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El ejercicio de decidir: su potencial educativo en la adolescencia contemporánea

Autoría:

Mercedes Marra Diana, Educadora Social

Resumen

La sociedad actual forma a sus ciudadanos para ser, ante todo, consumidores. Es así que se estimulan algunas características personales y a la vez funcionales a tal estructura social y económica, como la inmediatez, la impaciencia, el culto al cuerpo joven y esbelto. Este contexto afecta a los adolescentes en un doble sentido; por un lado en el debilitamiento de las figuras de autoridad y referencia con las cuales identificarse; por otro lado, en su cotidianeidad marcada por la urgencia, dentro de la cual existen pocos espacios para tomar decisiones plenas. En este sentido, ofrecer un encuadre educativo no formal que apueste a la toma de decisiones “a conciencia” es concebir al adolescente como sujeto de derechos. Reconocer en la adolescencia la capacidad de ejercer la ciudadanía permite ver en el otro sus potencialidades y resignificarla como un período vital fundamental, lo que permitirá plantear nuevos caminos junto con el educando de forma individual.

…mas cuando yo estoy haciendo las cosas que quiero hacer,

me detengo un momento y empiezo a pensar

que tú estás junto a mí, que no se va a repetir…”

Café Tacvba

La cultura del olvido

En la actualidad, escuchamos hablar constantemente de la globalización, entendiendo esta como un proceso mundial que se caracteriza por la comunicación y la interdependencia de los países. Estos están tan interrelacionados que comparten cambios a nivel económico, social, cultural y político; cambios que forman parte de la cotidianeidad humana, estructurándola y dándole un determinado sentido. En algunos casos la globalización configura e instala tendencias que mejoran las condiciones sociales y humanas, como el mayor acceso a la información para algunos sectores poblacionales o la mayor velocidad y facilidad en las comunicaciones, entre otras.

Dentro de los cambios globales, nos enfocaremos en la transición de la sociedad de producción a la sociedad de consumo. Dicha transición trajo consecuencias a nivel social, cultural e individual (Bauman, 2016); muchas de las cuales perjudican el ejercicio de la ciudadanía, por ejemplo, la sociedad actual forma a sus ciudadanos para que se vean obligados a ser, ante todo, consumidores. Esto se vincula directamente con la producción masiva y los productos de corta duración (sea por baja calidad, obsolescencia o moda fugaz), lo que, a nivel humano, significa perseguir de forma constante deseos nuevos, de poca durabilidad y rápidamente sustituibles. Se trata, ante todo, de consumir y cuanto antes, de “… allanar toda espera hasta volverla instantaneidad” (Bauman, 2017:1395). En la canción “Logo” del disco homónimo, el cantautor Kevin Johansen expresa esta idea con claridad:

“ (…) Compre todo ahora porque ahora ya es mañana 
Y mañana ya va a ser pasado 
Si no compra todo, seguro lo compra otro 
Y después, seguro se lamentará 
Todo ‘on sale’, aproveche que sale temprano 
Y sin más demora 
Sino compra ahora, va a caer en bancarrota 
Espiritual, intelectual y emocional (…)”

Collage digital 1. Mercedes Marra. Junio 2017

La actual sociedad de consumo forma a sus ciudadanos para que sean, ante todo, consumidores. Sus principales transmisores de ideas son los medios de comunicación, mediante los cuales constantemente aparecen objetos o servicios nuevos que deseamos tener y que se caracterizan por ser efímeros.

En este contexto, la satisfacción “debe ser” instantánea, y en la misma medida, el disfrute que proporciona el deseo es volátil. En consecuencia, todo proceso para la adquisición de destrezas y el trabajo que esto supone se han visto desvalorizados porque sus efectos no son inmediatos. A nivel vincular, se ven afectados los compromisos, tanto interpersonales como personales (en los ámbitos laborales, educativos, etc.), ya que estos implican cierta estabilidad, mantener el interés y van en contra de la movilidad 1 como cualidad valorada. En esta sociedad de consumo, las cualidades personales más estimuladas son la impaciencia, la impulsividad y la inquietud, motivo por el cual “La cultura de la sociedad de consumo no es de aprendizaje sino principalmente de olvido” (Bauman, 2016:1440), ya que nada permanece y todo es efímero.

