Diego Marín Romera
(Os acercamos un testimonio/experiencia que por su valor autobiográfico y su voluntad de compartir un recurso al alcance de todos, adquiere un contenido muy cercano y emotivo. Esperamos que os resulte de utilidad. Redacción).
“Los Derechos Humanos empiezan con el desayuno”
René Cassin
Vivo en la ciudad de Murcia y desde unos 15 años vengo trabajando en el ámbito de la Educación No Formal (ENF), unas veces como participante, aprendiendo, compartiendo y otras veces como formador, aprendiendo y compartiendo.
Estas líneas pretenden, por un lado, informar sobre lo que considero interesante para quienes trabajan en el ámbito de los Derechos Humanos a nivel educativo y por otro, transmitir lo que considero de fundamental importancia a la hora de trabajar en el campo de la educación no formal y en especial con jóvenes.
Vayamos pues a esa primera parte más informativa de la que hablaba antes, la educación en los Derechos Humanos con Jóvenes.
En el año 2001, el Consejo de Europa a través de su Directorado de Juventud y Deportes[1] publicaba un gran manual denominado, “Compass: Manual de Educación en los Derechos Humanos con Jóvenes” con él se abría un periodo importantísimo en la misión del Consejo de Europa en lo que a Juventud se refiere y en especial en lo relativo a actividades educativas no formales en este área.
El manual desde entonces ha sido traducido a más de 30 lenguas[2] y difundido en todos los países del continente Europeo, tuve la oportunidad de realizar la traducción y versión española.
Igualmente, acompañando a la difusión del Manual Compass, el Consejo de Europa en colaboración con decenas de ONG’s de diversos países europeos ha desarrollado un gran número de cursos nacionales de educación en los Derechos Humanos, creando y consolidado una importante red de formadores y educadores en educación en los Derechos Humanos con jóvenes como por ejemplo, la H.R.E.Y.N.[3](Human Rights Education Youth Network)
Al ver el primer Compass en mis manos, me pareció muy atractivo e interesante su calidad, el orden y variedad de buenas actividades listas para utilizar que el Manual incorporaba, así como una sección de teoría e información temática que acompañaba cada sección y cada actividad del manual. Daba la sensación de que un educador sin mucha formación previa en Derechos Humanos podría fácilmente preparar una sesión formativa en este campo. Esta es la filosofía que inspira la creación del Manual Compass, un manual “ready to use” o listo para usar.
Esta herramienta fue presentada y experimentada con grupos de formadores y educadores de toda Europa a través de cursos de formación de formadores que el Consejo de Europa impartía desde el año 2001[4] en los centros europeos de Juventud de Estrasburgo y Budapest. Poder aprender de “viejos” formadores sobre esta temática fue enriquecedor y la base para que más tarde yo pudiera realizar mis propios cursos en España.
Los primeros cursos que impartí[5] con esta temática fueron un éxito, no sólo por las actividades en sí, que logicamente al ser nuevas y no ser conocidas llamaban la atención por su metodología.
Compass incorpora diversos enfoques de trabajo con jóvenes manteniendo siempre la temática de los Derechos Humanos y, por esta razón, pude comprobar que mi manera de trabajar en formación con jóvenes se enriquecía muchísimo, el aprendizaje experiencial, el aprendizaje en valores y métodos como el teatro social o los debates dinámicos fueron todo un descubrimiento en aquel momento.
Desde 2004 a 2011 realicé a nivel nacional dos cursos de mediadores en educación en los Derechos Humanos con jóvenes y más de 4 cursos a nivel regional sobre la misma temática, con el apoyo de la Escuela Regional de Animación y Tiempo Libre de la Región de Murcia.
Actualmente, me encuentro de nuevo implicado en la traducción al español de una versión actualizada del Manual Compass, con nuevas actividades y materiales para trabajar la educación en Derechos Humanos. Si todo va bien, la nueva versión del manual verá la luz en primavera de 2015, paralelamente a la realización de un nuevo curso nacional de formación de formadores en educación en Derechos Humanos, en colaboración con el Instituto de la Juventud de España, la Escuela Regional de Animación y Tiempo Libre de la Comunidad de Murcia, la Asociación Cultural Euroacción Murcia, (entidad con la que trabajo) y el propio Consejo de Europa.
