Patirke Gutiérrez, psicóloga. Ane Iglesias, Trabajadora Social. Cosme Sánchez, técnico en intervención social
En el presente artículo presentamos el recorrido sobre la práctica en un centro de día en el campo de la exclusión social. Estos servicios de acompañamiento constituyen, en nuestra opinión, una de las formas contemporáneas más eficaces para el tratamiento de las desinserciones sociales. Para ello incorporamos una metodología que apuesta tanto por la singularidad de cada proceso como por la conversación entre disciplinas y servicios que atienden el caso en común: la construcción del caso en red (Ubieto). En nuestro espacio de trabajo la función primordial es el acompañamiento social, de manera que podrá realizarse por diferentes profesionales tanto del campo de la educación social, como de la psicología y otras disciplinas afines. Un servicio orientado por una ética, cada persona es diferente, donde aprendemos cada día a pensar nuevas maneras, una por una, de hacer consistir el lazo social, atendiendo a las invenciones particulares de cada persona y al trabajo colaborativo entre profesionales, instituciones y servicios.
In this article we present the course about the practice of a day center in the field of social exclusion. These accompanying services constitute, in our opinion, one of the most effective contemporary forms for the treatment of social deinsertions. In this sense, we are committed to a service model capable of adapting to the particularities of each person. A service oriented by an ethic, each person is different, where we learn every day to think of new ways, one by one, to make the social bond consist of, attending to the particular inventions of each person and the collaborative work between professionals, institutions and services.
Hasiera es un centro de día dirigido al acompañamiento social de personas en situación de exclusión social, inscrito en la red de la Diputación foral de Bizkaia y gestionado por la Comisión Ciudadana Antisida de Bizkaia.
Estos servicios de acompañamiento constituyen, en nuestra opinión, una de las formas contemporáneas más eficaces para el tratamiento de las desinserciones sociales. En este sentido, apostamos por un modelo de servicio capaz de adaptarse a las particularidades de cada persona. Para ello incorporamos una metodología que apuesta tanto por la singularidad de cada proceso como por la conversación entre disciplinas y servicios que atienden el caso en común: la construcción del caso en red (Ubieto). Un servicio orientado por una ética, cada persona es diferente, donde aprendemos cada día a pensar nuevas maneras, una por una, de hacer consistir el lazo social, atendiendo a las invenciones particulares de cada persona y al trabajo colaborativo entre profesionales, instituciones y servicios. En nuestro espacio de trabajo la función primordial es el acompañamiento social, de manera que podrá realizarse por diferentes profesionales tanto del campo de la educación social, como de la psicología y otras disciplinas afines.
Sostenemos una tensión entre dos áreas de trabajo convergentes:
En el presente escrito queremos poner el acento en una particular metodología de trabajo que estamos desarrollando. Esta metodología, llamada “la construcción del caso en red”, combina la participación social en nuestro entorno (en la red, entendida de una manera amplia) con la activación de procesos de colaboración entre redes comunitarias, asistenciales y culturales. Potenciando tanto el empoderamiento, el juicio y la capacidad de los profesionales como el de las personas atendidas, así como situando como eje central y vector de nuestro trabajo de acompañamiento a la persona y su singularidad. De manera tal que la red de atención pueda mostrarse lo suficientemente porosa como para adaptarse a las singularidades de cada proceso, y no al revés. Este método ha sido ideado y puesto en marcha por José Ramón Ubieto en el Programa Interxarxes (Horta Guinardo, Barcelona), una experiencia que propone poner a trabajar juntos y de manera colaborativa a buena parte de los profesionales, instituciones y servicios (Salud Mental, Servicios Sociales, Educativos) que atienden un caso común.
Como decía, este método propone orientarse por la singularidad radical de cada proceso poniendo al sujeto en el centro de la red, e invitando de manera presencial y periódica a los diversos agentes y disciplinas a reunirse en torno a los interrogantes de cada caso. Esta práctica, como veremos, extrae lo más singular de cada caso, de manera tal que contamina todas las demás áreas de trabajo. Produciendo una pandemia que se extiende por el servicio y el dispositivo afectando a todos los profesionales, espacios y tiempos de la institución. Un virus de subjetividad que libremente introducimos en el cuerpo mismo de la institución y que provocará, como veremos, unas resonancias muy particulares en nuestra praxis. Es así como tanto nuestro centro de día como la red asistencial en su conjunto podrán contribuir, de manera colaborativa, a responder de forma inédita, particular y diferente para cada caso. Alejándonos de otras prácticas que proponen más bien una mecanización del acto social y unos recorridos estandarizados que no toman en cuenta los tiempos subjetivos y las invenciones particulares de cada persona. A su vez, esto implica considerar la red de atención como una invención de cada sujeto, algo que la persona ha construido a su alrededor y que le ayuda a protegerse y sostenerse mejor en el mundo.