La sociedad de consumo promueve algunos aprendizajes por medio de su transmisor de ideas más efectivo: los medios masivos de comunicación. Uno de dichos aprendizajes es la imagen del “hombre rico” como algo deseable. Este “ser” elige el contenido de su vida sin más, genera cambios a su voluntad, sin dificultades ni esfuerzos y, además, satisface todos sus deseos de forma inmediata: “su norte es la estética del consumo” (Bauman, 2016:1664).

La adolescencia y algunos mitos

Dentro del contexto socio-histórico descrito, interesa centrarnos en la adolescencia, ya que es “…un fenómeno histórico-cultural, se trata de una figura social, generacional y que hace referencia a construcciones subjetivas cambiantes y variadas” (Abero, Pérez de Sierra y Quesada, 2015:14). Dicho período vital no siempre fue considerado como tal –cuando se daba un salto de la niñez a la vida adulta, un cambio abrupto sin prever espacios en los cuales se pudiera dar un desenvolvimiento intermedio y gradual de las personas–. Actualmente, en parte a raíz de la consolidación del sistema educativo secundario, la adolescencia está instalada en nuestra sociedad como período vital con características propias y manifestaciones típicas (tránsito por distintos espacios de socialización, mayor tiempo compartido con pares y búsqueda de espacios propios, etc.). Estas características suponen que los adultos habiliten una mayor autonomía con respecto a la infancia, lo que permite que los adolescentes tomen decisiones de manera más frecuente y con un mayor margen de acción.

Dentro de tales características, también se encuentran asociados algunos estereotipos que circulan en el imaginario social en general y en las instituciones por las que circulan los adolescentes en particular. En este sentido, Burin describe algunos estereotipos de la adolescencia (Aguayo, Ibarra y Píriz, 2015). Para pensar el tema en cuestión destacaremos algunos de ellos, que afectan fundamentalmente la identificación de referentes de crianza en la adolescencia.

Objeto de envidia

Si bien los adolescentes son más permeables a ciertas influencias, los medios de comunicación también instalan ideales en los adultos que los rodean, lo cual hace aún más compleja la situación. En muchas ocasiones el mundo adulto compite con los adolescentes por aspectos como el cuerpo y la estética, ya que la juventud y el “estar en forma” son sumamente valorados. Estos ideales se han instalado como parte también de los efectos de la globalización y la sociedad de consumo, que nos ofrece productos y servicios, como tecnologías estéticas, cosméticos, cirugías, actividades físicas, etc. Algunos autores llaman a este fenómeno “adolescentización” de la sociedad, lo que significa que “se propone a la adolescencia como un modelo social a seguir, pareciera que los/as adultos/as quisieran volver a esta etapa, pero esto se contrapone con la desvalorización que se coloca sobre la adolescencia a nivel social” (Aguayo, Ibarra y Píriz, 2015: 26). Dicha desvalorización se ve claramente en los estereotipos que se nombrarán algunos párrafos más adelante.

La relación adulto-adolescente es asimétrica, en el entendido de que el adulto es una figura de autoridad 2 y referencia (al igual que los medios de comunicación, los grupos de pares, la moda, etc.) en base a las cuales el adolescente construye su subjetividad. Si en dicha relación asimétrica aparece la competitividad, desaparece la asimetría, y tanto el adulto como el adolescente se posicionan en un mismo lugar de partida. Esto genera un desdibujamiento del rol adulto y de sus responsabilidades. Se difumina la visión que los adolescentes tienen de sus familiares o docentes como figuras con las cuales identificarse en su proceso de maduración, con las cuales construirán sus deseos y aspiraciones. Cuando esa imagen no es nítida, los adolescentes tienen “…dificultades para encontrar parámetros de referencia sólidos y saludables, para orientarse ante situaciones problemas” (Aguayo, Ibarra y Píriz, 2015: 26). En este contexto, los adultos, en parte tras negar su propio envejecimiento, no ocupan la posición generacional necesaria para la transmisión cultural. Durante la adolescencia, difícilmente se sostengan y continúen los procesos educativos de forma autónoma, por lo que es fundamental la figura de autoridad. Sin esta, los procesos educativos tambalean, ya que se necesita de otro que tenga la responsabilidad de compartir los conocimientos que la humanidad ha ido descubriendo y creando. Entre dichos saberes se encuentra la habilidad para tomar decisiones.

