Gema López Lajusticia, Educadora Social
El presente trabajo trata de recoger la investigación llevada a cabo en Aragón para analizar cómo se construye la identidad de los menores extranjeros no acompañados residentes en centros de protección. La hipótesis de partida se centra en la posición que ocupan dentro de la estructura y en la relación que mantienen con el entorno. El objetivo es analizar cómo el discurso de los profesionales y las instituciones condiciona esa construcción. La teoría constructivista de la realidad y los conceptos “sujeto situado” y “capacidad de agencia” forman parte del marco teórico de este trabajo. A través de un análisis cualitativo, en el que se ha realizado varias entrevistas semiestructuradas a menores y profesionales, complementado con un proceso de observación en un centro de protección de menores, se pone de manifiesto que no podemos hablar del perfil de menor extranjero no acompañado como tal: la etiqueta de extranjero pesa más que la de menor; y que no hay espacio para el desarrollo individual, entre otras cuestiones. A pesar de todo, estos chicos y chicas poseen capacidad de agencia, pequeñas o grandes resistencias que utilizan como fuente de posibilidad para construirse a sí mismos.
Las siguientes páginas son una aproximación a la realidad de un grupo de adolescentes residentes en centros de protección, que por ser menores, extranjeros y carecer de referentes familiares en Zaragoza, tienen unas características particulares.
Se pretende realizar un acercamiento al proceso de construcción de la identidad de estos chicos y chicas1 en su relación con el sistema de protección, contexto de suma importancia, porque es donde se toman la mayor parte de las decisiones sobre su futuro posterior. Para ello se ha contado con la participación de estos adolescentes y de los profesionales que trabajan con ellos, además se ha realizado una observación sobre el tipo de interacciones que se producen entre iguales, con los profesionales y con la estructura y la influencia que estas tiene sobre su identidad. Cierto es que en la construcción de la identidad de estos adolescentes, en su mayoría chicos, influyen otros contextos que también se deberían tener en cuenta (centros de formación, relaciones de pareja, las relaciones que establecen en su ocio y tiempo libre, la comunidad, sus familias de origen…).
En la bibliografía consultada no se han encontrado muchas investigaciones sobre el tema y las que hay lo abordan desde puntos de vista y visiones muy diferentes, algunas de ellas contrapuestas a lo aquí expuesto.
Dado el incremento que se está produciendo en la llegada de estos adolescentes y teniendo en cuenta principalmente que estamos hablando de la vida de estos chicos y chicas, es un tema al que se le deberían dedicar más esfuerzos, para intentar comprenderlos y acompañarlos de la mejor manera posible.
Estos adolescentes tienen una doble condición. Por un lado, son menores que deben ser protegidos, se les considera víctimas de una situación que les sobrepasa y se trabaja desde modelos que en muchas ocasiones se les sobreprotege. Por otro lado, son extranjeros en situación irregular, por lo que tal como plantea Quiroga (2010) se les concibe como un problema de orden público.
Monteros (2014) habla de la construcción de estos chicos y chicas como objetos de protección e intercambio. Se establecen mecanismos de control que describen las trayectorias migratorias, sus características sociodemográficas, se les cuantifica y clasifica, todo esto desde la visión de los expertos, sin tener en cuenta lo que ellos y ellas piensan o sienten. Para Quiroga (2010) los chicos y chicas deberían ser considerados sujetos activos con derecho a participar en sus propias decisiones.
Lo cierto es que el actual sistema de protección, en esta doble condición de protección y control, sigue sin dar una respuesta adecuada a la situación de estos chicos y chicas, que acaban perdiéndose dentro de un sistema que no les acoge, ni les protege. Se busca la homogeneización del perfil, Gimeno (2013b). Un joven adaptado y rescatado del perfil de excluido socialmente.
Acercarse al objeto de estudio, a través de un marco teórico, obliga a mirar de una determinada manera. Una mirada que permite dar al menos una explicación parcial del fenómeno que se quiere estudiar.