Qué duda cabe, que hoy día, los Derechos Humanos siguen siendo una prioridad y ninguna sociedad actual se encuentra libre de su violación. Es prácticamente imposible no ver en el día a día abusos y violaciones de uno u otro derecho/s. Pues bien, como educadores, creo que tenemos una labor muy importante de concienciación y promoción de estos valores universales e inalienables, valores fundamentales a los que nuestros gobiernos se han comprometido, si no a todos, a casi todos. Es precisamente nuestra función como educadores y activistas, recordar, de vez en cuando, esos compromisos, lo que hacemos con nuestra actividad formativa.
La segunda cuestión que considero clave a la hora de trabajar esta materia (u otras en el área de Educación No Formal) es lo que denomino el “triángulo mágico” o en otros términos, el carácter holístico[6] que la ENF debería tener.
A lo largo de los años he tenido la oportunidad de participar en muchas y variadas actividades de educación no formal, y aunque en su mayoría considero que he aprendido mucho y he disfrutado, no siempre ha sido así. La razón de ello es que hay veces en que quienes son responsables del proceso de formación no tienen en cuenta que el verdadero aprendizaje humano se da cuando la persona que aprende lo hace a través de su mente, de su cuerpo y de sus emociones. En este sentido hay ocasiones donde siento que en el curso en el que estoy solo se habla, reflexiona, habla y reflexiona y así hasta el infinito. Me parece que aunque no deje de ser interesante, no se corresponde con el espíritu de la educación no formal ni tampoco con el estilo de aprendizaje mayoritario que suele darse en un grupo de personas (activista-pragmatista). En otras ocasiones, tengo la sensación que en el curso en el que participo, hacemos y hacemos, pasamos de una dinámica a otra pero no hay un momento para la reflexión, para poner un poquito de cabeza a tal amalgama de sensaciones, emociones y experiencias. Ambos casos son ejemplos que pueden darse a menudo en actividades educativas. Pienso que esto puede solucionarse partiendo de ese “triángulo mágico” del que hablaba antes, un triángulo cuyos vértices están formados por “lo cognitivo”, “lo corporal” y “lo emocional o actitudinal”. Si tenemos estas tres dimensiones en cuenta a la hora de diseñar nuestra formación podríamos tratar de dar un peso similar a aquellas actividades que comportan la actividad de la mente, lo intelectual, junto con aquellas otras que impliquen el trabajo con el cuerpo y con lo emocional, porque todas equilibran la misma importancia en el proceso de aprendizaje del individuo.
Llevando lo anterior a la práctica, podríamos decir que en todo proceso educativo que se precie, en el área de los derechos humanos, hemos de ser conscientes de la importancia que tiene que nuestros educandos asimilen e integren los conocimientos que queremos transmitir, desarrollen las habilidades que queremos fomentar y descubran, o se den cuenta, de las emociones que puedan sentir y qué significan en su propia experiencia. Algunos dirán que esto es el ciclo de aprendizaje de David Kolb[7] y punto, pero realmente no es tan simple. La idea va más allá. Como educadores tenemos la responsabilidad de contribuir al aprendizaje de nuestros educandos, de una manera significativa y duradera, que atienda a la diversidad de estilos de aprendizaje presentes en la sala y que promueva una toma de conciencia sobre nuestro rol como agentes de cambio y como defensores de los derechos humanos.
Nuestra práctica debe ir orientada a facilitar la toma de conciencia, la realidad que me rodea, mi papel en ella y los recursos que poseo para intervenir y promover el tan mencionado cambio social.
Sin embargo, este cambio social no puede surgir por ciencia infusa. Entiendo que cualquier proceso de cambio humano que deseemos generar ha de contar previamente con el cambio personal de quien promueve dicho cambio. “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”, en palabras de Gandhi.
En definitiva, y siempre desde mi experiencia, pienso que como educadores hemos de ser coherentes con lo que transmitimos, no compartir lo que no queremos para nosotros, tomar conciencia de nuestras necesidades de aprendizaje para poder empatizar con las de nuestros educandos y no olvidar nuestra verdadera labor, dar servicio, acompañar y ser testigos de una de las cosas más bellas de este mundo, el crecimiento y el aprendizaje del ser humano.
Consejo de Europa. (2012). COMPASS: Manual de educación en los Derechos Humanos con Jóvenes. Estrasburgo.
Kolb, D. A. (1984). Experiential learning: Experience as the source of learning and development. New Jersey: Prentice-Hall.
Naranjo, C. (2013). Cambiar la Educación para cambiar el Mundo. Barcelona: Ed. La Llave.