Objeto perdido e individuo inadaptado

Los adultos encargados de la crianza comienzan a sentir desmotivación, ya que en los adolescentes no están tan presentes algunos rasgos típicos de la infancia que motivaban sentimientos como la ternura (demostraciones de afecto espontáneas, ocurrencias, aplicación de palabras adquiridas, etc., además de los rasgos físicos) y aparecen otros tendientes a los enfrentamientos o discusiones (cuestionamientos, desacuerdos, actitudes desafiantes, etc.).

A lo anterior sumamos que durante la adolescencia es frecuente que haya sentimientos encontrados y humor cambiante, hay una mayor inestabilidad e intensidad emocional (pasión, retraimiento, impulsividad, etc.). Estas características también generan desencuentros con la familia, quienes además tienen ciertas expectativas con respecto a los adolescentes. En consecuencia, al no encontrar algunos rasgos o actitudes “deseables” en ellos, los visualizan como fuera de la norma, por lo que aparecen constantes quejas e intentos de normalización. Luego de varios intentos de encausar ciertas actitudes hacia las expectativas de los adultos y, tras no visualizar a corto plazo los efectos esperados, el adulto desiste y deja las decisiones libradas a la voluntad y al parecer adolescentes. De esta forma, se hace patente la desvalorización de la adolescencia desde nuestra cultura adultocéntrica y, como consecuencia, se cortan abruptamente algunas funciones relativas al cuidado.

Decidir como parte del proceso educativo

Retomando las ideas anteriormente expuestas, visualizamos que todos los y las adolescentes contemporáneos se enfrentan diariamente a un mundo de cambios constantes y vertiginosos, que no solo los afecta a ellos sino también a sus familias, docentes, referentes adultos y las instituciones con las que están vinculados (centros educativos formales y no formales, etc.). A veces es frecuente escuchar de los adultos referentes que las nuevas generaciones cuentan con mayores oportunidades que otras anteriores (mayor oferta educativa, posibilidad de dedicación exclusiva a los estudios formales, facilidad de acceso a recursos tecnológicos, etc.). Sin embargo, también debemos considerar que “al mismo tiempo han debido construir sus identidades, sus proyectos y relaciones en un contexto posmoderno ‘incierto’ y cambiante” (Aguayo, Ibarra y Píriz, 2015: 20). Como bien dice Bauman, estamos “arrojados a un mar vasto sin cartas de navegación y con todas las boyas hundidas y apenas visibles…” (Bauman, 2016: 1494). La incertidumbre y vertiginosidad constantes de nuestra cultura actual dan un determinado marco a la cotidianeidad de los adolescentes. Este dificulta la identificación de intereses o metas personales y las circunstancias ineludibles para decidir plenamente.

En dicho contexto, la acción educativa cobra mayor importancia para propiciar los tiempos y espacios necesarios. Es decir, ofertar un encuadre educativo que tenga la intencionalidad de transformar el proceso de decidir en un acto educativo. Objetivizar y encuadrar dicha situación para poder identificar habilidades que se ponen en juego en ese momento y que pueden ser adquiridas como herramientas. Bauman menciona que en este proceso es fundamental la calidad del barco y las destrezas náuticas de los marineros (Bauman, 2016), aspectos que lo educativo, si logra instalarse, es capaz de promover y fortalecer durante la crianza.

Collage digital 2. Mercedes Marra (Mayo 2017)

El acto educativo, en este contexto, implica aventurarse a un viaje sin certezas, durante el cual resulta fundamental promover y fortalecer aspectos como la calidad del barco y las destrezas náuticas de los marineros. Aunque el destino no sea certero, durante el viaje de tomar decisiones, se irán adquiriendo diversas habilidades.

