Josep María Aragay Borràs, educador social
TÍTULO | La mediación artística: Arte para la transformación social, la inclusión social y el desarrollo comunitario |
AUTORÍA | Ascensión Moreno González |
EDITORIAL | Octaedro (Madrid) |
AÑO | 2016 |
Josep María Aragay Borràs, educador social1
En la creación, el sujeto transforma el espacio donde interviene y mientras lo hace deposita en sus creaciones emociones y significados. […] El proceso creador permite la aparición de lo que somos y de cómo actuamos, poniendo en juego la memoria, el saber, la percepción, la experiencia, lo consciente y lo inconsciente. La obra de arte funciona como metáfora del mundo en la que las representaciones son la (re)presentación de algo ya presentado, de algo anterior que se actualiza. Comporta una mirada atrás y un reajuste. Es repetición de las primeras imágenes y creación, […] que permite la concreción de lo mismo, pero de otra manera, reestructurando el “yo” (Moreno, 2016).
En el campo de la cultura y la acción social existen cada vez más un sinfín de experiencias que comparten la utilización de las artes para lograr metas que no tienen necesariamente relación directa con el producto artístico. Fenómeno que, por otro lado, no tiene nada de nuevo en la medida que una de las principales y más extendidas funciones del arte ha sido siempre – y es también hoy – la social. De hecho, las expresiones artísticas nacieron sin públicos y sin producto artístico tal y como lo estábamos entendiendo durante los últimos siglos.
Ante la necesidad de encontrar otras soluciones a los problemas sociales emergentes y para generar vínculos colectivos que confronten el individualismo imperante y la serielización, en Cataluña estamos viviendo (pero también en todo el mundo) una explosión de estos proyectos que, más allá del folclore o la cultura popular, suponen la intervención/acción activa entre facilitadores y profesionales con o mediante el arte. Le llamamos externalización, uso social, instrumentalización o desbordes de la cultura, acciones reversibles… en definitiva, espacios híbridos, membranas porosas entre educación y cultura que recuperamos después de que el capitalismo y el estado del bienestar hayan dividido las políticas públicas según sectores y organizado el mundo en estanques cerrados, ya sean de competencias curriculares en el sistema educativo o campos y tareas súper especializadas en el mercado laboral.Como podemos imaginar aparecen multitud de miradas y aproximaciones a este ámbito en función de, entre otras cosas, los/las diferentes a) trayectorias profesionales; b) formas de relacionarnos con la actividad artística; c) lenguajes artísticos y sus diversos géneros; d) contextos, comunidades o instituciones donde tienen lugar los proyectos; d) tipologías y modelos organizativos que impulsan estas prácticas; o e) principios, modelos o políticas educativas, culturales sociales sobre los que se apoyan.En este continuum, que va desde la creación contemporánea hasta la arteterapia pasando por el arte político o las estéticas dialógicas, hemos aprendido que todos los modelos son valiosos, pero claro está -y me permito poner un ejemplo seguramente excesivamente sencillo- que no es lo mismo ver, interpretar o crear un espectáculo, aunque las tres experiencias sean complementarias y con las tres podamos abordar temarios parecidos. Así pues, el valor del libro que tenemos entre las manos, que por cierto lleva el nombre del máster propio de la Universidad de Barcelona que dirige la misma autora con Ferran Cortés y que ya ha formado a tres generaciones de profesionales, es el de posicionarse en un espacio muy concreto entre la filosofía, la pedagogía y la psicología donde el arte es un herramienta, un objeto mediador de la intervención socioeducativa para fomentar el acceso a la cultura, desarrollar la resiliencia, promover el apoderamiento, posibilitar procesos de simbolización y resolver conflictos.
Según la autora, “en lengua castellana encontramos actualmente dos formas de entender la mediación artística. La primera, como un modelo de educación artística para la intervención social a través del arte (que es la acepción de la que se ocupa el documento) y, la segunda, como la intervención que se realiza en contextos museísticos entre las obras y el público”. En este sentido, la mediación artística que abordamos nace de la intersección entre la educación social, la educación artística y la arteterapia, tejiendo claros puentes con el proceso que llevan haciendo el arte comunitario, el desarrollo cultural comunitario y la mediación en resolución de conflictos.