Cada semana nos reunimos para pensar y construir cada caso, uno por uno. Esto implica una disciplina muy fuerte que como señalaba anteriormente nos convoca a cada uno de nosotros a dejarnos contaminar por este virus de la subjetividad. Se trata de un trabajo colectivo y colaborativo, siempre y cuando el propio proceso sea susceptible de beneficiarse de esta práctica. Baste decir que no en todos los casos se requiere responder de la misma manera, de igual forma cada proceso es diferente y en multitud de casos la red está bien engrasada, y cada profesional y servicio cumple con su función. A su vez, invitamos a nuestras reuniones de caso tanto a los agentes externos que convergen en la red de atención como a los diferentes agentes de intervención directa de nuestro centro, esto incluye a las personas que estén desarrollando sus prácticas, a los becarios y al voluntariado. Es un trabajo colectivo de cara a generar una cierta cultura de la conversación y el trabajo colaborativo entre disciplinas y servicios dispuestos a apostar por lo más singular de cada proceso.
En nuestra práctica, a lo largo de aproximadamente tres años, nos hemos ido tropezando con diversas cuestiones, dificultades y obstáculos a la hora de organizar un dispositivo de estas características. Aprovecho este momento para dar cuenta de algunas de estas cuestiones, las más significativas, de cara a poder seguir pensando, en nuestro caso, sobre la función -bien social, bien terapéutica o asistencial- de este tipo de dispositivos sociales en el campo de la exclusión social. En un ámbito en el que convergen diversas disciplinas y servicios, y que bien podríamos circunscribir en el campo de lo que conocemos como la salud mental comunitaria, es decir, un trabajo colaborativo entre el campo de lo social, lo sanitario y la salud mental.
¿Por qué digo esto? Porque durante este tiempo hemos atendido a más de treinta adultos, hombres y mujeres, que se encuentran en lo que se ha dado en denominar como un perfil de calle. Es decir, aquellos que son llamados “personas sin hogar”. Resultando que en una mayoría de los casos podemos encontrar problemáticas graves de salud mental asociadas tanto a la vulnerabilidad como a las dificultades propias del lazo social, adicciones y nuevas pobrezas. Así mismo trabajamos en una conversación permanente e infinita con los servicios hospitalarios, sociales y terapéuticos tales como comunidades terapéuticas, ambulatorios, centros de salud mental, unidades de desintoxicación, Servicios Sociales y de urgencia, albergues, comedores sociales… entre otros. Es en este sentido que lanzo una primera hipótesis de cara a pensar este tipo de prácticas institucionales:
Lo que motiva, en multitud de ocasiones, la creación de prácticas institucionales dedicadas al campo de la exclusión social es precisamente la necesidad de ofrecer una respuesta a fenómenos clínicos tales como ciertos estados de la psicosis y la enfermedad mental grave, algunos pasajes al acto, errancias y adicciones, así como algunos estados de deterioro físico y psíquico que pueden conducir al sujeto hacia la exclusión social absoluta o hasta la muerte.
Muchas de las prácticas sociales e institucionales que alberga la red asistencial y, en particular, los dispositivos creados para personas en situación o riesgo de exclusión social se basan tradicionalmente en modelos de reeducación y tratamiento que condicionan de manera muy notable tanto el acceso al servicio como el trabajo de acompañamiento, propiciando en multitud de ocasiones el abandono de estos programas. Se trata, en consecuencia, de profundizar tanto en los límites éticos como en la separación necesaria que existe entre la voluntad terapéutica, a veces feroz, y la función social de acoger y alojar a aquellas personas que se encuentran en una situación extremadamente vulnerable. Mantener esta función “social” es precisamente lo que permite marcar un límite a una voluntad terapéutica que, sin este límite, arriesga transformar la institución en un lugar de alienación, improvisación y de experimentación a ultranza.
Bien, entonces para nosotros se trata de poder dar una respuesta a una pregunta que podríamos declinar de la siguiente manera: ¿cómo organizar este espacio social que atiende a una mayoría de personas con problemáticas graves de salud mental? Nosotros hemos optado por apoyar nuestra praxis en cuatro ejes de elaboración:
En resumen, la singularidad, una orientación clínica, una praxis social y crear una atmósfera. Voy a desglosar un poco estas cuatro cuestiones que han emergido fruto de un trabajo concienzudo y riguroso sobre nuestra práctica a lo largo de nuestro joven recorrido.