En este sentido, el ámbito de la educación no formal tiene algunas características que facilitan la planificación e implementación de un proyecto individual con las particularidades aquí propuestas: lugares y tiempos variables, flexibilidad en sus métodos o formas de trabajo, participación opcional, entre otras. De esta manera, el educador, junto con el adolescente, encuentra la oportunidad justa para trabajar la reflexión como requisito previo a decidir algunas cuestiones que influirán en su vida. Dichas particularidades de la educación no formal permiten la configuración de un marco de acción personalizado.

Debido a que el adolescente está en pleno proceso de maduración, es necesario incluir a la familia en nuestro plan de trabajo, promoviendo la implicancia de los referentes adultos en el proceso del adolescente y llevando adelante estrategias conjuntas que se potencien y sostengan.

Tomar decisiones en pos de la autonomía

En un primer momento podemos pensar que si los adolescentes toman decisiones sobre su proceso personal o educativo es algo positivo, ya que es lo que como educadores, generalmente, intentamos fomentar para promover una mayor autonomía. Sin embargo, en algunos casos, sucede que hay decisiones que, con o sin razón, no resultan convincentes; en estas situaciones es pertinente analizar en qué circunstancias o condiciones se toman tales decisiones y el motivo por el cual se alcanzó tal decisión y no otra. Tal vez por temer los efectos (por ejemplo, vinculados a la estabilidad o a determinados compromisos) o incluso por no visualizarlos, se postergan las decisiones tomadas “a conciencia” y se deja lugar a algo “que se fue dando” o que se definió de forma apresurada.

Son características esperables en la adolescencia, que se suman a los síntomas de la cultura que circula a toda velocidad y que no nos permite detenernos. En muchas ocasiones las decisiones tomadas en tales circunstancias terminan obturando —más que ampliando— la circulación por determinados espacios y generan un estancamiento. En este contexto, el educador es responsable de identificar tales obstáculos y “mover” o “activar” al adolescente,

“El movimiento implica también la posibilidad de que los sujetos circulen socialmente por una diversidad de espacios sociales y comunitarios. De esta forma son afectados por intercambios humanos disímiles que inciden en sus procesos de aprendizaje y mejoran sus habilidades de relación social” (Domínguez, Lahore y Silva Balerio, 2013: 17).

Decidir es algo valioso cuando se visualiza que siempre hay otra alternativa de acción y, cuando se piensa fríamente qué se quiere y por qué, es más probable que las decisiones sean legítimas. En tiempos de inmediatez, es difícil promover esta habilidad. El educador puede enseñar que tomar decisiones atinadas lleva su tiempo y, si bien en muchas ocasiones supone un riesgo, si nos tomamos el tiempo de hacerlo, se reducirá el margen de error o, si este aparece, tendremos adelantadas algunas reflexiones para el “plan B”.

Savater habla en este sentido de la “buena vida” (Savater, 2010) como la meta que guía la toma de decisiones de aquello que nos conviene. Algo conveniente es algo oportuno o provechoso, algo que supone un beneficio, que “sirve” en alguna medida y, según el autor, es un saber imprescindible y el criterio fundamental que debería guiar la toma de decisiones. Durante la adolescencia, este parámetro no surge por sí mismo, no forma parte de nuestra programación genética, sino que puede ser “provocado” mediante el pensar con otro. Luego, existe la posibilidad de adquirirlo tras el ejercicio reiterado y necesita de referentes adultos para poder sostenerlo y convertirlo en costumbre.

Para que el adolescente sea partícipe y agente activo en la toma de decisiones que le afectan, es importante la existencia de espacios previos o lugares de “ensayo”. Como todo proceso de aprendizaje, supone un paso a paso constante y se espera que sea promotor de herramientas que faciliten el enfrentamiento a determinadas circunstancias. El educador es quien tiene el poder de habilitar los espacios y configurarlos para ofrecer un encuadre educativo de cuidado, es decir, centrado en el adolescente y sus necesidades (por ejemplo, tener una intencionalidad educativa clara, saber qué objetivos pretende alcanzar, tomar seria y éticamente las opiniones y planteos adolescentes, afrontar la tarea educativa con convicción de lo que se está haciendo). Según Cillero Bruñol, para promover y proteger la autonomía, es necesario que los adultos sean orientadores, basándose en que el adolescente “tiene ‘derecho’ a desarrollar progresivamente el ejercicio de sus derechos” (Cillero Bruñol, sin fecha).

