Antonio Alcántara Alcántara. Educador Social y profesor de Educación Social en la Universidad de Barcelona (UB)
Este artículo habla del momento social complejo e incierto que vivimos, de la demanda de muchas ciudadanas de ser protagonistas de las decisiones que les afectan, y donde se abran espacios de participación y corresponsabilidad que permitan el empoderamiento de los jóvenes en relación a su comunidad. Corresponsabilidad, participación, empoderamiento y acción comunitaria son las cuatro ideas fuerzas presentadas como cuatro caminos a explorar para profundizar en la democracia y transformar la realidad desde todos sus protagonistas. Y es la adaptación de una ponencia marco realizada el sábado 1 de julio en la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Autónoma de Barcelona, en el marco del Encuentro Nacional de Juventud 2017. Este encuentro forma parte del Plan de Actuación Territorial en Juventud 2017-2020 desarrollado por el Departamento de Trabajos, Asuntos Sociales y Familias de la Generalitat de Cataluña. Agradecemos su traducción al castellano para su publicación en la Revista RES.
This article talks about the complex and uncertain social moment that we live, the demand of many citizens to be protagonists of the decisions that affect us from a co-responsibility logic and where spaces of participation are opened that allow the empowerment of young people in relation to their community. Co-responsibility, participation, empowerment and community action are the four forces ideas presented as four ways to explore to deepen democracy and transform reality from all its protagonists. This paper is the framework presentation held on Saturday, July 1 at the Faculty of Philosophy and Letters, of the Autonomous University of Barcelona (UAB), in the framework of the National Youth Meeting 2017. This meeting is part of the Territorial Action Plan in youth 2017- 2020 developed by the Department of Jobs, Social Affairs and Families of the Generalitat of Catalonia. We appreciate your translation into Spanish for publication in RES Magazine.
El objetivo de este artículo es dar elementos para la reflexión, mostrar varios caminos a recorrer y proponer contenidos que nos interpelen y nos interroguen alrededor de los dos conceptos que nos define el título. Hoy abrimos ventanas. No pretende ser exhaustivo, dar toda la información que hay en este campo o dar respuestas cerradas. Lo he organizado para que sea dinámico, ameno y esté lleno de ejemplos cercanos.
Mi recorrido personal me permite tener una mirada amplia sobre estos conceptos. De joven era miembro de la asociación juvenil desde donde gestionábamos el Kasal Jove de Roquetes, como profesional he trabajado para proyectos que fomentan la participación y el trabajo comunitario desde la corresponsabilidad. He trabajado directamente con jóvenes, asesoro ayuntamientos en cómo mejorar la participación juvenil, formo a profesionales con estas herramientas y desde hace unos años también a estudiantes de Educación Social y Pedagogía.
Y estos aprendizajes que he hecho, y por lo tanto las ideas que desarrollaré han sido desde la práctica, la reflexión y en relación con otras personas y proyectos. Desde una sesión de trabajo con una concejala, a una conversación con compañeros de trabajo y vecinos a la hora del vermut, o un seminario universitario. Por lo tanto, intentaré dar las referencias de las personas y proyectos que de una manera u otra me acompañan hoy en el discurso. Conceptos como el de corresponsabilidad y empoderamiento se trabajan y se desarrollan de manera colectiva.
“La globalización es una marea de riquezas que
supuestamente levanta todos los barcos; los transatlánticos y
yates poderosos navegan bien, los barcos pequeños hacen agua,
las canoas se hunden”Informe del Programa para las Naciones Unidas para el desarrollo (1997)
Es importante, enmarcar el momento actual que estamos viviendo. Hay tres elementos que son clave, en mi opinión. La complejidad social en la que tenemos que vivir, la crisis económica y la demanda ciudadana de decidir sobre los asuntos públicos.
La metáfora con la que iniciamos este apartado nos permite explicar cómo la globalización funciona con una lógica inclusiva para el mercado y el consumo y al mismo tiempo es excluyente, para la mayoría de las personas, que no pueden acceder a lo que vende la publicidad y tampoco a los servicios básicos fundamentales. Vivimos en una sociedad globalizada con un sistema neoliberal definido por rasgos como el individualismo, ser competitivo, la incertidumbre o la complejidad. Esta es la idea que desarrolló mucho el sociólogo Zygmunt Bauman (2007) cuando plantea el paso de la sociedad sólida a la sociedad líquida. Lo que hace unos años era seguro ahora ya no lo es. Antes existía la idea de un trabajo para toda la vida, el modelo de familia era único e indiscutible, la escuela era una institución cerrada con sus objetivos bien definidos, el rol del hombre y la mujer era sagrado. Todo esto cambia.