Para ello era necesario dotarnos desde el comienzo de un espacio, un tiempo y un método de cara a poder acoger, extraer y trabajar esta particularidad. La particularidad no está de entrada, hay que construirla. Esto requiere de una fuerte disciplina constituida a partir del trabajo de casos que desarrollamos y que nos permite no alejarnos demasiado de nuestro cometido. Constatamos una cierta inercia hacia la mecanización de nuestro acto, una tendencia de la que hay que estar advertidos, digámoslo así, el profesional no siempre está en disposición de poder interrogarse sobre la singularidad de sus actos. Bien por la angustia y la presión a la que nos vemos sometidos en nuestro campo de trabajo, bien por las dificultades y el sufrimiento al que nos convocan las personas que atendemos. De manera tal que muchos profesionales optan por mecanizar su acto, los famosos protocolos no son más que medidas de gestión que seducen al mismo tiempo que perturban, ya que descargan a los profesionales de la angustia de su acto pero también de su capacidad de pensar. Ya no hay que angustiarse por la decisión en un contexto de incertidumbre, basta con seguir el protocolo establecido “para todos los casos” y garantizado por la medida y la técnica estadística. El imperio de la medida.
Por el contrario, pensar implica separarse de los saberes constituidos y de los ideales de reinserción social preestablecidos para confrontarnos con la angustia de nuestros actos y de nuestra función. Para ello, constatamos como necesario y nuestra práctica nos avala, introducir espacios y tiempos para pensar. Solo de esta manera podremos producir una praxis que no responda de manera segregativa, imprudente o hiperactiva bajo los imperativos de nuestra propia angustia y desorientación. Un trabajo compartido y supervisado.
Dado que atendemos a un amplio grupo de personas con problemáticas de salud mental nos parecía fundamental poder orientar nuestro trabajo de acompañamiento con algunas nociones de la clínica. Este año, por ejemplo, hemos incorporado supervisiones clínicas para el trabajo de construcción de casos. De esta manera introducimos un agente externo que nos permite, a su vez, dotarnos de una orientación clínica pero también, y no menos importante, organizar una conversación productiva sobre cada caso. Contando con una mirada externa, desde fuera, que nos convoca a salirnos de las soluciones más estandarizadas y promover una conversación que no sea ni corporativista ni endogámica. A lo largo de estos encuentros hemos podido no solo orientarnos con los casos más complejos, sino también inventar un acompañamiento nuevo para cada persona. A su vez, hemos podido orientarnos por lo que se conoce como una política del síntoma que es aquella que no pretende suprimir los síntomas ni reeducarlos, sino más bien “saber hacer con ellos”, para construir algo nuevo respetando el síntoma y sus elaboraciones. Otro ejemplo de este trabajo es la escritura de los casos así como encontrar conceptualizaciones nuevas para lo que hacemos, como la atención en los márgenes. Hay personas que no van a consentir entrar en un dispositivo social demasiado estructurado y por lo tanto el acompañamiento habrá de producirse en otros espacios del centro de día, en la calle, en la puerta, en el sofá, en la cocina o en los ordenadores, de manera un tanto informal. También hemos podido observar como la emergencia de fenómenos clínicos como las alucinaciones auditivas producen en muchos casos una posición de imposibilidad y rechazo a ser alojados en dispositivos sociales. El sujeto psicótico, en especial en la clínica de la paranoia, tiene una tendencia a considerar el saber del Otro respecto de sí mismo como malintencionado. Ello lo vuelve especialmente vulnerable al sentimiento de persecución y como consecuencia, debe defenderse de ello. El mejor lugar a ocupar por nuestra parte es el del ignorante, aquél que se deja enseñar por la lógica de su discurso y, consecuentemente, que le facilite el tiempo y la escucha necesaria para inventar algo que le permita defenderse mejor de la intrusión del Otro.
Se trata de un servicio de acompañamiento social, entonces cuando hablamos de orientarnos por la clínica no nos estamos refiriendo a psicologizar o patologizar nuestra atención social, más bien todo lo contrario. Pensamos que es necesario mantener una cierta distancia entre lo social y lo terapéutico. En este sentido y por paradójico que parezca, esta orientación y saber clínico nos permiten separarnos del acto terapéutico para trabajar desde un campo social como corresponde a un dispositivo como el nuestro. En el sentido de promocionar aquellas cuestiones que favorezcan el lazo social particular de cada persona pero también en el sentido de acoger a cada uno de manera incondicional y sin la necesidad, o la voluntad, de someterlo a un tratamiento de reeducación, educativo o similares. Nuestro incipiente conocimiento clínico nos permite conocer mejor tanto nuestros límites como los sufrimientos, malestares y signos de las personas que atendemos.
