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Educación Social y juventud

Autoría:

Carlos Sánchez-Valverde Visus, coordinador del consejo de redacción. Carles Vila Mumbrú, editor invitado

Palabras clave

La juventud, como espacio o ámbito de dedicación profesional, plantea a la Educación Social toda una serie de interrogantes que es importante encarar.

Si nos referimos a los y las profesionales que deberían actuar con ella (fuera del ámbito formal) los interrogantes se multiplican. El primero, y quizás el más importante y definitorio, sería el de saber si todos los y las profesionales que trabajan con personas jóvenes lo hacen desde una aproximación relacionada con la Educación Social. Y aquí nos encontraríamos con una primera respuesta, no definitiva, pero hasta cierto punto ambigua. Porque es innegable que existe una tradición de trabajo con jóvenes que no está ligada con el proceso histórico de configuración de nuestra disciplina y profesión. Tanto en Europa, como en nuestro país. Algunas de las colaboraciones de este número hablan sobre ello y sobre alguna iniciativa desarrollada hace unos años para poner en debate qué tienen en común las personas que trabajan con jóvenes desde distintos ámbitos, disciplinas, tradiciones, etc.

Si preguntáramos a muchas y muchos de las y los profesionales que trabajan con juventud, bastantes dirían que no se consideran educadoras y educadores sociales. No deberíamos desdeñar las cuestiones relacionadas con el sentimiento de identidad de esas personas y de esos colectivos.

Es interesante observar que la identidad profesional se asocia fácilmente a la titulación académica, o bien al lugar de trabajo. En el caso de los y las profesionales que trabajan en el marco de las políticas de juventud, por un lado, al no existir una oferta formativa de Grado universitario[1] centrada en el ámbito de la juventud o del trabajo con jóvenes, no acostumbran a sentir su identidad profesional con la titulación académica. Por otro lado, al ser un sector con mucha precariedad laboral, a menudo profesionales están contratados o contratadas sin reconocimiento de su titulación universitaria y con una categoría asignada a través de un convenio colectivo, con la que no se sienten identificados o identificadas.

En 2017 la Asociación Catalana de Profesionales de las Políticas de Juventud elaboró un estudio sobre los perfiles profesionales de los y las profesionales de juventud, para acotar mejor el posterior diseño del trabajo de campo para elaborar un Censo de profesionales de juventud en Cataluña. En ese estudio se observó que de las personas que habían respondido la encuesta abierta el 59% tenían formación universitaria, el 45% tenían la titulación de Educación Social y que, en cambio, sólo el 17% definiría su cargo o posición dentro de la organización en la cual trabajaba como educador o educadora. Aparecían también en porcentajes similares: dinamizador/, técnico/a responsable de proyecto, técnico/a de proximidad, especializado, informador/a, etc.

A la pregunta cerrada de cuál era el elemento que pesaba más en su identidad profesional, el 63% optó por “los destinatarios de mi trabajo”, el 18% la organización en la que trabajo, y en menores porcentajes la formación y el colectivo profesional.[2]

Quizás esto tenga que ver con cómo consideramos la Educación Social y aquí conectaremos con otro interesante debate que en algunos países (Francia sobre todo) ha llevado a confrontarse a educadores/as especializados/as y animadores/as socioculturales.[3] El debate gira en torno a algo que nosotras y nosotros también hemos empezado a preguntarnos aquí: ¿trabajamos y acompañamos sólo a las poblaciones en situación de vulnerabilidad o necesidad, o lo hacemos en una acción dirigida a toda la población? La concreción del debate allí, en Francia, es muy gráfica: Reparadoras/es vs Educadoras/es Populares. En donde los y reparadores y las reparadoras serían educadores y educadoras especializados (sociales en nuestro caso), y los educadores y educadoras populares, los y las animadores y animadoras socioculturales. Como parte de este debate, a la hora de la orientación profesional en lo que algunos llaman, Centros de Gravedad Profesional,[4] la ubicación de las/os animadoras/es estaría en el colectivo de las personas que potencian la “libre expresión, desde la energía y el deseo por imaginar y arriesgar situaciones nuevas”, como Impulsoras e Impulsores. Frente a ello, el lugar ocupado por aquellas y aquellos que se dedicarían a “la adaptación al medio desde una energía y un deseo hacia el instinto y la transformación concreta de las cosas”, a medio camino entre la Realización y el Servicio, como reparadoras y reparadores. Recordemos que la presencia de los y las profesionales de la animación sociocultural en el trabajo con personas jóvenes es muy importante.

