si analizamos el perfil de los chicos-as que participan de los proyectos sociales de infancia que se realizan en contextos de medio abierto o no formales -ya sea desde la propia administración (a través, por ejemplo, del programa “Construyendo mi futuro” para adolescentes, impulsado por la administración autonómica en Castilla y León y ejecutado con personal propio en varios ayuntamientos de la misma), de organizaciones como Caritas, Cruz Roja y otras organizaciones del tercer sector-, nos encontramos con chicos-as que, en la mayoría de las ocasiones, proceden de familias con problemas económicos, han repetido algún curso escolar, tienen dificultades para ocupar de forma adecuada su tiempo libre, presentan conductas que dificultan su integración, bastantes de ellos son inmigrantes, etc. (Hernández, 2 de mayo de 2006; La Opinión, 20 de noviembre de 2018; El Norte, 19 de febrero de 2015; La Liga de la Educación, 2018 ).
Somos conscientes de que no es fácil hablar de “convergencia” entre dos ámbitos educativos tan diversos como son la escuela (educación formal) y la calle o la comunidad (educación no formal). La educación formal hace alusión a un sistema educativo altamente institucionalizado, cronológicamente graduado y jerárquicamente estructurado que se extiende desde la Educación Inicial hasta la Educación Superior, con un currículo establecido oficialmente. Mientras que la educación no formal alude a una intervención educativa, sustentada en un conjunto de actividades educativas, organizadas, sistemáticas y planificadas en tiempos y espacios variables, dirigidas a grupos determinados de población (desde niños a adultos), que no están directamente encaminadas a la obtención de títulos y realizada fuera del marco del sistema oficial (Sarramona, Colom y Vázquez, 1998). De lo anterior puede concluirse que la educación formal está sujeta a más exigencias, al realizarse dentro del marco oficial, y ello la hace parecer más necesaria: algo que se constata en la Constitución Española cuando dice que la enseñanza básica (que en España hoy comprende entre los 6 y los 16 años) tendrá un carácter gratuito y obligatorio (Art. 27.4). Mientras que la educación no formal, al realizarse fuera del sistema oficial de enseñanza y ser una oferta voluntaria, planificada, pero flexible, y con diversidad de métodos y contenidos, pareciera una propuesta educativa más prescindible (Herrera, 1993).
Sin embargo, pese a las diferencias señaladas, se viene insistiendo en la necesidad de encontrar cauces de encuentro y colaboración, por ejemplo, a la hora de educar en valores (Valle y Usategui, 2006), tan importantes en el desarrollo evolutivo de la infancia. Recientemente, en el I Congreso Nacional de educación de calle, celebrado en Zamora en octubre de 2018, profesionales de la educación formal y no formal han insistido también en esta idea si queremos hacer frente a la exclusión que padecen muchos de los-as chicos-as con los que se trabaja. Dicha convergencia es especialmente necesaria cuando nos referimos al trabajo con colectivos en desventaja y/o en riesgo de exclusión (rtvcyl, 23 de octubre de 2018). Por otro lado, no podemos olvidar que entre ambos modelos educativos las diferencias son más de carácter jurídico que pedagógico (Colom, 2005). A modo de reflexión, hay que decir que en nuestro país al tiempo que van surgiendo algunas iniciativas de convergencia respecto a algunas áreas de conocimiento como, por ejemplo, la música (Berbel y Díaz, 2014) o los idiomas (Pereiró, 5 de junio de 2017), sin embargo, programas como el de bilingüismo escolar parece que ahondaran en la brecha de la exclusión desde la propia escuela, anulando el espíritu inclusivo y produciendo guetos en el propio centro escolar (Martín-Arrollo, 8 de octubre de 2017).
Algunas razones que justificarían la colaboración estrecha entre la escuela y la comunidad, desde un punto de vista educativo, serían:
A continuación y mediatizados por nuestra praxis educativa, haremos un análisis de la realidad de algunos programas que se están implementando en nuestro territorio, con el afán de contribuir- desde dentro- a una mejora del modelo educativo vigente, pensando sobre todo en los niños, niñas, adolescentes y jóvenes más vulnerables por situaciones de desventaja, riesgo, necesidad, etc.
