×

Inserción, Salud Mental Comunitaria y Complejidad. Reflexiones de una experiencia

Autoría:

Jordi Foix Robert. Licenciado en Filosofía. Educador Social y Director de la asociación Els Tres Turons.

Resumen

Uno de los elementos que han definido los movimientos de renovación en salud mental, especialmente en las personas con dificultades graves, es la defensa de la práctica en la comunidad frente al modelo de custodia fundamentado en la segregación.

 

El desarrollo de las redes de intervención en la comunidad (centros de salud mental, hospitales de día, etc.) ha generado el desarrollo de nuevos servicios, los llamados de rehabilitación psicosocial comunitaria. Los primeros fueron los Centros de Día. Los orígenes y la evolución de la asociación, actualmente Fundacion Els Tres Turons están muy relacionados con la búsqueda de herramientas de intervención en el ámbito de la habilitación y la inserción, de la búsqueda de respuestas orientadas no a la custodia sino a la recuperación de las capacidades de creación y de relación. ¿Cuáles son los elementos que caracterizan esta intervención para la salud en el ámbito comunitario? Intentaremos definirlo en las siguientes líneas desde la reflexión de nuestra experiencia concreta. Lo centraremos en tres ámbitos que son: la dimensión comunitaria, la complejidad expresada en la interdisciplinariedad y la inserción social para el trabajo.

La dimensión comunitaria

Un elemento característico que definió estos movimientos para la renovación ha sido la defensa de la práctica en la comunidad frente al modelo de custodia, aunque el lugar no determina per se una práctica determinada. Cuando hablamos de comunitario, entendemos que este concepto no define un espacio urbanístico, sino que nos estamos refiriendo a una práctica consciente que refleja una serie de interacciones entre las diferentes redes sociales, formales e informales, que constituyen la vida en un barrio o un pueblo determinado. Significa que este servicio de salud mental está inmerso y participa de esta realidad comunitaria y de su complejidad. Dentro del ámbito de la salud muchas veces se confunde lo comunitario -una práctica-, con lo extrahospitalario -una ubicación determinada, física, en la comunidad-confusión que puede llevar a reproducir las prácticas hospitalarias y de custodia, de segregación y de aislamiento de la propia comunidad.

Esta concepción nos ha llevado siempre a dar prioridad a los espacios asociativos (asociaciones de vecinos, casales, institutos de educación secundaria, centros cívicos, huertos urbanos, etc.) como espacios de interacción, no entendidos de forma instrumental, sólo como usuarios, sino mediante acuerdos de colaboración con diferentes entidades, como lugares donde desarrollar los proyectos formativos, deportivos, de habilitación e inserción psicosocial, donde se pueden desarrollar e intercambiar relaciones que permitan romper las tendencias a la exclusión social y favorezcan prácticas sustentadas en la solidaridad y la ayuda mutua.

Por poner un ejemplo entre otros posibles, en el momento de pensar desde el Centro de Día-Servicio de rehabilitación el desarrollo de un programa de acceso a las nuevas tecnologías podíamos instalar dos o tres ordenadores en la sede del servicio. Pero, al mismo tiempo, se llegó a un acuerdo con ADSIS, otra entidad de iniciativa social del barrio El Carmel, de Barcelona, para el uso estable del Punt OMNIA, experiencia abierta al conjunto del barrio para el acceso a las nuevas tecnologías, gestionada por esta entidad. Esta práctica estable en los diferentes programas, favorece interacciones que tienden a romper las tendencias al aislamiento, a la vez que favorece la lucha contra los prejuicios y la imagen estereotipada del enfermo mental. El espacio formativo hace dos funciones como espacio de mediación y de interrelación entre diferentes colectivos, permite a los usuarios la búsqueda activa de otros espacios de relación no segregados. Es la posibilidad de adquirir/recuperar su identidad como ciudadanos/as, como seres individuales y sociales con algo que aportar de forma activa, y no sólo recibir servicios o atención.

