Lourdes Bermejo. Doctora en CC. de la Educación. Diplomada en Gerontología Social. Experta en Intervención Social Integral. Educadora Social Habilitada. Consultora
La Educación Social puede ser una herramienta transformadora en nuestra sociedad compleja, plural, intergeneracional y longeva. Y es ahora, más importante que nunca, desde una perspectiva sistémica (a nivel macro, meso y micro), que las educadoras/es sociales aporten la perspectiva pedagógica social para construir sobre una base ética que promueva valores y ciudadanía activa. Necesitamos profesionales capaces de participar e influir en las organizaciones que prestan servicios a las personas para teñirlas con una visión pedagógico social. Y aún nivel más micro, generar vínculos y tejer relaciones para que las personas mayores fueran lograr ese desarrollo personal y social que precisan para lograr continuar con su proyecto de vida, con su propio proyecto de felicidad.
Social Education can be a transformative tool in our complex, plural, intergenerational and long-lived society. It is now, more important than ever, from a systemic perspective (at macro, meso and micro levels), that social educators/social workers provide the social pedagogical perspective to build on an ethical base that promotes values and active citizenship. We need professionals capable of participating in and influencing the organisations that provide services to people in order to colour them with a social pedagogical vision. And at an even more micro level, to generate links and weave relationships so that older people can achieve the personal and social development they need to be able to continue with their life project, with their own happiness project.
Etapa 1, 2ª Jornada, Madrid, 1/abril/2022 Facultad de Educación UCM Ponencia Experta |
Llevamos ya tiempo reflexionando acerca de lo que es la educación social, y quizá esta sea una buena forma de empezar este artículo afianzando que somos profesionales con vocación perspectiva pedagógico y con motivación relacional y social. Si algo nos debe de caracterizar es esa visión y compromiso para propiciar contextos relacionales que tengan un carácter educativo. Situaciones enriquecedoras para sus participantes (incluidos nosotros/as) para favorecer lo más preciado para el ser humano: autonomía, autogobierno y empoderamiento; desarrollo personal y crecimiento/aprendizaje integral a lo largo de la vida; relaciones, afecto y vínculos; identidad, sentido de pertenencia, socialización y participación ciudadana, … No sé si está definición puede resultar insuficiente para los educadores y educadoras sociales que trabajan con personas de otros grupos de edad, …pero desde mi perspectiva y con mi experiencia acumulada en el ámbito de las personas adultas mayores, percibo que esto es lo verdaderamente esencial en este momento es lo que esta sociedad plural y longeva que requiere.
Indudablemente, para conseguir operativizar esta relaciones o acciones han de desarrollarse programas, experiencias e iniciativas pedagógico-sociales diversas: de carácter lúdico, ocupacional, de aprendizaje, laboral, … Que, para mí, o dejan de ser las herramientas, los instrumentos de que disponemos para avanzar hacia la meta propuesta anteriormente, la que justifica y que da sentido a esta perspectiva socio pedagógica.
Y ello, ¿Cómo toma cuerpo cuando nos referimos a personas adultas mayores? ¿Cómo aplicar está herramienta transformadora qué es la educación social para transformar los contextos y las oportunidades para que todas las personas de la sociedad puedan vivir según sus valores, en un contexto de ciudadanía y bajo el paraguas de los derechos?
Creo que una de las limitaciones que se ha tenido general en todas las disciplinas en los que hay una intervención del profesional hacia o con las personas mayores, (quiero aclarar que no solo les sucede a los educadores y educadoras sociales), es la dificultad que establecer lo que es realmente “lo importante”. Pareciera que la intervención en sí misma (la técnica, la estrategia, la metodología, sean éstas de carácter más psicológico o educativo; lúdico, estimulativa, habilitadora, paliativa…) fueran lo importante en sí mismo. Pero lo que verdaderamente lo es, es lo que acontece en la persona; en sus pensamientos y acciones, en su predisposición y motivación, en sus capacidades y habilidades para afrontar, en su autoestima, y, finalmente, en sus acciones, en un momento del curso de vida de las personas repleto de transiciones y de momentos vitales complejos y de perdidas, y frecuentemente en contextos de vida alejados de su cotidianidad o contando con menos referentes afectivos … Y, como somos seres sociales (no gregarios), todo ello debemos propiciarlo en grupos humanos, en contextos comunitarios que necesitamos para seguir construyéndonos como personas…
Y a partir de todo ello: ¿cuál es el papel que puede jugar la educación social y en concreto el/la profesional que la desarrolla?
Desde nuestra disciplina es necesario tener una visión sistémica capaz de identificar las tres culta des los riesgos las brechas que aparecen en los diferentes niveles que rodean y construyen nuestras realidades individuales y sociales (desde un enfoque ecosistémico: macro, meso y micro).