Además, como segunda idea debemos sumar la crisis acreedora que ha provocado una distribución de la riqueza polarizando mucho más las diferencias socioeconómicas. Los que más tienen, cada vez tienen más. Todo parece imprevisible, indeterminado, fragmentado y donde no hay principios únicos que nos ayuden a decidir cuáles son las acciones que debemos tomar. No hay ninguna realidad que podamos entender de manera unidimensional. Todo es complejo e interrelacionado. Cualquier acción en un determinado lugar provoca cambios imprevistos.
Esta complejidad hace que ante una misma situación tengamos que aportar diferentes respuestas a las necesidades detectadas, diferenciándolas y articulándolas con otros tipos de respuestas posibles. Entre diferentes herramientas debemos elegir la más adecuada. Años atrás, desde las concejalías de juventud trabajábamos mucho los temas de cultura y ocio. Actualmente la situación de los jóvenes es muy dura y quedarnos solo con esta línea es insuficiente. Hay mucha precariedad. Hemos sufrido reducción de presupuestos, menos personal y al mismo tiempo aparecen necesidades para acceder a derechos como la vivienda y vemos que no tenemos ni los recursos ni las competencias para hacerles frente. Todo es diferente desde hace unos años.
Y la tercera idea que os doy, es hacer patente la demanda de la sociedad civil de formar parte de los espacios de decisión y ser protagonista de aquellas cosas que le afectan en el día a día. A pesar de las limitaciones que podamos encontrar, y estoy convencido de que tal como vaya hablando irán apareciendo más. Es necesario que los y las ciudadanas estén incorporados en la política institucional, en este caso que los y las jóvenes tengan mecanismos para marcar e incidir en la agenda y la acción política de la institución. Seis años después del 15M creo que nadie pone en cuestión que es necesario el protagonismo ciudadano en las instituciones. No se trata de abrir un proceso para consultar a los y las jóvenes y después la decisión se toma desde el consistorio. Se trata de tomar la decisión en conjunto. Hablamos de corresponsabilidad y empoderamiento. Para desarrollar estos conceptos hablaremos sobre cuatro ideas fuerza que nos ayudarán a tener una foto amplia.
Hablaremos de:
• Corresponsabilidad. • Participación, • Empoderamiento, • Acción comunitaria
Se trata de una responsabilidad compartida. En este caso entre jóvenes y administración hacia la definición de las políticas públicas en juventud y en todo lo que le afecta de manera colectiva. Hay dos conceptos que le dan forma: la obligación y el compromiso por todas las partes. Pero claro, aquí encontramos límites.
Hasta dónde llega la responsabilidad de cada uno? ¿Cuál es la responsabilidad de los y las jóvenes y cuál es la del consistorio? Aquí no hay una respuesta cerrada. En tanto que la vamos encontrando podremos ir construyendo. Es un espacio para recorrer.
Y una segunda pregunta. ¿Quién es cada uno? La administración es fácil de delimitar o debería serlo, pero el cuerpo social es más difícil. ¿Quién está al otro lado? Posiblemente podemos encontrar criterios que nos aporten certeza de con quién nos estamos relacionando. Hablamos de organizaciones o personas arraigadas a un territorio, referentes de un sector de actividad, legitimadas por su comunidad, que trabajan la diversidad, la cooperación, la participación y con una intención de transformar la sociedad. Aquí tenemos pistas de con quién nos corresponsabilizamos y por qué. En los años 80, la fundación Marianao en Sant Boi de Llobregat o Down Lleida no gozaban de la misma legitimidad que tienen ahora. ¿Qué es lo que ha cambiado?