Analizar el fenómeno de la inmigración de los menores no acompañados y su inclusión en el sistema de protección como menores desamparados, supone interpretar la realidad a partir de una serie de patrones y esquemas que han sido construidos previamente
El punto de partida es la concepción construccionista de la realidad, donde “la realidad se construye a través de definiciones, creencias, concepciones y prácticas sociales” (Monteros, 2007:30)
Incidir en la relación existente entre el sujeto activo, y con capacidad de agencia, la estructura. Esta interacción modela su proceso de construcción, posicionándolos en la estructura, creando su propia identidad.
Los agentes que forman parte del sistema en el que son acogidos estos chicos y chicas, (educadores y educadoras sociales, coordinadores), por un lado, parten de sus propias construcciones para posicionarse ante este grupo de adolescentes, pero además, ellos mismos ocupan un lugar, dando significado a cada una sus actuaciones.
Los menores extranjeros no acompañados no forman un colectivo homogéneo aunque posean unos rasgos comunes. Tal como comenta Monteros (2014), su proyecto migratorio y su experiencia de pertenencia una vez que están aquí son diferentes para cada chico. No podemos decir que Aragón sea de las comunidades autónomas que mayor número de menores extranjeros no acompañados acoja, pero si es cierto que la llegada de estos chicos y chicas se ha incrementado exponencialmente en los últimos meses.
La intervención con ellos y ellas se hace a veces complicada dado su doble condición de migrantes y menores sujetos de protección. Para llevarla a cabo, Monteros (2014) comenta como se ha desarrollado un aparato jurídico y administrativo que bajo el epígrafe del “interés superior del menor”, se debate entre la protección y la falta de regularización legal. Estos adolescentes, ante estas situaciones, generan estrategias que en ocasiones, dan lugar a la construcción de una imagen de los chicos y chicas cercana a la delincuencia, lo que permite justificar las medidas de control y vigilancia.
Tras realizar un análisis a la bibliografía sobre el tema se puede decir que las investigaciones realizadas sobre los menores extranjeros no acompañados son escasas. Sí que se han realizado varios estudios de carácter cuantitativo, aunque existen dificultades para encontrar datos fiables. Gimeno (2013a) considera los más exhaustivos, los realizados por la antropóloga Violeta Quiroga, en cuyas conclusiones, ella misma manifiesta que los datos ofrecidos por la administración carecen de exactitud.
Esta misma autora realizó una investigación descriptiva, al mismo tiempo que reflexiva, como miembro del Grupo de Investigación IFAM, sobre las características, los perfiles y la invisibilidad de estos chicos y chicas/as, llegando a la conclusión de que no podemos hablar de un perfil único, sino que es muy heterogéneo, cuestionado las representaciones simbólicas que existen en la sociedad. Quiroga (2010).
Fuentes (2014) en su investigación sobre los menores extranjeros no acompañados dentro del sistema de protección, habla de falta de coordinación y de pautas comunes de los agentes intervinientes con este colectivo, volviendo a poner de manifiesto la falta de fiabilidad en los datos.
Destacar también la investigación comparada realizada por Senovilla (2014) en el marco del proyecto PUCAPFREU, sobre las condiciones de vida de los menores extranjeros no acompañados que están fuera de los sistemas de protección, en cuatro estados europeos.
En la investigación realizada por Bravo y Santos-González (2015) sobre las necesidades de los menores extranjeros no acompañados y los modelos de intervención en los sistemas de protección, los resultados obtenidos en el estudio difieren en algunos aspectos de los que se plasman en este trabajo, al considerar que prevalece la condición de menor sobre la condición de extranjero.
En Aragón se han realizado varios estudios. Destacar los realizados por Gimeno (2013b), con datos recogidos entre el 2000 y el 2010, sobre las expectativas de acogida de estos chicos y chicas, los itinerarios migratorios dentro y fuera de la administración, etc. Este mismo autor, también realizó un análisis cuantitativo de los expedientes de tutela, publicado ese mismo año, donde se pone de manifiesto la doble condición de ser protegidos y controlados (Gimeno, 2013a).
