Sònia López. Técnica en Animación Sociocultural en el Ayuntamiento de Salou. Pat Velilla. Educadora social en el Área Básica de Atención Social Primaria del Tarragonés (EBASP de Salou).
Una forma de trabajar es entender la animación sociocultural como una estrategia metodológica, es decir, una metodología de trabajo que puede ser utilizada en el trabajo en equipo: equipos formados por multiprofesionales. En Tarragona se da a menudo que un técnico en animación sociocultural trabaje conjuntamente con un educador social. Esta es la experiencia que tanto Sònia como Pat explican. Los objetivos son comunes: mejorar la realidad del territorio donde han trabajado o están trabajando, partiendo de las necesidades detectadas y en alguna ocasión explicitadas por los propios ciudadanos. Tanto la interdisciplinariedad como el trabajo en red son, pues, las mejores garantías para el enriquecimiento mutuo entre profesionales distintos y a su vez para potenciar sus capacidades.
Al recibir el encargo para escribir este artículo sobre nuestra manera de trabajar, Sònia, técnica en animación sociocultural, y Pat, educadora social, nos animamos enseguida con la idea porque, de hecho, creemos que como profesionales de un mismo equipo tenemos una peculiar forma de trabajar.
Queremos dar a conocer nuestro día a día a través de las experiencias personales que hemos tenido cada una al conocernos, de tener que compenetrarnos para llevar a cabo proyectos conjuntamente, en definitiva, de llegar a trabajar en equipo.
Fue en el año 2000 cuando Pat llegó al centro cívico en el que Sònia llevaba trabajando un tiempo.
En la institución en la que empecé a trabajar como animadora sociocultural, los proyectos dirigidos a la población infantil y juvenil se dividían básicamente en dos:
En el centro cívico en el que empecé a trabajar, ya existían precedentes de colaboración entre las figuras del educador social en atención primaria y el animador sociocultural de centro cívico, en un programa dirigido a jóvenes con actividades dirigidas a toda la población juvenil, limitado únicamente por el número de plazas, así como proyectos dirigidos a un perfil concreto de joven. La coordinación y colaboración entre los técnicos consistía en:
Los proyectos de ocio y tiempo libre eran por ejemplo: taller de teatro, formación de monitores, inserción a un esplai de voluntarios, etc. y los jóvenes derivados a estos proyectos procedían del grupo de Centro Abierto de Adolescentes (antes de la implantación de la ESO).
A raíz de esta experiencia inicial, cuando coincidimos dos nuevos profesionales (educador social y animador sociocultural, sustituyendo a los anteriores) y fuimos conscientes de los beneficios de este trabajo conjunto, decidimos ampliar este campo de actuación a proyectos ya existentes y a otros de nueva creación:
Así que el proceso no había hecho nada más que empezar y justo cuando llegó Pat se acababa de ampliar un campo de actuación conjunto entre la educadora social y la animadora sociocultural -o sea, entre Pat y Sònia- y un programa común que se debía consolidar y del cual se debían empezar a recoger los primeros frutos.
Desde un primer momento, Pat creyó en el proyecto y se implicó en él. La institución permitió esta continuidad y nos apoyó en el inicio de otros proyectos.
La incorporación de Pat como nueva educadora social supuso sistematizar las funciones. Agustí, el anterior educador social, y yo habíamos intuido el beneficio de plantear la realización de nuevos proyectos comunes, pero no fue hasta que llegó Pat, con su capacidad de organización y concreción, que se realizó el reparto de tareas y la complementación entre las dos figuras profesionales. Ambas técnicas tenían reuniones conjuntas con los profesionales encargados de la actividad directa a partir de la cual se repartían las tareas:
La comunicación abierta y el traspaso de información constante entre Pat y yo nos sirvió para profundizar en el conocimiento de nuestros trabajos. Pat conocía el estado y la situación de mis proyectos y yo conocía los suyos. Así que durante las tardes en que por horario no coincidíamos, nos podíamos hacer cargo de todos los proyectos del Centro Cívico, independientemente de si estaban coordinados, o eran únicamente responsabilidad de la educadora o de la animadora.