En un asesoramiento que hicimos a un municipio de Lleida de unos 10.000 habitantes, el equipamiento juvenil funcionaba los fines de semana en el mismo espacio que estaba el Centre Obert. Y se encontraban limitados para hacer muchas cosas. Decidieron cerrar los fines de semana, abrir una ventana de oportunidad y abrir un nuevo local joven que debía ser diseñado de forma participativa con los y las jóvenes del municipio. Trataron muchos temas. Y uno de ellos era la gestión. Se quería dar protagonismo a los jóvenes y aparecían ideas de autogestión, cogestión… Pero la realidad que tenían no lo permitía. Definieron los límites. Hasta donde pueden llegar desde el ayuntamiento y hasta dónde pueden llegar los jóvenes. Una vez empezamos a caminar, podemos mejorarlo. El ayuntamiento era el titular, los presupuestos los definía el ayuntamiento y la contratación de los trabajadores. A partir de talleres participativos se generó un espacio donde decidir los criterios de un determinado presupuesto, como debía ser el nuevo local, la construcción del proyecto educativo del centro, y el diseño y las líneas de trabajo. Los y las jóvenes se sumaban. No era cogestión, no era autogestión. Era gestión municipal con un espacio de participación que abría el camino a aumentar la participación de los jóvenes y por tanto en un futuro redefinir los límites de cada uno en el espacio de corresponsabilidad. Los límites estaban definidos y había voluntad de seguir trabajándolos.
Este ejemplo nos da los otros dos elementos que quiero desarrollar. Los espacios de participación y como facilitamos el empoderamiento de los jóvenes porque asuman más responsabilidad y podamos hacer crecer los espacios de corresponsabilidad.
Lo planteo desde una mirada pedagógica. Posiblemente la mirada desde donde menos veces se ha analizado este concepto tan polisémico. Con tantos significados y tantas maneras de entenderlo. Cada vez hay más literatura al respecto. A parte de las aportaciones que ha podido haber desde la pedagogía social a lo largo de los años, quiero destacar dos documentos recientes. El primero es la WikiGuiaJove que se trabajó desde el departamento de participación de la Agencia Catalana de la Juventud y tiene esta mirada; y una tesis doctoral que tiene por nombre “La relación socioeducativa: una propuesta de análisis en las políticas de juventud “de Myrte Montseny, una compañera de tierras gerundenses.
Cuando hablamos de la participación decimos que para participar hay que saber, querer, y poder. En nuestra vida no nos enseñan. Somos individualistas. No sabemos. Recuerdo con 14 años en la escuela y en casa me decían que tenía que hacer algo; cuando entré por primera vez en el Kasal Jove de Roquetes en Nou Barris me senté en un círculo, me dijeron que era una asamblea y que íbamos a decidir entre todos. El choque fue gigante.
Después tenemos que querer, debe haber la voluntad. La participación no es obligatoria. Esto es otra cosa. Y al mismo tiempo hemos de poder. Esta idea totalmente relacionada con tener los espacios para participar. Espacios facilitados por las instituciones, la comunidad o el mismo joven.
Y eso me lleva directamente a la escala de la participación que utilizamos para hacer una primera foto de la salud participativa de los proyectos. Es una escala de la participación que nos permite ver los espacios de participación, quien forma parte y si lo estamos trabajando de manera planificada Por tanto ver necesidades y actuar.
La dividimos en cuatro peldaños:
Y cuando hablamos de participación siempre miramos a la parte de arriba. Los organizadores, los que deciden. Pero un proyecto de participación en buen estado es el que tiene jóvenes en todos los peldaños, trabaja de manera planificada y hace que los jóvenes adquieren cada vez más autonomía y responsabilidad. Hace que se muevan por itinerarios participativos. Es educación para la participación.
En un municipio del Baix Camp, Tarragona – con unos 800 habitantes de los cuales casi 100 eran jóvenes entre 15 y 25 años- el concejal me decía que ellos cuando organizan un proceso participativo y pueden trabajar con 25-30 jóvenes están muy contentos. En porcentajes ha participado un 30% de los jóvenes del municipio. Me decía, a ver qué municipio grande es capaz de tener estos porcentajes. Hace unos meses en Montmeló nos convocaron para hablar de las diferentes formas de participación juvenil en el marco del Plan de Actuación Territorial de Juventud del 2020. Es la idea de educar en participación desde edades tempranas. Y una técnica de juventud compartida de Terres de l’Ebre nos decía, y me parecía una reflexión fantástica, que los municipios pequeños donde ella trabaja esto era una cuestión de supervivencia. No podían trabajar de otra manera. O daban protagonismo, herramientas y vinculaban a los niños y adolescentes o cuando llegaban a jóvenes no había vinculación y marchaban.