Hacer también referencia a las aportaciones de Suárez-Navaz y Jiménez Álvarez (2011). En su estudio sobre menores marroquíes no acompañados, incorpora la agencia como sujetos. Desde su punto de vista, la construcción de la identidad que se ha hecho de estos adolescentes hasta ahora, tanto dentro del ámbito académico, como en el espacio político, se limita a verlos como víctimas o delincuentes. Estas autoras ofrecen una alternativa a estas visiones, considerando a los menores extranjeros no acompañados como nuevos actores migratorios.
Destacar finalmente la tesis de Monteros (2007) sobre los menores migrantes marroquíes no acompañados, donde expone como se construye este nuevo sujeto migratorio como menor no acompañado. Objeto de protección, que no sujeto, al no tener capacidad de decisión. En su trabajo también se analiza la rebeldía de estos chicos y chicas frente a esta forma de ser construidos y las estrategias que generan frente a ello, cuáles son las posibilidades de agencia de estos chicos y chicas y como a partir de estas, generan trayectorias inclusivas a pesar de los obstáculos legales, la discriminación y las acciones institucionales.
La capacidad de agencia es la capacidad de acción en la medida de nuestras posibilidades, en un tiempo y en lugar determinados. Es poder ejercido dentro de una estructura constrictiva. No tiene por qué ser consciente, va más allá de la intencionalidad. En el caso que nos ocupa, los menores extranjeros no acompañados trazan líneas de resistencia o fuga frente al encasillamiento.
No se puede clasificar a todos los menores extranjeros no acompañados de manera exhaustiva, puesto que los argumentos discursivos son incapaces de definir las peculiaridades de cada uno. Es esta limitación en la clasificación lo que permite aflorar su agencia.
Siguiendo el estudio elaborado por Monteros (2007), se parte de la hipótesis de que la construcción de la identidad de los menores extranjeros no acompañados, dentro de un determinado contexto, determina unas formas de pensar, percibir y actuar de dichos sujetos. Construyen una identidad a través de la posición que ocupan y de la relación que mantienen con el entorno. Pero también poseen capacidad de agencia, entendida esta como capacidad de obrar o actuar, permitiéndoles cierta resistencia, posibilitando la construcción de ellos mismos como sujetos.
Para llevar a cabo los objetivos de nuestra investigación se ha divido el trabajo en dos ejes:
Entrevistas a menores y a jóvenes extutelados.
Se ha utilizado una serie de técnicas cualitativas y se han interrelacionado entre sí. El proceso de investigación se ha llevado a cabo durante el último trimestre de 2017.
Por un lado, se han realizado entrevistas semiestructuradas a 7 menores extranjeros no acompañados y a jóvenes extutelados que han residido en diferentes centros residenciales de la ciudad de Zaragoza. La implicación de los chicos ha sido muy buena. La mayor dificultad con los menores ha sido la barrera idiomática, lo que ha dificultado la profundización en algunas respuestas. Con los jóvenes extutelados, las entrevistas se pudieron realizar con mayor profundidad.
Entrevistas a los profesionales
Se han realizado entrevistas semiestructuradas a 5 profesionales que trabajan en un centro de protección de menores de Zaragoza. Para la elección de los entrevistados se ha tenido en cuenta los años de experiencia, las características personales, (normativos/flexibles, racionales/emocionales).
Observación
Se ha llevado a cabo un proceso de observación en un centro de protección, centrándose en las relaciones que mantienen los menores extranjeros no acompañados con sus compañeros, con los educadores y educadoras sociales, con los técnicos del Servicio de Protección de Menores y con la estructura.
El ser parte de equipo educativo ha facilitado el trabajo de observación, al no ser un elemento extraño en la vida cotidiana del centro y de los chicos, aunque también ha podido producir ciertos sesgos. El proceso de observación ha durado tres meses.
A través de los resultados obtenidos en este estudio se pretende constatar cómo el discurso de protección y control por parte de los “agentes expertos” condiciona la construcción de la identidad de estos adolescentes.