Resumen de acciones (lo que se hace):
Se recogen, a modo de resumen, una serie de actuaciones que se llevan a cabo: se registran con cierta regularidad ausencias diarias del alumnado en los institutos; se envían documentos a la administración provincial cuando el número de faltas de algunos alumnos alcanza cierto nivel; se reúnen periódicamente las comisiones de absentismo; se remiten cartas disuasorias a las familias en 1ª instancia; se aplican puntual y esporádicamente sanciones económicas a las familias que se muestran reiterativas; se reinicia el proceso cada año con alumno y familia; etc.
Análisis crítico:
Entre distintas instancias formales –institutos- y no formales -entidades locales, organizaciones no gubernamentales (ONGs), asociaciones sin ánimo de lucro, salud, policía, etc.- para el desarrollo de acciones relacionadas con múltiples temas transversales como: educación para la salud, educación afectivo-sexual, educación emocional,…etc.
Resumen de acciones (¿qué hacemos?)
En la actualidad diversas ONGs, asociaciones o entidades (Cruz Roja, Liga de la Cultura, Comité Antisida, Amnistía Internacional, Asociación Zamorana contra la Violencia (AZAVI), policía, ministerio de defensa, etc.) ofertan talleres en institutos sobre temas transversales, delimitan el número de sesiones por taller, nivel al que se dirigen, se concreta día y hora –según disponibilidad-, se realiza la actividad y pasa a engrosar el conjunto de actividades extraescolares. Pero todo ello no es más que una apertura incipiente del centro educativo a la comunidad.
Análisis crítico:
Entre instancias formales -Equipos Directivos, Departamentos de Orientación IES, Tutores, Departamentos didácticos, Profesores, etc.- y no formales -programas de Intervención Familiar de los ayuntamientos, Programas de educación de calle municipales, trabajadores sociales de los Centros de Acción Social (CEAS), Servicios de Protección a la infancia, Juzgado de Menores, Servicios de salud infanto-juvenil, etc.- para la intervención con alumnos en situación de riesgo o desventaja.
Resumen de acciones (¿qué hacemos?)
Por iniciativa de cualquiera de las instancias se inicia el contacto sobre un caso concreto, se produce un intercambio de información y puntos de vista sobre el mismo. Según el caso y la instancia se mantiene el contacto con mayor o menor asiduidad. Y esta actuación pasa a engrosar el conjunto de coordinaciones que todas las instancias realizan a lo largo del curso escolar.
Análisis crítico:
Tras el análisis y reflexiones anteriores, se proponen algunas conclusiones que inciden en operativizar el necesario encuentro y colaboración entre educación formal y no formal:
a) Expertos en inclusión educativa afirman, desde el contacto cercano con infancia-adolescencia en dificultades, que la respuesta a la insatisfacción de muchos de estos-as chicos-as no es cambiar de centro escolar, sino hacer que la escuela cambie: dotándola de los recursos necesarios, aumentando la cultura de la colaboración, evitando etiquetas, creación de culturas inclusivas dentro de los centros y las aulas; y mientras eso ocurre es explicable que muchos niños, niñas, adolescentes y jóvenes menores de 18 años ansíen que llegue “la hora de la salida”, porque el centro escolar donde están no les motiva como desearían (Calderón, 11 de mayo de 2018). En Secundaria, donde la complejidad es mayor (apretados programas, elevado número de alumnos en clase, características psicoevolutivas de la adolescencia, etc.), se hace necesario (Domínguez, López y Vázquez, 2016):
b) Se trataría de aprender de países como Portugal, al que algunos denominan la nueva Finlandia, que en su Programa Nacional de Promoção do Sucesso Escolar (PNPSE) hace de la colaboración entre escuela y comunidad un eje esencial para el éxito educativo, porque el problema no son los alumnos que tenemos, sino lograr un currículum adecuado a ellos (Decreto Ley 55, 2018):
“No se entiende el currículum nacional como un listón al que han de llegar todos los alumnos, y los que no hagan, quedarán excluidos. Ahora el currículum se pone al servicio de los alumnos que tenemos, sabiendo que, de modo personalizado y diferencial, no todos pueden llegar a lo mismo” (Bolívar, 2019, p.24).