Este factor motivaba que nuestro trabajo a nivel comunitario estuviera cada vez más ligado y que lo contempláramos desde una óptica complementaria.
Trabajar con Pat me hizo sacar lo mejor que podía dar profesionalmente en aquel momento: su actitud responsable y sus ganas de hacerlo todo de la mejor manera posible hacían que creciera mi nivel de exigencia hacia mi trabajo.
Toda esta energía nos animó a crear un nuevo proyecto conjunto dirigido a población adulta, a los padres y madres de los niños y jóvenes que participaban en nuestros proyectos. Todo un reto, no únicamente por la franja de edad a la que nos dirigíamos, sino por nuestro SALTO a primera línea. Hasta aquel momento sí que estábamos presentes en los distintos proyectos de infancia, apoyando a las monitoras de actividad directa, participando para conocer de más cerca a los niños y a sus realidades… También es cierto que tanto la Atención Primera que realiza Pat como educadora y la parte de mis funciones como animadora han supuesto siempre un contacto con los padres y madres, una intervención, por otro lado, siempre individualizada o al menos en la mayoría de casos (aunque había excepciones como, por ejemplo, las reuniones de padres). Sin embargo, en este nuevo proyecto pasábamos a ser parte de la acción directa, siempre con la colaboración de otros profesionales. Para entendernos, el proyecto se llamaba “La Cafetera” y consistía en charlas dirigidas a padres y madres, en las que siempre nos acompañaba un profesional del barrio o de la institución que pudiera transmitir unas informaciones específicas (el pediatra del CAP, la psicóloga familiar, los directores de los centros escolares, etc.). Nuestro trabajo consistía en dinamizar la actividad y programarla junto con el profesional invitado en función de las demandas y necesidades que expresaban los padres y madres de las familias participantes. No tenía las pretensiones de una escuela de padres, aunque sí que tenía algún objetivo en común con ellas; también era una forma de participación distendida y nos servía al mismo tiempo para recoger información y demandas al hacer la programación, así como tener nuevos ángulos desde donde plantear nuestro trabajo. El proyecto se llamaba así porque la actividad se realizaba en torno a unas tazas de café y unas pastas.
En la vida casi todo tiene un final, y esta etapa laboral conjunta también lo tuvo, y lo sufrimos. Pero como todos sabemos “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”… Actualmente volvemos a trabajar juntas, pero esta vez ha sido una decisión nuestra y no un capricho del destino. En la institución a la que fue a trabajar Pat buscaban un ASC y yo quería un cambio de aires en mi trabajo; así que los astros se conjuraron y aquí estamos, juntas de nuevo. Ahora nuestro equipo es más grande y el reto, nuevo. Ahora, han cambiado las tornas y quien mejor conoce el terreno es Pat, pero el trabajo de acoplamiento ya está hecho. Volvemos a caminar juntas… Caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Como educadora social he trabajado en distintas instituciones, pero casi siempre con el mismo compañero/a de trabajo: un asistente social.
De hecho, cuando me dijeron que trabajaría en el EBASP de Bonavista, ubicado en el mismo Centro Cívico del barrio, suponía que me encontraría con el “compañero del EBASP” y, además, como anteriormente ya había trabajado en otro centro cívico de un municipio diferente, esperaba encontrarme, también, con la animadora sociocultural.
Después de explicarme el funcionamiento de la institución, de cómo estaban las familias con les que se llevaba a cabo un seguimiento sociofamiliar, el educador social al que iba a suplir empezó a explicar que sería responsable del Centro abierto de infancia, del proyecto Mou-te y del grupo de jóvenes, y me dijo que habría proyectos de “colaboración, lo que me extrañó un poco, pero no dejé de sentir curiosidad.