Agrupando la información en categorías tenemos:
Para llegar hasta aquí primero se inicia un recorrido por diversas ciudades del norte de África buscando una ocasión para cruzar el estrecho en alguna patera, o escondidos en barcos o camiones. El tiempo que transcurre mientras tanto tampoco es igual para todos. Hay chicos que solo han tardado varias semanas, mientras que otros han tardado entre un año y medio y dos años en poder cruzar el estrecho.
Una vez aquí en España, algunos relatan como en un primer momento, lo primero que buscan es la ayuda de otros paisanos, personas con las que al menos puedan entenderse cuando hablan y les presten la primera acogida.
La mayoría de los menores magrebíes han sido acogidos en los centros de menores de Andalucía, pero al final todos han acabado fugándose, empezando un periplo por diferentes ciudades hasta que finalmente han llegado a Zaragoza. La elección de destino para unos es casual. Otros comentan que ya conocían a otros menores que estaban aquí y por eso decidieron venir y quedarse, alguno también lo ha hecho porque tenía aquí familiares.
Respecto al tema del trabajo, con el paso del tiempo es el gran escollo que hay que salvar. Conforme pasa el tiempo se hacen conscientes de que el primer paso es tener la documentación.
En general se definen como buenos chicos. Después, las respuestas van variando dependiendo de la personalidad de cada chico y de la soltura que tengan con el idioma, dando respuestas más o menos elaboradas: tranquilos, trabajadores, responsables, con ganas de hacer cosas, educados, felices, tristes, alegres…
Según su visión, la imagen que los demás tienen de ellos depende de lo que a esas personas les importas, de las etiquetas que te pongan y de su propio comportamiento.
Las redes de compatriotas les sirven como ayuda en los casos en los que el sistema de protección no llega a cubrir sus necesidades. Y sería el recurso que utilizarían en muchos casos si el centro fallase.
Verbalizan las huidas y las fugas como su vía de escape ante situaciones que no consideran buenas. Uno de los chicos también comentó el separarse de las personas que no le llevan por el buen camino para salir adelante.
Cuando el discurso utilizado por los educadores y educadoras sociales tiene que ver más con la etiqueta de “chico problemático” las respuestas se asemejan más a la visión de policías y vigilantes.
Entre los profesionales se observan diferentes visiones sobre los chicos: se sienten inferiores y si tienen la cultura muy arraigada tienen pocas ganas de aprender, dificultades de adaptación con el entorno, problemas de comunicación con las educadoras sociales jóvenes.
Los profesionales hablan también del desconocimiento que tienen de los menores. Un profesional hace referencia a nuestra forma de mirarlos “Antes son menores que extranjeros. No nos ponemos en su situación”
En general, la percepción de los educadores y educadoras sociales es que son los chicos y chicas los que tienen que adaptarse al medio. El proceso es unidireccional.
Respecto al equipo se constata la falta de medios y de herramientas para hacer un buen trabajo. La falta de formación en relación a la cultura y las dificultades idiomáticas impiden que se llegue a conocer lo que de verdad están viviendo y sintiendo.
El equipo intenta hacer lo mejor posible su trabajo, pero a veces la intervención se centra en cubrir las necesidades básicas. Se procura dar una mejor respuesta a través de la formación, y el seguimiento individualizado.
Solo un profesional considera que la respuesta es adecuada en todos los sentidos.
Como en el apartado anterior, solo en un caso opina que la respuesta del sistema y del equipo es la adecuada.
Lo primero que llama la atención es que cada menor se relaciona de forma diferente con el resto de sus compañeros. En el momento de realizar la observación el ambiente en el centro es bueno, no existen problemas graves de convivencia, lo que no quiere decir que existan fuertes lazos entre los chicos. No se agrupan por países de origen, la forma de relacionarse entre ellos tiene más bien que ver con las características personales y los intereses particulares de cada uno, interaccionado de igual forma con los otros chicos de otras culturas y procedencias.
En ocasiones, sí que ellos marcan diferencias por su condición de extranjeros, utilizando esta etiqueta para compararse con sus compañeros, principalmente cuando creen que salen perjudicados, situándose en una posición inferior al resto de sus compañeros “claro, yo no puedo cortarme el pelo porque soy moro y él sí”. En otras ocasiones, la etiqueta se la ponen los chicos de su mismo origen.