En la actualidad existe una peligrosa tendencia a confundir y solapar el acto terapéutico con el acto social. Dicho de otra manera, para que una persona, cualquiera de nosotros, pueda solicitar ayuda y apoyo debe antes existir un previo, una demanda y un consentimiento. Poder sostener la posibilidad y la confianza de que algunos de los malestares que uno experimenta puedan ser abordados en el encuentro con un otro, bien sea éste un profesional, un servicio o un dispositivo de atención socio-sanitaria. Sin este consentimiento, toda praxis de “acompañamiento” corre el riesgo de convertirse en adoctrinamiento o reeducación. No se entiende, pues, no se deduce automáticamente que en multitud de dispositivos de la red asistencial se opte por unas metodologías que condicionan la estancia a unos objetivos terapéuticos que se imponen de entrada y por igual a cada persona, sin tener en cuenta la particularidad de cada caso. Todos estaremos de acuerdo en afirmar que el acceso a un tratamiento no debe ser tomado, por ejemplo, como condición previa y necesaria para el acceso y el mantenimiento en una vivienda. Entonces ¿Por qué se exigen objetivos terapéuticos en las prácticas sociales? Es una pregunta que encierra múltiples paradojas y malentendidos, y a la que trataré de contestar en este breve artículo. Rescatamos pues la función social genuina de las instituciones, una función de acogida, de dar abrigo, asilo y protección, como un deber de humanidad.
En este sentido y como práctica social organizamos el día a día del centro de día en base a una estructura de tiempos libres, asambleas, espacios de trabajo personal, tutorías y talleres culturales, ocupacionales, de ocio, de fotografía, informática, deporte y otros. Donde todas las decisiones se toman de manera autogestionada y colaborativa en el espacio de la asamblea semanal. Entre otras tareas, también supervisaremos la toma de medicación psiquiátrica y sanitaria, acompañamos al médico, a buscar un empleo, organizar el tiempo libre, ir al psiquiatra, solicitar plaza en un albergue o gestionar una ayuda social, una valoración de minusvalía, dependencia, Ayudas de Emergencia Social, etc.…
A lo largo de estos años nos hemos ido dando cuenta de la importancia fundamental de contribuir y dedicar gran parte de nuestros esfuerzos a esta cuestión. Advertimos que en la medida en que en el centro de día se respiraba un buen ambiente los casos iban mucho mejor y las personas encontraban con más facilidad soluciones certeras a sus problemáticas. En muchos de los casos, estas soluciones pasaban porque los profesionales erráramos en nuestras propuestas o sugerencias (en muchos casos basadas en nuestros propios prejuicios, saberes e ideales preconcebidos), de este modo y sin saberlo, contribuíamos a que las propias personas tuvieran un tiempo y un espacio desde el cual emergían soluciones particulares, y en algunos casos inverosímiles, que provocaban la sorpresa del equipo educativo. Crear una atmósfera cálida, flexible y respetuosa con las diversas posiciones subjetivas se convirtió, de este modo, en uno de nuestros principales objetivos.
Tratamos así de generar un campo hospitalario al estilo de un club social donde cada persona pueda ocupar su lugar y disponer del tiempo necesario para poner en juego sus propias tentativas y recursos. Nos parecía que en el campo de las psicosis esta cuestión resultaba especialmente fundamental y delicada ya que, en ocasiones, esta atmósfera que envuelve al sujeto se vuelve muy persecutoria e inquietante, y queríamos tratar de evitar estos efectos de rechazo que en buena medida provocan el abandono o la “expulsión” de estos dispositivos. A su vez, esta modalidad de trabajo sobre la atmósfera desplaza la pregunta sobre el sujeto (Usuario/ paciente) hacia la pregunta sobre la red, el dispositivo o el profesional. Me explico, constatábamos en nuestra práctica que en ocasiones no se trataba tanto de “tratar” al sujeto, sino de tratar la red, la atmósfera, la institución, el servicio, ¡tratarnos a nosotros mismos! En determinados casos, hemos podido observar como modificando en algo la posición que ocupamos los profesionales y servicios con respecto al caso, esto ha permitido que la persona a la que atendemos pueda, a su vez, afrontar sus dificultades de una manera más satisfactoria. Por ejemplo, ocurre que algunos profesionales (nosotros también) sostenemos una mirada un tanto cronificada de algunas personas que atendemos. Son casos de largo recorrido asistencial donde parece que “no hay nada que hacer”. Al reunirnos a pensar juntos, esto nos permite separarnos de esta mirada que sin saberlo sostenemos, de manera que cada caso pueda a su vez tomar otros destinos posibles.