Y para ir cerrando este concepto de participación añadir una última idea que hablaba la otra mañana con Celia Premat, una educadora social muy interesante. La asamblea debe quedar superada como metodología única. Debemos encontrar maneras que vayan más allá y hablar de procesos participativos en el marco de una planificación más amplia que permitan tomar decisiones conjuntas, y al mismo tiempo el crecimiento de los jóvenes desde una perspectiva socioeducativa y de construcción de ciudadanía. Debemos construir itinerarios participativos, donde poder aprender habilidades, para poder perfilar los límites de responsabilidad de cada uno en un espacio de corresponsabilidad.
¿Y cómo hacemos esto?, y es aquí donde llegamos a la idea de empoderamiento.
Este es un concepto nuevo. Nos los encontramos de repente en las conversaciones cuando explicamos a qué nos dedicamos. La primera vez que lo escuché me gustó. Viene de la palabra inglesa Empowerment y tiene una energía potente. Nos gusta. La primera idea que nos da es que nosotros no empoderamos a nadie. La gente se empodera por sí misma. Nosotros lo podemos facilitar o no. La segunda idea que aparece cuando profundizas y que la escuché por primera vez a Judit Font, una socióloga del municipio de Salt, la cual dice que no nos empoderamos en soledad, siempre lo hacemos en colectivo.
Y nos encantó, y redactamos los primeros proyectos que recogían esta palabra y la enviamos al consorcio de normalización lingüística para asegurarnos de que los pronombres débiles eran correctos y nos la devolvieron con una gran sorpresa. En el catalán correcto se llama Apoderarse. Uy! No nos gustó nada. Apoderarse suena a que el poder te lo dan desde fuera. Y además parece que sea del mundo de los toros. El APODERADO. Y con esta discusión hay mucha gente que decide seguir diciendo empoderar, en perfiles de twitter, en la definición de sus proyectos, en el título que te proponen para la ponencia en el Encuentro de Juventud. ¡Ya se apañará el consorcio de normalización lingüística, que estamos empoderados!
El proyecto HEBE (investigación que se centra en el empoderamiento juvenil)[1] es un proyecto interuniversitario que coordina Pere Soler desde la UdG (Universidad de Gerona), en el que hay varias universidades entre ellas la UAB (Universidad Autónoma de Barcelona). Su objetivo es definir esta palabra desde un análisis teórico y un trabajo práctico con profesionales y jóvenes. Decían este septiembre en el congreso de Pedagogía Social, juventud y transformaciones sociales que el concepto iba cogiendo forma con una idea y es la que dice que empoderar es tener la capacidad de decidir, así como la capacidad efectiva de llevar a cabo lo que he decidido.
Al final la participación y la idea de empoderamiento significan situar el poder en un lugar diferente. Perder parte de mi poder para que esté en un lugar compartido. Y esto nos genera miedo. Por todos lados. Para los jóvenes y para la administración. En febrero participé en una mesa redonda sobre estos temas y como compañero de mesa estaba Axel Moreno, director del Área de Participación Ciudadana, Igualdad y Empoderamiento Social del Ayuntamiento de Pamplona. Él daba un ejemplo muy concreto. Querían desarrollar un proyecto de gestión ciudadana con unas entidades vecinales y desde el ayuntamiento ponían un técnico para facilitar el proceso. Las entidades tenían miedo de que esto fuera un modo de control y el ayuntamiento de que no fuera aceptado. Finalmente, todo fluyó. Y se generó otro concepto importante: la confianza. Muchas veces para construir, o muchas veces perdida.
¿Cómo lo hacemos? Teniendo en cuenta el concepto de interseccionalidad referente a los rangos de poder, los privilegios y las opresiones. Va más allá de la diversidad. Es más complejo. Un concepto que me lo han explicado dos mujeres en diferentes momentos. Guiomar Vargas que hace un taller por la tarde, y Marta López de la ACJ (Agencia Catalana de la Juventud). Se trata de tener presente los diferentes elementos de privilegio y de opresión que se dan entre personas de diferentes realidades sociales, económicas y culturales. El hombre blanco, de 50 años, heterosexual de clase alta estará en el top a la hora de hacer sonar su voz y la mujer negra, lesbiana de clase popular estará en la parte con más dificultades. Estos rangos de poder se deben tener muy presentes para que nos facilitará generar una igualdad de oportunidades y trabajar desde la equidad.
