Entrevista a Remedios Marín Fernández, educadora social, Vicepresidenta de CoPESA
Entrevista a Remedios Marín Fernández, educadora social, Vicepresidenta del Colegio Profesional de Educadoras y Educadores Sociales de Andalucía (CoPESA), realizada por José María Granados y publicada el 14 de octubre en el diario Ideal
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«Las organizaciones y entidades sociales no pueden subsistir sólo a base de voluntarios»
Entrevista a Remedios Marín Fernández, educadora social,Vicepresidenta de CoPESA
«Es importante que la gente se sienta partícipe y que vea a los educadores y educadoras sociales como agentes de acompañamiento, de cambio, mediadores»
Remedios Marín Fernández, en el puerto pesquero de Almería en el que abrió los ojos a lo social durante una asamblea de pescadores a la que le llevó su abuela. / GRANADOS
Remedios Marín Fernández (Almería, 1967) se asomó por vez primera a la luz en el paritorio de la Casa del Mar, cuando los ecos de las fiestas de su barrio hacían más de un mes que se habían apagado y la ciudad se preparaba para celebrar en unas semanas a la Virgen del Mar. Era verano y, como de costumbre, en esa época crecía el bullicio en la zona, en cuyas cercanías se instalaba toda la parafernalia de las atracciones, se avanzaba en la construcción del Gran Hotel Almería, que se inauguraría a finales de año, y Sean Connery y Brigitte Bardot habían rodado a las órdenes del director Edward Dmytryk la película Shalako. Claro que de todo eso es imposible que guarde recuerdos quien, sin embargo, se centra como primera imagen en su abuela Carmen, en la Lonja, durante una jornada de huelga en la pesca «Mi abuela se quedó viuda con 24 años cuando su marido que era pescador se ahogó con el resto de la tripulación al hundirse el barco con el que había salido a faenar. Era una mujer fuerte, muy fuerte que cuando yo tenía seis años me llevó a una asamblea de pescadores y me pidió que escuchara lo que decían»
-¿Aquello le ha dejado marca?
-Sí, como igualmente lo hizo el ver a mi padre en las movilizaciones de la pesca, en la Plaza Moscú, cuando en las casas teníamos preparadas zafas de agua para poder aliviar de los efectos de los botes de humo que lanzaba la Policía. Se puede decir que nací con la lucha por los derechos de los pescadores.
-¿Y lo entendía?
-Mi padre tenía una discapacidad y se embarcaba porque era su trabajo. Tuvo un accidente en el barco y tenía que ir con dos muletas y le dieron la jubilación parcial, una injusticia. Como para no entender lo que pasaba cuando lo vivíamos todos en el barrio, que era entonces una gran familia, pura solidaridad.
Espíritu social
-¿De ahí le viene su vocación social?
– Cada cual vive la vida como le viene y desde pequeña me he sentido siempre responsable., Era una niña responsable a la que le gustaba mirar al mar y subir al monte. Lo mismo observaba lo que ocurría en las movilizaciones que me ocupaba de las cosas de mi casa, cuidaba de mi hermana o tenía la oportunidad de jugar. Disfrutábamos de lo que teníamos cerca, de lo que había y nuestro escenario era la calle y en entorno. No teníamos juguetes pero subíamos al monte, cogíamos chumbos o nos reuníamos en los lavaderos comunes que había en el barrio. Esa era nuestra vida social, estar en sociedad, formar parte de ella.
-¿Se mantiene ese espíritu?
-La solidaridad siempre ha existido. Me he sentido muy de La Chanca, muy de puertas abiertas y aquí, en el barrio, nunca ha habido fronteras. Aquella manera de vivir tan vinculada a las entidades, desde las asociaciones juveniles a la de vecinos, siempre con la participación como bandera y no solo para pedir, sino para hacer proyectos de mejora del barrio, quizá se ha detenido un poco.
-¿Debido a qué?
-Hay cosas que han mejorado y lo han hecho porque en otros momentos veíamos las carencias y sabíamos que había que cambiar para mejorar. Existía un sentimiento de unidad y había ilusión por cambiar las cosas en los ámbitos educativos y sociales. La pesca unía mucho, al igual que la rehabilitación del barrio. Se sacaba todo lo mejor del barrio para avanzar. Ahora parece que se trabaja poco porque haya más gente que participe. No entendemos la pérdida de valor de lo grupal,
del equipo.
-Vamos, que no hay unidad…
-Sin equipo no somos nadie. A veces hay intereses individuales, envidias, gente que piensa que quienes llegan para echar una mano pueden ser unos invasores de lo suyo y eso va a eliminar la cuota de poder que ostentan. Hay que ir a un punto de partida que nos una y ahora parece que no lo hay. Hay gente que no se quiere ir y dejar que estén otros. La historia del perro del hortelano en toda su extensión.
-¿Cómo ve el asunto su profesión de educadora social?