Es curioso observar como entre compañeros pueden hacer comentarios racistas sobre moros y negros, pero en el trato individual la relación entre ellos es cordial, estableciéndose hasta ciertas relaciones de amistad. Parece que ese tipo de comentarios van más bien destinados a un colectivo indefinido, pero cuando se habla de personas concretas el discurso es otro.
La dificultad de la barrera idiomática crea en ocasiones problemas de relación, lo que lleva a algunos de estos chicos al aislamiento o a hablar principalmente con los compañeros con los que comparte la misma lengua materna, generando subgrupos dentro del gran grupo. A veces, esto puede ser interpretado por los demás chicos como una forma de marcar diferencias y de separación, pero en muchas ocasiones solo es una forma de poder relacionarse.
Estas diferencias también se marcan entre chicos de origen árabe y bereber, cada uno intentando demostrar quién es mejor.
Suelen generarse suspicacias por malinterpretar algún comentario, el tono de la voz es muy importante. La condición de inferioridad por ser extranjero siempre aflora en el momento que hay un mal entendido.
A pesar de todas las etiquetas, a la hora de establecer relaciones unos con otros, lo que más importa son los intereses de cada uno. Si el objetivo es llevar una vida tranquila y estar bien, buscan relacionarse con chicos con un comportamiento parecido independientemente de su procedencia, en este sentido no hay ningún tipo de rechazo entre ellos.
Otra opción, es mantenerse alejados del resto y llevar una vida más independiente, cuando ven que las compañías no les van a llevar por el buen camino.
Si alguno de los chicos tiende a aislarse mucho, el resto de compañeros no entienden este tipo de comportamientos, considerándolos como una muestra de rechazo hacia ellos: “¿Qué le pasa a M3 que no nos habla…?” En un contexto donde la vulnerabilidad está a flor de piel, el ser selectivo cuando el trato es cordial no está bien visto.
Siempre hay en el grupo algún chico de personalidad más atrayente que tiende a convertirse en líder de algunos de sus compañeros. Normalmente este tipo de situaciones tienden a dividir al grupo en subgrupos, haciendo que los chicos se identifiquen con los comportamientos de estos compañeros e intenten imitarlos, o bien pasen de ellos, e intenten llevar una vida más autónoma.
Así por ejemplo, un retraso en la comida por necesitar un tiempo para asearse previamente, para algunos, educadores y educadoras sociales supone un incumplimiento de la norma y una forma de retar a los educadores y educadoras sociales, mientras que otros, lo interpretan como el espacio del chico, su forma de hacer. La forma de mirar y entender a los chicos no es la misma, lo que se plasma en la intervención diaria.
Siguiendo a Núñez y Tizio (2015) se puede enmarcar la práctica educativa en dos tipos de lógicas, las del “todo es posible” y las del “no todo es posible”:
Dentro de la lógica del “todo”, habría una variante: nada es posible. En el otro extremo estarían los educadores y educadoras sociales que siempre encuentran una disculpa para las acciones de los chicos y chicas. Esa referencia de adultos a veces se desdibuja, más bien se convierten en sus iguales. Evitan los conflictos a base de consentir y permitir. El resultado final de esto es la desprotección de los menores, al no encontrar en los adultos un modelo de referencia.
Los profesionales deben hacerse conscientes de sus propias limitaciones, de que no son infalibles y de que todo no lo van a poder abarcar. A la par que se ser conocedores de su propia capacidad de agencia.
Es a través de estos procesos de interacción, dejando espacio para que se construyan a sí mismos, aceptándolos tal como son, y permitiendo que lleven su propio ritmo, donde se observan los mayores cambios en los chicos y chicas y mejor se sienten.
Otro factor influyente es la edad y el sexo del educador o educadora. A los más jóvenes los ven más como hermanos y hermanas mayores. Los de más edad se convierten más en figuras parentales. Las educadoras sociales en este caso juegan con ventaja ya que las figuras maternas en sus culturas tienen mucho peso, por lo que el respeto suele estar garantizado. El echar tanto de menos a sus propias madres hace que busquen en estas educadoras sociales a las figuras maternas de las que carecen: “tú como mi madre”, es una frase que se suele escuchar con frecuencia.