En este sentido, podemos pensar que la autonomía no es únicamente hacer las cosas por uno mismo, sino que también implica promover la habilidad de identificar cuándo necesito del otro. También es parte del aprendizaje saber que hay cuestiones que deben decidir los adultos: quien pretende promover la autonomía debe dar la seguridad de ser un referente al que se pueda recurrir y que promueva un vínculo educativo basado en la confianza; conlleva reconocer al adolescente como sujeto de derechos (a la participación, a ser escuchado, a decidir y desarrollar sus intereses y habilidades) y generar un contexto educativo que permita el ejercicio de estos. Promover la toma de decisiones de forma responsable es también fomentar el goce de los derechos como ejercicio de la ciudadanía.

Incorporar los derechos como algo incuestionable permite que, en el caso de que el sujeto los sienta vulnerados, sienta incomodidad. Ante esta, es más probable que el sujeto busque los medios para restablecer sus derechos, abriendo paso, una vez más, a tomar algunas decisiones acerca de su propia vida.

Habilidades tras la toma de decisiones

Decidir es algo que se aprende gradualmente, que hay que ejercitar para poder poner en la balanza pros y contras. Necesita de una revisión, un recorrido, una contextualización de la situación en cuestión, aspectos que el educador puede facilitar por medio del intercambio e introduciendo elementos de la cultura. Lo educativo, a contramano de lo que sucede en la cultura de consumo, promueve la memoria de experiencias individuales y colectivas y apela a ellas para resignificar el presente. También tiene la posibilidad de construir experiencias significativas para que perduren y sean recordadas, así sea de forma implícita. Un proyecto educativo con miras a crear trayectos individuales no puede dejar de lado aspectos de la historia personal del adolescente vinculados a su recorrido por distintos ámbitos o espacios. Es revisar el presente en función del pasado y también imaginar el futuro, manejar distintas perspectivas en función de la decisión que se va a tomar.

Collage Digital 3. Mercedes Marra. Junio 2017

Tomar decisiones es una habilidad importante de adquirir ya que “… cada uno de mis actos me va construyendo, me va definiendo, me va inventando. Al elegir lo que quiero hacer voy transformándome poco a poco. Todas mis decisiones dejan huella en mí mismo antes de dejarla en el mundo que me rodea” (Savater, 2010: 896)

Otro saber importante es que hay determinadas cuestiones que influyen en la vida cotidiana y no podemos controlar o modificar. Si logramos que el adolescente las identifique, podrá visualizar situaciones más reales, lo cual dará argumentos válidos y sólidos para optar ante lo que se le presente.

Tener conciencia de la propia libertad de elección implica un mayor poder, es decir, tener la facultad o el potencial de hacer algo. Promover en el adolescente la identificación de sus intereses, ver cuáles son opciones reales y cómo llevarlas a cabo conlleva la responsabilidad del educador de adoptar su punto de vista para luego pensar qué “conviene” a dicho sujeto según su realidad personal. Dar lugar a los intereses abre la posibilidad de conectar al sujeto con otros aspectos culturales, sujetos o instituciones, además de generar puntos de encuentro con otras realidades. Motivado por su interés, es probable que el adolescente se sienta atraído, lo que promueve la diversificación de los espacios de socialización, potencia el desarrollo personal y promueve el ejercicio de sus derechos.

El contexto educativo puede ofrecer un ensayo al adolescente, un lugar en el que, garantizándose determinados cuidados, se pueda aprender la relación causa-efecto y cómo las decisiones propias afectan a otros. Estimula la responsabilización, el “hacerse cargo” ante la toma de decisiones, ya que implica saberse capaz de elegir y discernir. Es también aprender que “no somos libres de elegir lo que nos pasa… sino libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo” (Savater, 2010: 181). Implica considerar que hay ciertas variables que me trascienden y que, en el ejercicio de tomar decisiones, también están presentes la imprevisibilidad de los resultados y la posibilidad del error: “… ser responsable es saberse auténticamente libre, para bien y para mal: apechugar con las consecuencias de lo que hemos hecho, enmendar lo malo que pueda enmendarse y aprovechar al máximo lo bueno” (Savater, 2010: 868).

