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¿Violencia de género somos tod@s? También víctimas

Autoría:

Nuria Moy Mainer, educadora social

Resumen

A través de este artículo se pretende invitar a la propia reflexión buscando durante su lectura la identificación del/la lector/a en primera persona con el doble rol que solemos jugar, con mayor o menor intensidad dentro de la sociedad en la que convivimos, tanto de víctimas como de perpetuadores/as de patrones socioculturales que potencian la desigualdad de género. De este modo podemos ser conscientes de cómo asumiendo nuestra responsabilidad y capacidad de elegir desde el conocimiento, podemos cambiar las cosas desde un enfoque sistémico: un pequeño cambio en una pieza puede suponer el movimiento del resto del engranaje social hacia la dirección deseada, en este caso, la igualdad y el respeto.

 

Difícil (pero no imposible) abordar un tema como es la Violencia de Género; difícil (pero no imposible) por esa red de creencias tejida densamente que a todas/os nos enmaraña y en buena medida nos confunde. Es como si una lluvia de prejuicios y estereotipos cayera sobre nosotras/os y nos calara tanto que permitimos que nos diga cómo debemos comportarnos según seamos un hombre o una mujer, como si fuéramos marionetas sin libertad de pensamiento y elección… y no nos engañemos: eso es lo que realmente nos ocurre cuando no realizamos un juicio crítico y nos dejamos llevar por la “comodidad” de lo establecido. Pero no nos engañemos tanto como para no ver que esa manera de proceder nos supone un alto coste, como personas y como sociedad.

El alto coste somos las víctimas, englobándonos desde un doble enfoque:

La mujer como víctima la vemos día a día en los telediarios cuando la cifra de maltrato y asesinatos suma y sigue. Si sumamos las víctimas mortales desde 2014 hasta hoy, sale un total de ¡sesenta y cinco!, once en lo que va de año… y según estos datos actualizados a 8 de mayo de 2015 desde el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, son dieciséis las/os menores huérfanas/os por violencia de género…odio las cifras, son frías como la muerte que en este caso reflejan, pero sólo son la punta de un iceberg, sólo son la consecuencia de una raíz más profunda. Se suele poner el símil de que si fueran taxistas quienes sufrieran esta lacra de agresión y muerte, o fruteros, ingenieros o el gremio o categoría que se nos pueda ocurrir, nos chocaría tanto que nos movilizaría, nos parecería una extraña conspiración… sin embargo con la Violencia de Género no ocurre esto, nos ha calado tanto esa lluvia de prejuicios y estereotipos dados que lo vemos como algo normalizado en lugar de espantarnos. Terrorismo de género, lo llaman, pero en cuanto aparece la palabra “género” nos saltan las defensas y la rechazamos, parece que tengamos inoculados anticuerpos contra la igualdad.

Una estrategia de abordaje es centrarse en la mujer, acompañando en un proceso de cambio de perspectivas, de cambio de lo interiorizado, sobre todo los llamados mitos del amor romántico que tanto éxito tienen en el cine y en los cuentos pero que tanto daño hacen en la realidad; si soy mujer, he de protegerme de comportamientos masculinos que impliquen violencia hacia mi persona, entendida como manipulación, control, prohibición, celos, posesividad, aislamiento, agresión verbal, agresión psíquica, agresión física, … sin embargo por otro lado aún no se ha desligado el mensaje tácito y ambiguo de que sea sumisa, dulce, femenina, que me ponga el hiyab, el chador, el niqab o el burka, que me ponga tacones, que no sea promiscua, que sea virgen, que me eche novio, que tenga hijas/os, que no aborte…