El hecho de que algunos proyectos fueran de colaboración quería decir que se habían desarrollado conjuntamente por parte de distintos profesionales y que acababan de salir del horno. Aún faltaba atar algunos hilos, con lo cual era un buen momento para sentirlos un poco míos.
Cuando el educador me presentó a Sònia pensé “¡Caray! Qué ‘moto’ de chica. Qué conocimiento de la realidad que tiene”. No paraba de transmitir ilusión, ganas de trabajar, de dar múltiples ideas de cómo llevar a la práctica lo que ella y el otro compañero habían estado preparando.
Era evidente que tenía que ponerme las pilas: era el momento de la ejecución. Poco me costó contagiarme de la manera de hacer de Sònia. Además, el entorno lo permitía: un centro cívico que era un referente para los ciudadanos del barrio, unos colegios que conocían los proyectos y por los cuales sentían verdadero entusiasmo, y un volumen de trabajo que permitía estar por las tardes para ver y participar del desarrollo de los proyectos.
Los proyectos, aún siendo de colaboración, requerían que una de las dos hiciera la coordinación con los monitores y gestionara el presupuesto. Como ya teníamos estipulados los perfiles de los niños que iban a participar en cada proyecto, el reparto fue rápido:
Así pues, todo parecía indicar que nos basaríamos en la tipología de participantes para establecer el criterio que nos haría decidir de qué proyectos seríamos las referentes. Sin embargo, en la práctica no fue tanto así. Sí que intentábamos mantener que quien llevaba el proyecto pactaba con el monitor la planificación de actividades, la metodología, el seguimiento de los niños que participaban en el proyecto… pero, día a día, tanto la una como la otra sabíamos lo mismo de todos los proyectos.
La mayoría de las tardes coincidíamos, y la tarde en la que yo no trabajaba, Sònia, por el hecho de conocer tanto los proyectos de colaboración como el de centro abierto y el de psicomotricidad (Mou-te), podía dar una respuesta inmediata a cualquier incidente. A la mañana siguiente comentábamos qué había pasado y qué medidas se habían tomado. De esta manera los monitores también sabían que contaban con nuestro apoyo para cualquier imprevisto.
En función de las situaciones sociofamiliares y personales de los niños y jóvenes, como educadora social tenía la posibilidad de derivarlos a:
A las familias se les explicaba la idoneidad de la participación del niño en el proyecto concreto; la inscripción y la explicación del día a día, la formalizaba la referente de cada proyecto. Al tratarse de familias derivadas del EBASP, hacíamos el seguimiento con el monitor correspondiente, lo que quería decir que en alguna reunión de coordinación de los proyectos que llevaba Sònia, también asistí yo.
Los proyectos funcionaban durante el curso escolar y en mayo llegó la culminación de trabajo en equipo: el Casal de verano. Como técnica que es, Sònia tenía muy claro qué, cómo y de qué manera se tenía que llevar a cabo. Aporté mi experiencia, participé en algún momento como una persona más del equipo en la atención directa y, sobre todo, hice el seguimiento de los niños inscritos que procedían de familias con dificultades sociales, económicas y culturales.
A menudo, en las entrevistas que realizaba por las mañanas para trabajar hábitos, normas, explicación de funcionamientos de actividades, etc. me daba la impresión de que “me repetía”; hablándolo con Sònia propuso crear un espacio de grupo. El trabajo con un grupo de padres era la oportunidad para trabajar lo que hacíamos con las familias individualmente por la mañana desde la atención primaria.
Teníamos la necesidad y la población para poder ejecutar el proyecto y no nos hacían falta demasiados recursos (inicialmente, los recursos humanos éramos nosotras mismas y no requeríamos demasiado presupuesto): podíamos dar formato a “La Cafetera”.
Como cualquier suplencia, ésta también tuvo un final, y cuando me fui no me podía imaginar que, con el tiempo, nos volveríamos a encontrar.