Por otra parte, podemos sostener que nuestro trabajo de acompañamiento se ordena en base a la construcción de los casos. Es decir, al realizar un trabajo serio y disciplinado sobre la singularidad, esto permite que tanto los talleres, como los acompañamientos y demás espacios que surgen en el centro de día partan de la singularidad y de la iniciativa de cada persona. Singularidad que extraemos en nuestras reuniones de caso. De manera que si no hubiéramos optado por crear este espacio semanal dedicado a la conversación, o dicho de otra manera, un lugar para pensar nuestra praxis, ¿Cómo sería posible sostener que hacemos un acompañamiento basado en la particularidad? Cuando un proyecto sostiene que hace un acompañamiento individualizado, habría que preguntarle cómo y dónde lo hace, ¿dónde trabaja esa particularidad de la que habla y la que bien puede orientar y organizar una praxis? Es decir, partiendo del trabajo sobre la singularidad de cada persona, y a partir de este lugar, proyectamos nuestras acciones hacia lo colectivo impregnando todas las facetas y áreas de nuestro trabajo. Entendiendo lo individual y lo colectivo como manifestaciones diferenciadas pero referidas a un mismo proceso. Un ejemplo, si Juan trae una cámara de fotos y nos solicita para aprender fotografía, podemos buscar con él un curso fotográfico o bien organizamos un taller de fotografía en el centro en el que participen tanto voluntarios como personas usuarias, posteriormente colaboramos con un colectivo artístico y educativo, y fruto de este trabajo Juan expone sus fotos en diferentes espacios, centros cívicos, museos… A esto nos referimos cuando hablamos de ser permeables al sujeto, a sus intereses y a sus elaboraciones. Esto incluye interesarnos por los objetos que trae consigo así como por las soluciones que pone en juego. Para ello es necesario poder introducirnos en cierta medida en las lógicas del otro, en su campo semántico, en su mundo y en su particular manera de sostenerse en él, para desde allí apoyar y promocionar estos encuentros, a veces contingentes e inesperados, que van a hacer posible una apertura al Otro social.
Para llevar a cabo este trabajo hemos necesitado poner en marcha múltiples procesos de colaboración y coordinación, tanto en el campo social, cultural y artístico, como en el área de los servicios sanitarios, educativos y Salud Mental. Contando con el asesoramiento de José Ramón Ubieto.
En el campo de la Salud Mental y los servicios socio-educativos, principalmente para aquellos que se encuentran más alejados del vínculo social, es imprescindible poder articular nuevas maneras de pensar la atención de los casos. Este método propone orientarse por la singularidad de cada caso poniendo al sujeto en el centro de la red, e invitando de manera presencial y periódica a los diversos agentes y disciplinas a reunirse en torno a los interrogantes de cada caso. A su vez, propone pensar nuestra práctica e intervención social en términos de redes comunitarias, abriendo espacios de participación ciudadana, apoyándonos en las estructuras culturales, comunitarias e institucionales de nuestro entorno más próximo y colaborando en diversas iniciativas, algunas de las cuales explicaremos brevemente en las próximas líneas.
La primera cuestión que nos llama la atención es la siguiente ¿Por qué necesitamos un método para la atención de los casos? ¿Y por qué este método debe incluir a los demás profesionales y servicios que atienden el caso en común?
En primer lugar destacar que hay dos signos de la época que atraviesan la relación asistencial. Por un lado, la diversificación asistencial (es decir, la cantidad de servicios educativos, Salud Mental, exclusión social, adicciones, etc.) de la red de atención social y, por otra parte, la pérdida o el déficit de autoridad del profesional en nuestro contexto. Nuestra hipótesis en este sentido podemos aislarla en una frase, en una máxima con la que, pienso, todos estaremos de acuerdo: “hoy en día, el tratamiento es la red”. Hemos pasado, pues, de un tratamiento más unificado dotado de una autoridad notable, hacia el “entre varios”, a una atención diversificada y en red, más propia de nuestros tiempos.
Pensamos también que esta práctica por la que nos interesamos subvierte en cierta medida la lógica actual de la Nueva Gestión Pública, basada en la derivación, y no tanto en la conversación entre los diferentes profesionales y servicios. Además se trata, en nuestro caso, de promover una conversación particular, porque requiere que sea presencial (No como habitualmente nos coordinamos entre los servicios, vía e-mail o teléfono), y también requiere que sea un trabajo continuado en el tiempo, con reuniones periódicas y organizadas para construir el caso teniendo en cuenta las posiciones de unos y otros. De manera que podamos orientar la conversación en torno a los puntos de dificultad y de no saber sobre el caso: eso es precisamente lo que nos va a permitir sostener un trabajo de elaboración colectiva y obtener una orientación particular para cada proceso. No obstante, lo más notable es que esta manera de tratar la red propone acoger la singularidad de cada caso, en otras palabras; poner al sujeto en el centro de la red. Este punto ético nos parecía fundamental. ¿Por qué? Porque en definitiva, es el sujeto el que construye su propia red, esto requiere, por otra parte, ciertas dosis de humildad por parte del colectivo de profesionales que atienden el caso.