Con los educadores y educadoras sociales de más edad, las respuestas suelen ser ambivalentes. Por un lado, está el respeto a la figura paterna a la que representa y por otro, está el recuerdo en muchos casos de ese padre maltratador del que han tenido que salir huyendo. Conocer la vida anterior del chico antes de llegar a España es fundamental para que no haya posteriores confusiones en la interpretación de las actuaciones. Esto también se da a veces con educadores y educadoras sociales más jóvenes, si han sufrido otra forma de maltrato o abusos. De la misma manera, las educadoras sociales más jóvenes a veces tienen más dificultades para intervenir, debido a su condición de mujeres. En múltiples ocasiones se observa que lo mismo dicho por alguien de más edad, no tiene el mismo peso.
La mayor dificultad en muchas ocasiones es el tiempo. Por mucho que se quiera dar oportunidad de desarrollar su propio proceso al chico, el día que cumpla los 18 años esta etapa deberá cerrarse. Además, la estructura muchas veces condiciona las intervenciones frente a los procesos individualizados en temas como la formación y la autonomía, por ejemplo.
El discurso de estos profesionales se basa principalmente en el comportamiento del chico y en temas de regularización. Es cierto que hay profesionales que se implican mucho con los procesos de los chicos y chicas y se preocupan por su día a día, pero su trabajo desde cierta distancia y la función que realizan, los posiciona en un lugar de control. El chico ante ellos es el menor al que hay que controlar que se porte bien, para poder seguir ayudándolo y el extranjero al que hay que regularizar antes de cumplir los 18 años, si queremos garantizar su futuro aquí.
Llama la atención ver como chicos y chicas que vienen de situaciones muy precarias y después de pasar muchas penurias, se vuelvan en ocasiones, tremendamente exigentes y egoístas con las pequeñas cosas de la vida cotidiana. Para las rutinas del día a día se saben menores con derechos y en ese sentido se les sobreprotege, la comida está todos los días en la mesa, la habitación la tienen limpia, la ropa de cama y las toalla lavadas, para que el día que cumplan 18 años, su situación cambie drásticamente. El centro, en ocasiones, se convierte en una burbuja de la que les va a costar salir. Esto se hace patente en las verbalizaciones de los jóvenes que regresan de visita al centro una vez cumplida la mayoría de edad y comentan las dificultades que tienen ahora y lo fácil que era su vida cuando eran menores y residían en el centro.
Todos los menores del centro al cumplir los 18 años deberían ser autónomos para poder llevar su vida, pero en el caso de estos chicos y chicas la situación es mucho más complicada, puesto que cuentan con dificultades idiomáticas, el cambio cultural, su proceso migratorio, la falta de apoyos familiares o redes sociales que les acojan una vez cumplan los 18 (esto último no se da en todos los casos, ya que algunos sí cuentan con la ayuda de parientes o compatriotas que les echan una mano) y, sobretodo, el tema de la regularización. Para poder trabajar todos estos aspectos, se requiere llevar a cabo un proceso individual, teniendo en cuenta las peculiaridades de cada chico. Pero la realidad es otra: la estructura obliga a adaptarse y a cumplir una serie de requisitos antes de la mayoría de edad. Si esto no es así, el futuro como mayor de edad va a ser bastante complicado.
La capacidad de participación y decisión de estos menores es bastante limitada. En la mayoría de las ocasiones son los “expertos” quienes deciden por ellos. El sistema deja muy poco espacio a la participación de estos adolescentes en su proceso vital, no les permite hacerse responsables de sus propias decisiones. Así por ejemplo, la formación es fundamental para conseguir un futuro trabajo, aunque la oferta educativa puede no coincidir con los intereses del chico, y de todas formas, se le matricula y se le insiste en que debe asistir a clase y acabar el curso. Lo importante es que al cabo de unos meses, tenga un diploma que le acredite una formación en algo.