En este sentido su Decreto sobre Educación Inclusiva,
“establece los principios y las normas que garantizan la inclusión, en cuanto un proceso que pretende responder a la diversidad de necesidades y potencialidades de todos y cada uno de los-as alumnos-as, a través del aumento de la participación en los procesos de aprendizaje y en la vida de la comunidad educativa” (Decreto Ley 54, 2018, art. 1).
c) No se parte de cero, por eso a continuación se recogen varias experiencias colaborativas cuyo conocimiento puede ser de utilidad:
En 1994 se funda la Asociación Internacional de Ciudades Educadoras.4 En España 208 ciudades forman parte de esta red de carácter internacional:
d) Diversos agentes educativos consideran que la escuela debería ser más permeable a lo comunitario, reforzándose mutuamente y evitando escuelas-castillos. En este sentido, en Navarra (España) se ha realizado durante el curso 2017-2018 el proyecto “Aperio, entre la escuela y la calle” (Etxeberria, 2018), promovido por la Asociación Navarra Nuevo Futuro, con la colaboración de dos centros de Enseñanza Secundaria de Navarra, el Departamento de Educación del Gobierno de Navarra y la Obra Social La Caixa. Los objetivos de dicho proyecto fueron:
Dicho proyecto se desarrolló durante 30 horas distribuidas en dos semanas y dio pie a combinar lo académico (contenidos, exigencias burocráticas, etc.) con lo social (derechos, participación, tejido institucional, referencias locales, etc.), haciendo que durante ese tiempo la escuela fuera más permeable hacia la comunidad, superando desconfianza (como si los verdaderos “educadores del futuro” estuvieran en la escuela y en la calle solo hubiera “monitores”) y promoviendo relaciones positivas entre ambas: no olvidemos que las personas destinatarias de ambos procesos educativos (formal y no formal) son las mismas.
e) Por otro lado, diversos estudios confirman lo que la experiencia recuerda machaconamente: que los procesos de exclusión educativa y social se retroalimentan (Jiménez, Luengo y Taberner, 2009; Alemany, 4 de julio de 2018). Por lo que pretender abordar la intervención educativa de los-as chicos-as despreocupándose de su contexto de vida es un grave error.
f) A los adolescentes que proceden de entornos carenciales hay que ayudarles a construir su proyecto de vida y a que sean resilientes ante las dificultades (Rubio, 2015) para evitar situaciones de cronificación de la marginación y exclusión. Para ello son necesarias figuras de apoyo que les ayuden a descubrir sus recursos y potencialidades, más que a subrayar sus carencias (López, 2008; Rubio y Puig, 2015; Funes, 2019). En el caso de los-as chicos-as en desventaja de familias disfuncionales contar con figuras educativas de apoyo y referencia, tanto en el ámbito relacionado con su escolarización como de su entorno de vida, es una necesidad irrenunciable si no se quiere hablar de maltrato institucional (Salamanca, 2018). Para ello, los educadores deberían ayudar a los-as chicos-as a establecer metas realistas y a aprender haciendo, desde la empatía con ellos-as. Y todo ello realizado con altas dosis de compromiso y optimismo (Reguera, 2011; Escudero, 2015; Elizondo, 2 de noviembre de 2018).
En este sentido, y completando lo anterior, parece relevante el proyecto “Educación social y escuela” (Gobierno de Canarias, 2018), que ha supuesto la incorporación a los centros escolares de educadores sociales. Este proyecto continua lo que de manera similar ya se venía realizando en otras comunidades autónomas como: Andalucía, Castilla la Mancha o Extremadura (López, 2013). En todos esos casos los educadores sociales son personal de la administración autonómica, con jornada completa en los centros escolares, integrados funcional y organizativamente en la plantilla de los mismos y con funciones y competencias profesionales específicas y especializadas como: mejorar la convivencia en los centros de secundaria, prevenir el abandono escolar temprano, favorecer el éxito escolar, prevenir e intervenir sobre el absentismo escolar, impulsar la participación en los centros, abrir los institutos al entorno, detectar y actuar ante posibles situaciones de riesgo social y familiar, etc. Estos proyectos ponen sobre la mesa la necesidad de ir danto una respuesta global al alumnado desde la cooperación educativa entre los diversos profesionales, más allá de la incorporación de un nuevo especialista, al tiempo que favorecer que la escuela sea “trampolín” o “puente” con el entorno y no un “muro”, como si fuera un “castillo medieval”7: la experiencia nos demuestra que para muchos chicos, la escuela en lugar de ser una oportunidad está siendo un muro que les impide crecer. El camino esta iniciado y creemos que no debe tener marcha atrás. Se trata de una experiencia que debería generalizarse a nivel del estado español (Quintanal, 2019).