¿Y el hombre como víctima? … sí, los hombres también son víctimas de este modelo de socialización basado en el género, término que engloba la parte cultural de los roles que asumimos siendo la sociedad quien nos dice qué y cómo es lícito ejercer esos roles que nos categorizan, nos marcan y dan pautas para nuestro comportamiento. Lo biológico es el sexo y no terminamos de creer que éste no determina nuestra forma de actuar como personas. Por un lado, yéndonos a la cara más grave de la realidad, esos hombres que hoy son maltratadores, han sido niños, bebés, folios en blanco; esos hombres no presentan patología alguna que “justifique” su conducta. Son hombres que han adquirido un mapa mental que viene con un sistema de creencias y un repertorio conductual como es el maltrato, hombres que se han criado en una sociedad que los ha creado así, a través de sus mandatos de género y de la más que probable vivencia de situaciones de este tipo de violencia en su trayectoria vital. Por supuesto y gracias a muchos factores, ser hombre no implica ser maltratador, pero existe ese poso y peso cultural interiorizado que condiciona su crecimiento personal, pues si soy hombre, me dicen que no llore, que no exprese, que no sea un calzonazos, que no utilice “X” color que no hace juego con mi virilidad, que sea un príncipe fuerte y valiente, que no sea un gallina, que no tenga pluma, que sea un gallito, que triunfe… y cuidado si muestro mi debilidad pues el resto se encargará de ponerme en evidencia desde una broma aparentemente trivial hasta la crueldad más directa.

Y aquí es donde podemos intervenir como sociedad, puesto que el proceso de socialización es un proceso de aprendizaje, desde la Educación Social y conjuntamente con otras disciplinas, a través de la prevención y sea cual sea la edad de la persona, deconstruyendo modelos patriarcales no sólo de lo femenino sino también de lo masculino, construyendo lo que se denomina nuevas masculinidades, muy trabajadas desde los movimientos llamados “Hombres por la Igualdad” que como ellos mismos reseñan, quieren “un modelo positivo, respetuoso, justo, igualitario y más libre que luche contra todo tipo de discriminación por razón de sexo.”(1)

Imagen: Hombres por la Igualdad en Aragón. http://hombresporlaigualdad.blogspot.com.es/

Así, se trata de nuevos referentes demandados por los mismos hombres que supongan un cambio personal, que confluya con un cambio de la sociedad dirigido a la igualdad real y efectiva, contribuyendo a la desaparición de las relaciones asimétricas de poder entre hombres y mujeres, donde esté presente y visible el mundo emocional-afectivo de todas/os, aprendiendo métodos no violentos para comunicarnos y resolver conflictos, desarrollando competencias socioemocionales y construyendo nuestra identidad como personas desde la propia libertad.

El papel de la Educación Social ante la transformación necesaria para afrontar la desigualdad de género podría plasmarse en las siguientes propuestas de intervención educativa:

en el/la propio/a profesional: tal y como se señala en la definición de la Asociación Profesional de Educadores/as Sociales de Castilla La Mancha (APESCAM, 2004) de Educación Social, ésta tiene un carácter pedagógico, por lo que además de aplicar su intervención a las personas en contextos normalizados y especializados, debe ser extensible a los/as propios/as profesionales, tanto desde las asignaturas que conforman los planes de estudio de Grado en Educación Social, como para conseguir una buena praxis a partir del propio trabajo personal desde herramientas como el autocoaching el cual implique un autoconocimiento y crecimiento en este sentido, identificando nuestros “puntos débiles” a nivel personal en el tema que nos ocupa.

desde la aplicación de la Inteligencia Socio Emocional: las emociones juegan un importante papel en este entramado, es fundamental su reconocimiento, su aceptación, su regulación (sobre todo si hablamos de expresiones de violencia), su expresión adecuada sea la emoción que sea (pues todas son necesarias y todas son legítimas seas hombre o mujer, pues no tienen “sexo”), si bien hay que saber interpretar el mensaje que nos están intentando transmitir; por ello es muy importante trabajar el sistema de creencias de cada persona desde las competencias socioemocionales, pues dicho sistema puede ser un filtro erróneo construido a base de mandatos de género que pueden distorsionar la perspectiva sobre las cosas e influir, por tanto, en nuestro comportamiento. Así, la intervención educativa puede suponer desde enseñar a reconocer determinadas actitudes como maltrato, hasta identificar sistemas de creencias basados en modelos de masculinidad tradicional, como así los define Luis Bonino, que obstaculizan el surgimiento de nuevas masculinidades que favorecen en los varones identidades alternativas, legítimas y valiosas que sirvan de referente más en línea con el cambio hacia la igualdad y el respeto a lo diferente.