Como decía, ante este panorama, nosotros sostenemos que necesitamos un método y un tiempo para poder pensar: construir los casos, interesarnos por lo particular de las personas que atendemos y también, por qué no decirlo, de la particularidad de nuestro acto (de aquello que ofrecemos al otro para hacer posible un cierto efecto de lazo social). Poder pensar más allá de la inmediatez que tan habitualmente reina en nuestra práctica, en ocasiones secuestrándonos de nuestro propio cometido. En este sentido, la realidad actual de muchos equipos profesionales es que ese espacio colectivo, destinado a la construcción del caso, o bien no existe o, si está previsto, acaba siendo devorado por la contingencia de las urgencias, de aquello del día a día que siempre se impone como un imponderable que impide realizar lo importante.
Finalmente, sostenemos (y lo constatamos en nuestra práctica) que abrir la conversación entre los profesionales permite a estos la posibilidad de pensar su acto y ponerlo en juego, de una cierta manera colectiva. Al compartir las dificultades del caso y ponerlas en común, esto nos permite tomar cierta distancia de la propia angustia y no vernos en la imperativa tesitura de tener que responder solos; de manera hiperactiva, irreflexiva, urgente, o en el peor de los casos, segregativa… organizando estos encuentros junto con el psiquiatra, la trabajadora social y otros agentes, hemos podido buscar soluciones apropiadas a cada caso, y que por ejemplo no pasaran necesariamente por una expulsión de urgencia.
La pregunta en cuestión será: ¿Qué podemos aportar cada uno? ¿Cómo puedo yo colaborar en la atención que el caso me requiere, que el caso me impone? La propia pregunta incluye ya, como veis, al otro profesional como partenaire en ese trabajo colaborativo. Y no como contrincante o adversario.
Cada agente social tiene obviamente un saber, fragmentado, sobre el sujeto al cual atiende, se trata pues de poner en valor aquello que sabemos, pero también poder abrir la pregunta sobre aquello que permanece oculto, tanto para nosotros como para la persona a la que acompañamos. En estos términos, nos conviene sostener que, con respecto a la particularidad y los avatares del lazo social de cada persona, no está todo dicho. Se trataría pues de poder abrir un territorio de pensamiento sobre aquella dificultad del sujeto que se presenta como una incógnita, que efectivamente se muestra recurrente, impermeable a nuestros actos, y se repite de manera inconsolable para algunos, ocasionando grandes dosis de sufrimiento. Es, en definitiva, esta posición de no saber sobre el sujeto, la que animará una conversación a la que llamaremos la construcción del caso en red: una mirada que nos permita interrogarnos sobre cada caso y producir un saber nuevo, colectivo, que pueda orientarnos.
Es decir, este método implica considerar el caso como un interrogante, como un enigma, como un agujero. Tomarlo, en primer término, como una pregunta que nos interpela a todos los que nos sentimos concernidos por ella, como un signo de extrema complejidad, y por lo tanto, como un resorte que nos permita avanzar. Salirse del prejuicio sobre eso que ocurre, es ya una primera tentativa de exigirnos y exigir al otro una cierta participación y co-responsabilidad en las invenciones de otras maneras de hacer con el vínculo social.
Desde el centro de día participamos en múltiples proyectos y actividades que parten del movimiento ciudadano de colectivos, barrios y personas. Entendemos esta dimensión como la representación social de los avances que realizan las personas que atendemos en los procesos inclusivos que se promocionan desde el centro de día. Y es que dicha participación es una muestra significativa tanto de los aprendizajes como de la culturización y de la capacitación de las personas para actuar. Además, implica la responsabilidad que cada uno de nosotros poseemos como ciudadanos tanto para ser parte activa en las acciones y las disposiciones públicas, como para satisfacer nuestras necesidades e involucrarnos en los retos sociales de nuestro entorno. A continuación exponemos brevemente algunos ejemplos de nuestra práctica.
Uno de los proyectos del que Hasiera forma parte es WikiToki. Una red de asociaciones, cooperativas y personas que se reúne de manera asamblearia y colaborativa, y que comparte sus propios recursos en Bilbao la Vieja, San Francisco y Zabala. WikiToki nos facilita un espacio para conectarnos analógica y digitalmente con otros programas y proyectos que nos permiten construir conjuntamente.
Otro lugar en el que Hasiera participa de manera activa, es en las fiestas del barrio de San Francisco al que pertenecemos, y que están organizadas por la Asociación De Vecinos y la Coordinadora De Grupos del barrio. Lo hacemos en el mercadillo solidario colocando un stand donde se pueden adquirir los productos y objetos creados en nuestro taller de reciclaje cre-activo. De este modo pretendemos fortalecer las relaciones, implicamos tanto a personas y organizaciones como al propio territorio.