El libro está lleno de recursos que pueden orientar y fundamentar nuestras prácticas artístico-educativas. Destacaría especialmente el capítulo cuarto ¿Cómo actúa la mediación artística? en la medida que nos permite reflexionar en torno a conceptos como la expresión metafórica (la expresión de la situación “traumática” de forma metafórica permite que el sujeto se desplace de la primera persona a la tercera), la función simbólica (cuando se representa una idea artísticamente, la comprendemos mejor y la revisamos), o la interdisciplinariedad (favorece el desarrollo integral, conecta conocimientos y fomenta el pensamiento crítico y creativo), todos ellos elementos esenciales para desarrollar nuestra praxis con saberes y rigurosidad.
La lectura crítica del libro pone de manifiesto la diversificación de aproximaciones así como el amplio campo que todavía tenemos para avanzar en este nuevo ámbito que está profesionalizándose y repolitizándose. Y es que por poner algunos ejemplos (que evidentemente no son contradictorios sino complementarios): A) Ascensión Moreno y quien os escribe, ponemos el acento en el arte como herramienta más que en el arte como fin o, más concretamente, en el proceso más que en el producto en la medida que en él es donde se producen los vínculos emocionales y los aprendizajes significativos. No obstante, yo pienso – mientras que la autora no le da mucha importancia- que el producto o los resultados artísticos aportan a los participantes una experiencia bio-psico-social relevante mientras -además- nos ofrecen el protagonismo de los “sin voz” así como un punto de encuentro entre -en lenguaje de Freire- oprimidos y opresores que nos reconoce y nos transforma a todos (que también -claro está- se consigue con otras estrategias como los talleres abiertos o mixtos). B) Mientras la autora pone el acento en espacios de seguridad, personalmente siempre hablo de un espacio caórdico donde predomine la tensión entre lo conocido y lo desconocido con la voluntad de entrenarnos a la incertidumbre y al cambio constante de los sistemas en los que vivimos. C) Coincidimos en la importancia de la reflexión y la verbalización, pero Moreno la defiende en el momento posterior de la creación y, en mi caso, las pienso de forma recursiva, como un rizoma que no tiene orden jerárquico sino que se elabora simultáneamente.
Finalmente, a mi modo de ver, el capítulo de metodología, bien organizado con las fases de planificación, desarrollo o el rol del profesional así como con las ideas de espacio de seguridad y confianza; acompañamiento; producción, reflexión y puesta en común, requeriría de más profundidad y concreción. Y es que desde la perspectiva de un educador social en el ámbito de las prácticas artísticas y la participación cultural (de aquellos y aquellas profesionales que miramos esta actividad como una estrategia profesional para ampliar las perspectivas educativas, laborales, de ocio y de participación social), el encuadre metodológico es esencial. De hecho, he llegado al punto dónde el qué no es tan importante como el cómo y el cuándo. De esta forma, la metodología, entendida como el “conjunto de decisiones organizativas y didácticas sobre estrategias así como recursos” (Parcerisa, 1999), es uno de los elementos fundamentales para lograr nuestros objetivos como comunidades y una de nuestras principales responsabilidades como profesionales que nos movemos entre la práctica, investigación y teorización para acompañar a los proyectos y a las entidades que, contrariamente, en muchos casos aisladas y aún sin el trabajo en red como quehacer prioritario, elaboran sus propias estrategias para solucionar los problemas que quieren afrontar, fomentando una enorme diversidad y originalidad pero también – a veces – metodologías poco desarrolladas y sustentadas en ideas generales o totalmente contradictorias.
El libro “La mediación artística” supone un buen documento-marco para introducirse en estos territorios imbricados entre educación y cultura así como para consolidar algunas de las ideas que entran en juego. Por este motivo, le queremos pedir a la autora una segunda parte para poder continuar construyendo y acompañando aquellos profesionales que llevamos años en éste camino. ¡Las artes comunitarias siguen creciendo!
1Josep Mª Aragay Borràs; @AragayJM. Educador Social y musicoterapeuta especializado en el uso social de las artes. Responsable del proyecto Basket Beat y autor del libro: “Las artes comunitarias desde la educación social. La experiencia Basket Beat”.