Esta práctica compartida entre diferentes entidades del barrio ha generado en los últimos tres años el impulso de un proyecto de desarrollo comunitario (Carmel Amunt) impulsado por diversas entidades de iniciativa social (ADSIS, CEJAC, Cáritas, Centro Juvenil Martí Codolar, Bolos Leoneses, Els Tres Turons…) con la ayuda de Servicios Comunitarios de la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona (Distrito de Horta-Guinardó) para favorecer y promover las interacciones entre los vecinos y los colectivos de personas con dificultades de inserción social por diferentes motivos.

Es en este sentido que, al hablar de intervención comunitaria, el concepto se refiere tanto a la participación “en” como a la participación “con” la comunidad.

Otro nivel de intervención comunitaria es el que se refiere a la participación colectiva en la interlocución entre las diferentes entidades y éstas con las administración públicas. Esta participación se da a dos niveles: como entidad, conjuntamente con el CSMA, participando en la “mesa de salud” del distrito, y como impulso del grupo de salud mental en el que participan la asociación, miembros de ADEMM y familiares de AFAMCA. Son espacios participativos que facilitan la información, la comunicación y la reivindicación a la vez que refuerzan la práctica de la ciudadanía.

El diálogo interdisciplinario. La complejidad

Esta práctica, no es necesario decirlo, no es contradictoria sino necesariamente complementaria con disponer de un tiempo y un espacio propio -del que se pueda apropiar- por parte de las personas usuarias (la “habitación propia” de la que nos habla Virginia Wolff). Son éstas, prácticas que entran en contradicción con la concepción de la persona usuaria de este tipo de servicio entendida como “paciente”, concepto, en este caso reduccionista, que proviene del paradigma biomédico que no explica ni facilita la necesaria comprensión y práctica des de la complejidad.

Desde un servicio de rehabilitación en salud mental el factor determinante es entender la enfermedad mental como una situación, como un estado psicosocial y como un proceso. No se trata de no tener en cuenta la importancia de los aspectos médicos o intrapsíquicos, fundamentales, sino de contemplarlos todos desde un contexto que permita entender el sufrimiento psicológico determinado por múltiples factores, que necesitan diferentes respuestas desde diferentes áreas de conocimiento. Posibilitar la modificación de esta situación psicosocial comporta intentar dar una respuesta integradora a unas necesidades que son individuales, grupales y que se dan en un contexto social determinado, modificaciones que desde los servicios profesionales sólo se pueden favorecer desde una práctica integradora y desde un diálogo necesario interdisciplinario e integracionista, dónde la participación de la propia persona usuaria es determinante y la adaptación de los servicios a sus necesidades específicas es fundamental.

Es esta visión desde la complejidad la que facilita reconocer los elementos de exclusión social y marginación, los diferentes niveles que se dan, y cómo se relacionan entre ellos y cómo buscar respuestas dirigidas a la salud, comprendiendo los diferentes momentos evolutivos, sin confundir el deseo del profesional con la posibilidad y el deseo del usuario, sabiendo que hay elementos comunes que dan identidad a un colectivo de personas, pero a la vez que “cada persona es un mundo” con unas necesidades específicas debidas a su situación personal y al contexto familiar y social en el que se mueve y, para acompañar a esta persona, como a su entorno familiar o afectivo más próximo, hay que comprender su realidad desde esta complejidad y poder desarrollar elementos de cambio.

Es desde esta visión que toma sentido el concepto de interdisciplinariedad, donde el profesional es un sujeto colectivo, el equipo de intervención. Se trata de una integración de conocimientos donde cada uno de ellos por separado es inevitablemente parcial.

La inserción social para el trabajo

Desde los inicios de la asociación se ha dado mucha importancia a la función del trabajo como herramienta de socialización, para el desarrollo de la autoestima y la capacidad de autodeterminación personal y, en primer lugar como desarrollo efectivo de un derecho de ciudadanía. Este criterio nos ha llevado a desarrollar diferentes acciones de formación ocupacional, de mediación para la inserción laboral -en colaboración con otras entidades de la red de salud mental-, una casa de oficios, un servicio de valoración, de orientación y de soporte a la inserción en el mercado de trabajo ordinario o protegido (ITINERE-Tres Turons), una pequeña empresa de inserción-de economía solidaria- especializada en artes gráficas (ENTITAT E.I) y un proyecto de servicios de proximidad (REPARTIM E.I), proyecto que explicamos con un poco más de detalle porque en su desarrollo se expresan las diferentes líneas de trabajo y la filosofía de intervención orientadas desde la Salud Mental Comunitaria que se ha explicado en líneas anteriores.