Y al mismo tiempo, como segundo elemento, y desde una mirada socioeducativa proponemos acciones que trabajen la persona, el grupo y la comunidad. Herramientas que fomenten la adquisición de habilidades y valores personales, relacionales y que vayan totalmente relacionados con la comunidad donde se desarrollan estas prácticas. Profesionales como Rubén Toro en la Franja del Besòs, Roberto Pescador en Badia del Vallés, Gloria Ferrer en Lleida, Elena Rojo en Torrefarrera, Lleida, Carles Vila en Lliça de Vall, Vicky Blanco a Palafrugell, por decir algunos nombres, nos pueden dar muchas herramientas para trabajarlo. Circo, teatro, fútbol, apps, impresoras 3D, campos de trabajo… Las acciones son importantes, pero todavía más es el cómo lo hacemos. En el método es donde mostramos como son. ¿Dónde están nuestros valores? ¿Dónde nos legitimamos?
En algunos asesoramientos en participación a profesionales de juventud encontramos un reto grande. Propuestas que plantean la adquisición de habilidades sociales para el empoderamiento de los jóvenes pero que se quedan en el plano personal y grupal y no trabajan la relación comunitaria. Recuerdo una del Maresme que planteaba talleres vivenciales para la exploración personal para descubrir y crear el propio camino de vida. Trabajaba la dimensión personal y la grupal pero no abría la relación con la comunidad. Debemos trabajar las tres dimensiones. Y es en este punto y desde la idea de la relación y la transformación de la comunidad abrimos la línea de acción comunitaria.
Me gusta comenzar con una idea que lo he escuchado a Ernesto Morales, técnico comunitario durante muchos años, actualmente profesor en la UAB y coordinador del máster de políticas públicas y acción comunitaria en el IGOP (Instituto de Gobierno y Políticas Públicas). Su idea es que la comunidad no existe. Y por lo tanto tenemos que empezar de 0 a construirla. El primer límite, al tiempo que el primer reto: ¿cómo ponemos en relación las administraciones, los servicios y los jóvenes para dar respuestas a las necesidades y realidades compartidas?
La acción comunitaria es la mejor manera de relacionarnos para ser conocidos, para conocer y para encontrar soluciones compartidas. Por corresponsabilizarnos. Aunque nos falta formación, y una apuesta clara para que no recaiga en el voluntarismo.
En este marco podemos pasar de la idea de servicio a la de construcción colectiva. De cliente a ciudadano. Movimientos sociales como la PAH – Plataforma de Afectados por la Hipoteca- dieron este paso cuando decidieron hacer los asesoramientos legales con abogado en colectivo, no individualmente. Algunos trabajadores de Servicios Sociales, como los de Barcelona, lo reclaman. Los problemas sociales necesitan soluciones colectivas. Nos implican para encontrar respuestas y rompemos con una frase que no me gusta nada en los procesos colectivos: “Que hay de lo mío“.
Desde la acción comunitaria podemos abrir un espacio de trabajo entre el hecho público y el hecho comunitario. Un binomio diferente del público-privado. Si queremos construir en corresponsabilidad, debemos construir diferente. Y en este sentido, por ejemplo, nos podemos situar delante de derechos como la vivienda y el trabajo digno, negados a mucha población, e intentar encontrar soluciones desde la corresponsabilidad y desde de espacios compartidos. Nos encontramos ante un problema social que nos pide soluciones colectivas que pongan el centro a las personas. Y en todo momento la administración asuma su responsabilidad de garante de derechos.