Del EBASP de Salou, donde empecé a trabajar como educadora social de atención social primaria, dependen multitud de servicios y prestaciones. Se caracteriza por un fuerte despliegue de recursos grupales y comunitarios, la mayoría de los cuales cuentan con la participación de población sin problemática social y algunos de ellos, por su volumen, presupuesto y complejidad, requieren una gestión muy compleja.
En aquellos momentos, el EBASP debía compaginar la atención social en situaciones de riesgo y desfavorecidos, la prestación de recursos asistenciales, la atención individual y familiar directa que se realiza en las dependencias, la coordinación con la multitud de servicios del municipio (escuelas, pediatría, Cáritas, justicia, guarderías, otros departamentos municipales, etc.) la gestión del servicio, el mantenimiento diario de actividades educativas para infancia y juventud, y el desarrollo de actividades de verano con gran intensidad (Casal, colonias…).
Todas estas tareas las hemos ido desarrollando, sobre todo, entre los dos educadores sociales, así como aquellas actividades comunitarias que exigen, por ejemplo, que desde la regiduría se prepare alguna actividad de niños para la ‘Maratón de la Sangre’, un casal de verano donde pueda acceder cualquier niño escolarizado en el municipio, que si el Parque de Navidad, que si actividades para la Fiesta Mayor… demandas que se traducen en actividades comunitarias que tienen una lado lúdico, festivo y dinamizador, el desarrollo de las cuales nos parecía muy positivo ya que valoramos que, aunque no es una prioridad desde el EBASP, sí que tienen un espacio en la estructura de los servicios sociales.
Son actividades que dinamizan a la ciudadanía, la sensibilizan ante las necesidades del municipio, promueven la participación y la solidaridad y permiten un trabajo de integración de familias en situación de dificultad y/o recién llegadas.
Fue entonces cuando vimos la necesidad de crear, con el consentimiento de la regidora del Área de Bienestar Social y la Mujer, una nueva figura profesional: la de animador/a sociocultural, y redactamos las funciones y el tipo de trabajo transversal que requería.
Estuve un tiempo fuera durante mi baja por maternidad, pero no os podéis imaginar la ilusión que me hizo reencontrarme el primer día de trabajo con Sònia, compartiendo mesa, ordenador, temas de conversación del trabajo que nos volvían a involucrar a ambas.
Durante los primeros meses, estar físicamente en el mismo espacio nos permitió compartir más cosas que las que podamos compartir ahora. Actualmente, Sònia tiene un despacho ubicado donde están los técnicos del Ayuntamiento, al lado del de Juventud y el de Cultura.
El trabajo también lo vivo distinto que en Bonavista; ella aprovecha las reuniones con el equipo educativo del Centro Abierto para explicar actividades comunitarias que realizará y nos ofrece la participación de los niños y jóvenes inscritos, así como la colaboración de “nuestros monitores”. A nivel técnico nos pide apoyo y nos informa de los procesos que va iniciando.
Veo, pues, una animadora sociocultural independiente pero al mismo tiempo todos formamos un equipo muy bueno porque trabajamos para la población del municipio.
Trabajar en equipo dos profesionales con titulaciones y categorías distintas, ha sido una experiencia enriquecedora para las dos; pensamos que es un estilo de trabajo a promocionar ya que, como si se tratara de una simbiosis, sólo hemos sacado beneficios.
Las teorías pueden decirnos muchas cosas, pero lo cierto es que la territorialidad, el compañero, la institución, etc. son aspectos a tener en cuenta para poder trabajar tal y como nosotras lo hacemos.
Cuando pensamos en tareas y funciones, vemos que según el proyecto a liderar podríamos diferenciarlas en algunos aspectos del propio proyecto. Lo que queremos decir con esto es que algunas fases del proyecto serán de elaboración conjunta pero, a su vez, diferenciadas según la aportación que haga cada profesionales desde su ámbito de intervención.