También podría tener que ver con el hecho de si se considera que todo el trabajo que se realiza con jóvenes es o no educativo y/o social y con si solamente pueden considerarse educadoras aquellas personas con una titulación que lleve ese nombre o un lugar de trabajo o categoría laboral que tenga ese nombre.

Y tal y como se plantea más adelante, nuestra posición en la relación educativa, que siempre es de poder, con las juventudes y las personas jóvenes, parte de una construcción conceptual que ya en sí es categorizadora y adolece de un cierto adulto-centrismo (casi paternalista), invistiendo nuestras miradas y nuestra manera de escuchar. Para acompañar desde el reconocimiento y desde el respeto, que sigue siendo el gran reto, hemos de realizar una profunda y humilde acción de reflexión y autoconocimiento.

Por lo que parece, elementos para la reflexión no nos faltarían si nos parasemos a pensar un poco en ello.

Los contenidos de RES, Revista de Educación Social, número 30.

En las colaboraciones de la sección tema veréis toda una serie de aproximaciones, revisiones y experiencias que nos presentan la acción socioeducativa con la juventud desde diferentes prismas y ámbitos: desde la reflexión, casi epistemológica, sobre el qué y cómo nos acercamos a las personas jóvenes, con la que abrimos el tema, a la revisión en clave de “youth work” europeo de la tradición en nuestro país, a diferentes aportaciones sobre los espacios temporales y vitales sobre qué son la adolescencia y la juventud, la reflexiones sobre el crecimiento personal de los y las educadores que acompañan a personas jóvenes…. Y experiencias participativas actuales, de recuperación de cómo se han creado estructuras y sujetos colectivos juveniles en barrios, o aportaciones muy interesantes en ámbitos como la salud mental, etc.

Y también, como es habitual, contamos con aportaciones desde diferentes lugares: una vez más las colaboraciones desde Latinoamérica (Argentina, Uruguay, Ecuador) y Haití son muy interesantes.

Alimento para la información y el conocimiento, y estímulo para la interpelación sobre la realidad y las posibilidades de propuesta que la Educación Social tiene en relación a la acción socioeducativa con Juventud.

En la sección miscelánea  encontraréis aportaciones que nos quieren hacer reflexionar sobre la acción socioeducativa con personas migrantes, sobre la interacción entre el deporte y la educación social, o el carácter educativo de trabajo nocturno en miniresidencias.

La sección de actualidad, viene en este número preñada de noticias, muchas de ellas relacionadas con la situación de emergencia que estamos viviendo en relación a la Covid-19.

Para acabar, os ofrecemos un buen número de reseñas, de TFGs, TFMs, libros, películas, que os pueden servir para mejorar la calidad de estos momentos de confinamiento.

Y ya como final, como siempre, adelantaros el tema del próximo número de RES, Revista de Educación Social:

  • Número 31,agosto-diciembre de 2020: Políticas culturales, animación sociocultural y gestión cultural. Miradas desde la Educación Social.

Seguimos esperando vuestras colaboraciones para seguir ofreciendo y compartiendo ideas, pensamientos, experiencias, reflexiones que nos ayuden en la interpelación sobre nuestra acción socioeducativa.

¡Gracias por seguir allí y Feliz primavera y verano de 2020! Aunque sea desde el confinamiento.

[1] El estudio de perfiles profesionales de los y las profesionales de juventud que se hizo en Cataluña en 2017 reveló que más del 80% tienen titulación universitaria.

[2] Estos resultados no se publicaron, sino que se publicará en 2020 el Censo de profesionales de juventud en Cataluña 2018, que incluye esos resultados en el análisis previo al trabajo de campo. No obstante, puede verse la presentación (en catalán) de ese estudio, realizada el 5 de julio de 2017 en Barcelona, en: Enlace

[3] Recordemos que en Francia las titulaciones de Educador/a Especializado/a, junto a la de Asistente/a de Servicio Social, son dos de los recorridos o especializaciones del grado de Trabajo Social (ver: Enlace). Y la de Animador/a Sociocultural se mueve dentro del ámbito de los diplomas de juventud, educación popular y deporte, como especialidad (ver: Enlace)

[4] Ver: Enlace