g) Por otro lado, la complejidad de los problemas relacionados con el trabajo educativo en contextos de desventaja, la pluralidad de dimensiones de los mismos, la variedad de intereses que encierran, la diversidad de intervinientes, etc. aconsejan de manera urgente la promoción de buenas prácticas desde el trabajo en red (Melendro, 2009; Cepaim, 2013; Civis y Longas, 2015; López, Navarro y Hernández, 2015; Ruiz-Román, Molina y Alcaide, 2018). De la misma forma que, por ejemplo, ya se establece un trabajo coordinado en el “Protocolo de intervención educativa ante sospecha o evidencia de violencia de género” (Consejería de Educación, 2018), sería conveniente que estuviese igualmente definido para el trabajo educativo con chicos-as en desventaja, tratando de dar una respuesta reparadora al problema que evitará reproducir la exclusión que vienen viviendo en sus entornos próximos muchos-as de ellos-as (Tezanos, 2004).
h) Es igualmente urgente abordar planes individualizados para atender a la diversidad del alumnado en los centros, evitando la segregación educativa y ofertando la posibilidad de participar en actividades extraescolares de calidad sin que ello este condicionado por el nivel de renta de las familias (Save the Children, 2017).
i) Para ello, habría también que ajustar, al interior de los centros de enseñanza, la ratio alumnado- orientador con el fin de que los orientadores puedan realizar una labor de asesoramiento y motivación a los adolescentes, algo que en el momento actual es difícil de llevar a cabo, dado que el número de alumnos por orientador en España es tres o cuatro veces lo recomendado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura-UNESCO (Torres, 21 de febrero de 2019).
j) La necesidad de trabajo conjunto debería ser percibida por el mayor número de profesionales educativos de un territorio para su puesta en práctica. En este sentido, pueden ser útiles encuentros formativos donde se definan los criterios del trabajo en red con niños, niñas, adolescentes y jóvenes menores de 18 años en riesgo o en desventaja (Diputació Barcelona, 2009; Fuster, 2015), que den paso a la creación e implementación de la red: participantes, acciones, grupos de trabajo, funcionamiento y evaluación, etc. Por tanto, para avanzar hacia el trabajo en red necesitamos encuentros, jornadas, workshop,etc:
En este sentido, en un Workshop celebrado el año pasado sobre la Orientación Escolar en la Universidad de Málaga y que trató de generar un encuentro entre familias y profesionales, desde el dialogo igualitario, con la intención de realizar un diagnóstico participativo de la realidad de la orientación escolar actual y de su labor en el siglo XXI, se apuntaron algunas ideas sobre hacia dónde dirigir la intervención de la orientación (Calderón, 2018, febrero, 2):
k) Finalmente, el encuentro entre escuela y calle o comunidad, no puede llevarse a cabo adecuadamente sino es contando también con las familias desde una idea de parentalidad positiva (Rodrigo, 2015). Se trata de una exigencia que afecta tanto a la educación formal como no formal, ya que la experiencia demuestra que la participación de los padres en ambos abordajes educativos es prácticamente inexistente. Así, por ejemplo, en la escuela salvo la etapa de educación infantil en que la colaboración es estrecha, el profesorado tiende a ver a los padres como una amenaza, recurriendo a ellos sólo desde el aspecto disciplinario o de control (cuando su hijo-a plantea dificultades de integración o problemas de conducta), pero raras veces se cuenta con ellos como figuras de apoyo imprescindibles. Actualmente, y referido al ámbito escolar, se reclama este dialogo entre escuela y familia, por ejemplo, respecto a los deberes para casa. Por lo que respecta a la educación no formal, en la mayoría de las ocasiones el contacto con las familias no suele ir más allá de las autorizaciones pertinentes para participar en determinadas actividades, lo cual unido a equipos de trabajo muy ajustados en personal hace que el trabajo se reduzca casi exclusivamente a la intervención educativa con los chicos. Sin embargo, el dialogo con varios agentes educativos, que son a un tiempo padres, educadores o profesores y comprometidos en su entorno, nos evidencia lo importante que es encontrar la convergencia entre estos campos y no abordarlos por separado: si se busca una educación integral y de calidad habrá que favorecer cauces de encuentro y dialogo donde los agentes de la educación formal (escuela), no formal (calle o comunidad) e informal (familias) puedan encontrarse desde un plano de igualdad y vayan dando respuesta conjunta a las necesidades detectadas en los niños, niñas, adolescentes y jóvenes menores de 18 años (Cid, 2014; Bona, 2018).
