Sara Barricarte e Iratxe Guerra, educadoras de calle, han explicado la metodología que siguieron durante su investigación. Su labor consiste en examinar e identificar las necesidades de los adolescentes, para luego intervenir en la comunidad de manera socioeducativa y disminuir los elementos que los ponen en riesgo de ser excluidos, al mismo tiempo que se fomenta su independencia personal y se facilita su integración activa y favorable en su ambiente natural.
El proyecto piloto se puso en marcha en centros educativos de Huarte, Cintruénigo y Corella, y también realizaron visitas puntuales a Villava, Estella, Viana e Irurzun. Guerra ha contado cómo surgió la idea: “Decidimos investigar qué pasaría si integramos la educación social en la escuela, y dar a conocer nuestra figura y entablar relaciones con los adolescentes, para después realizar actividades en la calle”. En ese sentido, Barricarte ha aclarado que “siempre dejando claro ese vínculo, que lo que sucede en la calle hay que meterlo en el aula y que lo sucede en el aula hay que sacarlo a la calle”.
Las educadoras pretenden ofrecer una atención socioeducativa a los niños y adolescentes, en especial a los más vulnerables, a través de actividades y espacios de escucha, para así poder conocer sus problemas e inquietudes e intentar acompañarlos en su proceso de aprendizaje. Asimismo, la iniciativa está encaminada a reforzar los recursos ya existentes, y a fortalecer metodologías de promoción y prevención en el sistema navarro de atención a la infancia y adolescencia. Todo ello lo han hecho mediante actividades como la dinamización de patios activos, talleres de habilidades sociales, gestión de crisis o, por ejemplo, excursiones.
“Nos encantaría que no se quedase en un experimento y se llevase al sistema educativo”, ha deseado Barricarte, a lo que Guerra ha añadido que “ese es nuestro objetivo, que la figura del educador social perdure en el tiempo y sea una figura presente en los institutos, a la que los adolescentes puedan acudir”.
Las relaciones horizontales, clave
Algo que los jóvenes reiteraban una y otra vez es la importancia de establecer relaciones horizontales que permitan a los jóvenes confiar en las educadoras. “A diferencia de un profesor, director del centro u orientador, al que ven como autoridad, nosotras tenemos la oportunidad de trabajar desde su mismo nivel, y eso ayuda mucho a la hora de acompañarles”, comentó Guerra, a lo que Barricarte añadió que “la horizontalidad es la clave en el vínculo que ellos crean”.
Eider Nuin y David Villamar conocen bien los resultados del proyecto. Para Eider ha supuesto “una experiencia inolvidable en la que mediante juegos aprendes cosas que te sirven en la vida”. David comparte la opinión y describió la iniciativa como “una experiencia muy agradable en la que no he vivido ningún momento malo”. Ambos jóvenes suscribieron la importancia de entablar relaciones horizontales. “Los profesores están más centrados en el tema académico”, apuntó David, mientras Eider añadió que “tenemos confianza en las educadoras y te dan buenos consejos”.
Información. Enlace al artículo