– desde disciplinas como la Neurociencia, aplicada también a la educación (neuroeducación), se nos muestra el concepto de plasticidad cerebral, por lo que a través de la labor de la Educación Social también se pueden generar cambios en esa estructura cerebral adquirida cuyos patrones de pensamiento condicionan nuestra visión del mundo y nuestra manera de actuar; una manera es creando entornos inteligentes socioemocionalmente (familia, escuela, empresa…) que promuevan actitudes como la empatía, el respeto, la tolerancia, la prosociabilidad… si bien esto es válido a cualquier edad, resulta prioritaria la prevención desde edades muy tempranas como posible “antídoto” que evite posarse a los preceptos y principios de la masculinidad tradicional y de los roles de género que pueden captarse por diversos canales de socialización como los mass media, la familia, incluso la escuela… si no se trabaja de modo sistémico y educando en un pensamiento crítico. Las competencias socioemocionales intra e interpersonales son la clave en la prevención y en el desarrollo de personas con esquemas de igualdad en su mapa mental. Así, en equipos interdisciplinares, el/la educador/a social puede aportar el papel de modelado directo dada su intervención en los contextos “naturales” y cotidianos de las personas: en acompañamientos, en visitas domiciliarias, … así como en contextos más “formales” (Centros Educativos…).

Protejámonos por tanto de esa lluvia de estereotipos y prejuicios vistiendo el paraguas de los valores, la reflexión crítica, la inteligencia socioemocional y la coeducación, para dejar de ser víctimas y a la vez dejar de perpetuar patrones culturales (tanto como personas como profesionales) que fomentan la desigualdad y que a su vez propician graves problemas tales como este tipo de violencia pero que también son la raíz del bullying y/o la homofobia cuando no respondes a dichos roles de género… sin embargo, todo esto da para un desarrollo más profundo que va más allá de este breve artículo, cuya pretensión ha sido precisamente abrir cauces para la reflexión y posible intercambio posterior de acciones desarrolladas desde nuestra disciplina en este sentido y en todos los ámbitos de nuestra intervención.

Bibliografía

Asociación Profesional de Educadores Sociales de Castilla La Mancha (APESCAM). (/2004). Definición de Educación Social. Portal eduso.net. Enlace

Bas-Peña, E., Pérez-de-Guzmán Puya, V., & Vargas Vergara, M. (2013).     Educación y género. Formación de los educadores y educadoras sociales. Pedagogía Social. Revista Interuniversitaria, (23), 95-119.  doi: Enlace

Bonino, Luis. (2001). “La masculinidad tradicional, obstáculo a la educación en igualdad”. Publicado en Xunta de Galicia (2001). Congreso nacional de Educación en igualdad. Santiago de Compostela.

Hombres por la Igualdad en Aragón. Enlace

Ley 4/2007, de 22 de marzo, de Prevención y Protección Integral a las Mujeres Víctimas de Violencia en Aragón

Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad Enlace

Save the Children. Febrero de 2011. “En la Violencia de Género no hay una sola víctima. Atención a los hijos e hijas de mujeres víctimas de violencia de género”.

Notas:

.- Reseñar que aunque no ha formado parte de la línea argumentativa del artículo, las/os menores también son víctimas de Violencia de Género como tal: ya en el punto IV del Preámbulo de la Ley 4/2007, de 22 de marzo, de Prevención y Protección Integral a las Mujeres Víctimas de Violencia en Aragón, contempla que las situaciones de violencia sobre la mujer afectan también a las/los menores que se encuentran dentro de su entorno familiar considerándoles víctimas directas o indirectas; si bien y de acuerdo con organismos que abarcan la difícil realidad más allá de las consideraciones legislativas, como Save the Children, entendemos que las/os niñas/os son víctimas directas por el hecho mismo de presenciarla, pues “viven en la violencia” creyendo que es una pauta de relación normal entre personas adultas y que interiorizan en su desarrollo emocional y social con consecuencias evidentes (Save the Children, 2011).

.- También se ha tratado de evitar, de forma intencional, términos como machismo, sexismo, micromachismos… con la única finalidad de sortear barreras y defensas que se nos suelen poner en marcha y facilitar así una mayor identificación con el texto, tal y como planteamos en el resumen al inicio del mismo. 

Fecha de recepción del artículo: 14/05/2015
Fecha de aceptación del artículo: 03/07/2015