Desde el taller de reciclaje Cre-Activo cada diciembre se realiza una exposición de las obras realizadas. Esta actividad se desarrolla en el marco de la Noche Abierta o GauIrekia, que engloba un gran número de actividades socioculturales, así como de reivindicación y uso del espacio público. GauIrekia se realiza en los barrios de San Francisco, Bilbao la Vieja y Zabala y trata de recordar que estos barrios también pertenecen a la villa y están culturalmente tan activos como los demás. El proyecto incluye la participación tanto de asociaciones como de comercios y espacios públicos.
El reciclaje es el proceso mediante el cual los productos de desecho son nuevamente utilizados. Consiste en aprovechar los materiales u objetos que la sociedad de consumo ha descartado, por considerarlos inútiles. Es decir, darles un nuevo valor. Por medio de este taller trabajamos aspectos como la autoestima, el valor del trabajo, el cuidado de los materiales, la creatividad, y el valor particular de cada persona. Muchas de las personas usuarias han tenido oficios de soldadura, carpintería, albañilería, trabajos de costura… por lo que con este trabajo ponen en valor sus capacidades, realizan un trabajo personal y logran, como ellos y ellas mismas aseguran, evadirse de los problemas durante esas horas de trabajo.
De esta forma, por mediación del reciclaje, trabajamos las diferentes maneras que cada persona encuentra para mejorar su vida, hacer con sus propios recursos, apoyarse en los recursos de la red social, dar nuevos significados a los acontecimientos de su historia personal, en definitiva, se trata de un trabajo y un tiempo para que cada persona pueda inventar, re-inventar, crear o elaborar nuevas maneras de inscripción social. Desde Hasiera se han realizado tres exposiciones de reciclaje creativo en la GauIrekia: “Ideas Luminosas”, “Contando el tiempo” y “En busca de la caja perdida”. Para su preparación y puesta en marcha contamos con la colaboración de Beatriz Silva, artista local que cuenta con su propio taller en el barrio de San Francisco. De la misma manera, contamos con los profesionales de “Zaramari, Ciudad, Innovación y Creatividad” Gorka y María. Con estos profesionales nos pusimos en contacto gracias al programa Hibrilaldiak de Conexiones Improbables. Esta es una Plataforma que promueve y desarrolla proyectos de innovación abierta. Lo realiza mediante una nueva metodología de innovación y colaboración de base artística y cultural, que pone en contacto a diferentes agentes que pueden realizar un trabajo colaborativo de gran interés para ambos. Por otro lado, realizamos una cuarta exposición en la universidad de Deusto. Este ha sido un excelente trabajo fruto del esfuerzo, la colaboración y la implicación de todos y cada uno de los participantes del taller. Tanto para la preparación como para la ejecución de la exposición hemos trabajado con video y fotografía, contando con el apoyo voluntario de profesionales de ambas disciplinas, en un trabajo colaborativo y participativo. Muestra de ello, son los dos videos que hemos grabado sobre el antes y el después de la exposición de Hasiera en la Gau irekia.
Entre las alternativas de actividades destacan por un lado, las prácticas deportivas de disciplinas individuales como el ciclismo y las actividades de carácter cultural. El senderismo y los paseos, haciendo uso de las diferentes rutas por Bilbao y alrededores u otras actividades como el padle surf, el surf o el piragüismo, que se han realizado gracias a la organización de varios voluntarios del centro. Con todas se pretende potenciar el trabajo personal y una ocupación del tiempo así como el contacto y conocimiento de otros espacios deportivos, sociales y culturales. Por otro lado, encontramos actividades más orientadas al trabajo en parejas o equipos, como el frontenis, el baloncesto y el futbol que realizamos tanto al aire libre como en el polideportivo, en Rekalde por ejemplo contamos con áreas deportivas públicas.
Como tal, estas actividades están encaminadas a la búsqueda de alternativas de ocio. Por lo tanto, con este objetivo y el de conocer otros recursos y enriquecernos con la compañía de personas ajenas a nuestro grupo, realizamos una vez al mes una actividad deportiva con las entidades Bizitegi, Fundación Argia, Asociación Sortarazi y Agiantza. Esta actividad promueve la socialización de las personas con las que trabajamos, ya que se fomenta una red alternativa de apoyo que sirve para la mejora de las relaciones interpersonales así como para avanzar en el proceso de socialización, desarrollando capacidades y habilidades personales que favorezcan y faciliten la óptima incorporación a la sociedad de los y las destinatarias.