Por una parte, a nivel macro, -el contexto social- identificando las barreras que nuestra sociedad ha construido entorno al hecho de envejecer de forma diversa, positiva, con derechos. Identificar la discriminación implícita en las mentalidades, actitudes, comentarios, y comportamientos edadistas que tiñen sin darnos cuenta el escenario de vida. Más aun a medida que las personas avanzamos en edad y presentamos fragilidades, necesidades de apoyo o/y cuidado, aparecen limitaciones en capacidades que antes no tuvimos. Estamos inevitablemente influidos por la consideración social de lo que es envejecer bien, de lo que es una vida buena cuando se cumplen muchos años. El Paradigma del Envejecimiento Activo del que celebramos ahora ya 20 años, vino a traer luz sin embargo no hemos habido capaces Durante este tiempo de que se convirtiera verdaderamente en nuestro faro. Posterioridad declarada la década del envejecimiento saludable (2020-30) los educadores y educadoras sociales tenemos bien definido diversos ámbitos en los qué desarrollar nuestra profesionalidad. El edadismo es el primer eje de nuestra profesionalidad y del que empecé hablando. Otro segundo objetivo se refiere a favorecer entornos de vida amigables. Duda va ayudar a hacer una sociedad que de forma transectorial y transversal sea capaz de facilitar la participación y el control de vida de las personas que tienen más dificultades para hacerlo requiere de mucho cambio social algo que sabemos no sucede sin educación social. Que sabemos no hay educación si no es social y en este caso el cambio social tiene que ir de su mano. Una tercera área que tenemos abierta por delante se refiere al desarrollo en la práctica de esa atención integral y más centrada en cada una de las personas y de sus relaciones en este contexto de los cuidados de larga duración en los que estamos recién iniciándonos. ¿Qué papel podremos llegar a tener los/las educadoras sociales para que prevalezcan los valores de ciudadanía y sea una realidad el ejercicio de derechos y responsabilidades de cualquier persona independientemente de su edad?
Ello va a depender, esencialmente, de si somos capaces de encontrar un lugar en el nivel meso, es decir en las organizaciones en las que toma cuerpo y se estructuran las oportunidades para las personas de más edad. Saber realizar una propuesta específica y competente para cada uno de ellos, adaptada a las características de las personas que los utilizan y ello, sabiendo adaptarnos a las lógicas organizacionales y a la situación e intensidad de los apoyos o cuidados que las personas precisen. Los/as profesionales de la educación social debemos ser capaces de ofrecer lo importante a las personas y sus contextos de vida para como decíamos al principio ser un recurso para que puedan lograr lo que es verdaderamente importante para ellas mismas. No es fácil es en muchas ocasiones hacerse un hueco en las organizaciones cuando los perfiles profesionales están definidos, excluyendo la educación social pero también porque hay que saber encontrar ese lugar de lo socioeducativo en los equipos interdisciplinares. Sobre este nivel meso y nuestro papel en el mismo, estamos en falta un mayor conocimiento y que además se ha compartido. Deberemos hacer un esfuerzo por desarrollar y sistematizar conocimiento que podamos compartir y que facilite la orientación del aprendizaje y demás compañeros/as en este sector.
Por último, tenemos el reto del nivel micro, el de la relación interpersonal. El del trato individualizado y también personalizado en contextos de grupales, capaces de brindar oportunidades favorecedoras para las personas en contexto, a pesar de la dificultad vital en la que se encuentren.
Decía Jean-Paul Sartre que no somos sino la mirada de los otros. Tal puede ser el poder de los demás en nuestra propia percepción de nosotros/as mismos. Cada uno/a nos vemos en la mirada de quienes que nos rodean, devolviendo unos mensajes de aprecio afecto valor admiración, o todo su contrario. Así los profesionales, y más aún los educadores y educadoras sociales con esa perspectiva de lo pedagógico de lo social, y en la medida que estamos cerca de las personas adultas mayores y gracias a la calidad e intensidad de nuestras relaciones podemos llegar a tener el poder, y yo añadiría, la responsabilidad, de devolver al otro una mirada positiva, valorizante de sí mismo/a. Reconocer la dignidad de cada persona se hace en cada gesto, tono, comunicación con ella, y éste es, para mí, el eje central del nivel micro desde la perspectiva socio educativa.
Sin embargo, ello no está exento de dificultades y desde mi experiencia profesional identifico diferentes retos a los que tendremos que enfrentarnos. Por una parte, los diferentes estereotipos que rodean y construyen expectativas. Los educadores/as sociales deberemos identificar en otros profesionales, en los entornos afectivos de las personas más mayores y en las propias personas mayores (siendo el auto estereotipo uno de los elementos más difíciles de abordar pero que refiere sin duda de una propuesta socio educativa), incluidas nosotros mismos que también tenemos nuestra propia dosis de estereotipo hacia la vejez que sin duda tiñe -en muchos casos de forma inconsciente- nuestros lenguajes, formas de comunicación, roles que ofrecemos, … recordemos que no podemos aplicarnos dejar de comunicarnos y por lo tanto no podemos dejar de incluir en la vivencia y la experiencia que tiene la otra persona de sí mismo y de la relación que establecemos con ella.
Lourdes Bermejo. www.lourdesbermejo.es / lourdes@lourdesbermejo.es