Es lo que ocurre en el caso de las fugas. Todos los menores extranjeros no acompañados antes de llegar al centro donde residen, han pasado por varios centros anteriores de los que se han fugado. Esta huida, primero de sus casas y después de los centros en los que no están a gusto, es su forma de decir “aquí no encajo”, “necesito buscar un lugar mejor donde encontrarme”, y buscan y buscan hasta que encuentran un sitio en el que de verdad se sientan acogidos.
En alguna ocasión suelen buscar relaciones de pareja, en las que no solo importe la persona con la que están, sino también la familia de ella. Estas familias acaban acogiéndolos en sus casas como un hijo más, convirtiéndose en su familia adoptiva.
También se observan pequeñas rebeldías en la cotidianidad de cada día. Alteraciones a la norma, que de alguna manera marcan ese “aquí estoy yo”, “Primero me ducho y luego como”, aunque la hora de la comida se esté terminando. “Primero hago mis cosas y luego quedamos (con el educador) para comprar la ropa”, es como decir, “yo marco mi ritmo…” son algunos ejemplos.
Tras el análisis de los resultados obtenidos a lo largo de esta investigación y teniendo en cuenta los objetivos que se planteaban en un principio, se pueden llegar a las siguientes conclusiones:
Bargach, A. (2006). Los Contextos de Riesgo: Menores migrantes “no” acompañados. En Checa y Olmos, F. Arjona, C. Y Checa Olmos, J.C. (eds) Menores tras la frontera. Otra inmigración que aguarda. Icaria Editorial. Recuperado en: Enlace
Bravo, A. y Santos-González, I. (2017). Menores extranjeros no acompañados en España: necesidades y modelos de intervención. Psycholosocial Intervetion, 26, pp. 55-62. Recuperado en: Enlace
Fuentes, R. /2014). Menores Extranjeros No Acompañados (MENA). Revista Internacional de Trabajo Social y Bienestar, 3. Recuperado en: Enlace
Gimeno, C. (2013a.). Menores que migran solos. Análisis de los expedientes de tutela en Aragón. Migraciones, 34. Recuperado en: Enlace
Gimeno, C. (2013b). Menores que migran solos y sistemas de protección a la infancia. Zerbitzuan, 53. Recuperado en: Enlace
Medel, E. (2011). Los sistemas de protección a las infancias. En Fryd, P (cood), Acción socioeducativa con infancias y adolescencias. Miradas para su construcción. Barcelona: Editorial UOC.
Monteros, S. (2007). La construcción social de un nuevo sujeto migratorio: los menores migrantes marroquíes no acompañados. Condiciones de posibilidad para la agencia. (Tesis doctoral) Universidad Autónoma de Madrid. España
Monteros, S. (2014). La gubernamentabilidad de la infancia extranjera. En Jiménez, A. Leiva, J.J. Moreno, E. y Pantoja, A. (coord.). Infancia en contexto de riesgo. pp. 71-77. Granada: GEU Editorial.
Núñez, V. y Tizio, H (2015). El lugar de los modelos. En Moyano, S (coord.). Modelos de acción socioeducativa. Barcelona: Editorial UOC.
Quiroga, V. (2010). Rutas de pequeños sueños. Los menores migrantes no acompañados en Europa. Informe comparativo. Barcelona. Fundación Pere Tarrés. Recuperado en Enlace
Senovilla, D. (2014) Menores no acompañados y no protegidos: resultados de una investigación en cuatro estados europeos. REMHU – Rev. Interdiscipl. Mobil. Hum., Brasília,, 42, pp. 81-96. Recuperado en: Enlace
Suárez-Navaz, L. y Jiménez, M. (2011). Menores en el campo migratorio transnacional. Los niños del centro (Drari d’sentro). Papers, 96/1 11-33 Recuperado en: Enlace
Gema López Lajusticia: gemalajus@gmail.com
[1] En el artículo se hará servir el sustantivo chico/a en su acepción (RAE, 6) como: muchacho/a, persona joven. Se usará lenguaje inclusivo (chicos, chicas), pero como la totalidad de los jóvenes sobre los que se realizó la investigación eran chicos, se hará notar al describir su proceso y resultados.