Naara Muñoz Renilla. Educadora social. Centro de atención integral para personas con discapacidad intelectual que envejecen. ASPRODES. FEAPS- Salamanca.
Hoy podemos decir que, gracias a una mejor atención social y sanitaria, las personas con discapacidad intelectual también envejecen, al igual que el resto de la población. Con frecuencia al llegar a la senectud surge la necesidad o el incremento de una ayuda significativa e importante en las actividades básicas, instrumentales y/o avanzadas de la vida diaria, en la movilidad y en los procesos de salud.
Esto nos hace replantearnos el trabajo a la hora de diseñar nuestras intervenciones y de definir las competencias de los profesionales, desde las dimensiones de discapacidad y de envejecimiento. En concreto las del educador social, que debe compaginar los conocimientos sobre discapacidad y envejecimiento en un mismo modelo de atención.
Nuestra experiencia relata el trabajo del educador social en un Centro de Atención Integral para personas con discapacidad intelectual (DI) que envejecen, perteneciente a ASPRODES, FEAPS Salamanca.
Las personas mayores que acuden al Centro de Día, según su bagaje educacional, de formación y laboral enmarcado dentro de la vida familiar y social, pueden responder a uno de los siguientes grupos:
Las personas de nuestra asociación tienen que enfrentarse a una doble dependencia, la que acompaña a su discapacidad y la provocada por el proceso de envejecimiento es decir por la ancianidad.
Así pues, nuestro modelo supone la atención integral y continua, porque pretende una atención social y espiritual, tanto en la familia como en la comunidad, una atención personal, que se ocupe de la salud mental y física y una atención emocional a través de los cuidados afectivos.
Este modelo apuesta por un envejecimiento saludable, ya que la persona anciana posee capacidad de aprendizaje y de recuperación.
Nos parece importante incidir en los contenidos de salud (nutrición, higiene, sexualidad, tratamientos farmacológicos) desde la prevención hasta los cuidados paliativos, en el mantenimiento, la recuperación y la rehabilitación (fisioterapia, logopedia y psicomotricidad), sin olvidar las terapias ocupacionales desde las que trabajar las habilidades adaptativas (destrezas en la vida personal, en la vida en el hogar y en comunidad). Todas estas intervenciones nos acercan a la calidad donde los cuidados afectivos nos garantizan la calidez en el proceso de atención.
La atención, por tanto, va encaminada a mejorar y mantener la calidad de vida, aminorar y paliar las dependencias parciales y totales, aliviar y minimizar el dolor y el sufrimiento cuando estos existan.
En este modelo, la intervención del educador social responde a un proceso de atención centrado en la persona, en el desarrollo de su proyecto de vida, en ser el protagonista de su historia personal, familiar social y en vivir su vejez con plenitud y que sea realmente “su vejez”, de acuerdo a sus intereses, significados personales, y deseos; para ello es necesario trabajar desde los conceptos de autogestión, autodeterminación y autonomía personal, apoyando el desarrollo y el mantenimiento de las capacidades de cada una de las personas, y frenando la pérdida de éstas con una intervención desde la animación estimulativa que dé continuidad a los procesos de habilitación y rehabilitación en contextos normalizados.
El papel del educador social será relevante y significativo, siempre que esté enmarcado en el trabajo interdisciplinar, asegurando la calidad en la atención de las personas mayores.
Las siguientes líneas de actuación son las que orientan, encaminan y dirigen la labor del educador social:
El ámbito de la discapacidad y el envejecimiento es para el educador social un campo donde desarrollar plenamente su perfil profesional, que abarca una intervención en todas las dimensiones de la persona (psicológica, física, social y afectiva) desde la animación, la estimulación, la prevención, la relación de ayuda y la habilitación.