A finales de 1999 nació la idea de crear unos servicios de proximidad, de domiciliación de la compra en los mercados municipales del Carmel y Horta. La propuesta es que este proyecto de inserción laboral esté llevado principalmente por personas usuarias de los servicios de Salud Mental del distrito (CSMA y Centro de Día de Rehabilitación Comunitaria). En un primer momento se desarrolló un programa formativo para habilitar a los alumnos, realizando prácticas formativas en los propios mercados donde hoy funciona el servicio con plena normalidad. El proyecto se ha desarrollado con la colaboración de la dirección y las juntas de comerciantes de los dos mercados, l’institut Municipal de Mercats y Barcelona Activa. El éxito de la experiencia ha hecho que en este momento se esté en fase de ampliación al mercado de la Vall d’Hebrón con la colaboración de la fundación Un Sol Món y, con la federación de comerciantes del Cor d’Horta, se esté trabajando en la búsqueda de nuevas vías de ocupación. Al mismo tiempo se ha podido firmar un acuerdo de cooperación con Caprabo y Condis con la intención de ampliar los itinerarios de inserción.

El desarrollo de esta experiencia aporta, desde nuestro punto de vista, varios beneficios sociales que podríamos resumir de la siguiente manera: Se favorece una imagen social, de cooperación y solidaridad por parte de los mercados ya que se impulsa una práctica de integración social con un colectivo de vecinos espacialmente desfavorecido, y se desarrolla una práctica donde la propia comunidad participa activamente como agente de salud.

El colectivo con dificultades especiales del distrito encuentra una posibilidad de salir de la exclusión social a partir de la realización de una actividad normalizada, incluida dentro de un espacio normalizador, beneficiosa para la comunidad.

Se hace partícipe al ciudadano/a (juntas de comerciantes, clientes de los mercados..) de una forma directa en la lucha para la integración y contra la exclusión social y el desarrollo de valores solidarios.

Conclusiones abiertas

La interacción de estos ámbitos perfila una práctica social que necesariamente ha de estar acompañada por el criterio de la evaluación sistemática y continuada. No todas las intervenciones son útiles para todos. Ni todo pasa necesariamente por la inserción laboral, pero sí que todo sucede en la comunidad donde se pueden buscar diferentes propuestas socializadas, donde uno se puede sentir útil y reconocido por lo que es y por lo que hace, más allá de las etiquetas y estereotipos que promueven la inseguridad y los prejuicios hacia cualquier expresión de la diferencia. Es en estos diferentes sentidos que se puede hablar de Salud Mental Comunitaria.

Tampoco muchas veces el contexto, como ahora los ámbitos de las diferentes administraciones responsables de facilitar la iniciativa social/pública en la lucha contra la exclusión, ayudan. En el ámbito de la Salud Mental, por ejemplo, nos encontramos a veces que medidas desarrolladas en principio para favorecer la discriminación positiva, como ahora el certificado de disminución, a la larga, limitan a una gran parte del colectivo al no introducir elementos de ajuste, como por ejemplo pasa con su exigencia en el momento de acceder a determinados derechos como la vivienda, el trabajo, etc.

Un problema parecido se da cuando se exige desde el Servei Català de Col·locació introducir al enfermo mental dentro de un código que está informáticamente al alcance de otros centros formativos, lo que puede producir efectos de discriminación y estigmatización.

Tampoco se ha desarrollado aún, más allá de las experiencias piloto, políticas necesariamente interrelacionadas entre los diferentes departamentos -excesivamente fragmentados – del conjunto de las administraciones que favorezcan intervenciones integradas.