Así mismo, esto nos puede abrir una forma de generar movimiento económico y tener la capacidad de generar empleo con una lógica cooperativa desde los jóvenes y las comunidades. Y nos aparece otra forma de entender la economía de una manera más social. Ejemplos como VPK (Vente pa’Ka) en Sant Boi, Centro Cruïlla en Ciutat Meridiana, o Abierto hasta el Amanecer en Gijón están apostando por este camino y está generando movimiento económico desde los jóvenes y para los jóvenes provocando un crecimiento de la comunidad. De nuevo hago referencia a un municipio de unos 800 habitantes que apostaba por esta línea para mantener vinculados a los jóvenes al municipio. Y lo quería hacer en vínculo con la asociación juvenil. Formar a jóvenes del municipio para que sean ellos que luego desarrollen lleven a cabo determinados proyectos de dinamización de forma remunerada.
Y todo esto tiene peligros. E igual a lo que decíamos que tenemos que crear formas diferentes del “Que hay de lo mío“. En este caso tenemos que huir de lógicas de compadreo y comadreo para trabajar desde criterios y valores que permitan esta construcción colectiva. Transparencia, respeto, cuidado del otro, transformación social, participación. En definitiva, la construcción de proyectos colectivos con la voluntad de servicio público.
Y me quiero detener un momento en esta idea de servicio público. Porque nos lleva hacia una bifurcación que está bien tener presente y explorarla desde la mirada de la corresponsabilidad y del empoderamiento. Hay propuestas que vienen desde la institución que quieren profundizar en esta relación. Estos días el ayuntamiento de Barcelona organizaba unas jornadas sobre Democracia Directa y entre otras cosas llevaba ejemplos trabajados desde la administración. Muy interesante. A la vez, debemos tener presente otras propuestas que se trabajan desde la ciudadanía, que interpelan a las administraciones y nacen con voluntad de servicio público. Y nos lleva hacia una idea que abre un espacio político muy interesante que dice que público no significa de la administración. Una frase que escuché por primera vez a Xavier Urbano, sociólogo y activista de la cultura y a Helena Ojeda, pedagoga y trabajadora comunitaria. En el territorio catalán encontramos propuestas trabajadas desde comunidades concretas con vocación de servicio público, transformación social y muchas veces vinculadas a proyectos socioculturales y también de desarrollo económico. Experiencias como Can Batlló en Barcelona, La Coma Cross en Salt, la Tabacalera en Tarragona o en el estado español el Pumarejo Sevilla, la Casa invisible de Málaga, el Matadero en Santiago de Compostela, o la antigua prisión en A Coruña. Proyectos que abren este un espacio de investigación en la construcción de corresponsabilidad.
Miramos y exploramos que está creando la institución que está creando la ciudadanía. En el espacio de encuentro es donde se dieron las fricciones y pasarán cosas maravillosas que permitirán trabajar con más certeza la decisión compartida. La corresponsabilidad.
Hemos hablado del momento actual tan complejo e incierto que vivimos, la demanda de muchas ciudadanas de ser protagonistas de las decisiones que nos afectan a todos desde una lógica de corresponsabilidad, donde abrimos espacios de participación que permitan el empoderamiento de los jóvenes en relación con su comunidad.
Corresponsabilidad, participación, empoderamiento y acción comunitaria. 4 caminos a explorar para profundizar en la democracia y transformar la realidad desde todos sus protagonistas.
“En cuestiones de cultura y de saber,
Solo se pierde lo que se guarda; Sólo se gana lo que se da”Antonio Machado
Bauman, Z. (2007). Los retos de la educación en la modernidad líquida. Barcelona: Gedisa. Colección Pedagogía Social.
Fuente. J, Ojeda. H, Urbano. X (2015). La gestión comunitaria en la economía social y solidaria. Periódico Diagonal.
Montseny Martínez, M. (2015). La relación socioeducativa: una propuesta de análisis en las políticas de juventud. Barcelona: Facultad de Ciencias de la Educación, Departamento de Pedagogía Sistemática y Social, UAB.
PNUD (1997) Informe sobre el desarrollo humano. Ediciones mundo Prensa. Madrid.
Rodríguez, N. y López, M. (2015) Guía Joven: WiquiGuiaJove. Agencia Catalana de la Juventud. Barcelona
Antonio Alcántara Alcántara. Activista cultural y educador social especializado en temas de juventud, participación, acción comunitaria y circo social. Es también miembro del equipo pedagógico de la Perifèrica y del Ateneu Popular 9Barris.
@antalcantara; antonio.alcantara@ub.edu; https://educaciotransformadora.com/