Promover la concepción de sí mismo como sujeto activo

“altera las ideas que consideran a los adolescentes como peligrosos e incapaces de actuar individualmente de forma correcta. Desde la acción educativa debemos reafirmar y promover la capacidad de acción, de tomar decisiones, de organizarse, de afectar otros cuerpos” (Domínguez, Lahore y Silva Balerio, 2013: 20).

Poner al adolescente en situación de elegir determinados aspectos de su vida supone empoderarlo y generar la costumbre de ser un sujeto activo, es decir, una persona que está constantemente realizando acciones para que las cosas sucedan, que dedica tiempo y energía debido a su determinación. Estas habilidades son necesarias para el desarrollo personal y la autonomía, por lo que incluir la toma de decisiones de forma sistemática en la práctica educativa no solo es recomendable sino éticamente necesario.

Reflexiones finales

En la actualidad, la configuración del contexto dado por la globalización y la sociedad de consumo genera mayor vulnerabilidad durante la adolescencia debido a la poca nitidez de figuras adultas para la identificación y referencia personales, además de algunos mitos negativos que circulan en el imaginario social acerca de los jóvenes.

Por tal motivo, es fundamental ofertar contextos educativos en los cuales se construyan vínculos educativos que promuevan una visión positiva de la adolescencia como etapa vital en la que se pueden desplegar un sinfín de potencialidades y aprendizajes. Esto supone una concepción del adolescente como sujeto de derechos capaz de tomar decisiones acertadas en lo que respecta a su proceso personal. Supone promover el goce de sus derechos de una forma protagónica, estimulando el ejercicio de la ciudadanía.

Si desde los ámbitos educativos estimulamos la toma de decisiones, no solo apostamos al ejercicio de los derechos, sino también a la incorporación de ciertas habilidades, tales como la reflexión, la proyección personal y la autonomía. Esto realiza varios aportes a la construcción de la subjetividad adolescente, desde una visión positiva de sí mismo.

Bibliografía

Abero, B; Pérez de Sierra, I; Quesada, S. (2015). Sexualidad y Derechos. Aportes para el trabajo con adolescentes y jóvenes. MIDES/INJU Programa Jóvenes en Red – UNPFA – FLACSO Uruguay.

Aguayo, F; Ibarra, D; Píriz, P. (2015). Prevención de la violencia sexual con varones. Manual para el trabajo grupal con adolescentes y jóvenes. UNPFA.

Bauman, Z. (2016). La globalización. Consecuencias humanas. México: Fondo de Cultura Económica. DOI: 978-607-16-3466-5 (mobi).

Domínguez, P.; Lahore, H.; Silva Balerio, D. (2013). Itinerarios para educadores. Aproximación al trabajo socioeducativo con adolescentes. Montevideo: INAU – La Barca.

Savater, F. (2010). Ética para Amador. España: Ariel. DOI: 987-84-344-6816-0 (epub).

Recursos en línea

“Infancia, autonomía y derechos: una cuestión de principios.” Miguel Cillero Bruñol [en línea] [30 de mayo de 2017]

“Logo”. Kevin Johansen [en línea]  [2 de junio de 2017]

“24 horas”. Café Tacvba. [en línea]  [ 2 de junio de 2017]

Imágenes

Todas las imágenes utilizadas fueron creadas por Mercedes Marra Diana con la finalidad de complementar las reflexiones planteadas en el texto. Por tal motivo, no han sido publicadas con anterioridad y no cuentan con otra fuente.

Para contactar

Mercedes Marra Diana mechemarra@yahoo.com / mechemarra@gmail.com

Referencias

1 Bauman hace referencia a la movilidad como uno de los valores más codiciados en la sociedad de consumo. La libertad de movimiento es lo que genera la mayor estratificación a nivel social, ya que permite ocupar los lugares deseados.

2 Hacemos referencia a la autoridad como un lugar ocupado por el adulto. Este lugar surge tras el reconocimiento, por parte del adolescente, de la validez y pertinencia de los criterios, saberes y planteos realizados.

Fecha de recepción del artículo: 11/06/2017
Fecha de aceptación del artículo: 09/07/2017