Vicenç Salvador y Roc Masiques. Trabajador Social y Psicólogo en los EAIAs del Baix Llobregat y Girona respectivamente. Tienen también amplia experiencia como Educadores Sociales en Centros de la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia de la Generalitat de Catalunya.
En este artículo pondremos un énfasis especial en algunas estrategias de intervención excepcionales que, según hemos constatado, a menudo sorprenden a chicos/as y despiertan una especial atención por lo que está pasando. A menudo son chicos/as con una deriva institucional importante, que han sido valorados, diagnosticados, tratados y reconocidos por muchos profesionales y en los cuales el conflicto en la relación con el otro es omnipresente.
Por ello un tipo de intervención diferente y espontánea a menudo será la única respuesta viable ante una situación excepcional e imprevista. Estas estrategias serán tantas y tan diversas como situaciones se nos puedan presentar en la cotidianeidad.
La historia personal de los chicos y chicas que atendemos es bastante compleja como para haber dejado una huella importante durante su desarrollo, que necesariamente se concretará en una serie de rasgos que deberemos tener muy en cuenta cuando planteemos nuestra intervención, ya que la condicionarán de una manera importante.
Un entorno nocivo altera la capacidad de controlar los impulsos y trastorna la relación con los demás, la disposición para la intimidad, la habilidad para verbalizar los sentimientos y la aptitud para adoptar el punto de vista de los otros. Así, encontramos dentro de la población que atendemos una serie de características que aparecen a menudo, como por ejemplo:
Estos son algunos de los aspectos que nosotros hemos observado con frecuencia; hay muchos más, pero nos limitamos a comentar los que para nosotros tienen más relevancia.
Pensamos que el educador/a que trabaja con adolescentes que presentan algún tipo de patología psiquiátrica y un déficit social importante ha de plantear su intervención dentro de este contexto, siempre diverso y cambiante, de tal manera que esta pueda aguantar con firmeza las dificultades de todas las resistencias que encontrará y que intentarán hacer fracasar este proceso.
Un puntal básico del proceso de intervención será el que definimos como “planteamiento de estrategias”. Nuestra experiencia nos ha permitido observar que, con los chicos/as que atendemos, la manera especial que tienen de expresar sus necesidades nos conduce a plantear abordajes excepcionales. Situaciones excepcionales piden respuestas excepcionales, y no podemos imaginar una situación más excepcional que la enfermedad mental y en nuestro caso con el añadido de graves déficits tanto en el ámbito social como familiar.
Como ejemplo describiremos algunas estrategias que nos han funcionado a menudo con un éxito más importante que los abordajes estrictamente estandarizados y establecidos o incluso previstos en el régimen interno de la institución, en los cuales el chico/a tiene la capacidad de anticipar cual será la respuesta que se le dará.
En la mayoría de situaciones problemáticas que se nos presentan, podemos optar por la aplicación directa de la norma con la consecuente aparición de la amenaza tácita de la sanción. Si conseguimos transformar una situación que se prevé origen de un conflicto innecesario e inútil de cara al proceso del chico/a y/o del grupo en una situación de juego, estamos educando de una manera diferente, innovadora y mejor vivida por los chicos/as, que no rompe con el marco normativo de la institución ya que lo que promueve es la no-aparición de conflictos gratuitos; además, de esta manera les estamos ofreciendo un repertorio conductual más amplio que la polarización oposicionismo-sumisión.
A través del sentido del humor y una visión positiva de las cosas, podremos conectar más fácilmente con ellos, será más fácil crear un contexto en el cual el chico/a se sienta a gusto y establecer una relación que sea positiva para el trabajo con ellos. Entenderemos el sentido del humor como un elemento que permitirá desdramatizar muchas situaciones cargadas de un nivel de angustia vital muy alto.
Hay situaciones en las cuales nos encontramos al chico/a haciéndonos demandas de atención de una manera muy poco adecuada, que difícilmente permitirá un abordaje por la vía de la palabra (rabietas, infantilismo, victimismo, etc.). La actitud con la que se nos presenta el chico/a no es la mejor para ningún tipo de abordaje. En estas ocasiones hemos podido comprobar que, a menudo, la escenificación directa ante el chico/a de su comportamiento sirve de barrera; este/a se ve reflejado en un espejo y se da cuenta de que esta estrategia conductual ha dejado de funcionar. Aparece una sonrisa a partir de la cual hay una predisposición al cambio de actitud.
Durante la adolescencia la importancia del grupo de iguales tiene una preeminencia que no tendrá en ningún otro momento de la vida. En este sentido, los mensajes que podamos rescatar viniendo de otro/a chico/a pueden ser mucho más impactantes que los que podamos hacer llegar nosotros desde nuestra posición de adultos.
Tenemos presente que estas son algunas estrategias que nos pueden servir para encontrar salidas positivas a determinadas situaciones que podrían llegar a ser problemáticas, y por esta razón las debemos poder valorar de manera positiva. Todo esto sin olvidar que el grueso de nuestro trabajo pase necesariamente por una programación de objetivos previamente establecida y consensuada tanto con el equipo como con el mismo educador, que en la medida de sus posibilidades debe poder tomar parte activa de su proceso.
Este artículo es el resultado de un análisis sobre un aspecto determinado del trabajo que hemos desarrollado durante los últimos diez años en una institución para adolescentes con problemática psiquiátrica; así pues, es una visión breve y particular de un aspecto muy concreto de nuestro trabajo, de manera que lo entendemos necesariamente incompleto, inacabado y abierto a nuevas aportaciones.