Contribución presentada en el apartado de contribuciones como experiencias, proyectos, posters en el VIII Congreso Estatal de Educación Social, con realización en streaming en distintas sedes (Madrid, Cuenca, Canarias, País Vasco, Valencia, Murcia, Valladolid, Sevilla), de 31 de marzo al 2 de junio de 2022.
Artículo publicado en el nº 33 de la Revista RES, Revista de Educación Social.
Autoría: Fernando Madoz Mendioroz.
El fenómeno de las lonjas comenzó en Euskadi hace un par de décadas. En este tiempo ha ido cogiendo peso específico, se ha trasformado hasta convertirse en un fenómeno más heterogéneo y con un sentido diferente al de los comienzos. Este equipo educativo llegó a las lonjas de un modo natural. Estábamos donde estaba la gente joven y cuando decidieron buscar nuevos lugares allí nos fuimos, con su permiso expreso. En este trascurrir de los años, muchos agentes educativos, sociales, urbanísticos o policiales; algunas administraciones locales y entidades recién llegadas a esto de lo social al albur del sonido de las monedas nos han cuestionado nuestra presencia en estos espacios. ¿Qué hacéis ahí? ¿Dónde queda su intimidad, su autonomía, sus derechos? La respuesta siempre nos ha parecido sencilla: Hacemos lo mismo que hacíamos en la calle, y sus derechos, intimidades y autonomías quedan exactamente en el lugar que ellos y ellas elijan; si nos quieren cerca, o para lo que nos quieran cerca, nos tendrán.
Queremos hablar de las lonja, especialmente, de su potencial, pero además mandar un mensaje, que se puede leer entrelineas en esta exposición: Estamos perdiendo la calle, nuestro lugar iniciático, nuestro espacio natural, la fuente del vínculo, la relación, el encuentro, la imaginación, el aprendizaje cotidiano, el acompañamiento… La calle. La nombras y suena raro, genera incomodidad.
Pues será porque somos muy antiguas, pero creemos que la esencia de la EDUCACIÓN SOCIAL sigue estando en la calle: en los parques, las plazas, los bancos, los soportales, las tienditas de barrio, las tapias de los cementerios. Allí donde esté la gente a la que pretendamos aportar. Y si esta gente es joven y ha cambiado, queriendo o sin querer, la plazoleta por la lonja pues nos tocará ir hasta donde estén, presentarnos, pedir permiso y escuchar.