Somos conscientes de que nos adentramos por itinerarios que conllevan inseguridad, relaciones, dialogo, revisión, flexibilidad, provisionalidad, etc. Por ello, será determinante el grado de entusiasmo y compromiso con el que afrontemos este proceso los diversos agentes educativos: ¡Es necesario creer en ello para hacerlo posible!
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Luis Barba Sogo, email: lbarba216@gmail.com
Lorenzo Salamanca García, email: salorga13@yahoo.es
1 La tasa de Abandono Educativo Temprano (AET) expresa, en tanto por ciento, cuántos jóvenes de 18 a 24 años (ambos inclusive) han abandonado los estudios sin una titulación postobligatoria, es decir, sin FP de Grado Medio o Bachiller, al menos. Da igual que trabajen o no, da igual que tengan el título de Graduado en Secundaria (ESO) o no. Se computan los que han dejado los estudios sin una titulación, como mínimo, postobligatoria. Este abandono se considera “temprano” porque para poder insertarse laboralmente en nuestra sociedad es cada vez más imprescindible una titulación postobligatoria.
2 Castilla y León fue la quinta comunidad autonómica con mayor tasa de graduación en 4º de la ESO en el curso 2015-2016. Zamora es, a nivel autonómico, la tercera provincia de Castilla y León con un número mayor de aprobados (Blanco, 8 de julio de 2018).
3 En este sentido algunos autores defienden, por ejemplo, la implantación de una Renta Básica Universal (Raventós y Wark, 2019).
4 Una “ciudad educadora” se define como agente educativo permanente, con personalidad propia e incontables posibilidades educadoras y que entiende la tarea educativa en sentido amplio, transversal e innovador, incluyendo en ella todas las modalidades de educación formal, no formal e informal y las diversas manifestaciones culturales, fuentes de información y vías de descubrimiento de la realidad que se produzcan en la ciudad y buscando siempre la participación ciudadana desde una perspectiva crítica y corresponsable (AICE, 2010).
5 Pueden verse estas referencias en el Facebook del programa Construyendo Mi Futuro de Zamora: Enlace y Enlace
6 Recientemente se ha presentado en Zamora este estudio, avalado por la Universidad de Salamanca, como requisito para conseguir el reconocimiento de Zamora, como ciudad amiga de la infancia (Garrido, 5 de junio de 2019).
7 Esta selección de imágenes aplicadas a la escuela, con todo lo que cada una de ellas implica, surgen espontáneamente en conversaciones mantenidas sobre el tema con educadores de calle (como Jon Etxeberria de la Asociación Navarra Nuevo Futuro) o con profesores universitarios de educación (como Cristóbal Ruiz Román de la Universidad de Málaga). Así mismo, otros teóricos de la educación, propugnan desde hace tiempo la convergencia entre educación y políticas sociales como una forma de superar el aislamiento de la escuela y fomentar una educación que compagine los principios de calidad y equidad (Bolívar, Moya y Luengo, 12 de mayo de 2008).