Como ejemplo de trabajo conjunto creemos oportuno contar la experiencia vivida en el barrio de Bonavista. Los niños más pequeños del barrio no tenían inicialmente unas actividades dirigidas donde se trabajaran aspectos psicomotrices, sólo podían acceder aquellos que, derivados desde la escuela, y pasando por el EBASP podían participar en el ‘Mou-te’.
Pat planteaba la necesidad de que estos niños pudieran continuar participando en actividades distintas en el centro abierto y tuvieran la misma metodología que el ‘Mou-te’.
Desde el Centro Cívico no se ofrecían “actividades dirigidas” para esta franja de edad. Fruto de la detección de necesidades diferentes en la misma franja de edad, creímos oportuna la planificación de un proyecto que satisficiera y diera respuesta a las necesidades detectadas, ya que:
En la elaboración del proyecto, cada una resaltó lo que desde su perspectiva consideraba más importante, los objetivos a conseguir. El seguimiento de los participantes, al igual que la evaluación, era conjunto, pero mientras que la educadora hacía el seguimiento de los participantes derivados desde el EBASP, la animadora sociocultural lo hacía al resto; la programación del día a día de las actividades, teniendo en cuenta el lado comunitario que tomaba el proyecto, correspondía más a la ASC.
Con este planteamiento lo que se consigue es abrir nueva manera de hacer, el mismo objeto (necesidad) puede llegar a ser visto con gafas distintas, aprovechando recursos, experiencias, grupos de población y llegando a objetivos superiores.
Independientemente de que tanto la una como la otra hayamos trabajado en equipo y, por tanto, en determinados momentos hayamos podido desarrollar las mismas funciones indistintamente, no quita que dejemos de lado las funciones propias de cada una.
Pat, ubicada en los servicios sociales de atención social primaria, ejerce las funciones estipuladas en el decreto 284/96 del Sistema Català de Serveis Socials.
Al margen de las instituciones para la que Pat haya trabajado, su trabajo se ha ubicado más en un ámbito de trabajo individual y familiar, y ha dejado en un segundo plano el trabajo social comunitario.
Las funciones que ha llevado a cabo y que se pueden extraer como conclusiones son:
Las funciones que Sònia desarrollaba en los proyectos conjuntos -como animadora sociocultural que se coordinaba con los servicios sociales de atención primaria del barrio y teniendo en cuenta que las tareas que realizaba eran proyectos de dinamización del centro cívico y el barrio- eran las siguientes:
Hemos coincidido mucho en la franja de población a la que dirigimos los esfuerzos: los niños y jóvenes. Sin embargo, desde la vertiente de la educación social destacamos que la intervención va dirigida a mejorar situaciones y cuando se realizan desde la vertiente conjunta entre los dos profesionales, que tienen en común la edad y las aficiones, y a pesar de que las realidades sean distintas, se valora positivamente el enriquecimiento relacional y el hecho de trabajar la asertividad desde puntos de vista diversos.
Mediante el trabajo conjunto, se pretende poder ampliar el campo de actuación a un trabajo comunitario, que promueve la participación de los individuos en el grupo para crecer y aprender, conocer y compartir realidades diferentes.
Hemos visto que esta forma de trabajar propicia acercar el resto de proyectos no coordinados, y de rebote se tiene una visión global de la intervención comunitaria realizada, que contribuye a poder analizar de manera más objetiva las situaciones con las que se trabaja. Por tanto, se optimizan los recursos y los esfuerzos que en el campo social son pocos, escasos y las necesidades a cubrir, numerosas.
Un objetivo común de mejora y evolución positiva de la comunidad, teniendo en cuenta un amplio número de realidades diferentes y trabajando de manera sensible respecto a éstas, puede llegar a permitir mejorar la realidad de un territorio.
La animación sociocultural como estrategia de intervención comunitaria ha de ser concebida como práctica no exclusiva de un solo profesional, sino que ha de ser un instrumento para otros profesionales que trabajan en la comunidad para favorecer la prevención de problemáticas sociales, atención en procesos de rehabilitación y de desarrollo promocional de los sujetos.