-Yo empecé a los 14 años a trabajar en el barrio, en asociaciones, y la experiencia me conduce a insistir en la necesidad de unirse y de trabajar en equipo. La Educación Social parte también de eso.
-¿Cómo llegó a su profesión?
Llegué a ella a través de la mi participación en asociaciones del barrio, de la Asociación Promoción Gitana y de la Asociación pro salud mental La Frontera, que me marcó personal y profesionalmente. Fue la primera entidad que me contrató como educadora social. Tras hacer los primeros proyectos de animación sociocultural tuve la oportunidad de acceder a una formación completa en el CIAC de Madrid y alcancé el certificado de Animación Sociocultural. Luego cursillos, trabajos, experiencia. Posteriormente pude habilitarme en el Colegio Profesional de Educadores Sociales de Catalunya y cuando se constituyó el Colegio en Andalucía, me impliqué en él desde sus inicios.
Competencias
-¿Qué distingue a la educación social de otras líneas de actuación?
-La Educación Social tiene competencias propias que son irrenunciables. La actuación de los educadores y educadoras sociales es amplia e insiste fundamentalmente en algo esencial como es la prevención porque estamos ahí para acompañar el proceso social y personal de las personas. Nuestra práctica educativa diaria en líneas generales es desde una mirada preventiva: analizar los contextos, diseñar, planificar, llevar a cabo y evaluar proyectos socieducativos. Como ejemplo señalo el trabajo de prevención realizado con La Frontera donde aplicábamos un modelo interdisciplinar y trabajamos con las personas, sus familias y la comunidad.
-¿Qué obstáculos se encuentran?
-Los cerca de 1.300 colegiados que estamos en Andalucía tratamos de hacer ver el valor de la Educación Social para la ciudadanía y pedimos que sean los educadores sociales los que eduquen en esa línea. Trabajamos en muchos ámbitos y encontramos un gran obstáculo que es el intrusismo porque no hay una regulación de la profesión. Eso es lo que pedimos. Es muy sencillo. Con ello se evitaría ese gran intrusismo que sufren no solo los y las profesionales, sino todas las personas a las que se dirige nuestra acción porque no están en manos profesionales. Hay que pensar que la Educación Social es ya un Grado universitario y ahí no valen medias tintas ni encubrir determinadas cosas.
-¿El voluntariado es un obstáculo para la profesión?
-Yo creo en la militancia no en el voluntariado. Me siento partícipe, pero no resto puestos de trabajo. Esto hay que mirarlo muy buen porque hay entidades que reciben subvenciones pero que se exceden en tirar del voluntariado para demostrar que trabajan. Hay que sentirse militante, no voluntario. Asumir compromisos, pero no sustituir a los profesionales.
-Entonces, ¿voluntarios, sí o voluntarios, no?
-Voluntarios sí, pero como eso, militantes voluntarios, no intrusos profesionales. Las organizaciones y entidades sociales no pueden subsistir a base de voluntarios, ya que la labor de estos tiene que ser de apoyo a los profesionales.
-¿Con el presente difícil que parece que tiene, se atreve a ver el futuro que les aguarda?
-Soy optimista. Somos conscientes de que hay que pelear mucho y para ello las nuevas generaciones que se forman en la universidad es muy importante que se sigan implicando. La regulación estatal y la batalla por el reconocimiento para ocupar determinadas plazas, para el reconocimiento y salgan convocatorias acorde a la ley es algo que está sobre la mesa, en lo que se trabaja y que va a salir.
-¿Qué es lo que quieren decir con ese slogan de ‘Mueve ficha’ que presentan en todas sus reivindicaciones este año?
-Pues eso precisamente. Que toca mover ficha a la administración. Que tenemos una actitud dialogante de cara a la regulación y que las administraciones lo tengan en cuentan. Ya estamos en ello. En Almería por ejemplo, ayuntamientos como el de la capital ya tiene en cuenta la profesión y acaba de abrir una bolsa de trabajo para educadores y educadoras sociales. Es todo un paso. Hay otros más, y la Diputación también debe estar a punto de sacar el proyecto de zonas desfavorecidas, donde debe tenernos en cuenta. En Almería hay poco más de cien colegiados que esperan que la administración mueva ficha.
-¿Qué valores tienen que transmitir para que la sociedad los conozca mejor?
-Las personas que nos conocen porque hemos trabajado con ellos, valoran esta profesión que lo es realmente de participación. Realizamos trabajos sociocomunitarios y llevamos a cabo trabajos preventivos a nivel de mujer, absentismo, sociosanitario… Es muy importante que la gente se sienta partícipe en su lucha, que nos vean como agentes de acompañamiento, mediadores. Hay que dar continuidad a los proyectos y no estar preocupados por otras cosas. Somos educadores y educadoras sociales que tenemos una misión y lugar dentro de los equipos interdisciplinares que actúan en el campo social. No hemos venido para restar, sino para sumar.
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Díario Ideal