En este sentido hemos acudido a múltiples visitas guiadas durante este año, entre otras, al museo Guggenheim, museo de Bellas Artes de Bilbao, museo de Reproducciones del barrio San Francisco, Galerías de Getxo, paseo en barco con la debida explicación de la ruta desde Bermeo a San Juan de Gaztelugatxe, visita guiada de los edificios más emblemáticos de Bilbao, y un largo etcétera que ha permitido mantener un ambiente agradable en el centro, dando la oportunidad al que así lo solicitara de participar en actividades de ocio alternativas.
El taller de lectura se realiza bajo la premisa de pensar la cultura como una modalidad de lazo social e inclusión social. El derecho a la transmisión de los legados culturales, a los textos, a las narraciones y los relatos contemporáneos e históricos nos facilita nuevas modalidades de incorporación social y cultural. Es decir, el acceso a la cultura nos proporciona un apoyo y un sostén, unos cimientos, que nos permiten participar en los espacios comunes de la ciudad y producir nuevas formas de lazo social. Este espacio nos permite acercarnos a la lectura como medio de acceso a la vida social en un Estado de Derecho. Atendiendo a la diversidad de los usos prácticos que tiene en la vida cotidiana en una sociedad alfabetizada: carteles informativos, cajeros, folletos informativos, gestiones… Pretendemos, entre otras cosas, que las personas participantes accedan de una manera más autónoma a la información existente dentro de la sociedad, permitiendo así un empoderamiento de personas más críticas con la información que reciben, comprenden y reformulan.
Otro de los objetivos del taller de lectura es la socialización, es decir, hacer un uso normalizado de diferentes espacios sociales, de diverso índole y condición. Durante este año hemos hecho uso de una sala habilitada en el Centro cívico de San Francisco, así como de un espacio que nos facilitaron en la Asociación Norai (Libros en movimiento), una asociación del barrio dedicada precisamente a acercar la lectura a los vecinos y vecinas, de una manera comunitaria. De la misma manera, por propia decisión del grupo, se han realizado talleres de lectura en diferentes parques y espacios abiertos.
En Arroces del mundo participan asociaciones, grupos, colectivos, cuadrillas y todo aquel que se quiera acercar a compartir mucho más que un simple arroz. Esta actividad se realiza una vez al año en la plaza Corazón de María del barrio San Francisco y acoge a una multitud de personas de diferentes nacionalidades y procedencias dispuestas a conocer las diversas culturas, personas y gastronomía que allí se encuentran. El objetivo de este evento es la interculturalidad. Invita a romper las barreras culturales que nos separan con el arroz como excusa para iniciar una conversación.
En nuestra práctica, no son pocas las ocasiones en las que nos vemos interpelados a preguntarnos por nuevos lugares y maniobras que permitan poder alojar a aquellas personas que no pueden seguir los itinerarios marcados, y que nos convocan a nuevas búsquedas. Cada disciplina se ve empujada a re-inventarse, a investigar nuevas maneras de pensar la profesión. Hoy, más que nunca, necesitamos espacios de reflexión conjunta, “entre varios”. Trabajar en red implica que la red pueda alojar la particularidad de cada uno, de cada situación particular, y de cada disciplina. En caso contrario, quedaríamos atrapados en la red, que haría la función de una tela de araña paralizante.
Proponemos abrir una pregunta en torno a la necesidad o más bien, la posibilidad de trabajar desde la ética de la construcción del caso y en consecuencia atender a la incorporación de dispositivos de conversación interdisciplinar en el panorama actual de la Salud Mental comunitaria, la exclusión social y las adicciones.
García Molina, J. (2013). Exclusiones. Discursos, políticas, profesiones. Barcelona: Editorial UOC.
Landriscini, N (2013). Introducción a la problemática de la psicosis en psicoanálisis. En línea
Ubieto, J.R. (2012). La construcción del caso en el trabajo en red. Teoría y práctica. Barcelona: Editorial UOC.
Zenoni A. (2006). Orientación analítica en la institución psiquiátrica. Revista Bitácora El psicoanálisis hoy. Nº 1, Mayo 2006.
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[1] Nuestro agradecimiento personal a todas aquellas personas que, tanto por su interés como por su riguroso trabajo, han hecho posible este proyecto: Marta Pastor, Oscar Padilla, Ander Mendiguren, Ángel Repiso, Flor Laconcha, Ane Iglesias, Patirke Gutierrez, Rosa Payán, Luisa, Ainara Muñoz, Sheila, Nerea, Leire, Blanca, Bety, María y Gorka, Omara, Andrea, Aitor, Álvaro, Ibai Otxoa, Allende, Mark, Cristina, el equipo de la Comisión Ciudadana Antisida de Bizkaia, el extenso equipo de Hasiera, y sobre todo a todas y cada una de las personas que hemos atendido en diferentes procesos y momentos.